La Gomera y los gomeros

 

 

Wladimiro Rodríguez Brito *

 

Según los últimos datos publicados sobre la Formación Profesional (FP) en La Gomera, de más de 400 jóvenes inscritos en esa isla, no hay ninguno en asuntos relacionados con la agricultura. Un trabajo que publiqué hace más de 30 años (Canarias ante el cambio, editado por la ULL y B. B.) trataba esta cuestión, cuando dicha actividad aún jugaba un papel importante en la economía y en la sociedad gomera, y la transmisión de conocimientos de padres a hijos, que era básica. Sin embargo, hoy se ha perdido gran parte de la cultura familiar y los centros de FP son un indicador más de la preocupante situación de nuestro campo. Estamos en una sociedad en la que la burocracia y la tecnificación exigen unos conocimientos complejos para realizar actividades agrarias.

 

La Gomera tiene mucho que decir, ya que dispone de un volumen significativo de recursos hídricos (más de 700 metros cúbicos por habitante y año), así como una superficie de tierras de cultivo con un paisaje singular en el mundo rural canario. La Gomera sin lugar a dudas puede y debe jugar un papel como paisaje, como referencia ambiental y como fuente de productos alimentarios. Una revitalización de la actividad agraria es también una manera de distribuir la población por toda la isla más uniformemente. Es absurdo que San Sebastián signifique más del 60% de la población insular.

 

El alejamiento de los jóvenes del sector primario es parte también de un modelo globalizador que devalúa lo rural y potencia la cultura y la vida urbana. En un marco insular como el canario, con recursos muy limitados, estamos en la obligación de optimizar el principal recurso del que disponemos: las personas.

 

Estas líneas están dirigidas a los padres de los alumnos pero también al mundo de la política. El incremento de la población urbana es una tendencia de carácter mundial. Para evitar desequilibrios excesivos, debemos crear estímulos económicos, sociales y culturales que animen y potencien al sector primario. Los mercados del agricultor, la potenciación de las producciones locales en el autoabastecimiento, la penalización a las importaciones en sistema dumping son iniciativas que van en la dirección correcta. En una La Gomera con más de 3.000 parados, está claro que hemos de potenciar el turismo y las actividades del sector servicios. Pero no nos podemos permitir descuidar el marco territorial de una isla que dispone de más del 3% del agua en Canarias, con un 1% de la población. Sin duda, la imagen del mundo rural no puede ser como fuente de marginalidad, de pobreza y de olvido; el consumismo y las fatuas luces de las grandes urbes están creando un espejismo con muchos interrogantes para el futuro.

 

Tenemos un modelo que hemos de cuidar basado en lo pequeño, en lo local, en lo próximo, mirando hacia adentro, con más cariño y compromiso social. La alergia al sacho en La Gomera tiene connotaciones universales; así, por ejemplo, estos días en China han tenido un duro debate sobre dar residencias urbanas a los campesinos de este inmenso país, que aspira, y con razón, a mejorar las condiciones de vida en unas ciudades que, entre otras cosas, están cargadas de contaminación. Nosotros, aquí en Canarias, estamos en la obligación de crear condiciones sociales y culturales que dignifiquen un mundo rural que se ha envejecido y empobrecido, y en el que los jóvenes tienen mucho que hacer y que decir para que esta sociedad sea más solidaria, social y ambientalmente.

 

El silbo gomero nació y creció comunicando, acercando agricultores y pastores, como herramienta de trabajo en auxilio de las comunidades rurales. Nació entre tornas y barrancos para lo que Confucio dijo hace 2.500 años: enseñar a pescar. No fue un elemento de comunicación entre barcos de recreo ni se ideó para el ocio como el Facebook y el WhatsApp. El silbo gomero no es un elemento para enlatar; es parte de la cultura campesina. El presente y el futuro de la isla también tienen que ver con el sacho y con los bancales, con el mundo rural.

 

El Centro de Formación Profesional Pedro García Cabrera, tristemente cerrado en Vallehermoso, no sólo debe ser parte de la cultura del ayer, sino también del mañana; un mañana donde encabar un sacho no es menos importante que jugar a la Playstation.

 

* DOCTOR EN GEOGRAFÍA