Contra una visión urbana de la ganadería

 

«» Wladimiro Rodríguez Brito *

 

 

Estos días ha habido una fuerte polémica en los medios de comunicación sobre supuestos malos tratos a los animales tras el accidente en la romería de San Roque en Garachico[1]. No han quedado bien parados ni los guayeros ni los sufridos ganaderos, que solo hacen sacrificios para mantener la cabaña en una situación de maltrato económico y social hacia su actividad. Nuestro actual modelo de vida, de valores y comportamientos se basa en un marco alejado de la realidad canaria; ignora gran parte de las ya devaluadas cultura e idiosincrasia de nuestro mundo rural.

 

Las vacas, los mulos y tantos otros animales domésticos han sido criados para dar servicios a los humanos y estos los deben cuidar con los métodos más nobles posibles, ya que la agresión hacia ellos no es útil ni práctica. En muchas ocasiones se le pide un gran esfuerzo a los animales y, cómo no, a las personas, y también a veces se cometen errores y hay accidentes; esta es una discusión que se puede alargar hasta la noche de los tiempos.

 

Los edificios de nuestros pueblos y ciudades son testimonio de la historia; las piedras procedentes de las canteras traías mediante carretas, rastras, y el esfuerzo humano de sol a sol; tienen mucho que decir del trabajo y los sacrificios compartidos entre bestias y humanos.

 

Traer hoy a colación la Ley de Bienestar Animal para aplicarla estrictamente a un bollero y su yunta es sacar las cosas de su contexto histórico y social. En Garachico la romería no tuvo un recorrido de gran pendiente, ni el esfuerzo que se les pidió a los animales es comparable con el trabajo que era necesario en nuestras canteras para la construcción de iglesias, monumentos o las vigas de los lagares que aún perviven en nuestro territorio.

 

Los ganaderos son los que cuidan y miman sus animales y son los principales afectados por este tipo de accidentes; no son las protectoras las que sufren si las cosas van mal para el ganadero, ni los que ponen gran parte de su trabajo y de su tiempo para cuidar y mimar su cabaña ganadera. No vale ver esta actividad como una mera acción comercial, dada su baja rentabilidad. Respetemos y miremos con más cariño a los pocos ganaderos que aún perviven en nuestro territorio. Gran parte de su actividad tiene mucho de vocación y además son útiles para nuestra sociedad; nos aportan alimentos y trabajo pero también participan de la menguante vida del mundo rural, por ejemplo retirando de nuestros campos y montes entre 6 y 8 toneladas de paja, hierba a lo largo del año por cada vaca, eso que llamamos ahora combustible y riesgo de los incendios. Contemplar las canteras de Jardina en Tenerife o Arucas en Gran Canaria o las extracciones de piedra chasnera en Arico ponen de manifiesto una cultura compartida de sacrificio de hombres y animales en muy duras condiciones, hoy afortunadamente sustituidas por maquinas y petróleo. Las romerías, las carretas y el arrastre son una rememoración que da visibilidad a la cultura del campo. La participación de nuestros jóvenes en las romerías les acerca a un mundo que ha quedado alejado de la mayor parte de nuestra población. Los ganaderos juegan un papel educativo y ambiental en una sociedad que se ha desagrarizado radicalmente en los últimos años.

 

El ganadero presenta en sociedad gran parte de su trabajo a lo largo del año en el cuidado y esmero que tiene con su rebaño. Ante la desaparición de la cultura rural, éste es un acto de fiesta compartida entre lo urbano y lo rural, de acercamiento entre el hoy y el ayer.

Las carretas, las rastras, los mulos y las yuntas deben quedar no solo como testimonio del pasado, si no como referente de la ganadería en Canarias; tenemos que potenciarla para dar equilibrio en una sociedad más sostenible y menos dependiente.

 

Un joven que cuide todos los días sus animales y los lleve a la romería, que participa en un deporte que ha recogido las vivencias de gran parte de la cultura ganadera del campo es digno de admiración. La situación sufrida estos pasados días por Juan Tomás Hernández Jacinto y Pedro Molina, donde las habladurías y rumores les ha situado ante hechos que no ocurrieron, como que hubo tortura o que el toro murió, merecen nuestro apoyo solidario.

 

Vivimos en un mundo que no solo ignora gran parte de la cultura y la vida del entorno rural si no que aplica unas leyes totalmente alejadas del campo y su gente. Hay que animarles a que continúen en esta labor socioeducativa de acercamiento del campo y las tradiciones a nuestra juventud; pensemos también en el interés económico que tiene la ganadería canaria.

 

Tal vez las protectoras de animales se podrían acercar más a la situación que viven y sufren los ganaderos para que situaciones tan lamentables como la sufrida en estos días no se vuelva a repetir.

 

[1] polemica-desvanecimiento-buey-romeria-garachico

 

* DOCTOR EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA

 

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