Indignaos (Indignez-vous)
Stéphane Hessel
Traducción de María Belvis
Martínez García
93
años. Es la última etapa. El fin no está lejos. Qué suerte poder aprovecharla para
recordar lo que ha servido de base a mi compromiso político: los años de
resistencia y el programa elaborado hace 70 años por el Consejo Nacional de la
Resistencia. A Jean Moulin le debemos, dentro del
marco de este Consejo, el agrupamiento de todos los componentes de la Francia
ocupada, los movimientos, los partidos, los sindicatos, con el fin de proclamar
su adhesión a la Francia combativa y a su único jefe reconocido: el general De
Gaulle. Desde Londres, donde me reuní con el general De Gaulle, en marzo de
1941, me llegó la noticia de que el Consejo había puesto en marcha un programa
(adoptado el 15 de marzo de 1944) que proponía para la Francia liberada un
conjunto de principios y valores sobre los que se asentaría la democracia
moderna de nuestro país.
I Creado clandestinamente el 27
de mayo de 1943, en París, por los representantes de los ocho grandes
movimientos de Resistencia, de los dos grandes sindicatos anteriores a la
guerra: la CGT y la CFTC (Confederación francesa de trabajadores cristianos) y
de los diez principales partidos políticos de la III República, el PC y la SFIO
(los socialistas), el Consejo Nacional de la Resistencia (CNR) se reunió por
primera vez este 27 de mayo bajo la presidencia de Jean Moulin,
delegado del general De Gaulle, el cual quería crear este Consejo para hacer
más eficaz la lucha contra los nazis y reforzar su propia legitimidad de cara a
los aliados. De Gaulle encargó a este Consejo la elaboración de un programa de
gobierno en previsión de la liberación de Francia. Este programa fue objeto de
muchas idas y venidas del CNR y del gobierno de la Francia libre, unas veces a
Londres y otras a Argel, antes de ser adoptado el 15 de marzo de 1944 en sesión
asamblearia por el CNR. El CNR entregó este programa
al general De Gaulle el 25 de agosto de 1944 en el ayuntamiento de París. El
decreto en relación a la prensa se promulgó el 26 de agosto. Uno de los
principales redactores del programa fue Roger Ginsburger,
hijo de un rabino alsaciano; bajo el pseudónimo de Pierre Villon fue secretario
general del frente nacional para la independencia de Francia, movimiento de
resistencia creado por el partido comunista francés en 1941, y representó a
este movimiento en el seno del CNR y de su oficina permanente.
II Según una estimación
sindicalista, hemos pasado de entre el 75 al 80% del salario como importe de
las jubilaciones a alrededor del 50%. Jean-Paul Domin, catedrático de Economía en la universidad de Reims
Champagne-Ardennes, en 2010, redacta para el
Instituto Europeo de Ciencias Sociales (IES, Institut
Européen du Salariat) un apunte sobre “El seguro de enfermedad
complementario”. En él revela en qué medida el acceso a un seguro
complementario de calidad es ahora un privilegio del estatus social, que los
más frágiles renuncian a los cuidados por falta de seguros complementarios y
por la cuantía del resto que queda por pagar; que la fuente del problema es no
haber hecho del salario el soporte de los derechos sociales –punto central de
los decretos del 4 y del 15 de octubre de 1945. Estos promulgaban la Seguridad
Social y encomendaban su gestión a la doble autoridad de los representantes de
los trabajadores y del Estado. Después de las reformas Juppé
de 1995, promulgadas por decreto, más la ley Douste Blazy (médico de formación), de 2004, es el Estado el único
que gestiona la Seguridad Social. Es, por ejemplo,el jefe del Estado el que nombra por decreto al
director de la Tesorería General de la Seguridad Social (Caisse
National d”Assurance Maladie (CNAM)).Ya no son los sindicalistas, como después
de la Liberación, sino el Estado quien está a la cabeza del organismo que
gestiona las prestaciones sanitarias a nivel departamental a través de los
gobernadores (préfets de département).Los
representantes de los trabajadores ya no tienen más que el papel de consejero.
III La Declaración Universal de
los Derechos del hombre fue adoptada el 10 de diciembre de 1948, en Paris, por
48 de los 58 estados miembros de la Asamblea general de Naciones Unidas. Hubo
ocho abstenciones: África del Sur, a causa del apartheid que la declaración
condenaba de hecho; Arabia Saudita, igualmente, a causa de la igualdad entre
hombres y mujeres; la URSS (Rusia, Ucrania, Bielorrusia), Polonia,
Checoslovaquia y Yugoslavia estimaron que la Declaración no iba lo bastante
lejos en la consideración de derechos económicos y sociales y sobre los
derechos de las minorías; sin embargo, hay que tener en cuenta que Rusia en
particular se opuso a la proposición australiana de crear una Corte
internacional de derechos humanos encargada de examinar las peticiones
dirigidas a Naciones Unidas; hay que recordar que el artículo 8 de la
Declaración introduce el principio de apelación individual contra un estado en
caso de violación de los derechos fundamentales. Este principio se aplicaría en
Europa en 1998 con la creación de una Corte europea permanente de derechos
humanos, la cual garantizó este derecho de apelación a más de 800 millones de
europeos.
IV Sartre J.P; “Situation de l”écrivain
en
V Sartre J.P; “Maintenat l”espoir… (III)” en Le Nouvel Observateur, 24 de marzo de 1980.
VI Los firmantes del Appel del 8 de marzo de 2004 son: Lucie Aubrac, Raymond Aubrac, Henri
Bartoli, Daniel Cordier, Philippe Dechartre, Georges Guingouin, Stéphane Hessel, Maurice Kriegel-Valtimont, Lise London, George Séguy, Germaine Tillion, Jean-Pierre Vernat,
Maurice Voutey.
Estos
principios y valores los necesitamos hoy más que nunca. Es nuestra obligación
velar todos juntos para que nuestra sociedad siga siendo una sociedad de la que
podamos sentirnos orgullosos, y no esta sociedad de indocumentados, de
expulsiones, de sospechas con respecto a la inmigración; no esta sociedad en la
que se ponen en cuestión las pensiones, los logros de la Seguridad Social; no
esta sociedad donde los medios de comunicación están en manos de los poderosos.
Todas estas son cosas que habríamos evitado apoyar si hubiéramos sido
verdaderos herederos del Consejo Nacional de la Resistencia.
A
partir de 1945, después de un drama atroz, las fuerzas internas del Consejo de
la Resistencia se entregan a una ambiciosa resurrección. Se crea la Seguridad
Social como la Resistencia deseaba, tal y como su programa lo estipulaba: “un
plan completo de Seguridad social que aspire a asegurar los medios de
subsistencia de todos los ciudadanos cuando estos sean incapaces de
procurárselos mediante el trabajo”; “una pensión que permita a los trabajadores
viejos terminar dignamente su vida”. Las fuentes de energía, electricidad y
gas, las minas de carbón y los bancos son nacionalizados. El programa
recomendaba “que la nación recuperara los grandes medios de producción, fruto
del trabajo común, las fuentes de energía, los yacimientos, las compañías de
seguros y los grandes bancos”; “la instauración de una verdadera democracia
económica y social, que expulse a los grandes feudalismos económicos y
financieros de la dirección de la economía”. El interés general debe primar
sobre el interés particular, el justo reparto de la riqueza creada por el
trabajo debe primar sobre el poder del dinero. La Resistencia propone “una
organización racional de la economía que garantice la subordinación de los
intereses particulares al interés general y que se deshaga de la dictadura
profesional instaurada según el modelo de los Estados fascistas”, y el gobierno
provisional de la República toma el relevo.
Una
verdadera democracia necesita una prensa independiente; la Resistencia lo sabe,
lo exige, defiende “la libertad de prensa, su honor y su independencia del
estado, de los poderes del dinero y de las influencias extranjeras”. Esto es lo
que, desde 1944, aún indican las ordenanzas en relación a la prensa. Ahora
bien, esto es lo que está en peligro hoy en día.
La Resistencia
llamaba a la “posibilidad efectiva para todos los niños franceses de
beneficiarse de la mejor instrucción posible”, sin discriminación; ahora bien,
las reformas propuestas en 2008 van contra este proyecto. Jóvenes profesores, a
los cuales apoyo, han peleado hasta impedir la aplicación de estas reformas y
han visto disminuidos sus salarios a modo de penalización. Se han indignado,
han “desobedecido”, han considerado que estas reformas se alejaban del ideal de
la escuela republicana, que estaban al servicio de la sociedad del dinero y que
no desarrollaban suficientemente el espíritu creativo y crítico.
Es la
base de las conquistas sociales de la Resistencia la que hoy se cuestionaii.
El
motivo de la resistencia es la indignación
Se
tiene la osadía de decirnos que el Estado ya no puede asegurar los costes de
estas medidas sociales. Pero cómo puede faltar hoy dinero para mantener y
prolongar estas conquistas, cuando la producción de la riqueza ha aumentado
considerablemente desde la Liberación, periodo en el que Europa estaba en la
ruina, si no es porque el poder del dinero, combatido con fuerza por la
Resistencia, no ha sido nunca tan grande, tan insolente y tan egoísta con sus
propios servidores, incluso en las más altas esferas del Estado. Los bancos,
una vez privatizados, se preocupan mucho por sus dividendos y por los altos
salarios de sus dirigentes, no por el interés general. La brecha entre los más
pobres y los más ricos no ha sido nunca tan grande, ni la búsqueda del dinero
tan apasionada.
El
motivo principal de la Resistencia era la indignación. Nosotros, veteranos de
los movimientos de resistencia y de las fuerzas combatientes de la Francia
libre, llamamos a las jóvenes generaciones a vivir y transmitir la herencia de
la Resistencia y de sus ideales. Nosotros les decimos: tomad el relevo,
¡indignaos! Los responsables políticos, económicos e intelectuales, y el
conjunto de la sociedad no deben dimitir ni dejarse impresionar por la actual
dictadura de los mercados financieros que amenaza la paz y la democracia.
Os
deseo a todos, a cada uno de vosotros, que tengáis vuestro motivo de
indignación. Es algo precioso. Cuando algo nos indigna, como a mí me indignó el
nazismo, nos volvemos militantes, fuertes y comprometidos.
Volvemos
a encontrarnos con esta corriente de la historia, y la gran corriente de la
historia debe perseguirse por cada uno. Y esta corriente nos conduce a más
justicia y libertad; pero no a la libertad incontrolada de la zorra en el
gallinero. Estos derechos, recogidos en 1948 en un programa de la Declaración
universal, son universales. Si conocéis a alguien que no los disfruta,
compadecedlo, ayudadle a conseguirlos.
Dos
visiones de la historia
Cuando
intento comprender qué fue lo que causó el fascismo, qué hizo que fuéramos
absorbidos por él y por Vichy, me digo que los ricos egoístas tuvieron mucho
miedo de la revolución bolchevique y que se dejaron guiar por sus miedos. Pero
si, hoy como entonces, una minoría activa se levantara, eso bastaría:
tendríamos la levadura que haría crecer la masa.
Desde
luego, la experiencia de alguien viejo, como yo, nacido en 1917, es diferente
de la experiencia de los jóvenes de hoy. A menudo solicito a los profesores de
colegios la oportunidad de dirigirme a sus alumnos, y les digo: “vosotros no
tenéis las mismas razones evidentes para comprometeros. Para nosotros, resistir
era no aceptar la ocupación alemana, la derrota. Era algo relativamente simple;
simple como lo que vino a continuación: la descolonización. Siguió la guerra de
Argelia: era necesario que Argelia se independizara, era algo evidente. En
cuanto a Stalin, todos aplaudimos la victoria del ejército rojo contra los
nazis, en 1943. Pero cuando nos enteramos de las grandes purgas estalinistas de
1935, aunque era necesario estar al corriente de lo que hacía el comunismo para
contrarrestar el capitalismo americano, la necesidad de oponerse a esta forma
insoportable de totalitarismo se impuso como una evidencia. Mi larga vida me ha
dado una serie de razones para indignarme.
Estas
razones son fruto menos de una emoción que de una voluntad de compromiso.
Cuando estudiaba en la Escuela Normal, Sartre, un condiscípulo mayor que yo, me
influenció profundamente. La náusea, El muro, pero no El ser y
la nada, fueron muy importantes en la formación de mi pensamiento. Sartre
nos enseñó a decirnos: “Sois responsables en tanto que individuos”. Era un
mensaje de libertad. La responsabilidad del hombre que no puede confiar ni en
un poder ni en un dios. Al contrario, es necesario comprometerse en nombre de
la propia responsabilidad como persona humana. Cuando entré en la Escuela
Normal de la calle Ulm, en Paris, en 1939, entré como ferviente discípulo del
filósofo Hegel, y seguí el seminario de Maurice Merleau-Ponty. Su enseñanza exploraba la experiencia concreta, la
del cuerpo y sus relaciones con los sentidos, gran singular frente a la
pluralidad de los sentidos. Pero mi optimismo natural, que quiere que todo lo
que es deseable sea posible, me encaminaba más bien a Hegel. El hegelianismo
interpreta que la larga historia de la humanidad tiene un sentido: la libertad
del hombre que progresa paso a paso. La historia está hecha de choques
sucesivos, es la asunción de los desafíos. La historia de las sociedades
progresa, y al final, cuando el hombre ha alcanzado su completa libertad, se
tiene el estado democrático en su forma ideal.
Existe,
desde luego, otra concepción de la historia. Los progresos conseguidos por la libertad,
la competición, la carrera por el “siempre más” pueden ser vividos como un
huracán destructor. Así la concibe un amigo de mi padre, el hombre que
compartió con él la tarea de traducir al alemán En busca del tiempo perdido,
de Marcel Proust. Es el filósofo alemán Walter Benjamin. Él había encontrado un
mensaje pesimista en un cuadro del pintor suizo Paul
Klee, el Angelus Novus, en el que la
figura de un ángel abre los brazos como para contener y rechazar una tempestad
que Benjamin identifica con el progreso. Para Benjamin, que se suicidó en
septiembre de 1940 para huir del nazismo, el sentido de la historia es un
camino irresistible de catástrofe en catástrofe.
La
indiferencia: la peor de las actitudes
Es
verdad que las razones para indignarse pueden parecer hoy menos claras o el
mundo demasiado complejo. ¿Quién manda, quién decide? No siempre es fácil
distinguir entre todas las corrientes que nos gobiernan. Ya no tenemos que
vérnoslas con una pequeña élite, cuyo modo de actuar conocemos con claridad.
Este es un vasto mundo de cuya interdependencia nos percatamos claramente.
Vivimos con una interconectividad como jamás ha
existido. Pero en este mundo hay cosas insoportables. Para verlas, hace falta
observar con atención, buscar. Les digo a los jóvenes: buscad un poco,
encontraréis. La peor de las actitudes es la indiferencia, el decir “yo no
puedo hacer nada, yo me las apaño”. Al comportaros así, perdéis uno de los
componentes esenciales que hacen al ser humano. Uno de sus componentes indispensables:
la capacidad de indignarse y el compromiso que nace de ella.
Es
posible identificar desde ahora dos grandes desafíos nuevos:
1. La gran diferencia que existe entre los muy pobres y los
muy ricos, la cual no deja de crecer. Se trata de una innovación de los siglos
XX y XXI. Los muy pobres del mundo de hoy ganan apenas dos dólares al día. No
se puede dejar que esta diferencia se haga más profunda todavía. La
constatación de este hecho debería suscitar por sí misma un compromiso.
2. Los derechos del hombre y el estado del planeta. Después
de la Liberación tuve la suerte de participar en la redacción de la Declaración
universal de los derechos del hombre adoptada por la Organización de Naciones
Unidas el 10 de diciembre de 1948, en el palacio de Chaillot,
en Paris. Como jefe de gabinete de Henri Laugier,
secretario general adjunto de la ONU y secretario de la Comisión de los
Derechos del hombre participé, entre otros, en la redacción de esta
declaración. No puedo olvidar el papel que tuvo en su elaboración René Cassin,
comisario nacional de justicia y educación del gobierno de la Francia libre, en
Londres, en 1941, el cual fue premio Nobel de la paz en 1968, ni el de Pierre Mendès France dentro del Consejo económico y social, al que
enviábamos los textos que elaborábamos antes de que fueran examinados por la
Tercera Comisión de la Asamblea General, encargada de los aspectos sociales,
humanitarios y culturales. La Comisión contaba con los 54 estados que eran
miembros, en aquel momento, de las Naciones Unidas, y yo me encargaba de su
secretaría. A René Cassin debemos el término de derechos “universales”, y no
“internacionales” como proponían nuestros amigos anglosajones. Puesto que en
esto está lo que se juega al terminar la segunda guerra mundial: la emancipación
de las amenazas que el totalitarismo hizo pesar sobre la humanidad. Para
emanciparse, es necesario conseguir que los estados miembros de la ONU se
comprometan a respetar estos derechos universales. Es una manera de desmontar
el argumento de plena soberanía que un estado puede hacer valer mientras comete
crímenes contra la humanidad dentro de su territorio. Este fue el caso de
Hitler, que se consideraba dueño y señor en su tierra y autorizado a provocar
un genocidio. Esta declaración universal debe mucho a la revulsión universal
contra el nazismo, el fascismo, el totalitarismo, y, también, a nosotros, al
espíritu de la Resistencia. Sentía que había que actuar rápidamente, no ser
víctima de la hipocresía que había en la adhesión proclamada por los vencedores
a estos valores que no todos tenían la intención de promover limpiamente, pero
que nosotros intentábamos imponerles.
No me
aguanto las ganas de citar el artículo 15 de la Declaración Universal de los
Derechos del Hombre: “Toda persona tiene derecho a una nacionalidad”; el
artículo 22: “Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la
seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación
internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado,
la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales,
indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad”. Y si
esta declaración tiene un alcance declarativo, y no jurídico, no por eso ha
desempeñado un papel menos importante desde 1948; se ha visto a pueblos
colonizados acogerse a ella en su lucha por la independencia; ha inspirado a
los espíritus en su lucha por la libertad.
Constato
con alegría que a lo largo de las últimas décadas se han multiplicado las organizaciones
no gubernamentales, los movimientos sociales como Attac
(Association pour
la taxation des transactions
financières1), la FIDH (Fédération international des Droits de l”homme2), Amnesty…, que son
activas y efectivas. Es evidente que para ser eficaz actualmente es necesario
actuar conjuntamente; aprovechar todos los medios modernos de comunicación. 1
N. de la T.: Asociación por la Tasación de las Transacciones y por la Ayuda a
los Ciudadanos. 2 Federación Internacional de Derechos Humanos.
A los jóvenes,
les digo: mirad alrededor de vosotros, encontraréis temas que justifiquen
vuestra indignación –el trato que se da a los inmigrantes, a los
indocumentados, a los Roms3. Encontraréis situaciones concretas que os
empujarán a llevar a cabo una acción ciudadana de importancia. ¡Buscad y
encontraréis!
3 N. de
la T.: Gitanos, zíngaros, etc.
Mi
indignación a propósito de Palestina
Hoy, mi
principal indignación concierne a Palestina, la franja de Gaza y Cisjordania. Este
conflicto es un motivo propio de indignación. Es necesario leer el informe
Richard Goldstone, de septiembre de 2009, sobre Gaza.
En él este juez sudafricano, judío, que se declara incluso sionista, acusa al
ejército israelí de haber cometido ““actos asimilables a crímenes de guerra y
quizás, en ciertas circunstancias, a crímenes contra la humanidad”“ durante la operación “Plomo Fundido” que duró tres
semanas. Volví a Gaza en 2009, pude entrar con mi mujer gracias a nuestros
pasaportes diplomáticos, para verificar con mis propios ojos lo que el informe
contaba. Las personas que nos acompañaban no fueron autorizadas a entrar a la
franja de Gaza. Ni a Cisjordania. Visitamos los campos de refugiados palestinos
creados en 1948 por la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de
Palestina en Oriente Próximo, UNRWA, donde más de tres millones de palestinos
expulsados de sus tierras por Israel esperan un retorno cada vez más
problemático. En cuanto a Gaza, ésta es una prisión a cielo abierto para un
millón y medio de palestinos. Una prisión donde se organizan para sobrevivir.
Más que las destrucciones materiales, como la del hospital de la Media Luna
Roja por la operación “Plomo Fundido”, es el comportamiento de los habitantes
de Gaza, su patriotismo, su amor por el mar y la playa, su constante
preocupación por el bienestar de sus hijos, numerosos y risueños, lo que llena
nuestra memoria. Quedamos impresionados por su ingeniosa manera de hacer cara a
todas las penurias que les son impuestas. Les hemos visto fabricar ladrillos,
por falta de cemento, para reconstruir las miles de casas destruidas por los
tanques. Nos confirmaron que hubo 1400 muertos –mujeres, niños y viejos
incluidos en el campo palestino– a lo largo de esta
operación “Plomo Fundido”, llevada a cabo por el ejército israelí, contra sólo
cincuenta heridos del lado de Israel. Comparto las conclusiones del juez
surafricano. Que judíos puedan cometer crímenes de guerra es insoportable.
Desgraciadamente, la historia ofrece pocos ejemplos de pueblos que aprenden de
su propia historia.
Lo sé,
Hamas, que había ganado las últimas elecciones legislativas, no pudo evitar que
se dispararan cohetes sobre las ciudades israelíes en respuesta a la situación
de aislamiento y de bloqueo en la que se encuentran los gazatíes.
Evidentemente, pienso que el terrorismo es inaceptable, pero hay que reconocer
que cuando se está ocupado con medios militares infinitamente superiores a los
nuestros, la reacción popular no puede ser sólo no-violenta.
¿Le
sirve de algo a Hamas enviar cohetes sobre la ciudad de Sderot?
La respuesta es no. No sirve a su causa, pero se puede explicar debido a la
exasperación del pueblo de Gaza. En la noción de exasperación, hay que entender
la violencia como una lamentable conclusión de situaciones inaceptables para
aquellos que las sufren. Se puede decir que el terrorismo es una especie de
exasperación. Y que esta exasperación es un término negativo. Uno no se debe
exasperar, uno debe esperar. La exasperación es la negación de la esperanza. Es
comprensible, diría que hasta es natural; sin embargo, no es aceptable porque
no permite obtener los resultados que puede eventualmente producir la
esperanza.
La
no-violencia, el camino que debemos aprender a seguir
Estoy
convencido de que el futuro pertenece a la no-violencia, a la conciliación de
las diferentes culturas. Por esta vía, la humanidad deberá franquear su próxima
etapa. Y aquí coincido con Sartre: uno no puede excusar a los terroristas que
arrojan bombas, pero puede comprenderlos. Sartre escribió en 1947: “Reconozco
que la violencia bajo cualquier forma que se manifieste es un fracaso. Pero es
un fracaso inevitable porque estamos en un universo de violencia. Y si es
verdad que el recurso a la violencia hace que la violencia corra el riesgo de
perpetuarse, también es verdad que es el único medio de hacerla cesar”iv. A lo que yo añadiría que la no-violencia es una
manera más segura de hacerla cesar. No se puede apoyar a los terroristas como
Sartre lo hizo, en nombre de ese principio, durante la guerra de Argelia, o a
propósito del atentado de los juegos de Munich, en 1972, cometido contra
atletas israelíes. No es eficaz, y Sartre mismo acabará por preguntarse al
final de su vida por el sentido del terrorismo y a dudar de su razón de ser. Decirse
“la violencia no es eficaz” es más importante que saber si se debe condenar o
no a aquellos que la utilizan. El terrorismo no es eficaz. En la noción de
eficacia, es necesaria una esperanza no-violenta. Si existe una esperanza
violenta es la de la poesía de Guillaume Apollinaire: “Que l”esperance
est violente”4; no en política. Sartre, en marzo de
1980, tres semanas antes de morir, declaraba: “Hay que intentar explicar por
qué el mundo de hoy, que es horrible, no es más que un momento en el largo desarrollo
histórico, que la esperanza ha sido siempre una de las fuerzas dominantes de
las revoluciones y de las insurrecciones, y cómo todavía siento la esperanza
como mi concepción del futuro”v. 4 N. de la T.: Se
refiere al poema Le Pont Mirabeau, de Guillaume Apollinaire, que se transcribe
a continuación:
Sous le pont Mirabeau coule la Seine Et nos amours
Faut-il qu’il m’en souvienne La joie venait toujours après la peine.
Vienne la nuit sonne l’heure Les jours s’en vont je demeure
Les mains dans les mains restons
face à face Tandis que sous Le pont de nos bras passe Des éternels regards
l’onde si lasse
Vienne la nuit sonne l’heure Les jours s’en vont je demeure
L’amour s’en va comme cette eau courante L’amour s’en va
Comme la vie est lente Et comme l’Espérance est violente
Vienne la nuit sonne l’heure Les jours s’en vont je demeure
Passent les jours et passent les semaines Ni temps passé
Ni les amours reviennent Sous le pont Mirabeau coule la Seine
Vienne la nuit sonne l’heure Les jours s’en vont je demeure
Hay que
entender que la violencia vuelve la espalda a la esperanza. Hay que preferir la
esperanza, la esperanza de la no-violencia. Es el camino que debemos aprender a
seguir. Tanto por parte de los opresores como por parte de los oprimidos, hay
que llegar a una negociación para acabar con la opresión; esto es lo permitirá
acabar con la violencia terrorista. Es por eso que no se debe permitir que se
acumule mucho odio.
El
mensaje de alguien como Mandela, como Martin Luther King,
encuentra toda su pertinencia en un mundo que ha sobrepasado la confrontación
de las ideologías y el totalitarismo. Es un mensaje de esperanza en la
capacidad que tienen las sociedades modernas para sobrepasar los conflictos por
medio de una comprensión mutua y de una paciencia vigilante. Para llegar a
ello, es necesario basarse en los derechos, cuya violación, sea quien sea el
autor, debe provocar nuestra indignación. No debemos consentir la transgresión
de estos derechos.
Por una
insurrección pacífica
He
constatado, y no soy el único, la reacción del gobierno israelí ante el hecho
de que cada viernes los ciudadanos de Bil”id van, sin
arrojar piedras, sin utilizar la fuerza, hasta el muro contra el cual
protestan. Las autoridades israelíes han calificado esta marcha de “terrorismo
no-violento”. No está mal… Hay que ser israelí para calificar de terrorista a
la no-violencia. Hay que estar molesto por la eficacia que tiene la
no-violencia para suscitar el apoyo, la comprensión y el sostén de todos los
adversarios de la opresión.
El
pensamiento productivista, sostenido por Occidente,
ha metido al mundo en una crisis de la que hay que salir rompiendo radicalmente
con la huída hacia adelante del “siempre más”, tanto en el dominio financiero
como en el dominio de las ciencias y de la técnica. Ya es hora de que la
preocupación por la ética, la justicia y la estabilidad duradera sea lo que
prevalezca. Pues nos amenazan los riesgos más graves; riesgos que pueden poner
fin a la aventura humana sobre un planeta que puede volverse inhabitable.
Pero es
verdad que se han hecho importantes progresos desde1948: la descolonización, el
fin del apartheid, la destrucción del imperio soviético, la caída del Muro de
Berlín. Por el contrario, los diez primeros años del siglo XXI han supuesto un
periodo de retroceso. Este retroceso, yo lo achaco, en parte, a la presidencia
americana de George Bush, al 11 de septiembre y a las consecuencias desastrosas
que de él han sacado los Estados Unidos, como la intervención militar en Irak.
Hemos tenido esta crisis económica, pero tampoco hemos comenzado una nueva
política de desarrollo. La cumbre de Copenhague contra el calentamiento
climático no ha permitido establecer una verdadera política para la
preservación del planeta. Estamos en un umbral, entre los horrores de la
primera década y las posibilidades de las décadas siguientes. Pero hay que
esperar, siempre hay que esperar. La
década anterior, la de los años 1990, fue una
fuente de grandes progresos. Las Naciones Unidas convocaron conferencias como
las de Rio sobre el medio ambiente, en 1992; la de
Pekín sobre las mujeres, en 1995; en septiembre de
¿Cómo
terminar esta llamada a indignarse? Recordando que, con ocasión del sexagésimo
aniversario del Programa del Consejo nacional de la Resistencia, dijimos, el 8
de marzo de 2004, nosotros, los veteranos de los movimientos de Resistencia y
de las fuerzas combativas de la Francia libre (1940-1945), que, desde luego,
“el nazismo ha sido vencido gracias al sacrificio de nuestros hermanos y
hermanas de la Resistencia y de las Naciones Unidas contra la barbarie
fascista. Pero esta amenaza no ha desaparecido por completo, y nuestra cólera
contra la injusticia permanece intacta”vi.
No,
esta amenaza no ha desaparecido por completo. Por eso, hagamos siempre un
llamamiento a “una verdadera insurrección pacífica contra los medios de
comunicación de masas que no proponen como horizonte para nuestra juventud más
que el consumismo de masas, el desprecio de los más débiles y de la cultura, la
amnesia generalizada y la competición a ultranza de todos contra todos”.
A los
hombres y mujeres que harán el siglo XXI, les decimos con nuestra
afección:
“CREAR
ES RESISTIR,
RESISTIR
ES CREAR”.