Godo
y peninsular
Pedro M. González Cánovas *
Cualquiera
de los que habitamos el Archipiélago hemos oído muchas interpretaciones de qué
es ser godo o qué es ser peninsular. De hecho, a veces se pretende diferenciar
sin contar con otra lógica que la forma de ser del nombrado o ciertas actitudes
sociales. De tal forma, da la impresión de que cuando en Canarias se habla de
“godo” agredimos y cuando se habla de “peninsular” parece que no. Cuando
la realidad es que el término “peninsular” lo empiezan a utilizar los españoles
autoproclamándose y un intento de mezclar españolidad con universalidad,
por lo que no suena tanto a insulto, aunque siempre llevó una carga
diferenciadora digna de invasores prepotentes. Quizás hasta se haya trasladado
esto a una parte de los habitantes del Archipiélago, seguramente de mano de
criollos o hijos de españoles nacidos y educados en Canarias. Pero, ¿qué pasa
cuando se trata de una persona de Mallorca que está en Canarias?
La
Real Academia Española de la Lengua (RAE) nos ofrece datos muy significativos
que puede aclararnos bastante. Aunque, por supuesto, nunca va a reconocer que
estaría bien llamar peninsular a un mallorquín. Chiste lingüístico
involuntario que podríamos encontrar en boca de algún hispanohablante de por
estos lares.
En
el Diccionario de la Lengua Española de la RAE (DRAE), la cuarta acepción
aceptada de la palabra “godo” dice: «Adjetivo despectivo utilizado en
Canarias para definir al español peninsular»; y añade, «utilizada también
como sustantivo». Lo que muchos hispanohablantes ignoran es que en la quinta
acepción se define igual, pero ahora se hace alusión a la utilización en
Chile, Bolivia, Cuba y Ecuador. Quizás todos no van en la actualidad tan de
frente como los canarios, pero eso también tiene una explicación geopolítica,
sin duda. De momento, vamos a profundizar un poco más en el DRAE. En la edición
de 2001 vemos la misma referencia en cuanto a Canarias, pero solo se cita
Bolivia y Chile de países americanos con una coletilla: «era usado también en
otros lugares de américa». En la edición de 1992 encontramos un apunte
curioso que puede ponernos sobre una interesante pista; en este no se habla de
Canarias, pero si se admite una utilización despectiva: «Nombre con que se
designaba a los españoles durante la guerra de la Independencia» y hace
referencia a Argentina, Colombia, Chile y Uruguay. Por si quedan dudas, en la
edición de 1925 encontramos: «(América) Nombre con que se designa a los
españoles». Tampoco debe ser casualidad que, en la edición de 1884, en
pleno reinado del Borbón Alfonso XII, no se hiciera ninguna referencia al término
como despectivo o su utilización en las colonias perdidas tan recientemente. La
realidad es que la politización (o lenta y dudosa despolitización) de la RAE
es una evidencia temporal que nunca se puede pasar por alto.
Para
que nadie se sienta más ofendido de lo que corresponde y ser fiel a la fuente
que estamos utilizando, una acepción común en cada edición de las citadas es
la de nobleza asociada al término. Aunque, por la propia aceptación de la RAE
y la evidencia de la praxis lingüística en Canarias, damos por despejada
cualquier duda sobre el acierto cuando se afirma que la utilizada en América y
Canarias es despectiva.
Nos
queda el origen y utilización de “peninsular” y vamos a simplificarlo lo más
posible. Primero aclarar que hablaremos del término cuando se utiliza para
referirse a una persona o grupo, no a un accidente geográfico. Lo segundo es
que su utilización tiene una clara intención política y viene a sustituir a
formas más diferenciadoras en cuanto a clase social o alguna supuesta especie
de superioridad.
En algún escrito político había leído que los españoles se llamaban así a sí mismos antes de empezar a llamarse “peninsular”. No hay que profundizar mucho para comprobar esta realidad.
Ilustración
1
: Uso de "peninsular" en texto escogido por la RAE (Unidad por cada
millón de palabras
El
DRAE nos da una definición muy aclaratoria. Dice: «adjetivo por antonomasia.
Perteneciente o relativo a la península ibérica, en oposición a lo relativo a
las islas y a las tierras españolas en África, y a Hispanoamérica».
Esta
definición la podemos encontrar idéntica en las ediciones de 1925,1992 y 2001,
sin tener siquiera rastro en el de 1884. Además, la propia RAE, en un análisis
temporal del que podemos deducir claros resultados semióticos (ilustración 1),
indica que su uso antes del siglo XIX (la época de las guerras de independencia
americanas) era nulo. O sea, que el término “peninsular” empezó a
usarse paralelamente a los alzamientos independentistas y, seguramente, vino
a nominar a una población extranjera que hasta entonces se diferenciaba de la
de las colonias llamándose a sí misma sencillamente “español”. Sin duda,
con el peso político que significa no apartarse de la población colonizada
haciendo la separación lingüística que causaría un efecto más agresor,
“peninsular” cumple con todos los requisitos para no provocar sublevaciones
en los territorios de ultramar. Pues está claro que no tiene otro uso y nadie
imagina ni por un momento a un español en España diciéndole a su igual «nosotros,
los peninsulares…». Por lo tanto, el uso de “peninsular” implica el
reconocimiento de una situación política cuanto menos anormal y la
diferenciación entre la población de un territorio que está fuera de España
y la española. Desde una óptica no española es exactamente el reconocimiento
de la ocupación de tierras extranjeras. Por eso, a día de hoy se mantiene esta
terminología, pero solo en Canarias: la última colonia de España; y, sin
duda, es un término tan colonialista o más que el de “godo”.
*
Pedro
M. González Cánovas
Canarias,
mayo de 2020