Contra la globalización, nacionalización

 

Isidro Santana León  

 

¡No hay otra forma para derrocar a este engendro capitalista que todo lo corroe y depreda, llamado UE! Club, bastante parecido al sanedrín, que, contra natura, intenta consolidar y justificar un “estado” artificial sin la participación y la voluntad de las naciones, ni tener en cuenta las singularidades de éstas, amparándose simplemente en la legalidad que le otorga a los gobiernos elegidos por sufragio “libre”, perteneciente al marco “democrático”, que suelen ser de los partidos que reciben suculentos apoyos económicos de las entidades financieras y secretas prebendas los potenciales ministros y presidentes.

 

Lo cierto es que esta estructura capitalista choca frontalmente con los intereses de los pueblos y sus respectivas naciones, a las que intentan subyugar arrebatándoles la soberanía, pasando ésta a ser la hegemonía de los socios del tenebroso club. ¿No es raro que, mientras por un lado, la Europa de los Mercaderes solicitaba la integración de nuevos socios, por otra desmoronara y atomizara, por la fuerza, a Yugoslavia y Checoslovaquia e integrara en sus filas a las ex-republicas de la URSS? Sí, desintegraron aquellos estados que les incomodaban en el negocio y cuyas fronteras necesitaban controlar; ahora van a por Siria e Irán. En lo que se refiere a España, para pertenecer a la Orden fue sine qua non, además de entrar en la OTAN, emprender el desmantelamiento industrial y agrícola (recordemos las reconversiones hechas por el gobierno de Felipe González, con la aprobación de tantos grupos parlamentarios y las luchas acaecidas por el pueblo disconforme) a cambio de recibir subvenciones y préstamos, principalmente de los bancos alemanes y de otras entidades usurarias, dedicando esas “ayudas” a la especulación y el enriquecimiento de muchos de la casta dirigente del trío (ejecutivo, legislativo y judicial), entregando el mercado productivo a Alemania y a Francia, quedando como un país dependiente y colonizado: ha sido España tan colonialista que cuando no ha podido aplicarle el sometimiento a otras naciones se lo aplica a sí misma.

 

Son el pueblo español y, por imperativo colonial, el pueblo canario, los perjudicados de esta gran estafa, porque, en lo que se refiere a la laya política y de las finanzas, han salido harto beneficiados por su cooperación cuando gobernaban, los mismos que hoy nos hablan de una Europa única, de que el euro no se puede caer –aunque se caigan los seres humanos– y que, nosotros, los estafados, tenemos el deber y la obligación de morir por la patria capitalista y particular de unos pocos. (Miremos a Felipe González, trabajando de asesor para monopolios y multinacionales; J. Aznar, también agraciado con privilegios por la empresa privada; Rodrigo Rato; la ex-ministra Elena Salgado y tantos otros premiados por auxiliar la privatización de los sectores productivos y rentables). Esto es lo que democráticamente ha elegido el pueblo español y el canario: mafiosos que no han tenido escrúpulos en mandar a la exclusión social a gran parte de la plebe ignorante y engañada, como a tantos al suicidio, a cambio de mucho dinero y bienestar para los suyos. Los mismos que dicen que hay que resignarse: ir al paro, no protestar, ser ciudadanos de bien, evadirse con el fútbol o cualquier otro entretenimiento atoletante, no comer o morirse, porque toda “crisis” pasa –sin inmutarse por las víctimas que deja en el camino– y que en nombre de la democracia –que no de la justicia– tenemos que hacer el harakiri en pro de las futuras generaciones, a las que, sin duda, les espera un sistema de esclavitud neofeudal.

 

Pero, ¿y España, esa entelequia que no se puede explicar ni a través de la cartomancia y que también creen sus hacedores haberla construido con toda legitimidad, le joda a quien le joda? Hispania, además de ser el nombre que le dan los romanos a una región de su imperio, lo mismo que a Lusitania, Mauritania etc., a donde, por su puesto, llevó sus leyes y su lengua, que les impuso a los grupos étnicos que ya la habitaban y que combatieron la invasión, nos es nada más que eso, una entelequia: algo inventado por intereses pero sin esencia ni sentido. Por el contrario, sí poseen toda legitimidad, esencia e identidad, las naciones que se abren paso a través de los tiempos y las adversidades, manteniendo su cultura y sus singularidades antropológicas, como lo son: Galicia, Euskalerría, Cataluña, Andalucía, Baleares…, y Canarias: el caso de Canarias es de flagrante colonialismo, además de tener su enclave geográfico en otro continente. Se empeñaron los señores feudales –los reyes y demás parásitos medievales– en crear una empresa, análoga a eso que le llaman hoy Comunidad Europea, guiados, sobre todo, por sus anhelos de ostentosidad y megalomanía, anexionándose los territorios, forzando la voluntad, las costumbres, las creencias y religiones de los pueblos y apropiándose sus recursos. Claro que, para tal empresa, se hacía imperiosa la autoridad y prebendas del papado, cuyo ejército aniquilador de la conciencia fue su clero. Pues viene a culminarse la Sociedad Anónima con la hegemonía de los reinos más fuertes, Castilla y Aragón, cuando Fernando el Católico invade el reino de Navarra en 1512, entrando a formar parte de la empresa en el año 1515, que es cuando el engendro comienza a llamarse España de forma oficial. Desde entonces, todo han sido luchas por la tierra, los recursos, las imposiciones religiosas, la prohibición de las hablas nacionales –de los pueblos– por las tantas diferencias existentes entre ellos etc., y lo que mal se empezó, mal debe acabar. Sin embargo, la única solución que le queda a los pueblos es usar su nación como elemento intrínseco y dotarse de un estado propio y con legitimidad, que le dé la competencia absoluta para interrelacionarse con las naciones que quieran, dentro de un marco de cooperación, sin que la guerra sea excusa alguna para la solución de los conflictos, apostando por una verdadera coyuntura de justicia mundial, partiendo de una verdadera justicia dentro de las naciones, que será, sin lugar a dudas, el garante y soporte de la de toda la tierra. Emprender una verdadera libertad de mercado internacional, sin injerencias de capitales volátiles –especuladores– que desaparecerán cuando el dinero y los recursos estén en manos del pueblo, nacionalizado, a buen resguardo y control, lo que será la quiebra de la usura y la rapiña globalizadora.

 

Empecemos por desintegrar España –cosa fácil, si queremos, porque es una entelequia que nunca estuvo integrada por los pueblos– y avancemos hacia el nuevo mundo de las naciones libres; de los hombres libres.       

11/08/12

 

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