[… ¿Cómo se puede entender que
estemos importando papas, que haya papas de Ucrania en Canarias? Hay que poner
aranceles a una serie de cosas que están viniendo de fuera y defender la
producción local. Hay que producir para el autoconsumo. Podemos producir casi
todo, excepto cereales. En una gran parte de productos podemos aspirar a ser
autosuficientes. La cabaña ganadera nuestra ha desaparecido, y ahí está la
enorme labor de Pedro Molina. Los pueblos se han quedado sin vacas que den
leche. Con la Ley de Protección Animal te amargan la vida si quieres tener un
gallinero o una simple cabra; casi están exigiendo un jacuzzi para tener una
granja de cochinos…]
En el paisaje político
canario sobresale la figura de Wladimiro Rodríguez Brito,
acaso el arquetipo de superación en una sociedad desigual. Cuando era un
campesino batía récords en su isla, La Palma, como el mayor productor de
tabaco y más tarde, en el Cabildo de Tenerife, siendo responsable de Medio
Ambiente, plantó 10 millones de árboles, una acción que lo compara a la bióloga
keniana Wangari Maathai, premio Nobel de la Paz tras reforestar varios países
de África con 30 millones de especies a través de su movimiento Cinturón
Verde.
Con
73 años, este doctor en Geografía jubilado, hijo adoptivo de Tenerife y autor
de una bibliografía imprescindible sobre agricultura y agua, no desiste de su
empeño: hacer recapacitar al canario para que regrese al campo. En esas raíces
sigue estando, a su juicio, la fuente santa en la que necesita beber Coalición
Canaria (CC), el partido en el que milita desde que abandonó el PCE por “una
agarrada con Anguita” y gracias a que Adán Martín le dio la oportunidad de
trabajar en lo que más le gusta: la naturaleza y el mundo agrario.
Hace
ahora 30 años sufrió un paraguazo durante el debate en el Parlamento de la polémica
ley de Aguas, uno de los dos conflictos -junto al universitario- más tensos de
la historia de la autonomía. Pero en esta entrevista comienza relatando otras
dos situaciones límite: el interrogatorio al que lo sometió en el
tardofranquismo el siniestro comisario Matute, días después de asesinar a
Antonio González Ramos, y el secuestro que sufrió a manos de centenares de
vecinos que resolvió con una salida airosa.
-¿Cómo
vivió el trance con Matute?
“Cuando Matute mató a Antonio González Ramos, me detuvieron en el Colegio
García Escámez de La Cuesta, donde estaba de maestro interino. Llegó la
Brigada Político Social con sus peugeots famosos y pretendía que echara a la
calle a 36 niños que tenía en clase para llevarme, y les dije que no podía
hacer eso. Pero fueron tajantes, ‘¡pa la calle!’. Uno de los niños sufrió
un atropello porque las criaturas se vieron indefensas en la calle, y me
llevaron detenido a las mazmorras del Gobierno Civil. Salvo un par de maestras
de la Cruz Santa, los compañeros me dieron la espalda. Encerrado a oscuras, me
interrogó el comisario Matute bajo un potente foco, con un policía que hacía
de bueno y otro de malo, y él amenazándome físicamente. Fue la peor
experiencia que he vivido en mi vida. Sucedió seis días después de la muerte
de Antonio González. Me tenían fichado como militante del Partido Comunista.
Sabían que había participado en una panfletada. Cuando he entrado después al
Gobierno Civil, no puedo dejar de mirar para aquellas escaleras por las que me
llevaron al cuarto tenebroso del que pensé que no saldría vivo”.
-¿Después
lo dejaron en paz?
“Me seguían a todas partes. Yo buscaba calles con tráfico en contra para que
no me siguieran en coche. En la Laguna, tenía un policía en la puerta de mi
casa, que se metía conmigo hasta en el ascensor. Ana Polo, la abogada de USO,
consiguió que por lo menos dejara de verlos. Jugaban al miedo. Fue poco antes
de morir Franco”.
-¿Con
la democracia todo cambió?
“Me pasó otro incidente desagradable. A mí me secuestraron en 2002 los
vecinos de Vilaflor en el campamento Madre del Agua. Me vi cercado por unos 300
vecinos que vociferaban ‘¡Wladimiro, traidor!’, a los que el alcalde, José
Luis Fumero, convenció de que yo era cómplice de poner allí las torres de
Unelco. Habían sido movilizados para secuestrarme y encerrarme. Yo estaba con
unos técnicos de Medio Ambiente y no quería ser rescatado por la Guardia
Civil. Entonces, pasó algo curioso, tuve un debate con los vecinos. La
dirigente de ellos, una maestra, me dijo: ‘¡Aquí matamos al marqués y ándese
con ojo que usted puede correr la misma suerte!’. Y tuve una reacción de
lucidez, le dije: ‘Sí, al marqués lo mataron aquí en Vilaflor, pero con las
tierras se quedaron los de abajo, los de San Miguel’.Y eso a los de Vilaflor
les hiere, porque fue verdad. El marqués era un déspota y lo mató un
medianero. Le dije que yo no tenía nada que ver con las torres ni negocios turísticos
en el Sur, y que algunas personas que les apoyaban sí, y terminé diciéndole:
‘Así que esto lleva el mismo camino que cuando sacrificaron al marqués’.
Entonces, aquella mujer me dijo, ‘pues yo creo que usted tiene razón’. Y
nos fuimos juntos a tomar café a Vilaflor”.
-Una
última pregunta y dejamos la crónica de sucesos. ¿Por qué le dieron el
paraguazo?
“El paraguazo que me llevé en la cabeza en el 85 fue porque no supimos
explicar la Ley de Aguas y se vendió la idea de que, con mentalidad soviética,
queríamos quitársela a los agricultores que habían hecho las galerías,
cuando lo que pretendíamos era frenar la sobreexplotación y que las
urbanizaciones turísticas desalaran agua de mar. Ahí nació Leopoldo Cólogan
como dirigente agrario. En el llamado Pacto de Progreso de Saavedra no estuvimos
afortunados en la comunicación y perdimos una oportunidad histórica. La campaña
contra los llamados aguamangantes de la plaza Weyler fue injusta; habría algún
pícaro y vividor, pero no se merecían aquel trato. La situación en Gran
Canaria, con un serio deterioro de los acuíferos, era diferente a la de
Tenerife y La Palma, donde no había mermas en los caudales y estaba en manos de
pequeños agricultores. El PSOE se arrugó y no dio la cara, temeroso de perder
votos. El día del debate en el Parlamento había mucha agresividad. Yo era una
especie de cabuquero de la defensa de la Ley de Aguas, junto al director
general, Manuel Caballero. Ya había recibido amenazas y ahí me pegaron. A mis
padres en La Palma les decían, ‘están ustedes pagando acciones para unas
galerías secas y su hijo va por ahí quitándole el agua a los que han
invertido sus ahorros’. Ellos la habían pasado canutas, había épocas que se
pagaba el recibo de la galería y no había conduto en casa para comer las
papas. Mi padre era una persona consciente, pero a mi madre aquello le dolía”.
-¿Consigue
captar algún fan para el campo?
“No he logrado sacar dos campesinos de mis propios hijos. Y estoy obligado a
entenderlo. Pero no cejo en el intento. Eugenio Burriel escribió en 1981 que en
tiempos de crisis se produce un retorno a la agricultura; pues aquí, en casi 10
años de crisis, no se ha cumplido la profecía del exprofesor de la Universidad
de La Laguna en su libro Canarias: población y agricultura en una sociedad
dependiente. Con el paro que tenemos, las 40.000 hectáreas cultivadas no
aumentan, a pesar de que hay tierras, incluso en Lanzarote, donde el hombre
cultivaba hortalizas en el jable que dejaba la marea en la Playa de Famara y que
el alisio iba extendiendo por la isla. Pues eso está cubierto ahora de aulagas.
Desgraciadamente, las vinagreras, las zarzas, los helechos, los hinojos y hasta
el rabo de gato tienen la mayor expansión en mucho tiempo; posiblemente, las
tabaibas ocupen la mayor superficie desde hace 500 años. Si no hay
agricultores, esa vegetación prolifera con riesgo de incendios”.
-¿Por
qué fracasa su proselitismo ruralista?
“Se ha creado un modelo social de aspirantes a funcionarios. Esta es una
sociedad que está ordeñando el wasap todo el día. No es fácil hablar de
agricultura a los jóvenes. La cultura del sacho es mirar a la tierra con cariño.
Si un holandés está unido a sus tulipanes, cochinos y vacas, con orgullo, cómo
entender nuestro desaire al campo. En mitad de la globalización, mundos pequeños
como el nuestro viven acomplejados de lo local. Di una charla en la Escuela de
Magisterio, con 90 alumnos, y cuando les dije que si encontraban un sacho en la
calle del Castillo qué harían, una joven me dijo que explicara que era un
sacho. Los maestros del siglo XXI”.
“Mi familia pagó recibos de galerías toda la vida. Yo nací en un pueblo de
secano, Barlovento, que se quedó sin agua en el 48 y hubo que llevarla de Los
Sauces para beber y lavar. Hoy es el pueblo de Canarias que tiene más agua por
habitante (1.500 pipas/hora, una fortuna). Y eso se debe a quienes hicieron las
galerías, como mis padres. Yo ahora participo en una, que es la más profunda
de Canarias, la de los Tocaderos, en Barlovento (de 6.600 metros), que tiene más
años que yo; en casa estuvimos pagando los recibos hasta la muerte de mi
padre”.
-¿Por
qué muchas galerías están siendo abandonadas?
“No ayuda nada el caso de Piedra de los Cochinos (Los Silos), donde murieron
en 2007 seis excursionistas, cuya sentencia acabamos de conocer. Porque muchos
directivos han cogido miedo a que un accidente acabe en lo penal y se han retraído.
En Tenerife hay 1.000 galerías, 300 de ellas con agua (la que más da de
Canarias es la de Vergara, que entra en Las Cañadas), pero ha habido derrumbes
y no todas tienen gestión. Muchas veces, los nietos ni saben dónde se las dejó
el abuelo. Las galerías requieren mantenimiento y están en sitios alejados,
pero en La Corona Forestal de Tenerife, el mayor espacio protegido de Canarias
con 400 kilómetros cuadrados, se ha prohibido que se hagan pistas de acceso,
que eran básicas para acercar un compresor o lo que fuera en un todoterreno. En
La Palma, sin embargo, no tendría que haber crisis económica, pues tiene más
agua por habitante que ninguna otra isla, tierras y buenas comunicaciones. Lo
que falla es el factor humano. Madeira, con menos recursos, lo tiene cultivado
todo y viven 300.000 personas; La Palma, con 70.000 habitantes, sigue perdiendo
población. En Tenerife es lamentable que tengamos canales de hace 70 años
transportando agua para beber y algunos a cielo abierto”.
-¿Hay
riesgo de sequía? ¿Cabe emitir un SOS?
“Riesgo, no, tenemos una sequía de las más duras que se recuerdan. El alisio
no aparece por ninguna parte, ni el mar de nubes, que obligaba a cerrar Los
Rodeos. ¿Un SOS? Claro que sí, estamos ante un serio problema del agua en
galerías y pozos, tanto para el riego como para el abasto de la población. Si
no llueve de aquí a abril, será grave. Hemos tenido un invierno malo que
hipoteca el acuífero más de lo que ya estaba y, aunque desalamos una parte,
dependemos en gran medida de las galerías y los pozos, no lo olvidemos. El agua
es nuestro gran reto, así se veía en la cultura de nuestros queridos magos, en
la que viví yo, en la que se hicieron las galerías”.
-¿Qué
medidas demanda una alerta como esta?
“Tenemos que gestionar con el máximo cariño todas las galerías y los pozos,
intentar aprovechar el agua que corre por los barrancos en invierno y empezar de
nuevo a cerrar el grifo. Tenerife produce 170-180 millones de metros cúbicos de
agua al año (desalamos 40 millones y el resto sigue siendo de galerías y
pozos). Ahora en La Laguna se piensa que todo el mundo va a tener agua barata
porque hay un pozo en Las Mercedes, y no hay que engañar a la gente. Estamos
consumiendo 150 litros de agua por habitante y día de media, tenemos un
problema y no podemos seguir cantando bajo la ducha. Hay que depurar aguas
negras. Es un bien muy escaso, como se ha dicho en París. La cultura del agua y
la tierra es una cultura de supervivencia”.
-¿Por
qué usted habla así de claro y el discurso político no baja a ras de suelo?
“Es lamentable que ningún partido le diga a los cuarenta y pico millones de
españoles y a los dos millones de canarios de qué recursos disponemos y qué
hacemos con ellos, algo tan sencillo y básico. Hacer surcos no es cosa de
poetas. Es cultura del esfuerzo”.
-¿Cuántos
árboles plantó?
“Calculo que unos 10 millones. El Cabildo de Tenerife compró más de 30
millones de metros cuadrados de tierra y plantamos pino canario y monte verde en
las zonas de alisio. Buenavista y Fasnia tienen monte público gracias a ello.
Hoy uno mira desde la autopista del Sur y puede ver espacios verdes que no existían.
Son esas cosas positivas que da la vida y que uno ha tenido oportunidad de haber
participado en ellas. Y con ellas trato de convencer a mis hijos y a los jóvenes
de que el campo es futuro, no sinónimo de atraso, y hay posibilidades de ese
futuro en Canarias”.
-¿Dar
la espalda al campo es un pecado nuestro o la tónica general?
“Ahora estoy leyendo mucho sobre el mundo saudí y los emiratos árabes, y
llama la atención que están comprando tierras en California, además de África,
para cultivar. Granjeros norteamericanos se quejan porque exportar alfalfa desde
la cuenca del Colorado para los árabes es exportar también agua. Los árabes
mantienen sus vacas en el desierto con alfalfa de California. Y aquí somos más
listos y abandonamos las tierras en aras de una dependencia del exterior casi
absoluta. Está bien que hablemos del cierre del anillo insular, pero también
de esto y de depurar las aguas negras. ¿Cómo se puede entender que estemos
importando papas, que haya papas de Ucrania en Canarias? Hay que poner aranceles
a una serie de cosas que están viniendo de fuera y defender la producción
local. Hay que producir para el autoconsumo. Podemos producir casi todo, excepto
cereales. En una gran parte de productos podemos aspirar a ser autosuficientes.
La cabaña ganadera nuestra ha desaparecido, y ahí está la enorme labor de
Pedro Molina. Los pueblos se han quedado sin vacas que den leche. Con la Ley de
Protección Animal te amargan la vida si quieres tener un gallinero o una simple
cabra; casi están exigiendo un jacuzzi para tener una granja de cochinos. Eso
indica la ñoñería que hay en esta tierra. Con las leyes en la mano, lo que
hice en las cumbres, plantar pinos con una retroaraña, ya no se podría
hacer”.
-Electoralmente,
usted era el romántico perdedor.
“Seguramente soy el candidato que a más elecciones se ha presentado en
Canarias y que, en efecto, más ha perdido: a las alcaldías de Santa Cruz y La
Laguna, al Senado por La Palma y al Congreso. Hasta que en el 91 logré entrar
en el Cabildo por ICU con Melchor Núñez”.
-Cuando
su casa era el Partido Comunista.
“Me afilié estando en el colegio San Fernando de La Laguna, que dirigí después
de Saavedra. Cuando lo planteó Santiago Carrillo, me costó entender el
eurocomunismo. Juan Carlos Alemán era leninista. Yo soy de la generación que
mitificó a la Unión Soviética”.
-¿Por
qué le pusieron Wladimiro?
“Mi padre, que era un rebelde y había conectado con los comunistas en Cuba
(el partido que fundara el palmero José Miguel Pérez), tuvo el coraje, después
de pasar por la cárcel, de llamar a su primer hijo Wladimiro en honor a
Vladimir Ilich Lenin, nada menos. Como no era un nombre de santo, me puso
delante José. Yo era un admirador de las revoluciones que se estaban haciendo
en el mundo, de Amílcar Cabral, Lumumba, Fidel Castro… Lo del Stalin represor
me costó digerirlo. Habíamos mitificado su victoria sobre Hitler. Después
vimos lo de Ceaucescu y en el 83 Cuba me descorazonó”.
-¿Qué
le llevó a dejar el partido?
“El sectarismo de gente que se llamaba de izquierdas, pero vivían como si
fueran de derechas, alérgicos al esfuerzo. Y también me di cuenta de gente de
derechas que era solidaria. Los del partido eran teóricos, que en las
elecciones enramaban los coches con hoces y martillos, pero no bajaban al surco.
Había mucho niño de papá. El 23F me fueron a buscar para escondernos en una
cueva de Arico. Yo tenía una niña recién nacida y vi a una madre llorando y
me quedé. Aquella noche, compañeros del partido a los que llamamos se
esfumaron. Los que estuvimos en la sede, en la Rambla de Pulido quemando papeles
y montando guardia frente a Capitanía, éramos muy pocos. Ahí me di cuenta de
que había mucha palabrería. Milité hasta la etapa de Julio Anguita. Mi
agarrada con Anguita fue porque me decía que los problemas de Canarias eran los
mismos que los de Andalucía. Por ahí no pasé y me hice nacionalista”.
-¿Cómo
fue ese viaje?
“Teníamos discrepancias con el sector de Pepe Mendoza en Las Palmas, y en
esas, un buen día Adán Martín me preguntó si iba a votar los presupuestos
con ellos. Le dije que dependía de si aceptaba algunas de nuestras propuestas,
y le planteé una desaladora para las aguas negras de Santa Cruz en Las
Galletas, un par de obras más y, sobre todo, la balsa de Trevejo, en Vilaflor,
una obra preciosa que no se ha inaugurado por culpa del Ayuntamiento. Adán me
sorprendió con un sí y me ganó. Él era una persona muy práctica. Yo para
entonces me había convencido de que no se podía seguir teorizando en la
izquierda y perdiendo el tiempo”.
-¿Entrar
en CC fue cambiar de bando?
“Entré porque la realidad desmontó mis prejuicios. Vi que eran gente que
resolvía los problemas. Carlos Marx, cuando habla de la distribución de la
riqueza, hay que pensar en qué sociedad estaba. Pero para distribuir riqueza
hay que crear riqueza. Adán aceptó las condiciones que le puse. Ya para
entonces José Carlos Mauricio, el timonel, en el lenguaje de Mao, vio que en
las Islas un planteamiento cerrado de izquierdas no iba a ninguna parte, sin la
clase media. Otra cosa es que eso no lo hemos homogeneizado. Confieso que cuando
llegué al Cabildo, pensaba que los de ATI eran unos señoritos y que estaban
para defender sus intereses, y vi que no, que tenían un compromiso y ganas de
trabajar en cosas que me preocupaban: las balsas, el problema del agua. Aquí se
hizo una obra pionera en España, la tubería de fundición de Santa Cruz a Las
Galletas para regar con aguas depuradas. Eran obras que yo admiraba. En el
Cabildo viví la política del trabajo, no de la teoría. Fue una época de
recursos. Adán me entregó un cascarón vacío, Medio Ambiente y Paisaje.
Lorenzo Dorta era el consejero y yo el medianero de Lorenzo. Descubrí que
Miguel Ángel Barbuzano (un personaje muy interesante) había comprado varias
fincas en Arico, que estaban abandonadas, y encontré que tenía dónde trabajar
y era un tema que me gustaba. Adán y Melchior me apoyaron mucho”.
-¿Visto
lo visto, quién gobernará? ¿La izquierda o la derecha?
“Si hay elecciones, habrá un nuevo bipartidismo: PP y Podemos. Si al PSOE tal
cosa le genera nerviosismo, debe esforzarse para que no haya elecciones y
facilitar un pacto. Tanto el de izquierdas como la gran coalición son difíciles.
Un país con el déficit coge dinero prestado, y un país endeudado tiene una
espada de Damocles, que es la prima de riesgo. Si nos ven con tensiones
internas, el que presta a gente que tiene problemas le cobra más caro los
intereses. Nadie está hablando en serio. Tampoco el PP cuando dice que las
cosas van bien económicamente y lo otro es Grecia. Este país se ha desarmado
económicamente. Cataluña habla de tener un cantón y sus empresas se van por
motivos fiscales. Hay que ver el daño que ha hecho la corrupción, pero es un
espejismo pensar que si no hubiera habido corrupción, estaríamos viviendo en
Jauja. Creo que va a haber nuevas elecciones y veo un empobrecimiento galopante
de la vida política”.
-¿Usted,
que pertenece a CC, qué porvenir le augura?
“En estos momentos faltan líderes. Yo creo que Fernando Clavijo es un líder,
pero está muy solo. Ana Oramas ha sufrido la erosión de estar en un sitio
donde no se podía conseguir nada: Madrid. La gente se ha vuelto muy pragmática.
Si no traes nada no te apoyan. No hay una cultura reivindicativa y echo de menos
un debate en la sociedad canaria sobre para qué sirve el nacionalismo. A mi
juicio, tiene que defender las cosas de la tierra, lo pequeño, lo local, lo
nuestro, lo de siempre, con un marco de ideología. Si la gente percibe que no
le resuelves los problemas como partido, te deja de votar. Hemos descuidado a
los jóvenes y las escuelas. Y hemos perdido arraigo. No hay que pretender una
Anaga para pasear, sino donde los campesinos vivan, y si tomamos un vino con
unas papas arrugadas, borrallas o batatas cultivadas allí, ser conscientes de
estar defendiendo una manera de vivir en el territorio. Eso también es
nacionalismo. Y cada vez los turistas buscan más nuestras raíces. En los
mercadillos del agricultor, los que compran son extranjeros. ¿Y quiénes
valoran más las cosas de la tierra? Los de fuera. Pero hemos dejado hasta de
poner música canaria. La música nos dignifica. ¿Qué le pasa a CC? Que se ha
despegado de la tierra y se ha urbanizado. Y si seguimos así, estamos perdidos;
ese no es nuestro camino”.
-¿Cuál
es?
“El nacionalista ha dejado de crear, de producir. Nos hemos quedado en el
cascarón de la canariedad. Estamos sin los pies en la tierra y podemos
quedarnos en tierra de nadie. Cuando vienen los centralistas, incluidos los de
Podemos, con un lenguaje colonial, ¿cómo van a ir con el discurso de Madrid al
campesino conejero que ha sido capaz de hacer de un desierto una isla
desarrollada? Estoy hablando de una crisis de valores. Mi generación ha
deificado la tecnología frente al mundo tradicional. Estoy convencido más que
nunca de que hay que mirar para atrás, fomentar la formación profesional y
abanderar la cultura de la tierra”.
-¿Es
verdad que a sus hijos, de niños, les prohibía beber Coca Cola?
“Sí, yo les decía que no había que consumir Coca Cola y ellos me
respetaban, pero esas cosas no se pueden imponer, porque el marco en el que se
crían es el que es”.
-¿Se
considera ecologista?
“Sí, ser ecologista es intentar mantener la vida en un equilibrio entre la
naturaleza y el hombre, sabiendo que el hombre ha tenido que alterar la
naturaleza para que vivan 7.000 millones de seres en el planeta. Soy sensible a
los hallazgos sanitarios de la OMS sobre la carne y el cáncer, por ejemplo. Yo
soy de los que sulfaté cultivos con Furadán, un veneno peligroso. La
ignorancia es increíble”.
-¿En
qué se equivocó la autonomía?
“Ha creado algunos espejismos. Que la Prestación Canaria de Inserción (PCI)
tenga más presupuesto que la Consejería de Agricultura no me da ninguna
satisfacción. Hay que ayudar a las familias que lo pasan peor. Pero hay
personas apuntadas a lo que yo llamo la sopa boba. Gente con edad y salud para
trabajar. Y a esos no hay que dar ayuda sino trabajo. Igual que hay bancos de
alimentos, hay que crear bancos de guataca o de sacho. Yo propongo que a muchos
parados incluidos en las listas de la PCI se les dé un pedazo de terreno y un
sacho para que lo cultiven. Hay mucha tierra abandonada que limpiar, y espero
que Fernando Clavijo saque adelante una ley del suelo menos burocrática, donde
la Cotmac deje de ser un cónclave de pontífices del territorio”.
LAS
FINCAS DE LA INFANCIA
El año que volvió a ser el mayor productor de tabaco de La Palma cargó un
camión con 80 quintales de 50 kilos. El representante de la empresa Rumbo, con
el que llegó a un acuerdo, le pagó en efectivo y lo invitó a almorzar.
Wladimiro había pasado un año de dedicación intensiva, las 24 horas del día,
en la finca de la Cuesta de Barlovento, junto al Faro de Punta Cumplida, que le
cedió don Crispiniano de Paz, el farmacéutico de Los Sauces, que había sido
compañero de prisión de su padre en Fyffes. “Yo nací con un defecto en el
brazo izquierdo, pero cogía el sacho y el pico con las dos manos. Era mi pasión,
no salía de la finca y mi familia me ayudaba a ratos. Pero ese día conté el
dinero, resté lo que tenía que pagar de guano, y me llevé una gran desilusión”.
No alcanzaba el jornal base diario, que era 36 pesetas, y decidió dedicarse a
otra cosa. Jorge Coder, un profesor que reclutaba por entonces en Santa Cruz de
La Palma alumnos de nocturno, testó al aspirante, y lo animó a matricularse:
“Haz tres años de Bachillerato en uno solo y verás que lo sacas”. Y así
fue, con 22 años se metió a estudiar y en poco tiempo el campesino que había
vivido pegado a la guataca en su Barlovento natal, ordeñando las vacas y cabras
de la familia y cultivando la tierra, cambió de rol. Antes de licenciarse en
Geografía, peregrinó por la escuela agrícola de la Laguna y la de
industriales de Las Palmas, y se desanimó. “Eran escuelas para señoritos”.
Con una beca empezó a estudiar en Madrid perito agrícola; vivió un año en el
mismo piso con Braulio, que opositaba a oficial de prisiones. “Nos entendimos
muy bien, pero éramos dos mundos; él estaba siempre de fiesta tocando con la
guitarra y yo pegado a los libros”. Después, regresó a estudiar Magisterio y
Geografía. Padre de un ingeniero aeronáutico (director del aeropuerto de
Jerez) y de una bióloga, durante cuatro décadas ha sido profesor universitario
en La Laguna, ha escrito ocho libros y departido en múltiples foros -como en
esta entrevista- sobre su quimera favorita: acercar a los jóvenes al campo, ese
viaje de vuelta que él ha hecho tras jubilarse, para sembrar las fincas de la
infancia en La Palma. La travesía personal de Rodríguez Brito, de campesino a
estudiante tardío y profesor universitario, no contradice ese apego a la
tierra, que alimentó con Telesforo Bravo y su maestro, Leoncio Afonso. Este
hijo adoptivo de Tenerife, doctor en Geografía, que fue consejero del Cabildo
tinerfeño durante dos décadas y responsable de Medio Ambiente y Paisaje, es un
claro caso de éxito de la sociedad rural; el mayor de tres hijos de una familia
humilde, fue capaz de cruzar la puerta de la Universidad y abrazar la vida académica,
entre las élites laguneras, sin traicionar sus orígenes de agricultor y el
compromiso político que heredó de un padre represaliado por la dictadura.
“Mi padre fue un emigrante a Cuba, que vino en el 35 a ver a la familia, lo
pilló la guerra y lo encerraron en Fyffes, en Gando y en los barcos flotantes
de Santa Cruz de Tenerife hasta el 41. Nunca quiso contar nada, yo me tuve que
enterar de todo por fuera”. Era hombre de campo. En Cuba, donde se implicó
políticamente, cuidaba ganado cerca de Rancho Boyeros, en La Habana; tenía
inquietudes y le gustaba leer, en Fyffes se unió al grupo de los intelectuales
de izquierdas: Juan Rodríguez Doreste, José Padrón Machín… Y era
anticlerical, por la mala fama de los curas represores de la etapa del general
Dolla, pero respetaba la profesión de fe de misa de su mujer. Cuando las galerías
dieron agua en Barlovento y se anunciaron las ayudas de Franco para las
sorribas, él se negó a recibirlas, y su hijo, Wladimiro, pidió créditos para
trabajar la tierra. Fue un hombre clave en la historia de las galerías de La
Palma. Se llamaba Lucas Rodríguez y vivió 98 años. Mercedes, la esposa, también
fue longeva: murió a los 92. “En el pueblo antes se vivía más. Era cómo se
comía y cómo se trabajaba. En casa nunca tuvimos un mulo, había que cargar al
hombro. Cuando vi a Carolina Bescansa con el bebé en el Congreso, pensé en mi
madre con el ganado, un feje con hierba o leña a la cabeza y el niño en los
brazos”.
Wladimiro Rodríguez Brito El Canario
wladimirorodiguezbrito.blogspot.com.es