El gran euroengaño
<> Ramón Trujillo *
El voto debiera basarse en el análisis
racional de la realidad y no en lealtades limítrofes con el dogma de fe. La
madurez democrática es incompatible con las feligresías de tal o cual partido,
sea de derechas, de izquierdas, o, como decía un estadista mejicano, todo lo
contrario. Y el análisis racional del escenario político europeo actual es
extremadamente preocupante porque evidencia un consenso bipartidista, un
acuerdo entre PP y PSOE, en cuestiones de la mayor importancia para nuestras
vidas. Prestemos atención a los hechos.
En primer lugar, hay que constatar que, en la Unión Europea,
populares y socialistas gobiernan juntos, pues cuentan en la Comisión Europea
con doce y seis comisarios respectivamente. Su presidente actual, el
conservador José Manuel Durao Barroso, fue reelegido,
en 2009, con los votos de los eurodiputados del PSOE. Asimismo, el candidato
socialista actual para presidir la Comisión Europea es Martin
Schulz, un socialista alemán que ha preferido
gobernar con la conservadora Angela Merkel antes que con la izquierda y los ecologistas.
También ha felicitado a Rajoy por su gestión y animó "a España a seguir
con las reformas".
Es verdad que, aunque el PP y el PSOE han votado lo mismo en el
73% de las votaciones habidas en el Parlamento Europeo, durante la última legislatura
(en 5.126 ocasiones de 6.961), lo realmente importante es saber qué ha pasado
en votaciones que son socialmente cruciales. Por ejemplo, el día 21 de mayo de
2013 se votó en el Parlamento Europeo una agenda de pensiones que favorece su
privatización, reduce la cuantía de las pensiones públicas y retrasa la edad de
jubilación. Los eurodiputados y las eurodiputadas del PP y del PSOE, sin una
sola excepción, votaron a favor de la propuesta. Algo que, por lo demás, es
coherente con las cargas de profundidad contra las pensiones públicas que han
legislado Zapatero y Rajoy.
PP y PSOE han votado a favor del Semestre Europeo, que convierte a
España en un país intervenido por la Comisión Europea, que se ve facultada para
supervisar los presupuestos públicos antes que el Parlamento. Han votado a
favor de una Política Exterior y de Seguridad militarista y cautiva de las
directrices de Washington. Han apoyado los tratados que consagran el
desmantelamiento del Estado del Bienestar. Es verdad que algunos son conscientes
de que, en lo fundamental, hacen lo mismo. De hecho, el propio Mariano Rajoy lo
expresó a su manera recientemente al referirse a los socialdemócratas alemanes
que gobiernan con la derecha: "El SPD está en el Gobierno alemán; al final
somos todos un poco lo mismo, ¿no?".
Desde el PP, Esteban González Pons expresó, también a su manera,
la realidad de un PP y un PSOE iguales hasta en lo de creerse distintos:
"Elena Valenciano intenta atacarnos por Merkel,
pero hace mítines con Schulz, cuyo partido está en el
Gobierno en Alemania. Él felicitó a Rajoy por las reformas. Tendría que
explicar a Valenciano que le conviene votar a Arias Cañete". Después de
todo, Cañete declara que "no descarto una gran coalición PP-PSOE en el
futuro". El expresidente Felipe González
coincide: "si el país lo necesita lo deben hacer".
A Margaret Thatcher, la ex primera
ministra conservadora británica, le preguntaron cuál había sido su mayor logro
y respondió que el Nuevo Laborismo. Y así fue: sus adversarios políticos
adoptaron lo esencial de sus preceptos económicos y, por lo tanto, dejó de ser
necesario ganar las elecciones para aplicar políticas conservadoras. Digamos
que el Partido de los Poderes Económicos pasó a tener dos sectores que se
alternaban en el poder. En nuestro caso, el Partido del Ibex-35
cuenta también con dos tendencias enfrentadas entre sí que se alternan en el
Gobierno.
La realidad bipartita hace que el proyecto de sedación de la
conciencia colectiva nunca descanse. El bipartito ha omitido durante el debate
de la campaña electoral europea su decisión de apoyar un acuerdo comercial
entre Estados Unidos y la Unión Europea que resultará demoledor para más y más
derechos. Lo que están decidiendo es tan grave que el negociador europeo del
acuerdo, Ignacio García Bercero, le ha escrito una
carta a su homólogo estadounidense, Daniel Mullaney,
en la que garantiza que los documentos referidos a las negociaciones del
acuerdo "serán mantenidos en secreto" durante un período de tiempo de
hasta 30 años.
El acuerdo supondrá una armonización de las normas laborales
europeas y estadounidenses, a través de la convergencia con la normativa
laboral de Washington, que no ha ratificado algunas convenciones de la
Organización Internacional del Trabajo. Algo que encaja muy bien con la
política antilaboral evidenciada en las orientaciones
de la Comisión Europea que, por ejemplo, en mayo de 2013, recomendó reducir o
congelar salarios a doce de los países de la zona euro.
Otro aspecto preocupante del acuerdo se deriva del hecho de que
Estados Unidos no reconoce el principio de precaución en que la Unión Europea
sustenta parte de su legislación. Se trata de legislación que protege la salud
y el medioambiente ante riesgos que los datos científicos no determinan
perfectamente. Por ejemplo, en la Unión Europea están prohibidas hormonas para
el crecimiento del ganado que se sospecha que son cancerígenas, pero son
legales en Estados Unidos. El pollo estadounidense no puede ser exportado a la
Unión Europea porque es lavado con cloro. Asimismo, hay miles de sustancias
químicas legalizadas por Washington que a este lado del Atlántico deben
someterse a ensayos rigurosos por sus potenciales efectos negativos sobre la
salud. Es más, ante un proceso de armonización regulatoria, la normativa
europea para atenuar el cambio climático correría peligro, pues ha sido objeto
de críticas por dañar la competitividad de empresas europeas ante sus
competidoras de otros lugares.
El Acuerdo UE-EE UU reforzaría los derechos de propiedad
intelectual, con efectos negativos sobre el precio de los medicamentos.
Paralelamente, la profundización en la liberalización de los servicios
exigiría, en palabras del profesor Vicenç Navarro,
"el desmantelamiento del Servicio Nacional de Salud, eliminando su
universalidad". Es más, la liberalización de servicios financieros
extendería la más permisiva legislación europea a Estados Unidos, favoreciendo
así las condiciones para futuras crisis financieras.
PP y PSOE ya han decidido que van a apoyar este acuerdo que se
negocia a espaldas de la gente. Como no quieren que la democracia les estorbe,
hace unas semanas votaron contra la propuesta, llevada al Congreso de los
Diputados por Izquierda Unida, para exigir un referéndum en España sobre un
acuerdo tan importante. No quieren que la gente conozca lo que negocian, ni que
se debata, ni que se vote en referéndum. Sin embargo, el Parlamento Europeo
puede vetar el acuerdo previsto. Y la ciudadanía desconoce que PP y PSOE lo
apoyan. Por su parte, Izquierda Unida votará en contra y usará su representación
europea para denunciarlo, junto a otras fuerzas progresistas europeas con las
que se ha aliado. Es sorprendente que haya tanta gente que cree que no es
importante votar para el Parlamento Europeo y revertir el gran euroengaño bipartidista.
*Coordinador de Izquierda Unida Canaria