La identidad o el conflicto nacionalista 

Juan Jesús Ayala *

[..., hay preguntas que son obligabas y que tenemos que hacernos. ¿Qué nos define como canarios? ¿Cual es nuestra identidad como pueblo que pretende ser?...]

Estudiosos del nacionalismo, como Eric Hobsbawn en Naciones y Nacionalismo desde 1780, introducen bajo el espacio conceptual de protonacionalismo a aquellos pueblos que han conquistado su historia y otros que bien pudieran llamarse pueblos sin historia, enfatizando sobre dos componentes que dan fundamento al nacionalismo contemporáneo: el componente político y el de ser constructores de la identidad, ya que en un mundo fragmentado el nacionalismo debe convertirse en una energía potente.

Y estableciéndonos en el espacio político y cultural de Canarias, hay preguntas que son obligabas y que tenemos que hacernos. ¿Qué nos define como canarios? ¿Cual es nuestra identidad como pueblo que pretende ser? No nos define los libros que se han escrito y divulgado sobre Canarias, y menos aún cuestiones que se han hecho a nuestras espaldas. Lo que nos debe definir es el empeño, la búsqueda desde dentro para dar con nosotros mismos; empeño que se encuentra enrocado por los que entorpecen los deseos de una colectividad que ha sido sometida a la influencia de una historia mal contada. Y como pueblo nos define el destartalamiento conceptual en muchas cuestiones que nos son vitales.

Tener esa idea introyectada dentro del ánimo de cada cual formaría parte de una proyección para mañana, ya que hoy por hoy se está en un impasse, con una carga personal desaprovechada, con una energía dirigida hacia polos opuestos que hacen que nuestra identidad está incrustada en la rareza y que no se tenga una dimensión clara de quiénes somos.

La identidad surge con fuerza y limpieza en los conflictos nacionalistas, ya que cuando estos se enconan desde los linderos del pensamiento y de la discusión sana, estaremos poniendo las piezas fundamentales que puedan caracterizar a un pueblo. Y en realidad, esto no es tarea difícil, solo es ponerse manos a la obra y establecer el momento oportuno que sería cuando tengamos la percepción de que se nos escapa la personalidad, que estamos dejando de ser dueños de sí mismos, que son otros los que nos marcan las rutas que muchas de las veces nos conducirán a la rareza y al estupor.

Pensar democráticamente y seriamente el momento donde el ser canario tenga asegurada su participación en la construcción de la diferencia cultural es lo que debe primar en cualquier conflicto nacionalista que vivamos o podamos vivir, desde el mas insignificante hasta aquellos que la enjundia de la cuestión lo decida.

Cuando hablamos de conflicto no es pensando en confrontaciones de fuerza, ya que el conflicto internalizado dentro de uno mismo, hecho extensivo a los integrantes de una nación que se pretende construir, y haciendo que esta baje del plano del imaginario a lo evidente será lo que propiciará la construcción nacional a través, ahora sí, de una identidad colectiva encontrada y fraguada en el transcurso de la historia como cualquier grupo humano que se sienta pueblo.

La identidad empuja al presente hacia lo que se pretende construir mañana. Si dejamos que piensen por nosotros, si nos arrinconamos en la perplejidad, dejando atrás nuestro espacio cultural, permaneceremos encorsetados, maniatados y sin la posibilidad de lograr ese componente que nos recuerda el pensador e historiador, E. Hobsbawm, al no tener la idea clara de donde venimos y hacia donde pretendemos llegar.

Y estableciéndonos en el espacio político y cultural de Canarias, hay preguntas que son obligabas y que tenemos que hacernos. ¿Qué nos define como canarios? ¿Cual es nuestra identidad como pueblo que pretende ser? No nos define los libros que se han escrito y divulgado sobre Canarias, y menos aún cuestiones que se han hecho a nuestras espaldas. Lo que nos debe definir es el empeño, la búsqueda desde dentro para dar con nosotros mismos; empeño que se encuentra enrocado por los que entorpecen los deseos de una colectividad que ha sido sometida a la influencia de una historia mal contada. Y como pueblo nos define el destartalamiento conceptual en muchas cuestiones que nos son vitales.

La identidad surge con fuerza y limpieza en los conflictos nacionalistas, ya que cuando estos se enconan desde los linderos del pensamiento y de la discusión sana, estaremos poniendo las piezas fundamentales que puedan caracterizar a un pueblo. Y en realidad, esto no es tarea difícil, solo es ponerse manos a la obra y establecer el momento oportuno que sería cuando tengamos la percepción de que se nos escapa la personalidad, que estamos dejando de ser dueños de sí mismos, que son otros los que nos marcan las rutas que muchas de las veces nos conducirán a la rareza y al estupor.

Pensar democráticamente y seriamente el momento donde el ser canario tenga asegurada su participación en la construcción de la diferencia cultural es lo que debe primar en cualquier conflicto nacionalista que vivamos o podamos vivir, desde el mas insignificante hasta aquellos que la enjundia de la cuestión lo decida.

Cuando hablamos de conflicto no es pensando en confrontaciones de fuerza, ya que el conflicto internalizado dentro de uno mismo, hecho extensivo a los integrantes de una nación que se pretende construir, y haciendo que esta baje del plano del imaginario a lo evidente será lo que propiciará la construcción nacional a través, ahora sí, de una identidad colectiva encontrada y fraguada en el transcurso de la historia como cualquier grupo humano que se sienta pueblo.

La identidad empuja al presente hacia lo que se pretende construir mañana. Si dejamos que piensen por nosotros, si nos arrinconamos en la perplejidad, dejando atrás nuestro espacio cultural, permaneceremos encorsetados, maniatados y sin la posibilidad de lograr ese componente que nos recuerda el pensador e historiador, E. Hobsbawm, al no tener la idea clara de donde venimos y hacia donde pretendemos llegar.