La Gomera y los gomeros
Wladimiro
Rodríguez Brito
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Según
los últimos datos publicados sobre la Formación Profesional (FP) en La Gomera,
de más de 400 jóvenes inscritos en esa isla, no hay ninguno en asuntos
relacionados con la agricultura. Un trabajo que publiqué hace más de 30 años
(Canarias ante el cambio, editado por la ULL y B. B.) trataba esta
cuestión, cuando dicha actividad aún jugaba un papel importante en la economía
y en la sociedad gomera, y la transmisión de conocimientos de padres a hijos,
que era básica. Sin embargo, hoy se ha perdido gran parte de la cultura
familiar y los centros de FP son un indicador más de la preocupante situación
de nuestro campo. Estamos en una sociedad en la que la burocracia y la
tecnificación exigen unos conocimientos complejos para realizar actividades
agrarias.
La
Gomera tiene mucho que decir, ya que dispone de un volumen significativo de
recursos hídricos (más de
El
alejamiento de los jóvenes del sector primario es parte también de un modelo
globalizador que devalúa lo rural y potencia la cultura y la vida urbana. En un
marco insular como el canario, con recursos muy limitados, estamos en la
obligación de optimizar el principal recurso del que disponemos: las personas.
Estas
líneas están dirigidas a los padres de los alumnos pero también al mundo de
la política. El incremento de la población urbana es una tendencia de carácter
mundial. Para evitar desequilibrios excesivos, debemos crear estímulos económicos,
sociales y culturales que animen y potencien al sector primario. Los mercados
del agricultor, la potenciación de las producciones locales en el
autoabastecimiento, la penalización a las importaciones en sistema dumping son
iniciativas que van en la dirección correcta. En una La Gomera con más de
3.000 parados, está claro que hemos de potenciar el turismo y las actividades
del sector servicios. Pero no nos podemos permitir descuidar el marco
territorial de una isla que dispone de más del 3% del agua en Canarias, con un
1% de la población. Sin duda, la imagen del mundo rural no puede ser como
fuente de marginalidad, de pobreza y de olvido; el consumismo y las fatuas luces
de las grandes urbes están creando un espejismo con muchos interrogantes para
el futuro.
Tenemos
un modelo que hemos de cuidar basado en lo pequeño, en lo local, en lo próximo,
mirando hacia adentro, con más cariño y compromiso social. La alergia al sacho
en La Gomera tiene connotaciones universales; así, por ejemplo, estos días en
China han tenido un duro debate sobre dar residencias urbanas a los campesinos
de este inmenso país, que aspira, y con razón, a mejorar las condiciones de
vida en unas ciudades que, entre otras cosas, están cargadas de contaminación.
Nosotros, aquí en Canarias, estamos en la obligación de crear condiciones
sociales y culturales que dignifiquen un mundo rural que se ha envejecido y
empobrecido, y en el que los jóvenes tienen mucho que hacer y que decir para
que esta sociedad sea más solidaria, social y ambientalmente.
El
silbo gomero nació y creció comunicando, acercando agricultores y pastores,
como herramienta de trabajo en auxilio de las comunidades rurales. Nació entre
tornas y barrancos para lo que Confucio dijo hace 2.500 años: enseñar a
pescar. No fue un elemento de comunicación entre barcos de recreo ni se ideó
para el ocio como el Facebook y el WhatsApp. El silbo gomero no es un elemento
para enlatar; es parte de la cultura campesina. El presente y el futuro de la
isla también tienen que ver con el sacho y con los bancales, con el mundo
rural.
El
Centro de Formación Profesional Pedro García Cabrera, tristemente cerrado en
Vallehermoso, no sólo debe ser parte de la cultura del ayer, sino también del
mañana; un mañana donde encabar un sacho no es menos importante que jugar a la
Playstation.
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DOCTOR EN GEOGRAFÍA