LA MATANZA DE AJÓDAR

 

Juan Francisco Díaz Palarea.

 

La isla de Gran Canaria (Tamarant) no se habría anexionado a la Corona de Castilla si la matanza de españoles en la montaña de Ajódar no la hubiese interrumpido el traidor Tenesor Semidán, Fernando Guanarteme, y posiblemente en ella hubieran muerto los sanguinario y genocidas, Pedro de Vera y Alonso Fernández de Lugo, por lo que a la postre, La Palma (Benahoare) y Tenerife (Tinech), tampoco habrían sido anexionadas. Analizando diversas fuentes históricas, se llega a un convencimiento claro, que en esta montaña de la Aldea de San Nicolás pudo cambiar el destino del pueblo canario.

Esta batalla se desarrolla unos meses antes del fatídico 29 de Abril de 1483, según las fuentes que tenemos de este hecho: los manuscritos de personas que estuvieron en la zona de combate, los soldados españoles Antonio Sedeño; el capellán-soldado Pedro Escudero; el Alférez cuñado de Juan Rejón, Alonso Jaime de Sotomayor, y más tarde en diferentes obras escritas de Abreu y Galindo, Marín y (de) Cubas, Viera y Clavijo, y Agustín Millares Torres.

En la obra "Historia de la Conquista de las siete Islas Canarias" (rescatada por el inglés Jorge Glas) Abreu y Galindo escribe lo siguiente: Pedro de Vera determino con acuerdo de Fernando Guanarteme y de todo su campo, que se acometiera aquella fuerza de Axodar por la otra banda de la sierra que cae hacia el mar. Y así se hizo, que, pasando la gente a un puerto que está dos leguas de la fuerza de Ajódar por un camino áspero, llegaron al pie de la fuerza. La primera compañía era de Miguel de Moxica (Mujica), por ser ballesteros todos, para defenderles la vista de los que iban subiendo. Pedro de Vera había avisado a Miguel de Moxica no acometiese hasta que fuese avisado, porque fuese el acometimiento por entre ambas partes a un tiempo. "El capitán Miguel de Moxica y sus vizcainos, viéndose al pie de la fuerza, no guardando la orden que se dio, con el deseo que llevaba de vengarse de los daños que había recibido en la de Bentagay (Bentaiga) y en otras, de Taxarte, donde había sido maltratado de los canarios", juzgando a cobardía y temor la orden que el gobernador le había dado, comenzó a subir la cuesta arriba, hasta llegar al segundo andén, sin que los canarios se lo impidiesen, estándose quedos, hasta que vieron no podían ser socorridos. Y, dando una gran grita de tropel y gran prisa, arrojando muchas piedras y riscos y galgas, se dejaron venir sobre los cristianos de tal manera, que no les valía huir, porque se habían de derriscar por unos despeñaderos, ni tenían con que ampararse de las piedras, que eran muchas y grandes. Aquí murió Miguel de Moxica y la mayor parte de los vizcainos, y otros que se les habían juntado. y si don Fernando de Galdar no acudiera, a quien los canarios tuvieron respeto todos murieran aquí, porque al socorro de la fuerza acudieron una cuadrilla de más de trescientos canarios.

Viera y Clavijo en su obra: " Noticias de la Historia General de las Islas Canarias", nos dice que... "la carnicería fue tal que corría la sangre en arroyos por aquellas laderas."

Marín de Cubas (Marín y Cubas) en su obra "Historia de las Siete Islas Canarias", nos relata como Guanarteme convenció a los canarios para que pararan la batalla, dando voces: "Amigos, parientes, no me mateis, dejad las piedras", y dejando de arrojarlas, bajaron diciendo: "salta fuera guayedra, que viene el día que hemos de quedar dueños de nuestra tierra, que estos perros traidores, que mataron a su Dios, nos la quieren quitar, y tu por un vestido que te dio el de España te has dejado engañar, y ahora podemos darte otra vez la tierra; salta fuera del peligro, no te mate alguna piedra de estas".

Agustín Millares Torres, en su obra Historia General de las Islas Canarias, nos dice el parecido de esta batalla a un lago de sangre y como Pedro de Vera temiendo la pérdida definitiva de la conquista de la Isla, imploró a Fernando Guanarteme y le suplicó en nombre de la fidelidad que había jurado a Sus Altezas, que convenciera a los canarios a una tregua, lo cual lo hizo logrando que se suspendiera la batalla.

Existen también datos de varios testigos que presenciaron dicha matanza (que se recogen en la información de la hija de Fernando Guanarteme a la que los españoles bautizaron con el nombre de Margarita Fernández) "De que a no ser de la generosidad del rey isleño allí hubiera perecido el ejército español".

Hoy, los canarios que amamos nuestra tierra no deberíamos olvidar nunca este triunfo y sugiero que tendríamos que celebrar todos los años esta efemérides cerca de la referida montaña en la aldea de San Nicolás, reuniéndonos para fortalecer nuestra identidad canaria y conciencia histórica.

No quiero terminar sin hacer un recordatorio de nuestro querido Hermógenes Afonso de la Cruz (Hupalupa), cuya figura se iluminó y su voz retumbó en el Barranco de San Antonio, en la Matanza de Acentejo en el año 1993, ¡seamos unidos como los granos de millo a la mazorca madre!

 

En Las Palmas de G.C., a 21 de Enero de 2001