La Gran Cochina...

 

Padre Báez

 

... Les cuento: eso fue, lo que me pareció…

 

Sucede que cada día, después de almorzar -nunca dormí la siesta-, y para que el médico en su día no me mande a caminar, ya lo hago; pero desde siempre -desde estudiante en Salamanca, que lo hacía a orillas del Tormes, precisamente -¡mira por donde!-, donde el berraco del Lazarillo del mismo nombre que el río...

 

Pero vengamos a este gran tabaibal, que paseando -repito- como cada día, hoy lo hice por la loma que separa Jinámar de Mercalaspalmas(degrancanaria), y he ahí, que mirando hacia abajo, lo que vi fue justo lo que me pareció, y toda vez que la imaginación vuela, pasaba por mi mente...

 

Sí, el Paso del Puerco por Amurga; que si no sé quién y los cerditos -de cuentos infantiles-, y me vino a la memoria: cuando niño uno, a alguien que de alta cuna y apellido noble, con coche -cosa rara en aquellos años cincuenta- que de apodo le llamaban “Don ..., la cochina”, y ello a pesar de ser varón. A su paso -sin que nos oyera, nosotros -los chiquillos-, gruñíamos...

 

Pero regresemos al comienzo: que me quedo mirando al Mercalaspalmas(degrancanaria), y esa fue la imagen que me vino a la cabeza: una gran cochina que, parida, tumbada, goza, de sus cochinillos (o cerditos [¡para comérselos uno, de lo lindos que son de pequeños!, y sin esperar a que crezcan]) criándolos, succionándoles -chupando o mamando- la leche de esa doble hilera de tetas sonrosadas y blanquecinas, que abastecen a toda la “prole”; creo, que a veces en el número nada exagerado de hasta doce o catorce, no sé...

 

Y de paso, ¿cómo no recordar cuando uno pequeño, en esas Cumbres de Dios, que venía el cochinero de Ingenio o de Agüimes, con el cerón en su burro, lleno de cerditos negros y luceros, ofertando su carga? ¡Que era maravilla! -¡todo un espectáculo!-, verlos mostrar para que entusiasmado el espectador los comprara o cambiara  -trueque- por una baifa o machorra, y hecho así, criarlo en el chiquero, con las “sobraduras” de la mesa y comida, y el perfume lejano de sus excrementos, llenando la cercanía, razón por la cual, siempre era el animal más retirado de la casa...

 

¡Nada digamos de la matanza!, con los manojos de centenos para chamuscarlo, el mondongo  -de donde las ricas morcillas-, y antes el lebrillo (con sangre, castañas, biscocho...), y mucho antes el lavado del tripaje en el barranco; y ¡anda el balón de cuero, sacado del cochino...!

 

Y el reparto por la vecindad de los trozos de carne -que posteriormente se devolvía, como a cambio de lo recibido-, y aquel tonel de la carne salada, de donde el trozo diario para el gofio amasado -rifándonos la "ila" en la mesa-, y jaramagos..., ¡perdón, que me volví a ir atrás!

 

Vengo pues, al presente: que paseando, como dije al principio, mirando las dos naves verdes del Mercalaspalmas(degrancanaria): la “A”, y la “B”, enchufadas a las mismas  -por los cuatro costados-: sendos contenedores, ¡pero que pasan con creces el número de 120!, y ello sin contar a los que esperan o están por la zona...

 

Y pensé: parece una gran cochina (las naves), con sus cerditos (los contenedores) chupando de esas naves la sangría que nos cuesta comer. Y entonces, eché de menos a aquellos camiones de antes, que bajaban dos veces por semana desde Tamadaba, con frutas y hortalizas; los de Tejeda con peras sanjuaneras; los de San Mateo con ciruelas y papas; los de...

 

Y se me fue otra vez más la mente: ahora, a Madeiras -a donde fui con todos los gastos pagados -durante una semana, en el mejor hotel y viajes-, por Paco Díaz, el gran periodista, que quería que un servidor fuera testigo de tanto, y así vi cómo en el puerto de Funchal no había ni tan siquiera un solo contenedor (siendo isla como la nuestra, del mismo clima y en la misma zona atlántica)...

 

Y, estando donde estaba, miré hacia nuestro Puerto, en La Isleta, y lo imaginé, cuales enormes murallas, a lo largo y alto de miles y miles de contenedores (¡nuestra ruina y desgracia!), de donde llegaba al Mercalaspalmas(degrancanaria) todo ese veneno. No lo maldije; pero, lo pensé...

 

Sí, regreso a donde estaba y me volví a casa, con pena, con nostalgia, con dolor, con rabia, con impotencia, con ganas de gritar. Y me preguntaba (mentalmente): ¿quién es el culpable de que la mejor tierra del mundo nada produzca, sino toda ella reservada para turistas -que no nos dejan sino basura-?; la tierra sin cultivo y llena de hierbas malas protegidas, que ningún animal las come, pues se lo tienen prohibido; y, escondida entre la maleza, las mejores frutas del mundo (nueces, castañas, almendras, etc.), porque la maleza (zarzas, retamas, escobones, codesos, etc.), impiden llegar a ellos, y la maleza está protegida toda, pero no la comida -repito-...

 

Y pensé en un cabildo -el nuestro- que solo planta pinos; pensé en Gesplán que solo planta cardones; pensé..., en mi isla, que en siglos atrás dio de comer a Inglaterra, a Holanda, a Estados Unidos, al Japón..., ahora, si el mundo, no nos manda lo que comemos, nos moriríamos de hambre (pues nada producimos). Y en lugar de olivos, nos plantan acebuches. Tenemos el mejor vino del planeta, y nos obligan a arrancar las parras...

 

Y ahí, la gran cochina (el Mercalaspalmas[degrancanaria]), revolcándose en el chiquero, con toda la basura que nos traen de fuera, engordando a esos cientos, miles, y miles de contenedores (cuales cerdos, cochinos, puercos, turres, marranos...), que nos chupan la vida; pues nos enferman con comidas encerradas en sus tripas (antes en carros, camiones, trenes, barcos, aviones, frigoríficos, contenedores, áreas comerciales, neveras...), y cuando llegan a la mesa, huelen mal y se pudren; y cuando la comemos, ¡nos matan poco a poco!

 

Ahora, nada digo de los cochineros: intermediarios, comerciantes, políticos, cabildo, gobierno, ajuntas y mientos, normas, leyes..., les ruego, por favor, sean tan ambles y piensen también ustedes un poco sobre el tema. Por mi parte, ya lo he hecho; y les dejo en estos puntos suspensivos, sigan, si no les importa...

 

El Padre Báez.