Docientos años de independencia y los
límites del discurso para invisibles y excluidos en América latina
Jesús Ruiz Durand *
Recordaris necesario
El proyecto colonizador
como aventura militar, económica y religiosa del siglo XVI transformó la
geografía, la cosmovisión y la
estructura del poder del mundo renacentista. El nombre de Cristóbal Colón selló
con su apelativo derivado en “Colonialismo” una síntesis de las agresiones
militares exitosas que incluyen las modalidades de aventura militar, invasión, misión
científica, avanzada de exploración, pillaje, saqueo, depredación,
esclavización, segregación, latrocinio, genocidio, etnocidio, expansión de
mercados y evangelización forzada. El llamado nuevo mundo despertó la codicia
de Europa, España se atribuyó la misión de conquistar estos reinos salvajes para
la civilización occidental y para la iglesia con la bendición del Papa.
Muy pronto la aventura
se convirtió en franco saqueo, pillaje y depredación inmisericorde. La turba
militar española compuesta por aventureros, mercenarios, analfabetos, soldados de
alquiler, criminales excarcelados, frailes, perros sanguinarios y esclavos
hicieron el trabajo sucio aplaudido por la corona. El botín pasaba de una mano
a otra y lo que llegaba a España, si es que llegaba, era dilapidado
alegremente. Las guerras entre los reinos de Europa se definían y compensaban
en el mar Caribe, historias de conquistadores-depredadores que eran despojados
del producto de sus saqueos por piratas y corsarios que trabajaban para los
reyes vecinos a España. Estos mismos tesoros terminaban siendo los préstamos
bancarios a la eternamente endeudada corona española, ladrones que roban a
ladrones para prestárselos con intereses. Los activos agentes voraces y
sanguinarios de la corona autorizados para la exacción, robo, asesinato,
depredación y pillaje. Es la presencia protagonista del colonizador como
guerrero depredador, recolector, recogedor de los tesoros para la realeza,
misionero pacificador, civilizador, carnicero, súbdito de la corona real y de
la corona pontificia.
La Geografía religiosa
de la iglesia romana consideró al planeta como su propiedad de tal forma que
pudo trazar en el globo las líneas que limitaban los regalos del Papa a los
reinos de España y Portugal. El nuevo mundo, o las llamadas indias occidentales
fueron consideradas tierras del demonio que había que conquistar para el reino
de dios. Misión de la modernidad renacentista y la construcción del imaginario
civilizador occidental y cristiano. Misión y visión fundamentalista del
paradigma de la avaricia exitosa judeo-cristiana. Los ideólogos políticos y
religiosos construyeron el aparato conceptual para justificar, en todos sus
aspectos, la empresa colonial e integrar al nuevo mundo como parte del universo
humano y complemento del viejo mundo como proyecto civilizatorio y evangélico.
Las Civilizaciones Amerindias originarias como objetivo de depredación y como
sujeto de extinción.
Pasadas las tormentas
apocalípticas, el tiempo se encargó en transformar la tragedia, en mestizaje,
fusión de multiculturalidad e hibridación dejando profundas heridas abiertas en
grandes sectores humanos ignorados y sometidos a un permanente y renovado
proceso de negación y exclusión. Surgieron los movimientos independentistas y
emancipatorios. Así aparecieron en el panorama occidental naciones pintorescas y variopintas de indianos
aspirantes a la modernidad y a la civilización occidental. Nacieron en el siglo
XIX en Latinoamérica las flamantes repúblicas, bocetos de repúblicas y
republiquetas. Las nuevas élites del poder nacional sustituyeron la
administración del poder de la corona, en medio de luchas intestinas. Las
clases populares y la población indígena, sin rostro y sin acceso al poder.
Aparecen las naciones americanas independientes y emancipadas nominalmente
tratando de construir su identidad y presencia política. Se trata de naciones
que reconocen a su interior una multiplicidad de grupos culturales disímiles,
alejados de los cánones occidentales según su grado de mestizaje. En la
periferia, las naciones indígenas desatendidas, excluidas, invisibles,
ignoradas del corpus social. La emancipación los excluyó y los consideró una
carga incómoda negativa irresoluble. Los proyectos nacionales que dibujan y desdibujan
sus precarias líneas democráticas no los incluyen ni los nominan tampoco asumen
un proyecto viable.
La historia de las
naciones de América Latina nos cuenta de los esfuerzos independentistas y de
los movimientos emancipatorios culminados de alguna manera que ya celebran
doscientos años de existencia. Sin duda lo fueron en términos globales y
generales. Ahora que examinamos la polisemia del término Emancipación podemos enriquecer los esquemas simplistas de su
acepción histórica. La independencia política como estado nación de la corona
española es un hecho conquistado. Las clases políticas que asumieron el poder
no terminan de consolidar el rostro del aparato formal de su estructura social.
La emancipación viene llegando como por oleadas que baña con sus bendiciones a
los sectores sociales que se consolidan, pero existen otros que casi no han
sido tocados por la varita mágica de la independencia y la emancipación, mas al
contrario han acentuado en el mundo global, su vulnerabilidad y el riesgo de su
supervivencia como grupo social y civilización dueña de su universo simbólico.
De híbridos, invisibles y subalternos
Las luchas y emancipaciones
americanas han creado subalternidades
por estratos superpuestos de inclusión y exclusión. Las cadenas de exclusión de
los proyectos postcoloniales independentistas y emancipatorios se evidencian en
sectores humanos que no han llegado a ser integrados en el aparato nacional. La
sustitución de subalternidades en los proyectos políticos nacionales ha creado
ciudadanías diferenciadas en derechos económicos, culturales, sociales y
políticos. Existe un tejido complejo de subalternidades de poder cuyos
mecanismos no son simplemente económicos ya que entremezclan factores culturales,
raciales y étnicos en su dinámica política y económica. Ciudadanos subalternos
en una escala de poder y acceso que multiplica la diferencia en su viabilidad
social.
La economía globalizada
hace que el estado tenga un nuevo rol en América Latina. La dinámica económica
neo liberal exige características cada vez más compulsivas para desmantelar el
aparato estatal y crear relaciones permisivas y tolerantes a una dinámica
económica de lucro y ventaja extrema para el gran capital. La organización y
administración de nuevas formas de ciudadanía diferenciadas en niveles de
inclusión hace que coexistan ciudadanías invisibles sin acción, voz y poder.
Las utopías de las emancipaciones se alejan cada vez más pues son emancipaciones frustradas que se unen a la
cadena de subalternidades que se perenniza en los sectores sociales excluidos. Las
emancipaciones que apuntan a los derechos humanos, a los derechos de las
poblaciones originarias, a los derechos de una justa legislación laboral y a
normas que respeten la preservación y protección ecológica del medio ambiente
son los temas más sensibles que determinan el interés de los inversionistas del
gran capital. El capital exige legislaciones que mermen y nieguen derechos
nacionales elementales que son para las naciones la razón de su existencia y
soberanía.
El gran capital se las
arregla para obtener las concesiones más ventajosas de los gobiernos bajo
tarifas de corrupción ya estandarizadas y previstas entre sus gastos generales.
El círculo de la corrupción se completa para anular las reclamaciones justas,
el fantasma de la denominación estatal de “terrorismo” surge como recurso
represivo para acallar cualquier intento de reclamaciones en conflictos con la
gran empresa sobre derechos laborales o reclamaciones de depredación del medio
ambiente o derechos de las comunidades originarias. La tecnología del “Lobby” y
la corrupción como mecanismo ineludible ha hecho que a nivel mundial, el 90% de
los gobernantes y su más altos colaboradores esté incluidos en investigaciones
por actos de corrupción generalizada, muchos de ellos en prisión y en su
mayoría sobreviviendo en el sobresalto y el chantaje.
Las diferenciaciones
sociales que estructuran la economía y el universo simbólico se manifiestan
cuando la clase dominante maneja y gerencia su aparato económico y genera su universo
simbólico a través de la cultura dominante. Todos los códigos y mecanismos de
inclusión, exclusión, marginación y acceso al poder provienen de la interacción
de la mecánica económica y la
construcción cultural dominante. Paradigmas culturales construidos en base a un
nivel selecto de consumo y a su relación con el poder y la producción y consumo
de bienes. El aparato social se conduce
por la dinámica económica y su construcción simbólica, la cultura.
Néstor García Canclini,
en su libro: Diferentes, desiguales y
desconectados aborda el tema de los niveles culturales y nos propone: ”La
diferencia entre los niveles culturales se establece por la composición de sus
públicos (burguesía, clases medias y populares) por la naturaleza de las obras
producidas (obras de arte, de entretenimiento y mensajes de consumo masivo) y
por las ideologías político estéticas que las expresan (aristocratismo
esteticista, ascetismo y pretensión, pragmatismo funcional). Los tres sistemas
coexisten dentro de la misma sociedad capitalista porque ésta organiza la
distribución desigual de todos los bienes materiales y simbólicos.”
Podríamos añadir a esto
la presencia casi invisible de grupos humanos que no llegan ni alcanzan las
caracterizaciones de las clases del último nivel inferior que según esta
clasificación serían las clases populares. La población indígena, no llega a
incluirse como clase popular. La población de niveles de menor mestizaje, las
llamadas poblaciones originarias, los indios, llámense campesinos, selvícolas,
amazónicos, o poblaciones étnicas aborígenes desconectadas del aparato social y
los códigos sociológicos que los incluyen en los proyectos nacionales
democráticos o sus variantes y aproximaciones. Es la población indígena que sobrevive como diferente, desigual,
“invisible” y desconectada a la vez. En muchos casos sin registro ciudadano,
indocumentados en su propio territorio, sin títulos de propiedad ni licencia
alguna. Simplemente son “invisibles” a la organización estatal. Y aunque
tuvieran todo ello, son ciudadanos de “segunda o tercera clase” como los
denominara un gobernante peruano en una de sus frases que lo retratan de cuerpo
entero.
Las poblaciones de las
comunidades indígenas de América del norte, centro y sur, los pobladores de las
selvas tropicales y del amazonas son los grupos humanos que sobreviven en su
propia forma de resistencia de ecosistema cada vez más estrecho y ahora
amenazado por la cara más agresiva del
capitalismo salvaje. Gran parte de las poblaciones amazónicas fueron las
que tuvieron que ser “Limpiadas” a punta
de Napalm de sus territorios para dar paso a las grandes empresas
transnacionales en los años sesenta que llevó el gran capital al Brasil, en el
gobierno militar más represivo de su historia. Este episodio ha tenido muchas
modalidades en la historia de América, desde el exterminio y saqueo español
desde el siglo XVI, acompañado de la
destrucción de sus universos simbólicos a través de empresas ideológicas y
militares. En el Perú del SXVI y XVII se llevó a cabo un operativo denominado
“Extirpación de idolatrías” para destruir cualquier vestigio cultural y
religioso ancestral. La empresa militar del saqueo material, fue paralela a la
destrucción del universo simbólico encubierta por un proyecto religioso y
civilizatorio. La masacre y exterminio de los pieles rojas por los colonos
blancos en América del norte. La masacre de los amazónicos por los portugueses
en el Brasil. Posteriormente en el siglo XIX e inicios del XX se inicia el gran
despliegue de inmigración europea a la Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile.
Los nuevos colonos europeos recibían entre los pertrechos y herramientas
entregados por el estado, un buen lote de armas y municiones para un operativo
encubierto inicial de “limpieza étnica” y exterminio racial de los indígenas,
es así cómo las poblaciones originarias fueron disminuyendo progresivamente en
estos países latinoamericanos.
El festín de los corruptos
Las comunidades andinas
y amazónicas ahora están más amenazadas por la voracidad trasnacional en busca
de agua, minerales, madera y espacios protegidos libres para la agroindustria
depredadora, el crimen organizado y el narcotráfico en un panorama apocalíptico
de colapso inminente del balance ecológico planetario. La corrupción estatal
generalizada a nivel global existe por que en principio existen los corruptores
y ellos son los que forman los clubes de los países poderosos G7 G8 G10 o lo
que se llame, en donde se crea y administra el gran capital y la gran empresa.
El estado es el agente que viabiliza la presencia de la inversión a través de sus
más variadas modalidades de gestión empresarial amañada, mafiosa y ventajista. Se
distorsiona a favor del capital todo el aparato legal que regula los derechos
humanos, los derechos laborales, la preservación del ecosistema, los derechos
de las comunidades indígenas sobre sus territorios, la fuerza laboral, la
seguridad social, los impuestos a las sobreganancias, las limitaciones a la
polución industrial y desechos tóxicos. Los Lobbys activan su compra de concesiones
y prebendas en las antesalas de congresos y palacios gubernamentales. Se pueden
camuflar en leyes permisivas y atractivas al gran mercado y a la gran inversión
industrial y financiera. Se puede comprar un país entero a trocitos, ya lo han
hecho en muchos países latinoamericanos, los precios y tarifas de los premios,
prebendas, comisiones de éxito o simplemente coimas a todo nivel, están previstas como gastos
operativos en las grandes empresas inversionistas.
Las comunidades ancestrales
andinas y amazónicas estaban de alguna manera protegidas por leyes que están
siendo desmanteladas y modificadas para permitir que territorios que fueron
considerados inalienables, intransferibles e intangibles, se conviertan ahora
en tierras de posible y simple compra y venta. Otro bocado apetitoso más para
la avaricia depredadora. La vieja alianza del dinero sucio y el poder en acción.
Esto que aparentemente es una bienvenida forma de modernización, encierra
un dramático trasfondo de depredación ecológica global junto a la estrategia de
un operativo de exterminio cultural. Las tierras comunales intransferibles
pueden desaparecer como unidad ecológica geográfica y cultural, por lo tanto el
sustento físico y simbólico de los
grupos humanos que lo habitan. Las emancipaciones se alejan, las posibilidades
de revertir la voracidad depredadora neoliberal se acentúa en su negación. La
dinámica económica actual sólo es posible dentro de una carrera despiadada de
lucro y extrema competición ventajista para el gran capital. El progreso de un
país latinoamericano y su bonanza económica está ligado en gran parte a su alto
nivel de corrupción estatal. La corrupción y el crimen organizado se convierten
así en el omnipresente motor que hace marchar la economía de una nación.
El mapa geográfico y
económico de América Latina ha sido superpuesto por otro donde países enteros
han perdido sus fronteras en una nueva configuración de poder del narcotráfico y
el crimen organizado manejado desde la permisividad y complicidad oficial. La
dinámica del poder paralelo del crimen de los cárteles se teje en una maraña de
líneas de fuerza que atraviesa y maneja los mecanismos más visibles y
recónditos de poder político y económico para su acción y prosperidad. La
tristemente famosa “Escuela de las Américas” ha proporcionado oleadas de
promociones de militares en toda América latina que han hecho el trabajo
sanguinario más represivo y criminal de la historia de la región para
resguardar los intereses de la inversión del gran capital. Muchos de los
graduados por esa escuela, ahora convertidos en agentes y dirigentes del crimen
organizado continental.
El arte de hoy y las nuevas emancipaciones
Las necesidades de emancipaciones
han cambiado de espectro, a las libertades proclamadas en “La declaración de
los derechos del hombre y el ciudadano” de la revolución francesa del SXVIII,
que es la referencia occidental de todas las constituciones del estado
democrático, se han sumado otras liberaciones urgentes y emergentes, ya que el
poder y la corrupción, ahora más interdependientes que nunca, ha multiplicado
sus formas de influencia y accionar, se ha camuflado y diversificado, la
violencia y la sutileza de su dinámica lo hace más peligroso; los valores han
sido desplazados por sus antónimos. Las libertades que nos reclaman también se
han multiplicado. A las libertades políticas y económicas se han sumado las
libertades en el universo simbólico creativo de la cultura. Valores extremos
que comprometen la supervivencia del genoma humano y del planeta como fuente de
vida y espacio habitable por seres vivos. La dinámica social en marcha ha
convertido a todos los paradigmas humanos en espejismos irresponsables donde la
critica y la independencia de criterio no existe más que para alimentar
funcionalmente el triunfo y el éxito de la opción menos humanista, más irresponsable
y malsana. Los medios masivos han sido capturados por grupos de poder que han
convertido en ejemplos sociales y estéticos todo aquello que ayuda a convertir
al ente social, a la población en su conjunto, en un rebaño irreflexivo,
hipnotizado y adicto al racismo, a la estupidez, la vulgaridad, al consumismo
compulsivo, al morbo y al arribismo. La educación convertida en mercancía y la
cultura desatendida por el estado, arrinconada con presupuestos ridículos.
Estamos en manos de los empresarios que sólo persiguen el lucro y trepar en el “rating”;
el estado sin política cultural, o ésta abandonada a su suerte.
Por fortuna, el arte es
uno de los baluartes donde podemos ejercer nuestra acción creativa, cuestionadora
y correctiva. Todavía es un espacio efectivo de acción donde el concepto y la
creatividad están por sobre el poder. El
arte es nuestro terreno de acción. Nuestro alimento es la vivencia atenta,
vigilante e intensa, nuestra obra recoge la huella de nuestra época y la
convierte en símbolo. Nuestra sensibilidad y poética es nuestro capital,
nuestra maestría de oficio es nuestra herramienta de expresión. La creatividad
estética siempre ha sido alimentada por la vigilia del corazón y de la razón. Vigilia
para actuar y ejercer nuestro derecho de experimentar las facultades humanas
que nos enriquecen y nos hacen libres, autónomos, creativos gozosos y
solidarios, amantes de la ética y los valores. Vigilancia para no dejarnos
embaucar por publicistas y gobernantes corruptos. Nuestra cadena emancipatoria
como artistas y gente del arte deberá dinamizar nuestras liberaciones para
enriquecer nuestro ejercicio artístico que va perdiendo cada vez más su
trascendencia y brillo. Los excesos teóricos de un conceptualismo narcisista con
explicaciones y reflexiones textuales hipertrofiadas interminables vienen alentando
una actividad artística con discursos autistas y maniáticos cuando no banales,
desechables e inocuos.
El arte tiene ahora una
impresionante actividad para producir eventos y obras intrascendentes de baja o
nula intensidad en muchos casos con fijaciones estériles. El arte todavía no ha
podido digerir o fagocitar positivamente aquello que alguna vez era su antípoda
y se aventuró a incluirlo en su lenguaje: el kitsch, la vulgaridad, el morbo,
la huachafería, el adefesio y la mediocridad; más por el contrario ha sido
invadido y en muchos casos desplazado por todo ello. Estamos rodeados e
invadidos cada vez más por “obras de arte” que deben ser “sustentadas” o
explicadas por sesudos curadores, críticos y especialistas; el pobre espectador
común y corriente está desamparado frente a tales genialidades. Los grandes
eventos artísticos de nivel mundial como las bienales de Venecia y Kassel también han sido invadidas y
plagadas de obras de muy dudoso valor, gracias a la gestión de férreos
círculos de curadores fundamentalistas.
El público se aburre en esos eventos y huye de salas plagadas de obras de
principiantes que muestran sus balbuceos aspirantes a las artes digitales y a las
artes conceptuales. Hay mucho de entropía y falsedad en todo esto. Añadido a
todo ello, y justamente por eso, es notoria la omnipresencia de un nuevo
personaje reinventado y reciclado en nuestros días: El Curador, el curador como
creador-manipulador de rumbos estéticos y su creciente poder de influencia en
el ámbito del arte contemporáneo. Claro que hay curadores y curadores, hay de
los buenos y de los otros, y de todos los pelajes. En muchos casos nefastos y
esperpénticos.
Quizás debamos librarnos
de la presencia ambigua y de la influencia de algunos curadores y sus excesos. Muchos
de ellos son capaces de armar bienales
completas con ocurrencias banales de artistas que no tienen obra y pueden
llenar salas inmensas con desechos e ideas ridículas. Los catálogos son cada
vez más voluminosos, mejor diseñados y escritos en un metalenguaje
indescifrable pero su contenido es tan chato, carente de interés que hace del
objeto un bodoque totalmente desechable. Con contadas excepciones estas mega
exposiciones se convierten en eventos mediáticos muy bien cubiertos por los
medios como evento social que potencia su frivolidad e intrascendencia. Hacemos
un arte cada vez más enfermizo, menos alegre, menos bien hecho, más sicópata,
aburrido, envilecido, morboso y tontolín. Muchos de ellos más parecen informes
clínicos para el interés del siquiatra del artista o para el historiador del
arte que ya no tiene nada que historiar. Arte para tontos por la obviedad de
sus intenciones. Arte sin encanto ni magia, arte desechable, arte chatarra,
frívolo e intrascendente, arte charlatán. Arte más ligado al entretenimiento y
en el mejor caso al ingenio que al talento. Quizás debamos empezar una
emancipación de los paradigmas estéticos globalizados que van por ese camino,
una especie de callejón sin salida. Quizás debamos aprender la hermosa lección
de frescura, vitalidad, espontaneidad, júbilo alegría y humor de nuestras artes
populares.
Quizás podamos nutrirnos
aún de las experiencias vitales en la ritualidad festiva de la vida de los pueblos
originarios, de su respeto y hermosa relación umbilical con la madre tierra y
la naturaleza, podemos aprender de la solidaridad y complicidad humana de las
clases marginales y sus manifestaciones estéticas y vitales. Quizás tengamos
que cuestionar seriamente nuestra dinámica y nuestros códigos de reconocimiento
del valor de nuestro campo y ámbito en las artes que practicamos. Somos
herederos de un inmenso, sofisticado y exquisito legado cultural; no somos los desamparados
hijos de Eva en este valle de lágrimas, somos el producto de una riquísima,
impura e híbrida cultura, seamos dignos de ella, alimentémonos de sus raíces y
reconectemos nuestro talento con una energía creativa renovada y atenta a la
modernidad, a sus valores desvalores y tentaciones. Nutrámonos de esa savia ancestral
y enriquezcamos nuestro lenguaje con los favores y ventajas de la tecnología. Ingresemos
en la tecnología, no como aficionados irresponsables sino con aspiraciones de
virtuosos para que nuestros proyectos accedan a un nivel respetable. Somos los que creamos y creemos en el arte
como posibilidad de goce y acción creativa, de sabiduría crítica y vivencia
humana independiente exquisita y vigilante de todo aquello que consideramos
valioso, superior y delicado del hombre. No somos los infrahumanos a quienes se
dirigen nuestros medios masivos de comunicación.
* Texto de la ponencia
presentada por Jesús Ruiz Durand en el Simposio Internacional en Estética y
Emancipación: “Fantasma, Fetiche, Fantasmagoría”. Organizado por El museo
Universitario de Arte Contemporáneo de la UNAM, University of California
Humanities Research Institute y el Museu D’Art Contemporani de Barcelona. En
Octubre del 2010 en Ciudad de Méjico
DF.