Los primeros ensayos de guerra bacteriológica en Tenerife

 

 

F. Pablo De Luca (*)                                               

 

 

 

 

[...A la vista de la documentación histórica que describe la sintomatología y profundizando en los aspectos patólogicos de los cuadros infecciosos, es muy probable que estemos en presencia de una verdadera contaminación consciente o guerra bacteriológica destinada a tratar de eliminar por completo -cosa que no consiguieron- los núcleos rebeldes y la activa resistencia isleña que aún subsistía en la numerosa población insular posterior a la batalla de La Laguna...]

 

Introducción.

 

     Finalizada la conquista de la isla de Benahuare o La Palma , Alonso Fernández de Lugo acude a la corte española a partir de Mayo de 1493 a realizar las capitulaciones con vistas a acometer la invasión y conquista definitiva de la isla de Tenerife. A primeros de Mayo de 1494, después de reclutar el grueso de las tropas de ocupación en el sur de España y un contingente en Tamarant o Canaria (ya sometida oficialmente desde 1483 trás una heroica resistencia), las fuerzas castellanas desembarcaron en Añazo, el actual núcleo urbano de Santa Cruz de Tenerife. La etimología de Añazo se vincula con el paralelo “a n-y-azu” =”el (lugar) que es de lo pelado”, en el dialecto bereber de los Ait Izdeg del Alto Atlas (M.Taïfi, 1991), en relación a la aridez del terreno costero de arenisca calcárea, con escasa vegetación xerófila formada principalmente de euphorbias (cardones y tabaibas). El topónimo se justifica así en comparación con la frondosidad del paisaje circundante según se ascendía hacia La Laguna. Por su parte, A. Cioranescu (1977-1979) nos señala que la zona de Añazo (y no Añaza) abarcaba desde el barranco de Santos hasta el barranco de Tahodio. La existencia de núcleos sedentarios habitados en los barrancos de la zona, anteriores a la conquista, se prueba a través de la presencia de cuevas de habitación y funerarias con abundantes restos humanos, cerámica, objetos de adorno, punzones y tabonas hallados en los valles y barrancos desde El Bufadero, Valleseco y Tahodio, hasta el de Santos y el del Hierro ( L.Cola Benitez, 1995:33, de E.Murcia Navarro, 1975)

 

    Una vez fortificado el campamento en este lugar los españoles intentan imponer sus condiciones al mencey Bencomo de Taoro, que no son aceptadas por este. Los guanches de la confederación de los menceyatos del norte, Taoro, Tacoronte, Tegueste, Anaga, y el achimenceyato de Zebenzui de la Punta del Hidalgo, estaban al mando de Bencomo y su hermano pequeño de padre (B. Alfonso I, 1991:354) (A)chimenchia (L. Torrriani, Ed.1978) o Achimenceya Tinguaro. El apelativo de este último procede del primario amazigh insular “aqcic  (am)anzay  a   ti n (am)hwaru”=”el pequeño principal que (es del) padre del que va primero (o precede)”, es decir, “el hijo pequeño del padre del mencey”, de aqcic= “pequeño” (pronunc:“aqchich”) y la voz verbal anzay = ”pasar el primero, el que pasa primero, el principal”, atestiguados en el dialecto kabilio (J.M.Dallet, 1982) y del verbo tuareg  ahwar = ”preceder, ir delante, pasar delante, ser el primero (F.P.De Luca, 2004); la partícula “am” es el prefijo masculino, vigente en la lengua tamazight, aplicado a la persona que cumple la acción expresada por el verbo. Es preciso reseñar que en este caso concreto la partícula “ti” es la denominación de “padre” en el propio dialecto tuareg (Ch.Foucauld, 1951). Se encuentra igualmente presente en la frase de invocación del suicidio ritual dirigida a la divinidad: “a-ti-s-tirma”= “oh padre al (hacia) (risco de) Tirma” (termân= lado oeste, simbólicamente relacionado con la muerte; fig: el “después” o más allá), documentada por los cronistas en la isla de Tamarant (A.Sedeño, Ed.1936). Señalemos asímismo que el antropónimo Tinguaro, aunque posee el mismo radical ahwar (H-W-R), no guarda relación con el topónimo cueva de Chinguaro, en Güimar, derivado este último del primario  ti n (am)hwaru = lit: ”la o las (tierras) del primero”, en donde la partícula “ti n” es el determinante femenino, sing. y plural, “la de o las de”, además de la realización paladial t>ch canaria > Chinguaro.  Se evidencia claramente la vinculación del topónimo con la cueva-morada real del mencey de Güimar, hoy santuario en vías de rehabilitación.

 

Retomando el tema que nos ocupa, las fuerzas guanches sorprendieron y derrotaron a los cristianos a finales del mes de Mayo de ese mismo año de 1494 en el barranco de Acentejo, causándoles numerosas bajas. La voz “ǎzenteh” (Ch.Foucauld, 1951) procede del dialecto tuareg, con el significado literal de “lo extirpado o arrancado con fuerza o violentamente” (pers., animal o cosa), probablemente en alusión metafórica a la acción de “extirpar” o “arrancar” el peligro que suponía para la nación guanche una invasión extranjera. De un inicial ejército castellano de 1.300 infantes murieron 1.170 hombres (J. Bethencourt Alfonso III, 1997), por lo que se consideró aquella batalla la primera gran debacle del incipiente imperio hispano a finales del siglo XV, en el inicio de la etapa expansionista del reinado de los Reyes Católicos a lo largo de las costas del Atlántico africano y dos años después de la llegada de Colón a América. Urgía pues terminar cuanto antes la conquista de Tenerife, la isla más extensa y poblada del Archipiélago, y por ende la más organizada en la dura resistencia de los isleños frente a los invasores europeos.   

 

    La victoria de Acentejo supuso el máximo prestigio para la figura de Bencomo, al mismo tiempo que exacerbaba los deseos de venganza de los castellanos, profundamente tocados en su orgullo. El proyecto de conquista de la isla de Tenerife sufrió un retraso de unos meses durante los cuales el Adelantado fue preparando en la baja Andalucía y en Gran Canaria, con el apoyo de Fernando Guanarteme, la segunda entrada militar en nuestra isla. Un ejército formado por 1.100 infantes, 100 jinetes y los 30 güimareros supervivientes de Acentejo zarparon del Puerto de La Luz el 1 de Noviembre de 1494 rumbo a Tenerife (ibídem: 116). Enterado Bencomo de la nueva llegada de los cristianos acantonó sus fuerzas (unos 5.000 hombres) en la meseta de Aguere o La Laguna , destacando en La Cuesta o Arguijón una avanzada de 30 hombres para vigilar día y noche los movimientos del enemigo. Desde esta zona, y aprovechando las ventajosas condiciones estratégicas del terreno frondoso y en pendiente, el mencey de Taoro esperaba contener el avance de los españoles bajando sus fuerzas hasta allí. Una inesperada negligencia de dos espías guanches, que se acercaron al Real de Santa Cruz para observar el despliegue de las tropas castellanas ocultos detrás de unos cardones, desbarató el estudiado plan de Bencomo al ser sorprendidos por los soldados. Uno de ellos logró escapar saltando por el barranco y el otro fue apresado y obligado a referir el plan de ataque de los guanches. De madrugada, y en silencio, el ejército invasor marchó hacia La Cuesta sorprendiendo a los tinerfeños y avanzando hacia La Laguna. Bencomo fue avisado ya tarde por tres fugitivos isleños del destacamento y obligado, ante la furia defensiva que mostraban los guanches armados de piedras, dardos de tea y demás armas arrojadizas, a presentar batalla en un terreno llano favorable a la temible caballería castellana.

 

La Batalla de Aguere

 

 

 

 

A las 7 horas del 14 de Noviembre se inició en el espacio abierto de las laderas de San Roque ( La Laguna ) una batalla muy reñida e igualada de más de tres horas de duración, que fue decisiva para el triste devenir histórico de la isla. En ella murió el mencey Bencomo batiéndose con un pica contra 10 soldados, según Marín de Cubas. Sobre el espacio de terreno que se encuentra entre el Tanque de Abajo y el barranco del Rey o del Drago al tratar, herido, de alcanzar el referido barranco sucumbió finalmente al clavarle Pedro Martin Buendía su lanza en mitad del pecho. En la lucha también resultó mortalmente herido Tinguaro, que fallecería dos días después en Taoro. La causa de la derrota habría que encontrarla en la muerte de Bencomo, cuya noticia debilitó la resistencia isleña produciendo en sus filas un profundo desánimo. Debemos decir, no obstante, que existe desacuerdo entre los cronistas al referirse al personaje real sobre el cual dirigió su ataque el canario Martin Buendía. Así, fray Alonso de Espinosa sostiene que la mortal acometida se dirigió contra Bencomo, mientras que Antonio de Viana la refiere contra Achimenchia Tinguaro. Sea como fuese, el balance de la batalla fue negativo para los guanches al descabezarse la resistencia isleña con la muerte de los dos hermanos que reinaban en el poderoso menceyato de Taoro, justamente el principal objetivo de los conquistadores. El mando de aquel fue asumido por Benytomo, primogénito del Rey Grande desaparecido y achimencey  del Araotaba (ibídem: 124-127).

 

La “modorra” guanche o la guerra bacteriológica.

 

    Fray Alonso de Espinosa y otros cronistas nos refieren una epidemia de modorra sufrida por los guanches que afectó a la población isleña a partir de la batalla de La Laguna y que alcanzó especial virulencia en los inicios de 1495. Según dichos autores, esta epidemia contribuyó en buena medida a la aceleración del proceso de finalización de la conquista iniciado por los castellanos y sería producida por “el aire infectado por los cadáveres abandonados posteriormente a la batalla”.

  

     El escaso sentido analítico y objetivo de A.de Espinosa- y otros cronistas- junto a la tendenciosidad favorable al bando de los conquistadores, influyó a nuestro juicio en una interpretación errónea, o mal intencionada en el peor de los casos, en relación a este oscuro y poco estudiado tema. Creemos que la cruda realidad fue otra y nos basamos, en parte, en lo que ya apuntó en su día el Dr.C. Bosch Millares (1983) en relación a una introducción vírica por parte de los españoles contra la que no estaban inmunizados los guanches. Sin embargo, desde nuestra perspectiva, la intervención de los europeos fue mucho más allá de la simple aportación de enfermedades desconocidas por los tinerfeños.  

    

     A la vista de la documentación histórica que describe la sintomatología y profundizando en los aspectos patólogicos de los cuadros infecciosos, es muy probable que estemos en presencia de una verdadera contaminación consciente o guerra bacteriológica destinada a tratar de eliminar por completo -cosa que no consiguieron- los núcleos rebeldes y la activa resistencia isleña que aún subsistía en la numerosa población insular posterior a la batalla de La Laguna , en la que, como mucho, morirían alrededor de 500 guanches aparte de algunos centenares de heridos (B.Alfonso III, 121). Por otra parte, el mismo autor señala que al celebrarse la paz de Los Realejos, a finales de julio de 1496, existían en Tenerife 20.000 guanches de todas las edades, frente a casi un millar de conquistadores y pobladores que se avecindaron al finalizar oficialmente la conquista y durante los primeros lustros del s.XVI (de los cuales numerosos eran portugueses) y unos 200 canarios, la mayoría de la isla de Tamarant (B.Alfonso I, 1991:78). Muchos de los mercenarios españoles que participaron en la campaña militar renunciaron a establecerse en Tenerife y siguieron viaje al continente americano, en busca de mayores riquezas.  

                 

    La maldición o “targgimt”, muy frecuente entre las poblaciones imazighen continentales cuando se quiere expresar o pronunciar una frase en contra de alguien no querido o causante de algún mal, tuvo su aplicación isleña en Tenerife a raíz de la batalla de La Laguna. Se reflejó indirectamente en las amargas imprecaciones y reproches de una mujer guanche que a voz en grito echó en cara a los invasores su política genocida, dos meses y medio después de aquella batalla. A finales de Enero de 1495 y cuando una expedición militar española procedía al reconocimiento de la Vega de Aguere y alrededores y a la vez con intención de apoderarse del ganado (200.000 cabezas existían en la isla en aquella época, según los aliados güimareros), desde lo alto del risco de La Atalaya , al noreste de la montaña del Púlpito, aquella mujer les gritó en lengua guanche lo equivalente a :”¿Qué hacen cristianos?¿Cómo no entran y se apoderan de la tierra? Todos los guanches se van muriendo y no hallarán con quién pelear” (B.Alfonso III, 137). El establecimiento de un Real guanche en El Peñón después de la batalla de La Laguna , con guerreros del menceyato de Tegueste y del achimenceyato de Punta del Hidalgo de Zebenzui y como resistencia activa frente a los españoles, explicaría la frecuente presencia de  expediciones militares en estas zonas limítrofes con el escenario de la batalla, a fin de continuar el hostigamiento de los isleños. La batalla de Las Peñuelas, Tegueste (ibídem: 138), es un hecho histórico que prueba la continuación de los enfrentamientos bélicos después de la derrota guanche en San Roque. Por otra parte, el tránsito de las tropas castellanas por estos territorios de los antiguos menceyatos de Tegueste y Anaga, ambos en los bandos de guerra, se refleja en la toponimia de la zona: Montaña Español, Montaña Gallardina, Montaña la Bandera o Montaña Moquinal.     

  

    Evidentemente, la mujer guanche que imprecaba a los extranjeros se refería de forma fatalista a los isleños de esa zona concreta que “iban muriendo” por alguna razón, expresando justamente con esa frase el sentimiento contrario al que tenía realmente, que era de indignación y rabia. Esta es una prueba documental de la muerte gradual por afección vírica cuya sintomatología recogen las citas de los diversos cronistas referidas por el Dr.C. Bosch Millares (1983) en su investigación sobre la modorra:

 

porque de improviso aquel propio día que se hizo el Consejo y el siguiente, dio una enfermedad en los guanches repentina y tan aguda y breve que en pie se morían de la dicha enfermedad que era de moquillo” (Crónica La Ovetense ).

 

“..Dixeron que aquel día no vieron cosa alguna en los altos de La Vega , que viniéndose ya al Real, por haber visto cantidad de cuerpos muertos de la gran peste que padecìan los guanches” ( Crónica de Gómez Escudero).

 

“...Por este tiempo, por el año de mil y cuatrocientos noventa y cuatro, ahora fuese por permisión divina que en castigo a la matanza (Acentejo), que en los años atrás los naturales a los españoles habían hecho, ahora fuese que en los aires por el corrompimiento de los cuerpos muertos en las batallas y encuentros pasados, se hubiesen corrompido e  inficionado, vino una tan grande pestilencia..” (Fray Alonso de Espinosa).

 

“..Súpose de unos espías que trajeron, como había mucha enfermedad de que morían, achaque llamado de los españoles modorra, que duraba tres días...”estaban todos enfermos, en pie, cayéndose muertos de su estado; todo era ver difuntos a la orilla del agua, otros  en  paredones y  cuevas...” (T.Marín de Cubas).

   

     Los historiadores aluden a la curiosa discriminación que la enfermedad hace respecto a la población conquistadora y la isleña de los bandos sureños “de paces” a las cuales no afectó:

 

si muchos muertos de la pestilencia que había en la isla por permisión divina...”de que este contagio no tocase a ningún católico ni a los vasallos del reino de Güímar, en donde está la santísima imagen de La Candelaria(Nuñez de la Peña ).

No se halló jamás ningún soldado/ de los de España del contagio herido /aunque andaban entre ellos de ordinario” ( A. de Viana, canto XI).

   

     No se explica científicamente el hecho de que el aire “infectado” no afectara tanto a europeos como a canarios, aparte de la “intervención divina”. La parcialidad y el desconocimiento sobre el tema demostrados por J.de Viera y Clavijo, queda reflejada en la siguiente cita: “sospecho si existió una epidemia hasta entonces desconocida para los indígenas,¿no puede ser el tifus exantemático que traerían los españoles, por su parte ya inmunizados”.

 

     Por su parte, el Dr.J.Bethencourt Alfonso (III, 1997:110), licenciado en Medicina, afirmaba a principios del siglo XX en relación a este tema:”En las condiciones de vida de los guanches las epidemias de modorra (fiebre tifoidea para J.Bethencourt)  necesariamente tenían poco poder difusivo, siendo su radio de acción muy limitado..”..”las familias moraban aisladas unas de otras separándolas 3 o 4 km ., en chozas ventiladas, y que no conocían los estercoleros, ni las alcantarillas, ni los pozos negros, ni letrinas, ni lavaderos públicos”. De lo anterior se infiere que tuvo que existir un agente transmisor eficaz, concreto y puntual que provocase la sintomatologia descrita por los cronistas. Son muy significativas las afirmaciones de Espinosa y Viana por las cuales una de las causas que más contribuyó a la conquista de Tenerife fue la citada epidemia de modorra sufrida por los guanches, y además de “grandes proporciones”, en línea con la conocida y falsa teoría de la “casi total exterminación de la etnia guanche” sostenida a lo largo de los siglos por algunos autores, tendenciosa e interesadamante favorable a las tesis colonialistas. 

 

Los citados cronistas la sitúan entre 1494 y 1495 y si tenemos en cuenta que no pudo deberse a los cadáveres de la batalla de Acentejo ya que fueron quemados por orden de Bencomo (ibidem: 110), la epidemia tuvo que haberse producido a partir de noviembre de 1494, a raíz de la batalla de La Laguna ,. hasta principios o mediados de 1495.

 

    A nuestro juicio es verosímil por tanto considerar una posible guerra bacteriológica por vertido de agentes patógenos llevado a cabo en las aguas de las antiguas atarjeas o acequias (cuya existencia se documenta en Taoro y otros menceyatos), y de las que los guanches se proveían para su consumo en los poblados o núcleos habitados), así como en las lagunas, charcos, fuentes o nacientes de los territorios de los bandos de guerra (Tegueste, Tacoronte, Anaga, Punta del Hidalgo, Taoro). Sin embargo, es posible que la epidemia se concentrara más en las poblaciones de Tegueste y Anaga, algo menos en Tacoronte y con mucha menos probabilidad en Taoro, territorio lejano de La Laguna-Añazo y aún bien defendido por los isleños. Una vez rota la confederación militar de los bandos de guerra debido, por una parte a la muerte del gran Bencomo y de Tinguaro y, por otra, a la citada epidemia que debilitó la resistencia isleña, los guanches tuvieron que capitular en el tratato de paz de Los Realejos, en julio de 1496, no sin antes desriscarse Bentor, el último mencey alzado de Taoro sucesor de Benitomo, al ver perder su libertad. 

   

    Las expediciones militares castellanas por las referidas zonas próximas a Aguere estaban marcadas por la urgencia política y económica de acelerar y finalizar cuanto antes la conquista de la última isla canaria. Se documenta, por ejemplo, que los expedicionarios se aproximaron al barranco de la Goleta , El Moquinal, en busca de ganados después de bajar al valle de Tegueste y encontrar desolación y muerte en chozas y cuevas del entorno (ibídem: 138). Puntos de agua cercanos a La Goleta son Sietefuentes o El Juntadero, y en Tegueste, Aguas de Dios, todos ellos receptores de las aguas de los nacientes que se reúnen o confluyen en dichos puntos. Ya próximos a Punta del Hidalgo, sede de Zebenzui buscado por los europeos a fin de ir descabezando la resistencia, se encontrarían con los antiguos charcos del Barranco del Tomadero, hoy ya inexistentes y que servían de abastecimiento a las poblaciones cercanas. Es muy probable que los conquistadores recibieran información de la existencia de estos puntos de agua por parte de los isleños colaboracionistas.

 

Esta teoría cobra crédito suficiente si se analizan los síntomas y circunstancias que caracterizaron el contagio. Si profundizamos en las causas de la epidemia y de acuerdo con los datos citados por los cronistas, constatamos que dentro de la patología digestiva destaca el bacilo de “Shiga” (“Shigella dysenteriae”) que provoca la disentería bacilar, una de las afecciones infecciosas más graves del tracto recto-intestinal (Dr.Stanley Robbins, 1974: 391:392). La sintomatología, las causas y los efectos asociados a este padecimiento que describe dicho autor norteamericano, en los casos más graves, son los siguientes:  

 

.- postración y muerte por la fiebre y la deshidratación ( “estaban todos enfermos, en pie, cayéndose muertos de su estado..”); ( “Así es de presumir que la referida epidemia de que murieron tantos guanches, consistía en fiebres malignas..”) ( J.de Viera I, 1991:240).        

.- ulceraciones de la mucosa del colon  (hipersecreción de moco) (“.. dio una enfermedad en los guanches repentina y tan aguda y breve que en pie se morían de la dicha enfermedad que era de moquillo” ). 

.- los bacilos disentéricos sólo habitan en el intestino del hombre y los animales y quizás sea el hombre el reservorio o hábitat natural de dichos bacilos. Hay que recordar que en el escenario de la batalla de San Roque, La Laguna , quedaron esparcidos cientos de cadáveres de ambos bandos, muchos de ellos descuartizados por los pequeños perros “zatos” o “canchas”, según los diversos cronistas. 

.- el aparato gastro-intestinal es la única vía de entrada y se transmiten por la leche, los alimentos y el agua ; en los climas templados aparece esporádicamente y se contrae por agentes activos en el agua de fuentes, charcos, etcétera..

.- se desencadena en cualquier momento por portadores insospechados que transmiten los gérmenes a huéspedes susceptibles e indefensos inmunológicamente (“..dio una enfermedad repentina y tan aguda..”) y afecta mayormente en forma de epidemia a lugares con una relativamente alta densidad de población (en la época anterior a la conquista, en la zona norte de Tenerife, superior al 19%, frente al 7% del sur; C.Rodriguez, 1998), con atmósferas insanas en las que pueden existir microorganismos virulentos ayudados por el clima isleño.

.- la infección es fulminante y alcanza una mortalidad de hasta el 50 %, siendo el período de incubación muy breve (de sólo un día) (“..morían en tres días” ).

.- las infecciones comienzan con los siguientes síntomas: a) aparición de calambres; b) distensión, aflojamiento, dormidera, relajación (“...achaque llamado de los españoles modorra, que duraba tres días..”) ; c) diarrea (ocultada por los cronistas) (“..los nuestros no nos dicen ni aún cuales eran los síntomas de la “modorra”) (Viera y Clavijo I, 240); d) náuseas, vómitos y cefalalgia (postración), dolores abdominales con evacuaciones diarreicas, inicialmente materia fecal acuosa y después sólo líquido mucoso escaso teñido de sangre y pus (“.. tan aguda y breve que en pie se morían de la dicha enfermedad que era de moquillo”), con 50 o más evacuaciones diarias; total deshidratación y postración y desequilibrio de líquido y electrólitos en el organismo; en algunos casos irritación meníngea y toxemia general.

 

Conclusiones

    Hasta aquí uno de los capítulos más violentos y menos conocidos de la conquista de la isla de Tenerife, ocurrido entre finales de 1494 y 1495. Una enfermedad que sospechosamente no atacó a los conquistadores, ni a los isleños de los bandos de paces del sur, ni afectó a otras islas -como Tamarant, cuya conquista efectiva fue más dilatada en el tiempo y durante la cual hubo prolongados contactos entre canarios y españoles- en las que también se documentan enfrentamientos armados con presencia de numerosos cadáveres en los campos de batalla.

    No se trató por tanto de viriasis “importadas” por los europeos. Sólo y exclusivamente incidió en los territorios de los menceyatos confederados (los bandos de guerra) participantes en la victoria guanche de Acentejo, en defensa de la libertad y la independencia de la isla. No habrían discurrido los acontecimientos históricos de la misma forma en caso de no haberse producido la epidemia, una suerte de guerra bacteriológica aunque, eso sí, “providencial” y “celestialmente” organizada en beneficio de la Corona.   

     Es preciso reiterar que para el recién inaugurado imperio español urgía acabar la conquista definitiva de Tenerife cuanto antes y por el método que fuera  Un retraso en el proceso y una prolongación de los esfuerzos militares, y por tanto de los costes económicos y humanos, quizás hubiera hecho desistir del intento a la Corona española, interesada ya en la gran aventura americana.      

 

(*) (Vpte. del Centro de Estudios Imazighen de Canarias).

 

Bibliografia consultada:

 

- Bethencourt Alfonso, Juan. “Historia del Pueblo Guanche”

T-I y III, Ed. Lemus, La Laguna, 1991-1997.

- Bosch Millares, Carles. La modorra anticipó la conquista de Canarias”, Dominical de La Provincia, 10-04-1983)

- Cioranescu, Alejandro. Historia de Santa Cruz de Tenerife”, Ed. Caja General Ahorros, S/C de Tenerife, 1977-1979.

- Cola Benitez, Luis. Barrancos de Añazo”, Ed. Goya, S/C de Tenerife, 1995.

- Dallet, Jean Marie. Dictionnaire Kabyle-Français” (Parler des At Mangellat, Algerie) Paris, 1982.      - - -De Luca, Francisco-Pablo. Notas de Etnolingüística  canaria”, Ed. Tamusni, La Laguna, Tenerife, 2004.

- Foucauld, Charles E. de, Dictionnaire Touareg-Français”, 4 Vol. I a IV, Paris, 1951  

- Robbins, Stanley L. Dr., “Patología estructural y funcional”, Boston University School of Medicine, Ed. Interamericana, Madrid, 1977.

- Sedeño, Antonio. Historia de la conquista de la isla de la Gran Canaria” (Museo Canario, manuscrito de 1640). Ed. El Norte, Gáldar, 1936. 

- Taïfi, Miloud.“Dictionnaire Tamazight-Français” (Parlers du Maroc Central), Paris,1991

- Viera y Clavijo, José de, “Historia de Canarias” I, Viceconsejería Cultura y Deportes, Gobierno de Canarias, 1991. 

 

Publicado también en el suplemento ‘ La Prensa ’ del periódico El Día, 8-06-2008

 

* Artículos de Pablo Deluca publicados en El Guanche y en El Canario