Canarias, escuela, campo y trabajo (I)

 

«» Wladimiro Rodríguez Brito *

[... Los campesinos canarios, con su limitado conocimiento, fueron capaces en los últimos siglos de adaptar cultivos a los vientos y a la aridez tales como los boniatos y el maíz en Lanzarote o los cultivos sobre Jable desde Famara a Playa Honda, pasando por las gavias y nateros en Fuerteventura y el sur de Tenerife, las papas de color en las medianías del alisio, los tagasaste en La Palma o los castaños adaptados a zonas áridas del Sotavento de Tenerife, etcétera... Nuestros sistemas educativo, científico y académico tienen que hacer un esfuerzo para incorporar la cultura agraria canaria a nuestra sociedad, a través de la ciencia, su divulgación y aplicación moderna... La producción de alimentos, la generación de puestos de trabajo y la revalorización del paisaje rural nos pueden ayudar también a reducir nuestra dependencia del exterior y hacer más sostenible nuestro sistema económico...]

En los últimos años se han producido los cambios culturales y económicos más bruscos en los 500 años de la historia de Canarias. Nuestro territorio había sido gestionado hasta ahora con una cultura dominada por la agricultura y la ganadería: la organización económica y administrativa, la alimentación, la Iglesia y los núcleos de población estaban vinculados al suelo labrado, a los recursos hídricos. La escuela estaba integrada en el mundo rural, las élites urbanas rentistas y el limitado aparato administrativo se encontraba en los pueblos: en Vegueta, La Orotava, La Oliva o Argual... La sociedad canaria estaba totalmente condicionada por los cultivos de abastecimiento y de exportación, buscando siempre optimizar unos recursos muy limitados.

En el último éxodo del campo, la emigración a Venezuela en la década 50 y 60 del pasado siglo, emigraron básicamente campesinos. De igual manera, en la anterior emigración a Cuba, en las primeras décadas del siglo XX, ante los problemas con los criollos y los intentos de blanquear el Caribe, Fyffes priorizaba llevar canarios del "interior", es decir, no quería urbanitas de Las Palmas y Santa Cruz. Canarias estaba especializada en producir campesinos, gran parte de las vegas de tabaco en siglos anteriores habían sido obra de canarios.

Hemos pasado en unos años de una sociedad eminentemente rural a lo que ahora llamamos sociedad de servicios. Antes, la cultura, el trabajo y la familia, los oficios y la alimentación estaban centrados en los núcleos rurales. Ahora, sin embargo, miramos sin ver a nuestro alrededor, ordeñamos el WhatsApp y ni conocemos las fuentes de las que bebemos agua, de dónde sale la harina de nuestro pan o de qué vacas sale la leche.

Hablamos, eso sí, de la huella de carbono y de cambio climático por el calentamiento global. La escuela y la universidad marcan las pautas, las modas y los modos. El trabajo manual se ha devaluado, junto con el conocimiento empírico el conocimiento. Sólo asociamos el progreso a la tecnología y la automatización, y olvidamos deliberadamente unos conocimientos valiosos que han incorporado nuestros campesinos a lo largo de la historia a través del proceso de acierto y error.

Los campesinos canarios, con su limitado conocimiento, fueron capaces en los últimos siglos de adaptar cultivos a los vientos y a la aridez tales como los boniatos y el maíz en Lanzarote o los cultivos sobre Jable desde Famara a Playa Honda, pasando por las gavias y nateros en Fuerteventura y el sur de Tenerife, las papas de color en las medianías del alisio, los tagasaste en La Palma o los castaños adaptados a zonas áridas del Sotavento de Tenerife, etcétera.

Hoy la escuela y la formación profesional no recogen apenas parte de dicho conocimiento, donde la gestión de la naturaleza se basaba en la relación directa de nuestra gente con su medio, con conocimientos empíricos transmitidos en el entorno familiar y con oficios heredados en muchos casos. El entorno académico tenía una limitada influencia sobre la gestión del día a día; ahora la "titulitis" ha marginado o ignorado las fuentes básicas de la experiencia en nuestra sociedad.

Nuestra sociedad no puede permitirse ignorar la llamada "Universidad de la vida", que nos permitió sacar productividad de campos de aulaga en Zonzamas con cultivos de batatas que en América demandaban 8 o 10 veces la pluviometría de Lanzarote. Nuestros sistemas educativo, científico y académico tienen que hacer un esfuerzo para incorporar la cultura agraria canaria a nuestra sociedad, a través de la ciencia, su divulgación y aplicación moderna.

Sufrimos una cultura globalizada que ignora el papel de los padres y la familia en una sociedad rural, que es además extremadamente agresiva hacia lo pequeño y lo local, hacia el medio rural en general. La producción de alimentos, la generación de puestos de trabajo y la revalorización del paisaje rural nos pueden ayudar también a reducir nuestra dependencia del exterior y hacer más sostenible nuestro sistema económico. Superemos nuestros prejuicios y nuestro desprecio e ignorancia deliberada sobre una cultura que nos resulta imprescindible en estos momentos. El campo canario merece la pena.

* DOCTOR EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA

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