No
cabe la insumisión
Isidro
Santana León
Eso es lo que alega el gobierno de España ante el
descontento del consejero de Economía y Hacienda del Gobierno Colonial de
Canarias, Javier González Ortiz, a la vista de que, a priori, los hechos
estaban consumados en el Consejo de Política Fiscal y Financiera, pensando,
como respuesta a semejante fascistada, aliarse con
otras comunidades descontentas, gobernadas por el PSOE, y con Cataluña.
Al compás de su consejero, el Presidente Colonial
Paulino Rivero arremete suavemente contra la metrópoli, acusándola de
estrangular y abusar de Canarias y –con la boca chica–
haciendo amago de rebeldía, llama al compromiso de toda la sociedad canaria
para hacer frente a tanta tropelía. No sé en que disyuntiva se encuentra, pero
esperar que un pueblo al que ustedes –los que se autodenominan nacionalistas canarios– no han formado dentro de una conciencia nacional
que propiciara una verdadera cohesión para, como una familia integrada, dar
respuesta a los abusos e iniquidades que padecemos, es pretender que, a quienes
les han mutilado las piernas, ahora que los necesitan para combatir,
súbitamente se yergan y corran. No obstante, como he dicho en tantas ocasiones,
este gobierno servil no pasa del faroleo estéril y el circunloquio, para no
llegar a la clave de la dramática situación de Canarias, que nos es otra que su
realidad colonial.
Del gobierno de esta sojuzgada nación, llamado
nacionalista –es seguro que nacionalista español– no
debe preocuparse la metrópoli porque nació precisamente para ejercer su
mayordomía y sumisión. Se puso, como el corcho a la botella de champán, para
contener el empuje de la comprimida nación canaria, toda su complejidad y
contradicciones con la dominación colonial española, y lo han hecho a la
perfección mientras ha habido subvenciones: dinero para pudrir conciencias y
comprar voluntades, para destrozar el territorio y acabar con nuestras señas de
identidad, para invadirnos en nombre del cosmopolitismo y hospitalidad que
interesadamente se nos atribuyen –cuando realmente es la sumisión y la
imposición lo que subyace– etc., todo un acierto para
dejar al pueblo inmóvil, nesciente, acomodaticio y sin alma. Pero ahora que no
hay dinero para seguir corroyendo, este gobierno, que se dice de los canarios,
se ve en el dilema de si su cometido es simplemente la poltrona o apostar, sin
remedio –porque se lo demanda la sociedad isleña y las circunstancias–
por el cambio necesario para la verdadera solución, que no pasa porque baje la
prima de riesgo, suba el primo de zumosol o maúlle el
gato Félix, sino por alcanzar la independencia. El problema de Canarias no son
los mercados, el déficit o la estafa y el agravio comparativo que con la renta per cápita se hace para con los nuestros, el problema de
Canarias es únicamente España: el colonialismo que inclementemente impone a
nuestro pueblo, siendo éste la raíz de todos los males de nuestra nación.
Ustedes, los del Gobierno Colonial de Canarias, saben –y el que escribe lo ha
manifestado en otras ocasiones– que nos tienen por
una raza inferior porque la esencia natural del colonialismo es la supremacía
racial. ¿Por qué nos iban a tratar mejor a nosotros si para ellos somos una
chusma que poblamos un territorio exótico, aquí en África, y que sólo servimos
para hacerle las camas, servirle las copas y recoger los desperdicios de los
extranjeros que nos llegan de turistas?... ¡Pues me dirán quiénes son los que
aquí ocupan los puestos de mando y relevancia, a pesar de tener Canarias tres
universidades y, sobre todo, quiénes sacan la pasta de nuestra tierra quedando
en ella sólo las migajas!...
En uno de los recientes congresos de Coalición
Canaria, partido que cogobierna nuestra nación con el españolista
PSOE, soltaron el bluff de que iban a exigir más
competencias al estado para Canarias. Qué casualidad que además de no lograr
ninguna, porque ustedes no exigen, suplican y se arrodillan, es la metrópoli
quien le arrebata su oficina comercial de Cabo Verde, y que le van a entregar
con pleitesía, además de exigirles que cierren las de Agadir –importantes, no
sólo para las empresas canarias sino para sostener un marco de relaciones
fluido y amistoso con Marruecos– concediéndoles, por
el menoscabo, que trasladen el personal a las dependencias que Madrid tiene en
Casablanca, como única sede en Marruecos. Ante semejante ultraje habría que
responderles: ¿por qué no eliminan ustedes la delegación del gobierno de España
en Canarias y la convierten en la embajada española en nuestra nación, si fuera
menester? O sea, que Canarias no está en África y España si: es el temor a
perder lo que no le pertenece; el miedo a que el apresado hable con las
naciones de allende las rejas y se dé cuenta de que se puede vivir fuera de
ellas. España prohíbe que Canarias tenga relaciones con los países de su
entorno –históricas y vitales para nuestra economía
presente y futura–, todo con el fin de sesgar o
acabar con cualquier vestigio de bilateralidad entre la nación canaria y las
naciones de nuestro continente, más por una cuestión política colonial que,
inclusive, por intereses dinerarios: nos prefieren muertos que libres. De estas
arbitrariedades de la metrópoli me entero, a la vez que recibo información de
que quince empresas canarias concurren a los 20 concursos internacionales
abiertos en los últimos años por países del norte y costa occidental de África,
dándose como seguro que algunas de estas empresas ya tienen proyectos en
Marruecos y Benín, y previsto realizar en Ghana un plan director para los próximos
15 años, del puerto de Takoradi, el segundo puerto más importante del país,
estando la posibilidad de construir una carretera que una la capital con dicho
puerto. Por eso le vuelvo a repetir a este gobierno de llorones y cobardes, que
la única competencia que le sirve a Canarias es la independencia. Pudieron
ustedes hacer mucho, durante los treinta años de gobierno en la colonia, en lo
que se refiere a la preparación, no sólo profesional, sino intelectual y
política de nuestro pueblo; tiempo precioso que se habría aprovechado para
lograr una sociedad viva, consciente e informada, para que nadie la pueda
manipular, y predispuesta a afrontar las vicisitudes, progresos y adversidades
inherentes a la evolución de los pueblos, pero ustedes la prefirieron amansada,
castrada y rendida porque creían que la teta daría
leche eternamente.
¿Ahora qué? ¿Qué hacemos con nuestro pueblo y las
futuras generaciones? Aunque yo no lo considero un gobierno legítimo, la gente
espera soluciones de su parte porque creen que las tienen… ¡Quizás! Lo que si
les puedo advertir es que lo único legítimo de una colonia es la independencia
y descolonización. Yo de ustedes no espero nada, porque el gallo no pone huevos
aunque se pegue la vida cantando, pero ojalá un rayo
matinal les ilumine el decoro y la rebeldía, porque tienen una buena
herramienta y ahora es el momento de usarla.
4/08/12
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