«.» Fernando Báez *
Güi Güi (Guguy), mi casa por tres años: Es decir, acampé durante treinta y seis (36) años, cada verano, el mes de agosto; que sumados, hacen los tres años de mi vida pasados allí y por allí. Incluso, la semana de retiro espiritual previa a mi ordenación sacerdotal, la pasé allí, compartiendo compañía con una italiana, que por vestido solo tenía su piel, como único traje, y no fue una tentación, sino la Providencia que me ponía ante los ojos a lo que debía renunciar..., pero no es ese el tema que quiero tratar, sino: su puesta en venta. Vergüenza y dolor, pena y tristeza, que se prostituya –lo que no hice en la situación antes contada (venciendo la tentación)- algo tan puro como aquel reducto, donde el cemento todavía no ha llegado, pero que se huele ya a lo lejos. Y ello, porque el cabildo, del lugar solo ve las cabras a por matar, y no el terreno por adquirir y proteger. Y que de China nos venga su venta, justo cuando a mis oídos llegan los ruidos del Cuervo de Zamora y el croar de las gaviotas, con el silencio de las olas rotas al choque con el litoral.
Nos venden y quitan un tesoro, una joya, ¡si lo sabré yo (un servidor), que lo disfruté durante tanto tiempo! Nos venden a cada uno un poco, porque aquello es nuestro, de todos. ¡Qué diría Carmela Pestana, si volviera de sus cenizas allí depositadas por un servidor! En su entorno más elevado, por donde Los Hogarzales y Las Tabaibas, las Cabras libres; por donde el antiguo almacén de tomates, restos aborígenes (concheros, cuevas y huesos), la obsidiana, la Media Luna, la Finca de Miguel, y ¡tanto y tanto!, en venta. ¡Dios, qué políticos tenemos! Caminos no fáciles donde una acampada mía (de un servidor) encontró –entre otros varios- la muerte.
Desde Tasartico por la Degollada, o desde La Aldea por la Casa del Mudo (¡cómo le saqueaban mientras dormía, los chicos del campamento: la nevera, la mesa y la huerta, y la queja de la madre al verano siguiente!). Si por barco, ¿te deja pasar siempre El Descojonado (véalo en el mapa)?: unión y choque de las dos corrientes marinas contrarias (las del Norte con las del Sur): ¡Olas más que gigantescas, con depresiones de hundimiento de barcos, por más que de guerra fueran, y que nos llevaban! En fin el precio irrisorio, una migaja de seis millones..., y no, ¡no sigo! Me embarga la nostalgia. Desgraciadamente –solo añado-, el cabildo muy ocupado en plantar pinos allí, y matar las Cabras que allí hay o están...
31-01-18
* El
Padre Báez - Fernando
Báez Santana, Pbtero.
Artículos del Padre Báez publicados en El Canario.net y en El Guanche