LA IMPUNIDAD DE
LOS CANALLAS
Manuel
Fresnadillo
El otro día
estaba oyendo por radio una conferencia que daba Hugo Chávez en el marco de la
CELAC, no puede dejar de sorprenderme la brillantez de la misma. El
mandatario venezolano alejándose de los modos y maneras populistas de las que
hace gala a veces entonaba un discurso de fuste sobre la historia y el porvenir
de América Latina. De entre sus palabras hubo una en concreto que quedaron
atrapadas en mi memoria: “No hay grandes impunemente”. Es cierto, es
terriblemente cierto. A cuántos grandes han acallado con mortífera violencia. A
muchos.
En cambio,
aquí, en Tenerife, un canalla, varios canallas que han robado dinero a su
pueblo de manera bochornosa, que se han burlado con descaro de todos nosotros,
a éstos les vamos a permitir que no reciban castigo alguno, que queden impunes
a la acción de la justicia. Y también vamos a perdonar a buena parte de los
medios de comunicación que apenas hayan informado de esto como corresponde, a
unos medios que les importamos un carajo, y es que hay que hablar de esa manera
de una prensa, radio y televisión, muchas de ellas públicas, que hurtan algo
básico en la existencia de un pueblo: el derecho a la información, el derecho a
saber lo que pasa. Que no salga a la clara luz que unos políticos, entre ellos
un alcalde, afamados empresarios y periodistas no se comporten como tal, sino
como una cuadrilla de maleantes, es despreciarnos, es una prueba inequívoca de
que muchos medios lejos de querer informar ansían dominar y controlar las conciencias. El
delito social es doblemente inaceptable, uno por delito y otro porque la víctima es la propia
sociedad. Y el silencio de los que saben y no informan los convierte en
cómplices.
Si toleramos
todo esto habremos firmado el acta de defunción de nuestro pueblo. Tenemos
derecho a saber la repugnante catadura moral de algunos que se hacen llamar
“honorables”, “excelentísimos”, “nuestros representantes” “honestos hombres de
negocios” y más falacias. Qué gran fraude
representan los que nos quieren ocultar esto.
A todos estos,
a aquellos y a los otros, nada les importa los graves problemas que estamos
pasando en Canarias; nada que haya tanta gente que muera en la calle, claro
ellos tienen buenas y lujosas casas; nada la calamitosa situación de la sanidad
pública, claro ellos van a sus clínicas privadas; nada la cantidad de jóvenes
que abandonan sus estudios, claro ellos procuran a sus hijos las mejores
escuelas privadas; nada que haya familias que tengan que racionar a los suyos
la comida, claro ellos van a banquetes y festines que encima pagan con nuestro
dinero, etc., etc. Me hago una pregunta ¿Cuánta cantidad de injusticia puede soportar
un pueblo? Al parecer, el pueblo canario mucha, demasiada. Nos falta
conciencia, como personas y como pueblo, y desde mi punto de vista es más grave
la ausencia de conciencia personal. De una conciencia que no le de miedo a
pensar por su propia cuenta, que evite caer en el conformismo, en las
distracciones fabricadas por el poder. Saber pensar puede ser dinamita para el
poder, que necesita de legos e ignorantes. El verdadero pensamiento es
universal, no sabe de racismos, abomina el privilegio, cuestiona y detecta como
nadie la injusticia, es inconformista. Estoy hablando de un racionalismo
humanista, un racionalismo que tenga por objeto el hombre. Es por ahí por donde
tenemos que caminar. ¿Cómo lo conseguiremos? ahondando en nuestra propia
humanidad, esa que este vil sistema nos ha mutilado.
Fuente: loquepasaentenerife.com