La Laguna y los surcos (I)
«.» Wladimiro Rodríguez Brito
[...El cuadro de la superficie labrada en La Laguna debe ser una referencia de dignificación y orgullo de un colectivo que siembra ilusión y compromiso...]
Hace poco he leído el mapa de cultivos de Canarias y La Laguna es el municipio con más surcos. En una lectura del paisaje y el paisanaje, se pone de manifiesto que los problemas del campo canario son complejos, no son solo aislamiento, sequía, topografía del problemática mecanización, etc.
Cuesta entender lo que ocurre en el mayor municipio agrario de Canarias, con casi dos mil hectáreas cultivadas, con diversidad de cultivos, y en el que se mantienen más de 200 ha de cereal, siendo también una referencia en cultivo de plantas tropicales, con más de 50 ha de papayas en invernaderos, además de un enorme peso histórico en flores y plantas ornamentales. Lo que debiera ser el Wageningen canario (WUR), la entidad investigadora agrícola más importante del mundo, en nuestro caso se convierte en alejamiento entre agricultura y campo de la investigación, en un agro que no contamina a la universidad. Aquí y ahora encontramos hechos de difícil lectura, como es la desvinculación entre el campo y los ciudadanos, entre campo y trabajo. En Holanda, en cambio, la agricultura es importante tanto en el plano económico como en el social, de tal manera que es el segundo país exportador de alimentos del mundo, tras EE UU, a pesar de tener únicamente unos 40.000 Km2. Desde esta perspectiva, La Laguna tiene una difícil lectura, siendo difícil de entender que tengamos más de 1.000 ha en las que hacíamos surcos hace unos años y ahora las situamos como tierras balutas. No estamos hablando de los Machupichu de Lepe o del barranco de los Tilos, estamos mirando para suelos relativamente llanos, en torno al casco lagunero, o incluso zonas de regadío en la zona de Valle de Guerra-La Punta. Como bien planteaba el querido amigo Pedro Molina, los mejores defensores del suelo agrícola son los que hacen surcos; por ello, creemos que cada día es más importante acercar el campo a la escuela, en una relación directa entre agro y cultura, que contamine, como diría Pedro Guerra, nuestros jóvenes con el campo.
Veamos el caso concreto de los plátanos. La Laguna ha pasado de cultivar el 13% de los plátanos de Tenerife en el año 1977, a situarse en un pírrico 5,5% en el año 2016. Téngase presente que no hay problemas de agua, tanto en cantidad como en calidad; es más, ahora se ha realizado una obra importante para mejorar los sistemas de riego, con la depuradora. Tampoco se ha producido un exceso de urbanización, como en el Valle de La Orotava, mientras que la expansión en otros cultivos, caso de la papaya, ha sido de manera limitada.
La pérdida de superficie cultivada parece más motivada por razones familiares y de relevo generacional, así como otros problemas sociales que tendremos que abordar. Es necesario un compromiso con la tierra y el trabajo, una ley de arrendamientos que dé garantías, mostrar interés colectivo sobre los suelos sin cultivos, pues hoy lo que podemos contemplar es un paisaje ruiniforme de invernaderos. Es necesario valorar el campo y la tierra como elemento productivo, con compromiso social máximo en una sociedad deficitaria en alimentos con miles de parados.
El suelo agrario y los cultivos han de jugar un papel en la defensa del suelo y la estabilidad social. Las tierras balutas y el paro son incompatibles en unas islas en las que somos deficitarios en gran parte de lo que demanda el estómago. Por ello, las jornadas sobre el agro en La Laguna, sobre lo nuestro, lo de aquí, son oportunas. Demandamos también cursos acelerados en los centros educativo-formativos, que acerquen el campo al mundo urbano, en la que las organizaciones, preocupadas por los temas sociales, entiendan también la máxima de Confucio: "no le regales el pescado, enséñale a pescar". Tenemos la obligación de mirar para el campo con otros ojos, de compromiso, con el hoy y el mañana. La superficie sin campesinos en el agro lagunero es una lección de la separación que tenemos entre nuestros jóvenes y el uso de los recursos en esta tierra.
Tenemos que mirar con más cariño y respeto las empresas que funcionan, que mantienen los surcos sin malas hierbas, sembrando esfuerzo e ilusiones en el agro.
El cuadro de la superficie labrada en La Laguna debe ser una referencia de dignificación y orgullo de un colectivo que siembra ilusión y compromiso en la que el campo no es cosa de unos marginados como restos de un pasado sin rumbo. Todo lo contrario, el campo es sinónimo de compromiso con el presente y el futuro. Los mapas de cultivo de los próximos años tendrán, con toda seguridad, más surcos, en una sociedad más solidaria, y ambientalmente más comprometida.
Estas jornadas deben ser de dignificación y encuentro con los jóvenes que no tienen alergia al sacho, pero también de reconocimiento con los que continúan escabándolo.
Hagamos un pacto social con la tierra y los campesinos también en la manera de alimentarnos.
* Doctor
en Geografía por la Universidad de La Laguna
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