La muerte de Cubillo
Padre Báez *
Cubillo no ha muerto; se ha sembrado, y
hay muchos cubillistas. Detrás y dentro de todo
independentista, entre cincuenta y más años, se esconde y “vive” Cubillo,
aunque no lo reconozcan; él llenó estas islas y fuera de ellas la idea de una
Canarias libre e independiente, meta que no logró en vida, y nos deja como
legado y tarea pendiente; por eso, no nos hemos quedado huérfanos.
Él,
es el Padre de la independencia moderno; el del presente. Pasa, que el enanismo
protagonistero de algunos, quisieron quitarle la
primacía, sin llegarle a la sombra del zapato (o de sus muletas). Se fue con
las botas puestas, y no hace una semana me llamaba telefónicamente para
contarme que me había citado y copiado uno de mis comentarios en el suyo de EL
DÍA; hablábamos sobre su dimensión diplomática inigualable en nadie conocido en
la política internacional; sobre las tesis doctorales que se gestaban, sobre la
estatua de san Agustín en Tegueste, ahí en Tenerife o
aquí en Gáldar –donde hay otro Tegueste-
sobre la proyección en Madrid de la película de su vida (y el envío que me
hacía de una copia de dicha película), y guardo como testamento, el prólogo que
en su día escribió para mi libro: “Alma Guanche”. Todo el mundo, todos
los días, a todas las horas, se habla y se hablaba y se hablará de la
independencia de los países vascos y catalanes, sin que el nuestro, con mayores
razones históricas y geográfica y otras dadas por Cubillo, aparecieran en la
palestra, salvo si exceptuamos el periódico ya citado.
Pena da nadie
sea profeta en su tierra, como dijera Jesucristo, y haya sido ninguneado el
canario más universal y más grande –como le decía un servidor, cada vez que
hablaba con él-, “más grande que el Teide”.
Hoy, la independencia y los independentistas fieles a Cubillo están de luto, y
seguro vamos, van a tomar el relevo, ahora con toda su doctrina y escritos.
Hoy, la bandera
por él inventada o creada, luce un lazo negro de luto, pero con la esperanza
del color verde de vernos algún día en las alturas de la nieve y por los cielos
celestes de la libertad.
Hablarán más y
mejor que un servidor, las tesis por aparecer sobre su vida y obra; sirva como
necrológica y a vuela pluma, este breve comentario.
Llega el
peregrino, desde su fuente en Candelaria, a los pies de la Virgen que lo recibe
con cariño y premia su labor, pasando al Reino de Libertad de su Hijo, que es
la Gloria sin fin, que goza y se merece.
Descansa en paz
Don Antonio Cubillo.
* Fernando Báez Santana, Pbtero.
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