Fuego en el campo sin campesinos
Wladimiro Rodríguez Brito *
En los
últimos días se han sucedido
numerosos incendios
en zonas pobladas, desde los de Tenerife y La Palma a los de Valencia y
Cataluña, que han quemado más de setenta mil hectáreas,
una superficie como la de la isla de
La Palma.
Estos graves incendios
han puesto de manifiesto unas políticas erróneas en
la supuesta protección de la naturaleza.
En las últimas
décadas se han declarado protegidos territorios
antaño dedicados al pastoreo
y al cultivo sin tener plenamente en
consideración las consecuencias de dicha protección. En muchos casos no se han
destinado recursos a la gestión
de dichas zonas ni por parte de sus propietarios
ni de las administraciones públicas, supuestas
protectoras de la flora y fauna.
Esta situación
no solo es injusta con los
agricultores y ganaderos, a los que se les pone una limitación
importante sobre los usos
tradicionales que- hacían del suelo; también supone la
prohibición estricta de obras y mejoras de las infraestructuras
tales como construcción de depósitos
de agua, levantar una
pared, realizar
sorribas, etcétera.
La coyuntura
económica general y en especial la mala situación de los precios
que reciben los agricultores y ganaderos por su producción
se han sumado a los condicionantes legales de
la protección del monte para aquellas familias que
aún cultivan
los campos en la periferia de las zonas forestales.
Todo ello ha llevado a que se hayan producido fuegos en las tierras
próximas a los núcleos de población,
tanto en Cataluña
y Valencia como en el reciente caso tinerfeño.
En artículo
anterior poníamos el ejemplo de Trebejos con sus viñas como cortafuegos entre
Ifonche
al suroeste y Vilaflor. Finalmente
el fuego rodeó la viña y se aproximó
a Vilaflor por
el noroeste tras recorrer un amplio espacio de pinar. El
fuego amenazó seriamente al casco de Vílaflor ya que en un territorio en el que vivimos
quinientos habitantes por kilómetro
cuadrado tenemos amplias superficies en las que los
propietarios del suelo
no se hacen cargo de
su mantenimiento.
La administración califica esas
zonas como bosque potencial
o bosque consolidado,
limitando los
usos tradicionales
sin permitir siquiera que los ayuntamientos
puedan coordinar
con los propietarios
unas mínimas tareas de limpieza
preventivas que, llegado
el caso, hubieran interrumpido
el avance de las llamas.
Hasta ahora no
existe gestión
coordinada
de las zonas de la
Era Verde, el
pinar de Cho Pancho mirando
hacia Las Martelas,
barranco de
La Orchilla,
etcétera, que
son un corredor de
pinos, escobones
y retamas al
sureste del pueblo
de Vilaflor en
el que solo las
huertas de jable
cultivadas de papas
han protegido
las casas
del fuego.
Los incendios
más graves en
las islas ocurren
cuando soplan
vientos del este y sureste,
por lo que las
zonas al sureste
de los núcleos poblacionales
deben estar
adecuadamente
gestionadas
por prevención.
Es
oportuno
restaurar
los usos tradicionales
de nuestros
campos y las figuras
legales de bosque
potencial y bosque
consolidado
deben ser corregidas
para que se puedan
tomar medidas
de gestión preventivas
ante los incendios. Los
ayuntamientos podrían
coordinar con los propietarios
de suelo
en dichas áreas la
prevención, con
el fin de que se siga
velando por la adecuada
protección del
medio ambiente.
En el caso
concreto de Vilaflor,
dado que el pueblo se encuentra en
un valle rodeado
de masas boscosas,
se debe dejar
totalmente libre de combustible
la salida hacia el sur,
tanto hacia La Escobona como
hacia San Miguel.
En cada núcleo
de población rural debe
realizarse un esfuerzo
por despejar de vegetación
en general las zonas este y sureste de éstos,
teniendo en cuenta
la orografía local,
que puede modificar
la entrada del fuego en caso de un
posible incendio cuando
sople los peligrosos
vientos del este y sureste.
La lucha contra
el fuego no solo es una cuestión de
medios materiales de extinción,
sean vehículos
terrestres, helicópteros
o aviones.
Quien paró el fuego
fue la Combinación
de los factores
naturales
con un gran esfuerzo por
parte de las cuadrillas
terrestres y
los medio aéreos.
La alternativa más
barata social y ambientalmente
está en la prevención y
para ello tenemos que incorporar
agricultores
y ganaderos. Y otra
cultura hacia
el campo en la que los
campesinos sean
mejor tratados
económica
y socialmente.
En la sociedad
moderna, que lo monetariza
absolutamente todo, el monte no tiene
el más
mínimo
interés económico.
Todos reconocemos la
importancia
de éste, pero
solo nos acordamos
de dotar de recursos
su gestión cuando ocurre
una desgracia.
Debemos tomar consciencia
del monte todos los días de año, valorando justamente
el papel de los agricultores y ganaderos
que colaboran activamente en el mantenimiento
y la prevención
de incendios en nuestro
campo. La
legislación
actual en Canarias
debe adaptarse a la realidad de nuestros
campesinos,
tomando los usos tradicionales
como parte importante de la conservación
del medio natural. Un hidroavión
con base en la isla
supone un gasto superior a lo que
ingresan todos los agricultores
de Vílaflor en un
año. El arado puede ser
en algunos casos más eficiente
que el hidroavión,
sobre todo
porque lo tenemos
más cerca y
todo el año.
* Profesor de
Geografía en la Universidad de La Laguna.
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