Universidades precoloniales en la sociedad
canaria
En homenaje a
las mujeres canarias
Homenaje
del Movimiento por la Unidad del Pueblo Canario a nuestras mujeres
Las plantas de tu jardín/no hace falta que las riegues/que sólo con que
las mires/se ponen verdes y crecen (Brito Martín, M. Coplas y canciones).
Documentamos a continuación la existencia de
Universidades precoloniales en la sociedad canaria, a las que asistían las
mujeres canarias, Universidades que fueron arrasadas por la barbarie española,
al igual que pasó con los innumerables centros de investigación, como el
observatorio astronómico de Artenara. En la degollada de Yeje, en Tenerife, se
descubrieron marcadores y orientaciones astronómicas y los descubrimientos en
La Gomera, así como los de Cuatro Puertas y Roque Bentaiga en Gran Canaria,
Tindaya en Fuerteventura y Belmaco y La Zarza en La Palma, que descubrieron la
estructura espiral de la Vía Láctea, corroboran la importancia de la astronomía
en la ciencia de los canarios precoloniales. Están documentados también en
Lanzarote y El Hierro. Otro tanto podemos afirmar del desarrollo de la
meteorología (calendario lunar de la cueva pintada de Gáldar), la botánica y la
medicina en la sociedad canaria precolonial, que llegaba a momificar a sus
muertos sin necesidad de extirparles las visceras, aventajando a egipcios y
aztecas, técnica que ni la moderna medicina ha alcanzado.
En Canarias, desde los tiempos más remotos, la
población femenina tuvo un enorme protagonismo. “Con unos cuernos de cabra o
unas como palas de tea...cavaban...o escarbaban la tierra y sembraban su
cebada. Esto hacía el varón, porque todo lo demás, hasta encerrarlo en los
graneros o cuevas, era oficio de las mujeres” (Espinosa, p. 39).
“Las faenas agrícolas, en particular la recolección y
el almacenamiento, relacionadas con la fertilidad, son funciones por lo común
en manos femeninas” (Pérez Saavedra).
“Siendo la cebada tostada y molida (gofio) la base de
la alimentación aborigen, su cultivo fue probablemente una actividad
compartida, pues si bien la agricultura de jardinería, junto al hogar, la
iniciaron las mujeres, como complemento de la recolección de plantas
silvestres, la agricultura de arado fue labor masculina” (Pérez Saavedra, p 60).
“La tierra para sembrar a la primera lluvia aran con
cuernos de cabrón, sus granos de cebada, que las mujeres cogen, la espiga
majan, aventan con las manos y palos ,
tuestan y muelen “ (Marín y Cubas,
p 155).
Lo mismo viene confirmado por Abreu Galindo:”Rasguñaban
la tierra los hombres y las mujeres derramaban en la tierra la que se había de
sembrar”.
Saavedra, al referirse a la mujer de Tamarant, dice lo
siguiente: ”Ya hemos dicho que en esta isla se practicó una incipiente
agricultura de regadío, junto al pastoreo de ganado menor, recolección de
plantas, pesca y marisqueo. La mujer participaba en todas estas actividades,
además de realizar las tareas domésticas y criar a sus hijos” (Pérez Saavedra,
p 136) y añade “Salvo las labores más pesadas de roturar y arar la tierra, las
mujeres realizaban colectivamente, incluso acompañadas de canto, la siembra,
recolección, trilla y almacenamiento de los granos y frutos, cuya fecundidad
propiciaba el sexo”.
El inglés Sir Edmond Scory, en sus “Observaciones sobre
la isla de Tenerife y el Pico del Teide” nos describe estas faenas
agrícolas realizadas por mujeres en forma de ritual, al esparcir las semillas
(Bonnet, 1936).
Abreu y Galindo escribe en la p 160 de su Historia
de la Conquista de las Siete Islas de Canaria ya citada: ”Cuando estaban
en sazón las sementeras, las mujeres las cogían llevando un zurrón colgado al
cuello, y cogían solamente la espiga que después apaleaban o pisaban con los
pies, y con las manos las aventaban”.
”Resevian para su sustentación ...
ciertos frutos de la tierra a manera de diezmos que les daban los
vezinos i los encerraban i guardaban en cuevas que tenían diputadas para ello y la iban gastando con
su raçón y quenta en todo el año” (Sosa, p 186).
Wölfel asevera acerca del Agadir o Cenobio de Valerón:
“ Las celdillas son los restos del edificio original...Se puede leer en
varios cronistas que con las harimaguadas se depositaban las cosechas...las
celdillas fueron depósitos de las cosechas, y en esto acertó el francés Marcy”
(Wölfel, Revista de Historia).
La función de despenseras y administradoras de las
harimaguadas está bien documentada a lo largo de la historia.
Wölfel claramente nos documenta la existencia de
escuelas prehispánicas, con aspectos, entre otros, evidentemente económicos y
administrativos: “En Gran Canaria junto a esta sacerdotisa suprema
había todo un colegio de sacerdotisas, al que estaba confiada la educación de
las niñas y, quizás, la custodia de las provisiones de alimentos” (Wölfel,
p 422).
Y no es la única referencia que encontramos en las
crónicas: “Estos eran maestros que iban a enseñar muchachos a los
lugares; había nobles y villanos para enseñar lo que conviniese a los villanos,
y si había niños hábiles los enviaban a Humiaya como a mayor Universidad”
(Marín de Cubas, p 205).
En la misma página encontramos el siguiente
comentario: ”En el lugar de Gaete, junto a la casa de los mallorquines había
una casa grande pintada por dentro, que fue Seminario de doncellas hijas de
nobles, que de toda la isla venían allí para aprender como escuela”.
Y continúa la descripción: ”Las maestras eran
ancianas de buena vida, hacían loza de barro o greda parda mezclada con arena,
platos, gánigos o barrencillos, pilones o cazolones para echar agua; untaban
con almagra los cuarteroncillos y bruñianlos con guijarros, cocían la loza en
un hoyo en el suelo cubierto de tierra o arena
y encima mucho fuego, y salían buenos; sabían moler a tahonilla la
cebada tostada, que es un pan llamado gofio, cernían de cuero agujerado muy
sutilmente a fuego, y sabiendo estos oficios se podían casar” (Marín
de Cubas, p 206).
“Cierta
porción que algunos llamaban diezmos, otros renta o limosna, que se cobraba por
cuenta del Rey en todos los lugares donde había escuela o magua en quien se repartían
y depositaban estos frutos en cuevas, y tenían propósito para años faltos;
guardaban cantidades de higos pasados ensartados en juncos majados, hacían de
ellos pellas mezcladas con gofio y piñones, que cuando hacían sus labores
guardaban en ollas o tinajones” (Marín de Cubas, p 207).
Pérez Saavedra añade: ”No consideramos temerario
pensar que las harimaguadas tuviesen la misión de administrar y
custodiar los granos, frutos y simientes de los silos, que morasen junto a los
mismos y que tales funciones estuviesen relacionadas con el culto y los ritos
de fertilidad agraria” (Pérez Saavedra, p 145).
“Las hembras
atendían los animales domésticos próximos al hogar. El ganado tenía cierto
carácter sagrado en el culto a la fecundidad. Sus pieles las curtían y cosían
las mujeres” (Pérez Saavedra, p 138).
“La cerámica, los tejidos y la pintura eran labores
preferentemente femeninas, lo mismo que las tareas domésticas, como la
molturación del cereal (gofio), en molinos de mano o en morteros de piedra” (Pérez Saavedra, p 138).
Y añade Pérez Saavedra: “La pintura estaba
íntimamente relacionada con la cerámica a mano, con las pintaderas, el tejido y
los adornos, actividades eminentemente femeninas y con las que se plasman
muchos simbolismos de la magia y de la religión”.
Certero resulta el siguiente comentario de Torriani:”La
tela tejida con hojas de palmera fue tan admirada por aquellos que la vieron,
que su inventora- que según dicen ellos...fue una mujer-merecía ser
celebrada...como...otra Aracne, famosa entre los poetas” (Torriani. Cap.
XXXIV).
Escribe Abreu Galindo acerca de la pesca: “Echábanse
a nado hombres y mujeres y
muchachos...Si iban mujeres con sus hijos, tanta parte daban al hijo como a la
madre. Y si estaba la mujer preñada, le daban su parte a la criatura que
estaba en el vientre” (Abreu Galindo, p 160).
En el Ovetense encontramos el siguiente comentario: ”Las
mujeres hacían esteras de junco majados para se cubrir y para colchones. Hacían
también ollas de barro grandes y pequeñas cazuelas y otras cosas en que comían.
Sacaban lumbre con dos palillos, bruñendo el uno con el otro. Tenían por
toda la tierra cosas proveídas con cebada y molinos pequeños de mano en
que molerla” (Ovetense, p 163, en Canarias: Crónicas de su Conquista).
“En La Palma las mujeres combaten, luchan y se
defienden, personal y bravamente, hasta perder la vida frente a los
depredadores extranjeros que tratan de capturarlas vivas. Y en sus luchas y
emergencias iban ellas en adelante y peleaban virilmente, con piedras y con
varas largas” (Torriani, p 224).
Las citas y referencias bibliográficas serían
interminables. Para profundizar más en el tema remitimos al libro de Pérez
Saavedra La Mujer en la Sociedad Indígena de Canarias, ya citado, que
aunque el título no nos el más apropiado, por lo de indígena, preferiríamos, si
se nos permite la observación, La Mujer en la sociedad precolonial de
Canarias. Se trata de un buen compendio de lo que significa la mujer en
nuestra sociedad, acompañado además de una abundante bibliografía sobre el
tema.
No nos dejemos engañar, no eran unos semisalvajes
medio desnudos: en nuestras playas y costas, en épocas estivales sobre todo,
estaban en traje de baño, igual que ahora, que desde luego parece más apropiado
que aparecer en las playas embutidos en una armazón metálica.
Todo ello
nos lleva a la conclusión, sobradamente conocida y vivida por todos nosotros,
de que en Canarias las mujeres siempre han sido, son y serán las responsables
de la administración, nuestras
mujeres deben recuperar el protagonismo, merecidamente ganado, que siempre
tuvieron en nuestra historia.
Bibliografía
1. Abreu Galindo, J. Historia de la Conquista de las Siete Islas de Canaria. Goya Ed. S/C de Tenerife, 1977.
2. Bonnet, Revista El Museo Canario, 8, 1936.
3. Bethencourt Alfonso, J. Costumbres Canarias de Nacimiento, Matrimonio y Muerte. A. C. T. 1985.
4. Canarias: Crónicas de su Conquista. Ed.
Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria (1978). Ovetense, pp 109-183.
5.
Espinosa, A. Del Origen y Milagros de la Santa Imagen de Ntra. Sra. De
Candelaria. Sevilla (1594).
Goya ed. S/C Tenerife (1967).
6. Marín de Cubas, T. Historia
de las Siete Islas de Canaria. Ed. Globo.1993.
7. Pérez Saavedra, F. La
Mujer en la Sociedad Indígena de Canarias. CCPC.1997.
8. Pérez Vidal, J. Estudios
de Etnografía y Folklore Canario. A. C. T. Cabildo I. de Tenerife. 1985.
9. Sosa, J. Topografía de la
Isla Afortunada Gran Canaria. Biblioteca
Isleña. S/C de Tenerife (1884) y Nueva Edición del Cabildo I.
De Gran Canaria (1994).
10. Torriani. L. Descripción
de las Islas Canarias. Goya, Ed. S/C de Tenerife, 1959.
11. Wölfel, en “Torriani...”, p
121. Nota J. Álvarez Delgado. Teide,
p 58.
12. Wölfel, Revista de Historia,
Nº 105/8, 1954.