Se
cumplieron cincuenta y cuatro años desde la ejecución de Juan García Suárez
(1913-1959) en la prisión de Barranco Seco de Las Palmas y, desde entonces, la
leyenda del Corredera no paró de crecer. De una humilde familia de Telde, se
negó a alistarse y fue perseguido por prófugo durante y tras la Guerra Civil.
En 1947, regresó a su pueblo y acusado de comunista tornó a huir; el acoso de
falangistas locales a su madre y hermanas lo vengó con la muerte del carnicero
Vicente Santana, principal instigador. Poco después y en un tiroteo, mató a un
número de la Guardia Civil y dejó otro herido.
Huido
durante una década su nombre se usó por la propaganda del régimen como
enemigo público y por la clandestina oposición como icono de libertad y
resistencia. Detenido en 1958 fue juzgado por un tribunal civil -que le impuso
nueve años de prisión por atentado- y otro militar que le condenó a muerte.
Desoídas las numerosas peticiones de clemencia de instituciones civiles y
particulares -el obispo Pildain, incluso, logró que Juan XXIII se dirigiera sin
éxito al general Franco- la sentencia se hizo efectiva el 19 de octubre de ese
mismo año, mediante el garrote vil operado por un verdugo titular comisionado
por el Ministerio de Justicia.
Nombre
y apellido indiscutible en el siglo XX isleño, la biografía y la leyenda de
Juan García cuentan con una amplia bibliografía que las sostiene y en la que
destacan los poetas Pedro Lezcano (sobre su romance Mestisay grabó un disco en
1985 y montó un memorable espectáculo multimedia en 2004), Agustín Millares
Sall y Manuel Padorno, los tres distinguidos con el Premio Canarias de
Literatura. Por su carácter testimonial, con datos inéditos y precisiones
necesarias sobre el personaje, tiene especial relevancia el libro La verdad
sobre el Corredera, escrita por su abogado Alfonso Calzada Fiol (Inforcasa,
1989). Del también letrado Gustavo Socorro es El Corredera, aquel fugitivo de
leyenda (1999), versionado, 11 años después, en un largometraje documental con
declaraciones del hispanista Paul Preston, del líder sindical y fundador de
Comisiones Obreras Marcelino Camacho y el novelista Vázquez Figueroa. La
hemeroteca es prolija en noticias y reportajes sobre un hombre que vivió en el
riesgo y murió “con una serenidad admirable”, según me comentó el
defensor, y amigo, que le acompañó en sus últimas horas y que, medio siglo
después, recordaba aún “su extraordinaria calidad humana”.