El
almendrero de Nicolás
VIVAN LOS
GUACHINCHES
Paco Déniz
En el contencioso contra los guachinches,
algunos empresarios de bares y restaurantes cuentan con el apoyo de Coalición
Canaria y de la Cámara de Comercio de Santa Cruz, no así con los ciudadanos del
chicharro que peregrinan por esos andurriales en busca de la cuartita de vino
todos los fines de semana.
El consejero de
agricultura se ha puesto al frente de la reivindicación empresarial decidiendo
incrementar el estado de excepción contra los guachinches
de Tenerife. Hace dos años que se viene aplicando una normativa consensuada al
respecto y no constan incumplimientos destacados. En aquella ocasión, y como
respuesta a la crisis, los dirigentes empresariales de restaurantes decidieron
que había que quitarle clientela a los guachinches y
despertaron el fantasma del fraude, como si algunos bares y restaurantes no
defraudaran a los parroquianos. Ahora, como quiera que la crisis no parezca que
tenga fin, pretenden darle otra vuelta de tuerca a los acuerdos para regular
esta actividad. Como ven, son solidarios estos empresarios. Desde que comenzó
la llamada crisis económica, la competencia del empresariado contra su sector
más débil está siendo muy cruel. No digamos ya contra sus asalariados. Lo vemos
en la cantidad de parados, lo vimos en el conflicto del mercadillo de Aguere y lo estamos viendo en el rastro de Santa Cruz. Por
lo visto, el guachinche roba clientela a bares y
restaurantes, pero los “restauradores” no se preguntan el porqué, sino que
directamente lanzan acusaciones de todo tipo contra estos negocios familiares
que, efectivamente, han prosperado. Muchos albañiles y camareros parados han
retornado a la huertita, plantando papas y adecentado sus viñas para ganarse un
sustento. Habilitan el garaje de bloque pelado y toda la familia se pone a
fregar y a preparar comida delante de ti. A pesar de semejante pulcritud, algunos
esnobs siguen pensando que eso es cutre e insalubre, y utilizan el vocablo guachinche despectivamente. Igual que el de mago y maúro. Qué se le va a hacer, allá cada uno con sus gustos y
esnobismos. Pero que sepan que ni la Virgen de Candelaria ni el Tete son la
atracción económica principal de la isla. La ruta del guachinche
ocupa este lugar. ¿Será por el mantel de hule a cuadros? ¿Será por lo amañada
que es la cuartita de vino en formato pepsi? ¿Será
por el precio razonable y el tono familiar?, no lo sé, pero los restaurantes
deberían innovar en este sentido puesto que es lo que se demanda.
Lo único que habría que
exigir a los guachinches actuales es que calcen bien las
mesas, porque no hay derecho que se te mueva todo y te den tonturas cuando
pinchas una papa. Por eso, en vez de mandarle a la policía, el Cabildo debería enviar
a su consejero con unos saquitos de cemento subvencionados a emparejar el piso.