Federación Macaronésica

 

Francisco García-Talavera Casañas

La Federación Macaronésica quedaría así asociada a Europa con status especial, pues es evidente que, por factores de lejanía y contextualización, no debería recibir el mismo tratamiento que Guadalupe y Martinica (Caribe) o Reunión (Índico).

 

En estos momentos -cuando se nos presenta una nueva consulta popular en la que se va a refrendar el Tratado sobre la Constitución Europea y cuando en España se están reformando los estatutos de autonomía, iniciándose un proceso soberanista que parece imparable e irreversible-, es hora de que se ponga sobre la mesa la realidad canaria. La cruda realidad de un país a la deriva, desubicado, con un pueblo desorientado y conformista, que piensa que está viviendo en Europa pero cuyos ciudadanos, por poner un ejemplo, no pueden coger su coche en un fin de semana cualquiera y plantarse en Francia o Italia, hacer turismo, o lo que les plazca, y estar el lunes de nuevo en su trabajo.

La cruda realidad viene marcada por la geografía, por mucho que se intente disfrazar. Este pueblo, de una vez por todas, debe darse cuenta de que vive en un archipiélago afroatlántico, a más de 1.000 Km. del continente europeo, con sus pros y sus contras. Un pueblo mestizo de raíces africanas, vinculado a Europa, que se ha proyectado a América, que es portador de una peculiar cultura, producto de su evolución histórica centenaria y que no está solo en esta región oceánica.

Pues bien, es esa realidad geopolítica y geoestratégica la que debemos poner en valor los canarios y explotarla como principal recurso a la hora de negociar nuestra futura relación con España y Europa. En este mundo globalizado y de bloques, aún existen pueblos (Rajoy lo niega) e identidades culturales que reclaman "su lugar bajo el sol", pero donde ellos lo decidan libremente, no donde la arbitraria historia colonial los ha colocado a la fuerza.

El Archipiélago canario, nuestro país, fue considerado desde la Antigüedad como un lugar paradisíaco, mitológico, situado en los confínes del mundo conocido, la ultraperiferia de la época. Pero también existían otros candidatos a ser el "Jardín de las Hespérides" o las "Islas Afortunadas": Azores, Madeira y Cabo Verde. Todos ellos, y una franja continental vecina, constituyen ahora una importante región biogeográfica del Atlántico nororiental que se conoce como Macaronesia (del griego makaron = felicidad, y nesoi = islas).

Con el transcurso del tiempo, los avatares de la Historia han propiciado que las maravillosas islas atlánticas hayan caído bajo el dominio de las dos potencias ibéricas del siglo XV: Portugal y Castilla, con la salvedad de que Canarias era el único archipiélago que estaba habitado y que fue conquistado por la fuerza de las armas, tras una tenaz resistencia que duró casi un siglo. Esto nos da a los canarios un valor añadido en nuestras propuestas reivindicativas.

Es también la Historia la que nos ofrece ahora la oportunidad de corregir nuestro errático rumbo político, económico, social y cultural para encarar el futuro con dignidad y sabiduría.

Ahora que desde Europa se está fomentando el status de "gran vecindad" -y sin olvidarnos de los países africanos más próximos, especialmente Marruecos, Sahara y Mauritania, con los que nos unen vínculos históricos- tenemos que hacer un frente común y estrechar al máximo las relaciones de todo tipo con los archipiélagos hermanos, basadas en una historia compartida, en una cultura y lengua muy afínes, en una manera de ser "isleña", en una geografía y naturaleza similares, y hasta en una buena parte de herencia genética común.

A pesar de ello, e incomprensiblemente, hasta hace pocos años las relaciones con Madeira y Azores eran escasísimas y no digamos con Cabo Verde. Parece como si desde las propias administraciones centrales se deseara mantener así las cosas, a lo que también se añadía el secular desencuentro de amor-odio entre España y Portugal. Viajar entre la Macaronesia era todo un calvario. No existían líneas directas aéreas y marítimas y, así las cosas, inexorablemente había que pasar primero por la "metrópolis" ibérica. Esto lo hemos sufrido los que llevamos décadas "haciendo Macaronesia".

Por eso, ha llegado el momento en que nuestros archipiélagos aprovechen el valor geoestratégico a que antes aludía, ejerciendo su papel de efectivos enclaves oceánicos de comunicación, transbordo y abastecimiento en las importantes rutas marítimas y aéreas de esta parte del Atlántico, con los cánones y beneficios que ello reporta.

Los gobiernos y parlamentos macaronésicos deben fomentar y ampliar los acuerdos ya establecidos y amparados por Europa, merced a los programas Interreg III. La buena disposición de Bruselas a reforzar la cohesión social y económica entre Canarias, Madeira y Azores a través de estos programas transnacionales debe ser aprovechada y así beneficiarnos de los cuantiosos fondos Feder que serán destinados a este objetivo hasta el 2013. Pero no todo debe quedar en los proyectos comunes que se han venido desarrollando aceptablemente desde el inicio, en el 2000, del programa Interreg III-B, y que están basados fundamentalmente en la ordenación territorial, la mejora de los transportes y comunicaciones, el desarrollo de nuevas tecnologías e investigación y la gestión sostenible de los recursos naturales y del patrimonio cultural. Ante esta nueva oportunidad que nos ofrece Europa, y aprovechando su reconocimiento expreso como regiones diferenciadas, un verdadero gobierno nacionalista debería tener suficiente bagaje ideológico y reflejos de política de Estado para dar un paso más y plantearse el reto de liderar un proceso federalista en el que se proponga -tras llegar a un consenso con los distintos gobiernos archipielágicos- a los Estados español y portugués y a la Unión Europea la creación de la Federación de Archipiélagos Macaronésicos (FAM) a los más altos niveles institucionales posibles, pero que a la vez pueda encajar en sus respectivas Constituciones y en el Derecho Internacional.

La Federación Macaronésica quedaría así asociada a Europa con status especial, pues es evidente que, por factores de lejanía y contextualización, no debería recibir el mismo tratamiento que Guadalupe y Martinica (Caribe) o Reunión (Índico). Esto, que a primera vista puede parecer descabellado, no lo es tanto si observamos los derroteros por los que se encamina la geopolítica mundial.

De esta manera, los archipiélagos macaronésicos, entre los que deberá estar incluido Cabo Verde, tendríamos soberanía compartida en esta amplia área geoestratégica de primer orden mundial, formando un triángulo o avanzadilla en el Atlántico cuyo vértice principal, conformado por Canarias y Madeira, apunta hacia África y Europa. Otro vértice (Azores) se proyecta a Norteamérica y el tercero (Cabo Verde) hacia América del Sur. También tendríamos nuestra Zona Económica Exclusiva (200 millas) reconocida (Azores y Madeira ya la tienen) y la mediana delimitada con los países vecinos. Nuestro territorio se vería sensiblemente incrementado al incluirse las aguas archipielágicas, que serían de nuestra soberanía, así como de los recursos (pesca, hidrocarburos, nódulos minerales) de todas esas aguas y lecho marino. Tendríamos competencias en fronteras, para así poder controlar la constante inmigración legal e ilegal que nos invade. Nos complementaríamos y tendríamos políticas comunes o coordinadas en turismo, transportes y comunicaciones, energías renovables, pesca, agricultura, ordenación territorial y medio ambiente, gestión del patrimonio natural y cultural, deportes, etc. En fin, un escenario perfectamente posible en un momento muy propicio. Sólo hace falta voluntad, visión de futuro y sabiduría política.

 

* Francisco García-Talavera Casañas, geólogo y paleontólogo, exdirector del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife, expresidente de Museos de Tenerife y actual asesor emérito de la citada institución.

 

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