Eurodiputados caraduras

 

José Antonio Infante *

«La polémica surge, además, cuando el Parlamento se ve envuelto en diversos escándalos por presuntos pagos de grupos de presión a eurodiputados»

Como todas estas cosas, más que el hecho en sí mismo -que también- el escándalo se produce cuando las posiciones que sobre él se dan rayan la incongruencia porque se les ve claramente el plumero. Por ejemplo, ahora muchos dicen que votaron por error; "me equivoqué, me equivoqué, eran defectos de forma". Lo que llamamos redes sociales y sobre todo Twitter, que se ha convertido en un mecanismo directo de la sociedad civil planetaria, echaban humo en la valoración del resultado de la votación en el Parlamento Europeo contra una propuesta de medidas tendentes a reducir los gastos de la Cámara.

En la enmienda rechazada se planteaba modificar las normas sobre gastos de viaje "con el fin de establecer como regla general la compra de billetes de avión en clase económica", así como propuestas para contener o reducir los salarios de sus señorías y los del personal que los asiste.

Con honrosas excepciones en el caso de los representantes del Estado español, curiosamente todas catalanas y ninguna canaria, "de eso nada monada" dijeron, los representantes del viejo continente. La polémica surge, además, cuando el Parlamento se ve envuelto en diversos escándalos por presuntos pagos de grupos de presión a eurodiputados. Tres euroseñorías fueron pilladas in fraganti mientras apalabraban favores con asesores de empresas deseosas de influir en leyes que afectan a 500 millones de ciudadanos. Varias comidas o cenas en restaurantes caros, la defensa de intereses empresariales legítimos y un generoso cheque bastaron para convencerlos. En realidad, estaban siendo grabados y engañados por reporteros de The Sunday Times, que llegaron a ofrecer 100.000 euros al año a cambio de la introducción de enmiendas a los informes legislativos en los que la Eurocámara tiene la última palabra, en pie de igualdad con los 27 Gobiernos de la Unión Europea. También con informaciones que revelan cómo algunos parlamentarios aprovechan la 'indulgencia' de la Eurocámara para cobrar dietas por plenos en los que casi no asisten y con fraudes como los que ha demostrado una honesta eurodiputada británica que grabó al menos a tres docenas de ellos haciendo maniobras para cobrar las dietas fin de semana fichando con las maletas para acto seguido irse al aeropuerto.

A mí no me gusta demasiado hablar de los sueldos de los demás porque hay veces que alguien que percibe 100.000 euros -por decir algo- gana o hace ganar con su sapiencia, formación, experiencia, trabajo, entendimiento, fuerza, capacidad, imaginación, entrega? muchísimo más al negocio, actividad o a quien le paga. Lo que también es cierto es que en la administración pública se ha aplicado un contundente recorte en la mayoría de los países europeos y del que no pueden estar inmunizados los que se dan cita en Bruselas ¿Por qué?

Ninguno. Un diputado de las Islas decía en relación esa misma polémica más localista que si se recortaba demasiado los sueldos de los políticos bajaría la calidad de estos, cuando puede que en algunos casos suceda justo al revés, la cara dura es lo que estoy convencido que se reduciría kilométricamente.

¿Cómo han podido votar en contra? El Estatuto del Eurodiputado fija hoy en día un sueldo, sea del país que sea el parlamentario, de 7.956,87 euros antes de impuestos, que pueden quedar en unos 6.200 netos; y 304 euros diarios en dietas por cada día de sesión. Esta última cantidad se ve penalizada en caso de ausencia a la hora de la votación. Además tienen derecho al pleno reembolso del billete del avión (o del tren o kilometraje) que realmente hayan utilizado, lo que deben acreditar. Disponen también de 4.299 euros mensuales para gastos corrientes de oficina (alquiler del local, teléfonos, informática, relaciones públicas...) más 19.709 euros para gastos de personal libremente contratado por ellos para su oficina -antiguamente se demostraron casos de cónyuges, familiares y hasta amantes, por lo que actualmente se contratan en función de una capacidad y un currículo que automáticamente les atribuye una categoría salarial. El privilegio del eurodiputado queda reducido a señalar y contratar tantos colaboradores como desee hasta alcanzar el límite asignado.

Bastantes cobran después por otros menesteres como cargos en sus respectivos partidos, con lo que en un exceso delirante me atribuyo la voz de todos los demás, los que no somos eurodiputados ni empleados del Europarlamento, y los invito a que, más allá de la propuesta presentada, recorten sus emolumentos ahora el doble de lo que habían planteado.

Infburg@yahoo.es

* Publicado en el periódico El Día, 10-04-2011