La humanidad y la sanidad pública

 

Alicia Mujica Dorta  

   

  Mi lazo blanco

Esta noche hace tres años; me parece mentira. Rompí aguas en casa y salimos corriendo al Hospital Universitario de Canarias, desde Garimba, un barrio de Guamasa. Nervios, urgencias, al área de maternidad, fuera ropa, pulseras, cadena, rellenar documentación, contracciones, primeros controles, contracciones fuertísimas, monitorización, cambio de camilla, minutos, dolores, carreras, enfermeras, matronas, ginecólogas, se complica, bajan las pulsaciones del bebé…, De repente mucha gente corre en torno a la mesa de quirófano en la que ahora estoy, trato de respirar hondo para que le llegue mucho oxígeno al niño. Alguien trata de amontonar mi abundante melena con algo (luego en la UCI descubro que era un guante), otra me incorpora con muchas prisas para poder inyectarme, en lo que otra me acerca dos documentos que debo firmar, y el anestesista trata de hacer su trabajo, me colocan una pantalla sobre el pecho para poder abrir, creo que circulan una decena de personas a toda prisa, cesárea de urgencia, mi niño viene apurado, tiemblo mucho, de frío, pero más de incertidumbre, siento el calor de una pequeña manta que el anestesista me coloca en los hombros, con su mirada cariñosa trata de tranquilizarme, se llevan al niño a la habitación que está a mi derecha, y enseguida me lo traen, lo han visto los pediatras de urgencia, me lo acercan a la cara y aún con la mascarilla puesta trato de besarlo, emocionada, sin poder moverme, qué lindo con su gorro de venda, sus ojitos.

   

Desde ese momento, para mí que no había tenido que estar nunca hospitalizada, y la experiencia de sentirme parte de la humanidad fue increíble. Me quedó un íntimo compromiso de agradecer a toda el personal que me ayudó a traer al mundo a esta criatura preciosa, a cada una de las personas que “corrieron” cuando yo no podía correr como lo hacen los amigos de verdad, y que pese a que deben hacerlo todos los días, me trataron como si para ellos fuese también un parto “único”, con un nivel de tensión y entusiasmo hermanado conmigo en ese momento que es imposible de olvidar.

 

Tengo el completo convencimiento de que ese nivel de asistencia vital tiene que ser propio del ser humano en sociedad, de nuestro deber de apoyo mutuo y supervivencia, de nuestro compromiso colectivo y social, único capaz de sacarnos adelante. Y esto sólo se puede conseguir en el entorno de la sanidad pública, que es un derecho de todos, de todas, agradezco de corazón la impagable labor del equipo que me asistió.  

 

Cuando se privatiza un servicio público como la asistencia sanitaria, hospitalaria y terapéutica, se le arrebata al pueblo la posibilidad y el deber de cuidarse a sí mismo sin que por tal labor esencial se deba extraer beneficios empresariales. Privatizar la sanidad significa entregar este deber social de autoayuda a la infame ganancia de las mercantiles, manos privadas, convirtiendo el deber y el derecho público a la salud en un negocio para unos pocos, inalcanzable para una sociedad cada día más empobrecida. Al mismo tiempo esta tendencia de la política económica que está poniendo en marcha el neoliberalismo económico, al mismo tiempo precariza terriblemente las condiciones laborales de la exprimida plantilla que gestiona, más horas de trabajo, menor salario, deterioro y reducción de las contrataciones, de las condiciones laborales generales del personal de todas los grupos y categorías, recorte de medios sanitarios en general y por tanto una deshumanización de los cuidados que necesita nuestra salud, impidiendo que gran parte de la población acceda al derecho al socorro sanitario.

 

Las y los profesionales que cada día entregan su trabajo para cubrir esta necesidad social necesitan ahora nuestro apoyo, en una cadena de favores y cuidados, cuidemos nosotras/os también de la sanidad pública, y expulsemos del panorama de decisión política a quien pretende explotar económicamente la social necesidad de atención sanitaria, a quien pretende crear grupos o ghetos de personas excluídas de este derecho en función de sus recursos económicos o de su situación laboral, o de si tiene o no documentación que la acredite como residente legal, o por cualquier razón. Dejemos fuera de escena quien trate de gestionar el sistema sanitario y la salud como un privilegio del que otorgar concesiones y parcelas de ganancias que generen tajada, a quien no entienda que la necesidad de cuidarnos los unos a los otros es un deber-necesidad natural de nuestra especie, inherente a su supervivencia, un derecho humano, y su financiación y presupuesto debe ser prioritaria frente a las inútiles partidas como la que implica tener tropas en Afganistán, financiar la Casa Real o generar amnistías fiscales a las fortunas creadas con la explotación y la evasión.

 

El presupuesto general del Estado para el año 2012 implicó una reducción de un 13, 7 % respecto al presupuesto de 2011 en el gasto sanitario. El Ministerio de Educación, Cultura y Deporte por su parte determinó un descenso del 21,2%, se eliminó la financiación de las políticas activas de empleo, se redujo un 35,4% la dotación de becas, el 100% de las ayudas a la dependencia, frente a los tímidos recortes de la Casa Real de la que ni siquiera hemos conocido en detalle su presupuesto porque tales datos se ocultan en los PGE desde siempre, o el simple descenso de 1,3 % del presupuesto militar global (todos los vínculos presupuestarios, no sólo el de Defensa). El coste de la participación de España en la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad afgana (ISAF) que dirige la OTAN en el país centroasiático supera ya los 2.200 millones de euros desde finales de 2002, cuando se desplegaron los primeros efectivos españoles. El coste de las misiones militares en las que España participa en el exterior se ha elevado desde los 18 millones que el Ministerio de Defensa gastó en 1990 a los 861 que se destinaron en 2011 y 769,08 millones en 2012. Desde 1990 hasta 2012 se ha alcanzado la cifra de 8090,83 millones de euros de presupuesto liquidado por tropas españolas en misiones militares en el exterior.

 

En fin, tenemos que ser capaces de comprender y explicar el alcance de todo esto, con todas las herramientas que nos permitan expresarnos, y darnos posibilidad de revertir esta terrible tendencia, en pro de nuestra condición de seres humanos, y en cierto modo un compromiso con la supervivencia de nuestra especie y con la necesaria fibra que nos permita habitar un mundo justo, priorizando la salud y la educación, socializando los cuidados, ante esta economía de barbarie.

 

Arriba la sanidad y la educación pública. Viva la vida.

 

27 de enero de 2013

 

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