DESDE ESTA ORILLA DEL GUINIGUADA
¿GOFIO
TRANGÉNICO? ¡NO, GRACIAS!
Félix M. Arencibia
¡Qué pena! La mayoría de nuestro gofito
canario está confeccionado con millo transgénico. Sí, ese que está prohibido
cultivar en nueve países europeos: Alemania, Francia, Austria, Grecia,
Luxemburgo, Polonia, Rumania, Irlanda y recientemente Bulgaria. En España se
sigue cultivando unas
La magua me trae a la memoria los verdes
cercados de millo y papas de mis abuelos. Recuerdo las “deshojadas” o
“descamisadas” en las que se reunían los vecinos para comunitariamente quitarle
la hoja a la piña. Luego el desgranado del millo, el molido en un molino de
agua. Sin olvidar el olorcito que despedía el gofio caliente, el comerlo con la
leche recién ordeñada de la cabra o la vaca, la deliciosa pella, el gofio
amasado… ¡Me entra un jilorio con tan solo recordarlo! Todo era sano, sacado de
la tierra no fertilizada por abonos químicos si no con los abonos de los
animales, ni se utilizaban los pesticidas tóxicos. En las personas se daban muy
pocos casos de enfermedades tumorales y otras graves afecciones de la salud. No
era el paraíso, pero sí mucho más saludable y disfrutábamos con cierto deleite
un estilo de vida más social y apacible, aunque indudablemente duro, no nos
engañemos.
Volviendo al cultivo de los transgénicos,
el Estado español los sigue promocionando y apoyando de esta manera a las
multinacionales. No se cumple ni con las normas del etiquetado. Algunos de los
voceros de los que realizan dicho cultivo, que como les decía son grandes
transnacionales, y los que nos los venden, se desgañitan diciendo que no son
malos para la salud. ¿Cómo lo saben? ¿Qué estudios han hecho los muy enterados?
¿O es que esos “vendemillos” son adivinos o sajorines, como decían nuestros abuelos? Sus portavoces en
los medios se ponen muy serios con las gafas de estudiantes empollones y sin
apenas pestañear nos dicen: Mientras no se demuestre que son malos para la
salud se pueden tomar sin ningún temor.
No hay duda que los codiciosos sin moral nos quieren usar como cobayas.
¿Los dirigentes políticos de cuántos están esperando la muerte para prohibirlo?
Pero ellos serían capaces decir con su lógica aplastante y descarada: Si son
pocos, no merece tenerlo en cuenta, seguro que fallecieron porque son unos
flojos que andaban medios dañados de la salud.
Puedes preguntarles: ¿Cuántos tienen que
morir para que sus cómplices los políticos prohíban los transgénicos? ¡Lo menos
un millón o más!, son capaces de contestarte. Mira, Codición
Amoral, no tienes solución. ¡Eres capaz de cargarte a media humanidad con tal
de lucrarte!, le contestaría. Y le añadiría: Bueno, puedes ponerle a los
productos su etiqueta para que sepamos con lo que nos estamos alimentando. ¡No,
no, que va, quieres arruinarme! Se le pones la etiqueta nadie me los compraría! ¡Déjate de tonterías! ¿Cómo progresaríamos? Tienen miedo a
morirse. Menudos tontos, todos tenemos que perder la vida alguna vez. ¡Se
habrán creído, los muy ingenuos, que se van a quedar en este mundo de los vivos
para plantar millo transgénico! ¡Sí, porque otro no es conveniente plantar!
Serían capaces de echarse una parrafada como esa, a lo mejor con palabras más
ilustradas. Les podría añadir: Don Codición Sinalma, no tienes remedio. No piensas que ese maíz
transgénico afecta al medioambiente. Chiquillo, eso son cosas de los
ecologistas que les gusta rizar el rizo, además son unos exagerados que ni te
cuento. O sea que no me puedo comer un gofito con millo sin que se le manipulen
sus genes. Si es posible molidito en un molino de agua o de viento que son
energías limpias que no proliferan el calentamiento climático.
Antes que aparezca don Codición
voy a ponerme manos a la obra y cultivar a la forma de nuestros abuelos para
poderme comer un gofito sano y caliente con lechita recién ordeñada de la
cabra. La verdad es que a nuestros políticos y principalmente cuando están en
elecciones debería exigírseles el compromiso la no importación de productos
modificados genéticamente, pues en Canarias se ha declarado libre de
transgénicos, pero no se impide que entren.
Bueno les dejo con unos versos con el sabor añejo de nuestros abuelos: “En
torno a una escudilla / llenita de leche y gofio /rumio mis pensamientos / a
modo de barrenillo. / Pensando en otros
tiempos, / en mi pasado perdido /
colgado de telarañas. / ¡Preñado de
añoranzas, / de cercados de millo y papa / de plataneras dormidas!”.