Un
mensaje a los indignados occidentales
Pedro
Prieto *
Creo que hay que celebrar que millones de personas se hayan levantado contra el
orden establecido y empezado a exigir cambios del sistema. Es algo que no
esperaba de esa forma y me alegra sobremanera.
Es
verdaderamente relevante, que a pesar de la influencia de los medios controlados
por el poder financiero, esa gran cantidad de gente en decenas de muy diversos
países del mundo, se hayan manifestado pacíficamente exigiendo cambios que los
mencionados medios no hubiesen jamás planteado. Esto significa que estos
manifestantes son capaces de movilizarse, incluso con la información dominante
y muy poderosa en contra, a pesar de que ahora dichos medios se ven obligados a
conceder espacios a esta pacífica e incipiente revolución.
Hay
signos muy positivos, entre otros, que la clase política empieza a ser dejada
de lado, porque muchos de estos manifestantes ya se han dado cuenta de que esta
clase está al servicio del poder financiero, simulando alternancias de falsa
democracia (lo llaman democracia y no lo es, es uno de sus eslóganes).
Si
bien en un principio, algunas marchas se dirigieron a los centros del supuesto
poder político (Congreso de los Diputados, por ejemplo), lo importante es que
ahora empiezan a dirigirse cada vez más hacia los verdaderos centros de poder:
las bolsas donde los especuladores financieros juegan con los destinos del
mundo, con la complicidad manifiesta de una clase política servil. Empiezan a
dirigirse a instituciones financieras de carácter global dominadas por élites
muy minoritarias y fuera de todo control verdaderamente democrático.
Empiezan
a dirigirse a los bancos, que han sido los principales receptores de las
gigantescas ayudas que la clase política, lacayos del poder financiero, ha
colocado prioritariamente como receptores de gigantescas ayudas.
Todo
esto resulta esperanzador, en un mundo que tiene visos de colapso funcional y
sistémico, de generalizado fallo estructural.
Dado
que los movimientos son incipientes, se les puede disculpar que muchas de las
propuestas tengan carácter muy genérico y una voluntad de mejora muy clara,
pero poco concreta y bastante superficial.
Por
ello, creo que es esencial que tengamos una visión lo más concreta y medible
posible. Si tenemos que darnos de bruces con la realidad de que hay que cambiar
un modelo agotado, veamos cómo habría que hacerlo de la forma más general y
elevada posible. Intentemos evitar creer que todo va a ser sencillo, y preparémonos
para hacerlo aunque sea muy difícil y doloroso, sin por ello pensar que es
imposible.
Por ello, creo que lo primero es analizar cómo está el mundo. Una visión muy completa en este sentido es la siguiente:
Si
observamos detenidamente el mundo, veremos que existe una brutal desproporción
en el reparto de la riqueza. Al analizar la distribución de energía por tipos,
por persona en promedio y por regiones, vemos que sus consumos de energía se
corresponden, de forma muy directa y proporcional con sus consumos de energía.
El PIB y el consumo de energía están muy directamente relacionados.
Se
observan varios aspectos que hay que considerar seriamente y poner sobre la
mesa:
a)
En primer lugar, que le mundo se rige por el injusto principio de Pareto, por el
que el 80% de la Humanidad tiene que vivir con el 20% de los recursos del
planeta, mientras el otro 20% de la Humanidad, que es fundamentalmente Occidente
y los principales países de la OCDE, se está apropiando del 80% de los
recursos planetarios, comenzando por la energía, que es el elemento esencial,
junto con el poder económico y militar que sostiene este injusto sistema.
b) Que los prácticamente 7.000 millones de personas que poblamos el planeta tenemos un consumo promedio (la línea negra) que es unas 25 veces superior al consumo metabólico (la línea blanca) que exige una persona como mono desnudo. Esto no quiere decir que se esté proponiendo que se vuelva a la época de las cavernas. Simplemente constata el nivel de desarrollo y la enorme capacidad de transformación de la Naturaleza de nuestra sociedad contemporánea.
Las
consecuencias que se pueden extraer de esta onerosa pero bastante indiscutible
realidad, es que son el resultado de unos flujos impuestos de los ricos a los
pobres, que producen estas desigualdades tremendas: los principales flujos energéticos
y los principales flujos de materias primas resultan ir de los países pobres de
este reparto desigual hacia los países ricos.
Paradójicamente,
son los países pobres, los que entregan sus riquezas naturales, los que al
final de un sistema injusto de distribución e intercambio desigual de la
riqueza, determinan que sean estos países pobres lo que encima deben dinero a
los ricos y se ven obligados a estar pagando deudas eternas, que ya empiezan a
mostrarse impagables, incluso en algunos lugares periféricos de la parte
supuestamente rica de esta sociedad mundial.
Una
respuesta obvia de este intolerable sistema de intercambio desigual y
desfavorecedor, es que como consecuencia de esta pobreza enfrentada a la
riqueza, los grandes flujos humanos de las migraciones modernas, también se den
desde las zonas de los desfavorecidos del mundo hacia las zonas con exceso de
recursos.
El
cinismo de los enriquecidos es de tal magnitud que llega a culpar a los pobres
del flujo humano, pero no se pregunta nunca por el flujo de riqueza, tanto en
productos energéticos como en materias primas y flujos financieros. A este
respecto, la llamada Europa-Fortaleza y los Estados Unidos tienen mareas
crecientes de opinión ciudadana que aplauden a políticos facinerosos y exigen
que pongan en vigor leyes que eviten el último flujo migratorio, el humano,
pero nunca cuestionan la injusticia flagrante del intercambio desigual de los
demás flujos. Es más, incluso llegan a convencerse de que los países del
Tercer Mundo (los pobres) “nunca pagan lo que deben” o que “hay que estar
condonándoles las deudas” o que “siempre estamos ayudándolos”
Así
las cosas, a un verdadero nivel mundial, conviene preguntarse hacia dónde ir y
cómo mejorar las cosas, con algo más de detalle y fundamento del que implican
muchas de las pancartas bienintencionadas de los indignados del mundo.
Pues
bien, en el gráfico anterior se puede apreciar que el mundo, en su conjunto, ha
sobrepasado largamente su capacidad de carga. Lo ha hecho en un 40% y el crece
el desbordamiento en la capacidad de transformar y agotar los recursos del
planeta Tierra.
Obviamente,
de este desaguisado son responsables directos y evidentes los que más consumen
y los que más energía queman para producir bienes y disfrutar de servicios,
aunque de nuevo, aquí hay medios y movimientos occidentales, sobre todo afines
al gran poder económico y financiero, que se las ingenian muy bien para
intentar también echar la culpa de ser los más contaminantes a los más
pobres.
Sin embargo, si se traza, por ejemplo, una curva de las emisiones de CO2 (uno de los subproductos de la actividad humana que ahora más preocupa a los científicos) por regiones y per capita, la curva resultante muestra, sin lugar a dudas, una identidad con la curva del PIB por esas mismas regiones; esto es, que los que más consumen, más contaminan y más destrozan el planeta, como no podía ser de otra forma.
Intentar,
por ejemplo, que el mundo ascendiese al nivel de vida y al modo de vida europeo,
implicaría que habría que aumentar matemáticamente
hablando el consumo de energía más de dos veces y consiguientemente, en la
misma proporción, la producción de bienes y la prestación de servicios, lo
que dejaría al planeta en una situación de quiebra ambiental segura en muy
poco tiempo. Si es que ello fuese posible, que desde el punto de vista de la
producción energética posible, que sería exigible para este milagro económico
de europeización del mundo, no lo es.
El
sentido común, además de las matemáticas elementales, en este caso
irrefutables, no deberían ni plantearse la posibilidad de que el mundo entero
accediese por tanto al nivel de vida norteamericano, al clásico “American Way
of Life”. Se deja aquí constancia física del esfuerzo a realizar para
conseguir esta utopía: habría que conseguir multiplicar la producción de
energía mundial entre cuatro y cinco veces, para que todos pudiéramos ser como
los norteamericanos. Y el planeta estaría con una capacidad de carga
sobrepasada entre 5 y 8 veces. Es decir, necesitaríamos todos esos mundos en
nuestro mundo para llegar a ese nivel.
Por tanto, lo que resulta evidente de este gráfico, es que si se ha de producir una nivelación de la riqueza mundial, por mucho que le pese a los que todavía creen en más crecimiento y más actividad económica como salida a este desastre planetario, tiene que ser hacia abajo, no hacia arriba, porque esto último, aumentaría y aceleraría la degradación y el agotamiento creciente de los recursos base del planeta y no existe civilización que pueda sobrevivir al agotamiento de los recursos de los que vive.
¿Y cuánto habría que bajar, entonces, en los niveles de vida actuales, primero para llegar a tener un planeta mínimamente sostenible y más justo que hasta ahora?
habría
varias respuestas matemáticamente correctas. Para alcanzar un planeta
sostenible, según la calculada capacidad de carga o huella ecológica de
nuestra sociedad mundial, habría que reducir la actividad económica y el
consumo de energía en un 40 ó 50%.
Y
esto, lógicamente, se puede hacer, por un lado, pensando en que todos bajen un
50% desde sus niveles actuales.
Pero
parece más justo y razonable, desde un punto de vista humano, que los que más
tienen, más reduzcan sus niveles. Eso implicaría que los occidentales tendrían
que reducir, muy en primer lugar, sus niveles actuales entre un 60 y un 90%
desde el nivel promedio actual de sus respectivas sociedades. Algo que está
fuera de la conciencia, de las intenciones y de la voluntad de la inmensa mayoría
de los ciudadanos occidentales, incluso de los uqe se muestran indignados con la
situación actual.
Esto
permitiría a una gran masa de población humana poder subir ligeramente sus
actuales niveles de consumo, que es una forma de bienestar, aunque no todo, para
salir, al menos, de las hambrunas, de las muertes prematuras y de las
enfermedades perfectamente evitables o para escolarizar y alfabetizar a muchos
cientos de millones.
Obsérvese
lo trágico de este análisis: muestra, en toda la crudeza matemática posible,
que la desigualdad mundial actual no es algo que se resuelva con la cesión del
0,7% del PIB de los países ricos, como se pide desde alguna ONG. No es ni
siquiera la cesión de un 7% la que lo arreglaría. Es que sería del orden del
70% lo que los países ricos del planeta deberían ceder a los pobres del mundo.
Esto
implicaría, en realidad, que los ricos dejasen de explotar como hasta ahora han
venido haciendo de forma secular, a los pobres del mundo con sus perfeccionados
engaños de intercambios desiguales, apoyados por la fuerza negociadora (que no
excluye la presión o acción militar cuando se considera necesaria) basada en
acuerdos comerciales indecentes y vejatorios para las partes humildes.
Muchos
de los lectores, sobre todo viviendo en Occidente o en los países ricos de la
OCDE y perteneciendo a una cierta clase media, llegados a este punto, pueden
sentir un cierto desasosiego, al verse, de alguna forma, culpables de esta
gigantesca trampa en que están metidos varios miles de millones de desposeídos
del mundo.
Porque hasta ahora posiblemente pensaban que si los ricos (unos ciertos ricos o unos ciertos poderes financieros o políticos a su servicio) distribuían sus riquezas nominales, ello sería más que suficiente para arreglar los problemas de este mundo. Esto se podría ver de la siguiente forma:
En
cada región del mundo y no sólo en los países desarrollados occidentales,
existen minorías o élites que disponen de niveles de vida y acumulación
indecente de recursos. Es decir lo mismo que en el mundo entero se da el
principio de Pareto de una distribución desigual de la riqueza (el famoso 80/20
y 20/80), en cada región se produce algo similar.
Y
los poderosos de cada región, cuando se ven de forma desagregada en cada una de
ellas bajan todavía más el nivel de los bajos con sus elevadísimos niveles de
consumo y de vida; con sus acumulaciones tremendas de capital dinerario y
financiero. En el gráfico anterior, esto se dibuja de una forma teórica con
colores más claros que rebajan el nivel de cada país o región, por culpa de
las minorías de cada país que viven en la estratosfera. Por supuesto hay
mundos intermedios de grises que harían el principio de Pareto algo más
escalonado, si se incluyen las clases medias, existentes sobre todo en los países
cuyos excedentes nacionales han permitido no sólo que las élites sigan en la
estratosfera, sino que grandes masas de población hayan podido acceder a lo que
se ha venido en denominar “el Estado del Bienestar”
Si
bien es cierto que en los países desarrollados suele haber menor diferencia
entre clases y un menor número porcentual de desposeídos o excluidos, lo
cierto es que el mundo se asemejaría más a estas agujas lacerantes de minorías
llenas de poder acumulado y grandes masas cifradas fácilmente en miles de
millones, que quedan por debajo de los umbrales de lo mínimo humanamente digno.
Es
evidente que los que postulan o postulamos que lo primero es desposeer a esas élites
muy minoritarias (pero de hecho las que controlan el poder económico y militar)
de ciertas riquezas acumuladas, tan insultantes e indecentes, saben que ello
contribuiría a la mejora de las condiciones de vida de muchos millones de
personas. De eso no cabe duda alguna; en algo contribuirían a aliviar o paliar
el problema de los desheredados del mundo. Pero la triste realidad es que no es
solo eso.
En
los círculos de los indignados y de las personas con conciencia social, se sabe
que pocas de las primeras fortunas del mundo acumulan más capital que el PIB de
muchos de los países de la cola de los parias de la Tierra, que en estos gráficos
aparecen a la izquierda.
La
importancia de descabezar a estas privilegiadas élites radica en que con ellas
se eliminaría de forma verdaderamente eficaz el problema que ellos mismos han
creado obviamente con estas desigualdades. Por ello no es desdeñable exigir
comenzar por este punto. Pero… hay aún algún que otro pero.
En
primer y más importante lugar, el que la indecente riqueza que estos crápulas
acumulan es más bien de tipo nominal o contable, más que física. Esto
conviene explicarlo. En un mundo en el que el dinero se ha multiplicado mucho más
rápidamente que los bienes físicos o los servicios realmente medibles que el
dinero puede comprar, hay una conciencia clara de que si hubiese que repartir el
dinero que nominalmente existe en manos de estas élites entre las grandes masas
de población marginal, excluida y desheredada, con la supuesta sana intención
de convertir ese capital especulativo en capital productivo, no habría mundo físico
para responder al papel de ficción que estas élites acumulan.
Es
decir, sus inmensas riquezas son obvias desde el punto de vista físico o
material, pero desde el punto de vista financiero o dinerario, que es el que los
contabiliza, son muchísimo más grandes; son tan estratosféricas como
imposibles de materializar en algo tangible que alivie el sufrimiento humano en
la medida que indican los billetes de banco o títulos que los papeles indican.
Hasta
ahora, lo más sencillo, intuitivo o inmediato, es culpar a políticos,
banqueros y financieros del desastroso estado de cosas de este mundo. Y los gráficos
mostrados hasta ahora, lo que evidencian es una suerte de complicidad de los
ciudadanos de Occidente. Sin duda, no les falta razón, porque son los que han
dirigido el mundo hacia ese abismo, pero seguramente no es esa toda la razón.
Pero
en segundo lugar y si las matemáticas no mienten, incluso en el supuesto de
despojar a todas las élites, que conforman las onerosas agujas de consumo del
último gráfico, de sus inmensas riquezas, el mundo todavía tendría que hacer
un fuerte ejercicio de despojar a grandes masas burguesas (clases medias) de los
países desarrollados de la derecha de los gráficos de una gran parte de sus
niveles de consumo.
Y
ahí es donde parece muy perdida, sea intencionalmente o no, la gran marea de
“indignados” occidentales, que se pasean exigiendo a sus líderes nacionales
que no destruyan su “Estado del Bienestar”, cuando es evidente que una buena
parte de esos Estados del Bienestar se han construido con la sangre, el sudor y
las lágrimas de los pobres del mundo, de los más.
Esta
es la dolorosa reflexión final: que no basta con despojar a las élites de sus
privilegios y no solo en una nación, sino en todo el mundo (lo que ya entra
casi en el terreno de la utopía, dado que esas minorías son las que controlan
el poder policial y militar, además del económico, para estrangular
actividades con carácter masivo y a voluntad, dada la enorme dependencia de los
mercados de los flujos monetarios que manejan en exclusiva), si lo ven necesario
o preciso para mantener sus privilegios.
Es
que incluso aunque se lograse esto, la tarea quedaría inconclusa: cambiar el
sistema implica mayor justicia para los proletarios que creíamos ya no existían
y siguen siendo la inmensa mayoría de muertos vivientes de este planeta.
Implica que muchos de los ciudadanos de los países y regiones de la derecha,
tendrían que despojarse de muchas de sus riquezas, hábitos y costumbres de
consumo. Tendrían que hacer un mundo verdaderamente nuevo.
Los
indignados occidentales, que al contrario que muchos de los indignados del Norte
de África y de muchas partes pobres del mundo, no luchan como ellos, por poder
acceder a una barra de pan que no pueden comprar, a agua potable o a una
aspirina o un médico o un colegio para aprender a escribir, sino por no caerse
de un “Estado de Bienestar” que se construyó de mala manera.
Nos
han construido una historia, desde hace décadas, incluso desde las izquierdas
occidentales, que ese “Estado del Bienestar”, era la consecuencia de largos
años de luchas obreras y sindicales contra los patronos. Pero eso ha resultado
ser, a la vista de estos gráficos, una verdad muy a medias.
Gran
parte de ese “bienestar”, que se ha orientado sobre todo como consumo
envuelto en alienación, se ha generado en base a la enorme y creciente
capacidad de nuestras élites occidentales de exprimir al resto del mundo y
ceder en sus propios nichos parte de ese bienestar a sus clases medias.
El
abandono lamentable del internacionalismo proletario marxista, que ahora empieza
de nuevo a llamar a la puerta con carácter verdaderamente global, fue uno de
los coadyuvantes principales de este desaguisado que los gráficos representan.
Creíamos
estar venciendo a los patrones al llegar a las 40 horas semanales y demás
beneficios sociales en las minorías de la derecha de los gráficos y resultó
que las conseguíamos porque el patrón podía exprimir de forma salvaje, con la
ayuda de las élites cómplices de los países de la izquierda, a cinco por cada
uno que conseguía beneficios en el confortable occidente. Y las más de las
veces, con las privilegiadas clases obreras y clases medias occidentales
haciendo la vista gorda ante estos criminales intercambios desiguales, porque
podían sentir el confort que proporciona, aunque fuese de forma indirecta e
interpuesta, disfrutar de esclavos a los que explotaba “otro”.
Poco
hicieron o hicimos las clases medias occidentales para exigir menos consumo y
derroche en nuestras propias sociedades y más bienes esenciales para todos los
desposeídos de este mundo. Ahora puede ser el tiempo de volver a entender el
concepto de internacionalismo proletario.
Harían
bien los indignados occidentales en ponerse estos gráficos como lectura de
cabecera. Ayudaría en mucho para saber que no hay que pedir más, sino que
pedir menos.
Para las élites y en muchos casos, para nosotros mismos.
http://www.crisisenergetica.org/article.php?story=20111018210244440
Tags: 7% del PIB de los países ricos, a cinco por cada uno que conseguía beneficios en el confortable occidente, a pesar de la influencia de los medios controlados por el poder financiero, ahora empiezan a dirigirse cada vez más hacia los verdaderos centros de poder, bajan todavía más el nivel de los bajos con sus elevadísimos niveles de consumo y de vida, comenzando por la energía, con la ayuda de las élites cómplices de los países de la izquierda, despojarse de muchas de sus riquezas, distribuían sus riquezas nominales, el 80% de la Humanidad tiene que vivir con el 20% de los recursos del planeta, el mundo, el mundo se asemejaría más a estas agujas lacerantes de minorías llenas de poder acumulado, el mundo todavía tendría que hacer un fuerte ejercicio de despojar a grandes masas burguesas, el otro 20% de la Humanidad, El PIB y el consumo de energía están muy directamente relacionados., el planeta estaría con una capacidad de carga sobrepasada entre 5 y 8 veces, el sudor y las lágrimas de los pobres del mundo, ello sería más que suficiente para arreglar los problemas de este mundo., Empiezan a dirigirse a los bancos, en la misma proporción, en su conjunto, en un mundo que tiene visos de colapso funcional y sistémico, encima deben dinero a los ricos y se ven obligados a estar pagando deudas eternas, Entonces, existe una brutal desproporción en el reparto de la riqueza., Gran parte de ese “bienestarse ha generado en base a la enorme y creciente capacidad de nuestras élites occidentales de exprimir al resto del mundo, grandes flujos humanos de las migraciones modernas, ha sobrepasado largamente su capacidad de carga. Lo ha hecho en un 40%, hábitos y costumbres de consumo., habría que aumentar -matemáticamente hablando- el consumo de energía más de dos veces y consiguientemente, habría que reducir la actividad económica y el consumo de energía en un 40 ó 50%, hacia dónde ir y cómo mejorar las cosas, hacia las zonas con exceso de recursos, hasta ahora posiblemente pensaban que si los ricos, hay que cambiar un modelo agotado, hay que celebrar que millones de personas se hayan levantado contra el orden establecido, la desigualdad mundial actual no es algo que se resuelva con la cesión del 0, la indecente riqueza que estos crápulas acumulan es más bien de tipo nominal o contable, la producción de bienes y la prestación de servicios, llega a culpar a los pobres del flujo humano, los occidentales tendrían que reducir, los que más consumen, más contaminan y más destrozan el planeta, más que física, muy en primer lugar, no hacia arriba, pero no se pregunta nunca por el flujo de riqueza, que es unas 25 veces superior al consumo metabólico, que exige una persona como mono desnudo, se está apropiando del 80% de los recursos planetarios, sería del orden del 70% lo que los países ricos del planeta deberían ceder, si se ha de producir una nivelación de la riqueza mundial, son los países pobres los que entregan sus riquezas naturales, son tan estratosféricas como imposibles de materializar en algo tangible que alivie el sufrimiento humano, sus niveles actuales entre un 60 y un 90% desde el nivel promedio actual, tenemos un consumo promedio, tiene que ser hacia abajo, una buena parte de esos Estados del Bienestar se han construido con la sangre, Y cuánto habría que bajar, y resultó que las conseguíamos porque el patrón podía exprimir de forma salvaje
* Vicepresidente de AEREN y coeditor de esta página, publicado también en nuestros foros.