¿El final de las papas canarias?

 

«» Wladimiro Rodríguez Brito *

 

 -- -

 

[En los últimos 30 años hemos perdido más de 10 mil hectáreas cultivadas de papas: hemos pasado de las más de 15 mil hectáreas en los años 80 a las raquíticas 4500 de este año. En 1990 producíamos 111 millones de kilos, en el 2000 unos 80 millones de kilos y nos situamos en el 2013 en torno a los 60 millones de kilos… En la profunda crisis que vivimos, con los índices de paro que tenemos en Canarias, continuamos abandonando terrenos y perdiendo puestos de trabajo…]

 

Hablar de papas canarias es hablar de nuestro paisaje, de nuestras medianías, nuestros pueblos, de nuestra gente. Son imprescindibles para la estabilidad social y ambiental; son parte indisoluble de nuestra cultura alimenticia. Canarias dejará de ser Canarias cuando se acaben nuestras papas.

 

La historia de Canarias está unida a nuestras papas, ya que fue el primer lugar fuera de Suramérica donde se cultivaron. Las variedades de papas de color fueron introducidas a mediados del siglo XVI desde las islas de Chiloé y los Andes, y han pervivido en Canarias gracias a la constancia y esfuerzo de nuestra gente, como un testimonio de nuestra historia.

 

En los últimos días los precios de las papas han caído en picado sin justificación aparente. En numerosos supermercados de las islas tenemos ahora patatas a menos de 40 céntimos el kilo. No está claro si esto es consecuencia de los excedentes de producción a bajísimos costes de producción en algún lugar del mundo o de una guerra de precios entre los grandes distribuidores que intentan reventar el mercado y barren en su recorrido a nuestros agricultores.

 

Los precios de las papas al consumidor en países como Alemania, Francia o Inglaterra superan por lo general las cifras antes mencionadas. Solamente los costes de producción en Canarias superan los 40 céntimos llegando incluso a los 60 céntimos por kilo.

 

Hasta ahora había un acuerdo tácito entre los distribuidores de papas y los productores canarios. La demanda interior ha preferido las papas locales, sin llegar a importaciones importantes durante nuestra cosecha. Parece sin embargo que este acuerdo de conveniencia se ha roto y quien sufre las consecuencias son nuestros agricultores.

 

En los últimos 30 años hemos perdido más de 10 mil hectáreas cultivadas de papas: hemos pasado de las más de 15 mil hectáreas en los años 80 a las raquíticas 4500 de este año. En 1990 producíamos 111 millones de kilos, en el 2000 unos 80 millones de kilos y nos situamos en el 2013 en torno a los 60 millones de kilos.

 

En la profunda crisis que vivimos, con los índices de paro que tenemos en Canarias, continuamos abandonando terrenos y perdiendo puestos de trabajo. Cada día somos más dependientes, incluso cuando con las papas no solo nos podríamos autoabastecer, sino exportar en invierno, aprovechando las condiciones climáticas de nuestro territorio.

 

El cultivo de papas es una herramienta que armoniza y articula el territorio, es parte imprescindible desde los arenados de Lanzarote a los jables de Vilaflor, a los cultivos de Taibique en el Hierro o a los regadíos en La Gomera, Gran Canaria o La Palma. Las papas de color son la cultura agrícola básica en el norte de Tenerife, desde las borrallas en Anaga hasta el ojo de perdiz en Teno.

 

El paisaje de las papas domina gran parte de los cultivos de secano, sobre todo asociadas con la viña y otros frutales y en rotación con cereales, legumbres y barbechos. Hablar de las papas es también hablar de nuestra cocina y nuestros hábitos alimenticios.

 

Luchar por las papas es luchar por el futuro de esta tierra. El sector primario debe ser una parte más importante de nuestra economía que el que tiene en la isla estado de Singapur. Tenemos que defender otra manera de hacer las cosas: las guerras comerciales de las grandes empresas distribuidoras no deben arruinar miles de familias, como en el caso que nos ocurre.

 

Con las papas está ocurriendo algo lamentable. Los 20 céntimos de ayuda Posei que obtienen una parte de las papas producidas en Canarias posiblemente no llegue al 30% de la cosecha. Hay que revisar los criterios de reparto de las ayudas, vinculándolos a la superficie cultivada o incluso ampliar la partida. Las ayudas se deben distribuir entre los que bajan al surco y trabajan la tierra; ahora parte de las ayudas no están yendo a los que sembraron y cavaron las papas sino a algunos distribuidores.

 

Hay alternativas y tenemos que sembrar el campo con compromiso dado la orfandad que sufre. Las administraciones deben aplicar mejor unas leyes que se aplican mal o de manera escorada y no olvidarse del sector que es merecedor de ayuda.

 

 

* DOCTOR EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA

 

Otros artículos de Wladimiro Rodríguez Brito publicados en El Canario

 

wladimirorodiguezbrito.blogspot.com.es