La Palma y el campo
Wladimiro Rodríguez Brito *
Lamentablemente el lenguaje dominante repite todos los días
frases hechas sobre crisis, austeridad y tijeretazo, entre otros tópicos. Los últimos datos sobre el paro en Canarias sitúan a La Palma como la isla que más ha empeorado su situación de trabajo. Sin embargo, en una lectura sobre los parados -más de 11.000 personas- es curioso leer que más de 2.000 son de la construcción, otros 1.600 del comercio, 1.200 de hostelería y más de 4.000 de servicios e incluso aparecen 782 en la agricultura. Nos encontramos
ante una lectura nueva de una cultura vieja en la que nadie o casi nadie mira
hacia el campo como alternativa.
Esto
ocurre en la isla que dispone de más agua por habitante, que tiene una amplia
superficie de cultivo abandonada, y
en la que la mejora de las infraestructuras pudiera dar lugar a que en estos
momentos La Palma pueda mantener dos o tres veces la actual población que
sostiene y que roza las 80.000 personas. Nuestra vecina Madeira, con una superficie similar y con no más recursos que La Palma, mantiene a 300.000 habitantes.
Valga
como referencia queja Isla Bonita ha pasado de disponer de unos 40 millones de pipas de agua en
los años
En este
marco, entendemos que la potenciación
de la actividad agraria y ganadera es posible ya que el principal factor en estos
momentos es el humano. Sin embargo, nos encontramos con el envejecimiento de la población que trabaja en la agricultura y con los sueños urbano-consumistas de nuestros jóvenes, que hacen que apenas miren para el campo como una solución. Así, por ejemplo, en el Centro de Formación Profesional de Los Llanos de Aridane, los módulos relacionados con agricultura apenas tienen ocupación, mientras que el de medio ambiente y jardinería están saturados, quizá por la aspiración de convertirse en funcionarios y trabajar en estas materias.
A todo esto hay que unir la pasividad del Gobierno de Canarias y el Gobierno
del Estado ante las importaciones
de alimentas que
podemos producir en La Palma y en él resto de islas como ha acudido con las papas, productos lácteos y otras
frutas-, que han entrado a precio y en condiciones desfavorables para nuestros agricultores y ganaderos.
Hay que analizar cómo se puede gestionar nuestro territorio. Eso no significa que estemos defendiendo un proteccionismo a ultranza,
pero sí una cobertura que garantice un autoabastecimiento y que genere puestos
de trabajo. Por ello, tenemos ejemplos de otra manera de hacer las cosas dentro de La Palma, como ha ocurrido en Briesta y Tinizara, en la que se han hecho importantes plantaciones de viñedos que han permitido limpiar
una zona conflictiva para los
incendios forestales y han recuperado unos vinos de calidad, generando puestos de trabajo y mayor estabilidad
ambiental para defender los posibles incendios en el noroeste de la Isla. En
ese sentido, Garafía es un ejemplo de lo que no debemos hacer, dado que es el municipio con mayores posibilidades ganaderas de La Palma, pero ha perdido más del 80% de su cabaña. Además, el sistema de pastos y el abandono del cultivo de tagasaste hacen que los riesgos de incendios en los veranos pongan en serios aprietos el cuidado y la defensa no sólo de los montes sino de caseríos de este entorno. El futuro de La Palma y de muchos puntos de Canarias tiene que mirar obligatoriamente al campo como una alternativa para dejar de hablar de crisis, austeridad y tijeretazo. Aquí hay posibilidades, las necesitamos, pero hay que aprovecharlas y dejar los lamentos.
* Profesor de Geografía en la Universidad de La laguna
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