España nos hunde
Francisco
García-Talavera Casañas *
Desde el primer momento, Castilla contempló a Canarias
como un territorio exótico -islas atlánticas lejanas, con una situación
geoestratégica importante y un clima envidiable- del que podía beneficiarse,
tanto de sus recursos geográficos como de los humanos y naturales. En
definitiva, una espléndida colonia que a comienzos del siglo XV se le puso a
tiro (fue la primera de toda la expansión imperialista europea) y que le sirvió
de catapulta y experimento para sus conquistas americanas.
Como todos sabemos,
sus habitantes (los guanches) fueron cruelmente masacrados en una lucha
desigual, para luego ser esclavizados, vendidos como animales y reprimidos de
manera despiadada, acudiendo a todas las artimañas al uso para destruirlos y
borrarlos del mapa, al menos culturalmente, bajo la cruz y la espada. Lo
consiguieron, pero solo parcialmente. La cultura guanche, como tal, en gran
parte desapareció y fue sustituida por la castellana y portuguesa, pero quedó
en las Islas suficiente contingente humano como para que la genética guanche se
impusiera a la europea, como lo están demostrando estudios recientes. En
resumen, que después de la conquista quedaron en las Islas más guanches que
colonos y conquistadores[1].
Es este un hecho
importante que debe conocer y asumir el pueblo canario, ya que su naturaleza
mestiza le confiere contundentes argumentos para forjar su identidad y
conciencia nacional, de cara a sus justas reivindicaciones soberanistas.
Han transcurrido 610
años desde que comenzara la conquista de nuestro africano archipiélago, y el
estatus y tratamiento a Canarias sigue igual. Fue a partir de 1812 -lo que era
una clarísima colonia en la que aún había islas como Lanzarote, Fuerteventura,
La Gomera y El Hierro, bajo régimen feudal (parece increíble)- cuando
intentaron disfrazar a Canarias de provincia de ultramar, pues comenzaban a
llegar los vientos de la emancipación americana. Se trataba de retener por
todos los medios tan preciado territorio colonial. Y en ese momento lo
consiguieron, a pesar de la Junta Suprema. Casi un siglo más tarde -con la
llegada desde América de nuevos aires independentistas, representados en la
figura de Secundino Delgado, al que, como a tantos otros miles de canarios, no
le quedó más remedio que ir a buscarse la vida en el Nuevo Continente-, España
volvió a movilizarse para evitar la independencia de lo que quedaba de su
imperio colonial: Canarias, Cuba, Puerto Rico, las islas Vírgenes, Filipinas y
otras islas del Pacífico. Como resultado de su secular nefasta política
exterior, a finales del siglo XIX a España ya solo le quedaban Canarias y
algunas otras posesiones africanas de aquel inmenso imperio "donde nunca
se ponía el sol".
Y así, España continuó
explotando su colonia canaria, hasta que, en 1927, y amparándose en el pleito
insular, la dividió en dos provincias, restándole de esta manera fuerza ante
posibles reivindicaciones. "Divide y vencerás".
Y llegan los años 70
con una renovada ofensiva nacionalista canaria que puso muy nerviosa a España,
hasta tal punto que fue capaz de emponzoñarse al ordenar asesinar a Antonio
Cubillo cuando estaba en vísperas de presentar ante el Comité de
Descolonización de la ONU la cuestión canaria. Afortunadamente, Cubillo
sobrevivió al horrendo atentado de Estado y abrió el camino al independentismo
moderno.
En las últimas décadas
del pasado siglo y en lo que va del presente, los sucesivos gobiernos españoles
de la Transición, posfranquismo y democracia, en su
secular incomprensión y desconocimiento de nuestras especificidades archipielágicas, han continuado con el saqueo de nuestros
recursos, sin reconocer -lo que sí hace la Unión Europea- la condición de
territorio de ultramar (RUP), en las mismas condiciones que Azores, Madeira,
Guadalupe, Martinica, Guayana francesa, Surinam y Reunión. En realidad, lo que
han hecho es ir desmantelando o presionando a nuestros sectores productivos
primarios e industriales, favoreciendo a países terceros (Marruecos, entre
otros): pesca, industrias conserveras, agricultura, tabaco, etc., para que cada
vez seamos más dependientes del exterior y así quedarnos únicamente a expensas
de un sector tan variable y frágil como es el turismo. Y en este sentido
conviene decir que en los últimos años casi un tercio de los miles de millones
que ingresan las arcas del Estado por turismo internacional lo hacen por
Canarias. Desde hace muchos años aportamos bastante más de lo que España
revierte aquí. Tampoco nos permiten explotar nuestros recursos marinos, pues no
han desarrollado la ley de aguas territoriales (el tema de Marruecos, de
nuevo), como sí lo hizo Portugal con Azores y Madeira en su momento. Además,
han bloqueado sistemáticamente el desarrollo de las energías limpias
renovables, en las que fuimos pioneros y podríamos ser un referente en
autosuficiencia (ver El Hierro). No nos ceden las competencias de nuestros
puertos y aeropuertos, los más rentables del Estado, y encima suprimen la
bonificación a las tasas, porque en realidad nos ven como un país competidor y
no soportan que seamos uno de los principales destinos turísticos mundiales.
Ponen todo tipo de trabas al desarrollo de las políticas de gran vecindad con
los países de nuestro entorno africano. Han paralizado los proyectos
ferroviarios comprometidos para Tenerife y Gran Canaria, mientras que la ministra
de Fomento sí compromete 1.700 millones de euros para el AVE de Galicia..., y
qué decir de nuestro "flamante" ministro de Industria, Energía y
Turismo, que piensa más en los intereses españoles que en los de esta tierra que
lo vio nacer, aunque siempre que puede enseña su patita goda y canariona.
Ante tan crudo
panorama, lo cierto es que, ahora mismo, y en medio de esta fuerte crisis
económica, podríamos llegar a la conclusión de que Canarias está
siendo, en parte, salvavidas de España, en lugar de un lastre, como quieren
hacernos ver, pues desde hace muchos años aportamos bastante más dinero de lo
que luego se revierte aquí. En realidad, con Madrid aferrado a nosotros, nos
estamos hundiendo... ¿Soltamos el cabo?
[1]
Relaciones genéticas entre las poblaciones Canaria y Norteafricanas
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