El infierno de El Aaiúm (la Cárcel Negra)
Juan
Jesús Ayala *
El infierno de El Aaiún
está personalizado de manera ignominiosa y degradante en un agujero inhóspito
conocido por la Cárcel Negra, que el Gobierno alauí tiene en ese lugar y que
muchos conocen también como el Guantánamo marroquí.
En esa cárcel negra,
que tiene capacidad para 250 personas, se amontonan como sacos de papas 750
seres humanos en las condiciones más vejatorias que puede soportar cualquier
persona. Por ella pasaron Aminatu Haidar y Alen Salen Tamek, activistas
saharauis cuyo único delito ha sido pedir la libertad para su pueblo, el Sahara
Occidental, sometido por la fuerza de Mohamed VI y contraviniendo las leyes
internacionales y el mandato de la ONU, en el intento de evitar el referéndum
para así incorporarlo a Marruecos como "las queridas provincias hermanas
del sur".
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En la Cárcel Negra se
arremolina la gente en el suelo, sin espacio entre unos y otros; duermen hasta
en el sitio que tienen para hacer sus necesidades biológicas, que más que otra
cosa es una letrina inmunda, llena de miasmas y de desechos orgánicos,
soportando día y noche el olor nauseabundo que desprenden las mugrientas
paredes encaladas con excrementos humanos, porque en ese infierno no existe el más
mínimo espacio para la higiene.
En esa cárcel negra
están en la actualidad, entre otros, los que organizaron y habitaron el
Campamento de la Dignidad, que en su día se montó en los aledaños de El Aaiún
para pedir lo que el pueblo saharaui quiere y pretende, que es su derecho a la
libertad, como cualquier otro pueblo de la tierra, y que el régimen medieval
marroquí reprimió con una violencia envilecida y fuera de lo común, que emula
en parte a la de los nazis, en la pasada guerra mundial, en los campamentos de
exterminio.
Las vejaciones, las
violaciones y todo tipo de ultraje en contra de la dignidad humana se ven en esa
mazmorra medieval, llena de sufrimiento, hambre y deterioro físico, y los que
allí están confinados no han sido sometidos a juicio civil alguno con las mínimas
garantías procesales, sino que han sido marcados por tribunales militares como
reses que van al matadero, si acaso. La vida en la Cárcel Negra es como si se
estuviera en las antípodas, en el lado opuesto de la convivencia y respeto
humano y muy lejos de lo que se puede entender por derechos democráticos.
Marruecos, donde la
libertad de expresión está castigada, donde no existe y solo se puede hablar
de lo que disponga el control del Gobierno y estar sometido a un monarca rico y
poderoso que tiene el 60 por ciento de la riqueza del país mientras la inmensa
mayoría vive en la indigencia más atroz. Del rey solo se puede hablar con
reverencia, así como a nadie se le ocurra mencionar su opulencia; lo mismo que
está prohibido tajantemente hablar en contra del islam, cuyo máximo
representante de Alá en la Tierra es el rey. Asimismo, todo lo que concierne al
Sahara Occidental debe permanecer en el silencio más absoluto, porque, de lo
contrario, al que cojan en esos fallos va camino de la Cárcel Negra o a otra
semejante.
Al Sahara Occidental,
un pueblo que lucha por su libertad, se le quiere impedir su grito y, por la ley
del palo y tente tieso, someterlo a las vejaciones y torturas que han sido
denunciadas por Amnistía Internacional y por el Tribunal Internacional de los
Derechos Humanos, lo que a Marruecos le tiene sin cuidado. Marruecos, donde la
democracia es un sueño, donde aún se empala a la gente por pensar y
manifestarse, y donde se tortura llegando hasta hacerles beber sus orines y
excrementos; Marruecos, donde las cárceles son peores que chiqueros y donde la
vida del ser humano se degrada induciéndolos a una muerte lenta y atroz;
Marruecos, tan cerca, pero qué lejos se encuentra de la democracia y del
respeto mutuo.
*
Médico y licenciado en Filosofía
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