La Palma, ¿hay crisis?

 

Wladimiro Rodríguez Brito *

 

Estos días hemos asistido a un amplio debate en la vida política palmera, lleno de decisiones controvertidas y conflictos familiares carentes de modelo económico. Sin embargo no hemos oído hablar de nada relacionado con su economía, con el modelo económico y las posibles alternativas a la llamada crisis que sufre la isla.

 

Tal vez esto se deba a que estemos hartos de tanto hablar de la difícil situación económica; sin embargo, existen datos para discrepar de ese fatalismo sobre la crisis en La Palma. Sin duda, es esta isla la que está en mejores condiciones para hacer frente al presente y al futuro. La relación entre recursos disponibles y población insular debe favorecer una situación social marcadamente diferente de la que tenemos en La Palma. Veamos algunos datos: la isla ha perdido población en los últimos años, siendo aún más significativa en los municipios rurales, donde en gran medida solo sobrevive una población de personas mayores. El campo sufre abandono de las actividades agroganaderas y un preocupante empobrecimiento de la gestión de los montes y zonas de pastoreo. Como referencia, municipios como San Andrés y Sauces, Barlovento y Garafía han perdido, en algunos casos, el cuarenta o el 50% de la población.

 

Hoy los municipios disponen de aguas y tierras de cultivo sin comparación con otros periodos anteriores, como los del extremo norte y noroeste. El insigne palmero Benigno Carballo Wangüemert escribía en 1862 sobre Tijarafe, Puntagorda y Garafía como zonas míseras y llenas de privaciones. Esta situación cambió solo hace cuarenta años, ya que antes del alumbramiento y canalización de aguas de las galerías no se disponía ni tan siquiera de agua para beber, dependiendo de los aljibes y de unos manantiales que a penas aportaban unos litros de agua al final de los veranos. Así, por ejemplo, en Barlovento en 1948 recurrían sus vecinos a aportes de agua al municipio de Los Sauces para los usos más elementales.


Otra La Palma es posible en los momentos actuales; hoy se dispone de unos novecientos metros cúbicos de agua por habitante y año, con una media en Canarias de doscientos metros cúbicos por habitante y año. La Palma disfruta del 14% del agua del archipiélago, mientras que la población no alcanza el 4%. Aún se cultiva en esta isla el 18% de las tierras cultivadas en Canarias, significando en los aguacates el 50% de lo cultivado en el archipiélago; los plátanos algo más del 30%; las papas el 8%.


Estas referencias sobre recursos y economía debieran poner de manifiesto que hoy tenemos alternativas en La Palma para incrementar población y mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. El modelo que se ha desarrollado en Canarias en los últimos años, de turismo de sol y playa como solución total, hasta ahora no ha tenido suerte en La Palma. Sería malo para la isla menospreciar los recursos de siempre para embarcarnos todos en el sector servicios.

 

El modelo urbano consumista que se ha implantado en Canarias en los últimos años tiene sus limitaciones, y parece que sería razonable eso que algunos economistas llaman diversificación económica, con un modelo más sostenible. Así, por ejemplo, el sistema educativo, cultural y político imperante en la isla y en las islas tiene sus referencias fuera. Lo local, de lo pequeño, y la historia de la isla sufren una gran devaluación, de tal manera que de los 1.500 jóvenes que están en formación profesional menos de un 10% tienen que ver con actividades forestales y agrarias. La moda es estudiar para salir de la isla, no prepararse para vivir con ilusión en la llamada isla bonita. Valga como ejemplo el caso de Barlovento.

 

En Barlovento, en el que malvivían en una economía de secano más de tres mil personas en los años cincuenta, viven ahora con un caudal de 1.500 pipas por hora apenas el 50% de dicha población, con abundantes tierras de cultivo en abandono y con pérdidas significativas de caudales de agua. Sin embargo, se habla de bancos de alimentos en este modelo que nos ha separado del campo y su cultura.

 

Plantear el presente y el futuro en la isla de La Palma y en otros muchos puntos de Canarias pasa por una política económica y cultural en la que la actividad agroganadera se signifique, y en la que el REA y las importaciones indiscriminadas de terceros países tengan controles que garanticen a nuestros campesinos una regularidad en ingresos por su trabajo. En estos momentos en los que el debate político en La Palma está tan encendido, no se habla de dar soluciones reales a nuestra gente. El campo y la agricultura no pueden ser, como bien dice el profesor Leoncio Afonso, un canto a lo que se pierde, que dicen los versos de Machado.

 

Queremos reiterar que para nada hemos de comparar La Palma de 2014 con la situación que nos describió Carballo Wangüemert, o la que sufrimos en las décadas de los cincuenta y sesenta, cuando hubo que emigrar a Venezuela. Hoy afortunadamente disponemos de instalaciones en sanidad, en educación y sobre todo recursos hídricos que no tienen comparación alguna en la historia de La Palma con anterioridad a los años setenta. Así, por ejemplo, las comunicaciones y una amplia red de riego son referencia de unos recursos ociosos que no justifican que tengamos hoy más de once mil parados, o que nuestros jóvenes miren la isla sin alternativas de futuro. Es más, la falsa modernidad y el supuesto progreso no están reñidos con las posibilidades que ofrece La Palma, como de hecho ha demostrado el consejero de Agricultura con cultivos ecológicos en aguacates y plátanos, asunto este de singular importancia, igual que la mejora en viñedos, frutales, ganadería, etcétera. Otra La Palma es posible.

 

* DOCTOR EN GEOGRAFÍA