La Gomera en septiembre
«» Wladimiro Rodríguez Brito *
La lectura del paisaje gomero es algo básico de una sociedad cambiante, con un modelo económico que lee el espacio, la cultura, la economía, la escuela y los valores socioculturales sobre los que se ha gestionado el territorio, en un periodo amplio de la historia de Canarias.
La Gomera mantuvo un equilibrio inestable de un territorio pobre con un peso demográfico que sobrepasaba los recursos limitados y socialmente mal distribuido, el paisaje gomero cargado de paredes y cicatrices en las laderas que reflejan la dura lucha para sobrevivir, arañando un suelo muy limitado, buscando en el mar y en el monte complementos para malvivir en la Isla (15 o 20.000 personas hasta que se produce el éxodo de los años 50 del pasado siglo). Sus moradores sobrevivían cultivando menos de 2.000 metros cuadrados de tierra por habitante, en un alto porcentaje de secano -no olvidemos que las tierras de regadío están dedicadas a cultivos de exportación (tomate y plátanos)-, situación marcadamente diferente a la actual, con unos caudales de agua muy superiores a los años sesenta que regaron con turnos de hasta 60 días en los largos veranos (hoy en día los turnos de riego tienen una periodicidad de en torno a los 12 días).
La lectura del paisaje gomero cuesta entenderlo, ya que la Isla dispone de un importante caudal en sus presas, bien básico en la historia de esta Isla y en la historia de Canarias, ya que el agua ha sido el ser o no ser de nuestras islas en la producción de alimentos y generación de riqueza. La mayor parte de las presas de la Isla están con algo más del 70% del caudal, mientras los campos están cubiertos de maleza, si exceptuamos el Valle Bajo de Hermigua y la importante zona platanera de La Dama, unidos a unos oasis cultivados en Santiago, Valle Gran Rey y el barranco y la lomada de San Sebastián. El resto pone de manifiesto la crisis de un paisaje humanizado con referencias de trabajo y cultura agraria, que podemos comparar con los machu picchu peruanos sobre todo en Hermigua y Agulo, e incluso en Guada.
Hemos de destacar que La Gomera del siglo XXI no es comparable a La Gomera preferry, en la que las comunicaciones con el exterior y las del interior de la Isla eran marcadamente pobres. Hoy la Isla tiene una actividad interior que no mira para el autoabastecimiento, como ocurría hasta la década de los 80. Los gomeros de la diáspora cuidan y mantienen las viviendas familiares y en contadas ocasiones cultivan la tierra. El paisaje agrario ha caído de manera preocupante, incluso en las microparcelas de papas, legumbres, viña en la ladera sur, del Parque de Las Hoyas a Chipude y El Cercado. El retroceso en la superficie cultivada es alarmante, máxime cuando tenemos cultivos con posibilidades, dada la disponibilidad de agua, con mejoras significativas en la red de riego, contando en la mayoría de los casos con un sistema de tuberías, con riego localizado en muchos casos, como en el Valle de Hermigua, donde solo riegan unas 7.000 fanegas (una fanega gomera mide 166 m2), es decir, 116 hectáreas, quedando por cultivar gran parte de la zona media y alta del Valle. Y qué decir de Agulo y Vallehermoso, o de los cañaverales regados con los manantiales de Guada en Valle Gran Rey.
Estamos en la obligación de leer el paisaje y la relación del hombre y la naturaleza. El primer recurso ocioso en la Isla son los hombres, su cultura y motivación, para hacer una isla más sostenible, con un pueblo más armonizado con el trabajo, la cultura de ayer y un mañana más solidario. Sufrimos la devaluación de lo nuestro, de la tierra y su cultura.
No sobra agua, faltan campesinos y un compromiso con la tierra.
* DOCTOR EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA
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