Los primeros ensayos de
guerra bacteriológica en Tenerife
F. Pablo
De Luca (*)
Introducción.
Finalizada la conquista de la isla de Benahuare o
Una vez fortificado el campamento en este lugar los españoles intentan
imponer sus condiciones al mencey Bencomo de Taoro, que no son aceptadas por
este. Los guanches de la confederación de los menceyatos del norte, Taoro,
Tacoronte, Tegueste, Anaga, y el achimenceyato de Zebenzui de
Retomando
el tema que nos ocupa, las fuerzas guanches sorprendieron y derrotaron a los
cristianos a finales del mes de Mayo de ese mismo año de 1494 en el barranco de
Acentejo, causándoles numerosas bajas. La voz “ǎzenteh” (Ch.Foucauld, 1951) procede del dialecto tuareg, con
el significado literal de “lo extirpado o arrancado con fuerza o
violentamente” (pers., animal o cosa), probablemente en alusión metafórica a
la acción de “extirpar” o “arrancar” el peligro que suponía para la
nación guanche una invasión extranjera. De un inicial ejército castellano de
1.300 infantes murieron 1.170 hombres (J. Bethencourt Alfonso III, 1997), por lo
que se consideró aquella batalla la primera gran debacle del incipiente imperio
hispano a finales del siglo XV, en el inicio de la etapa expansionista del
reinado de los Reyes Católicos a lo largo de las costas del Atlántico africano
y dos años después de la llegada de Colón a América. Urgía pues terminar
cuanto antes la conquista de Tenerife, la isla más extensa y poblada del
Archipiélago, y por ende la más organizada en la dura resistencia de los isleños
frente a los invasores europeos.
La victoria de Acentejo supuso el máximo prestigio para la figura de
Bencomo, al mismo tiempo que exacerbaba los deseos de venganza de los
castellanos, profundamente tocados en su orgullo. El proyecto de conquista de la
isla de Tenerife sufrió un retraso de unos meses durante los cuales el
Adelantado fue preparando en la baja Andalucía y en Gran Canaria, con el apoyo
de Fernando Guanarteme, la segunda entrada militar en nuestra isla. Un ejército
formado por 1.100 infantes, 100 jinetes y los 30 güimareros supervivientes de
Acentejo zarparon del Puerto de
A
las 7 horas del 14 de Noviembre se inició en el espacio abierto de las laderas
de San Roque (
La
“modorra” guanche o la guerra bacteriológica.
Fray Alonso de Espinosa y otros cronistas nos refieren una epidemia de modorra sufrida por los guanches que afectó a la población isleña
a partir de la batalla de
El escaso sentido analítico y objetivo de A.de Espinosa- y otros
cronistas- junto a la tendenciosidad favorable al bando de los conquistadores,
influyó a nuestro juicio en una interpretación errónea, o mal intencionada en
el peor de los casos, en relación a este oscuro y poco estudiado tema. Creemos
que la cruda realidad fue otra y nos basamos, en parte, en lo que ya apuntó en
su día el Dr.C. Bosch Millares (1983) en relación a una introducción vírica
por parte de los españoles contra la que no estaban inmunizados los guanches.
Sin embargo, desde nuestra perspectiva, la intervención de los europeos fue
mucho más allá de la simple aportación de enfermedades desconocidas por los
tinerfeños.
A la vista de la documentación histórica que describe la sintomatología
y profundizando en los aspectos patólogicos de los cuadros infecciosos, es muy
probable que estemos en presencia de una verdadera contaminación consciente o
guerra bacteriológica destinada a tratar de eliminar por completo -cosa que no
consiguieron- los núcleos rebeldes y la activa resistencia isleña que aún
subsistía en la numerosa población insular posterior a la batalla de
La maldición o “targgimt”,
muy frecuente entre las poblaciones imazighen continentales cuando se quiere
expresar o pronunciar una frase en contra de alguien no querido o causante de
algún mal, tuvo su aplicación isleña en Tenerife a raíz de la batalla de
Evidentemente, la mujer guanche que imprecaba a los extranjeros se refería
de forma fatalista a los isleños de esa zona concreta que “iban muriendo”
por alguna razón, expresando justamente con esa frase el sentimiento contrario
al que tenía realmente, que era de indignación y rabia. Esta es una prueba
documental de la muerte gradual por afección vírica cuya sintomatología
recogen las citas de los diversos cronistas referidas por el Dr.C. Bosch
Millares (1983) en su investigación sobre la modorra:
“
porque de improviso aquel propio día que
se hizo el Consejo y el siguiente, dio una enfermedad en los guanches repentina
y tan aguda y breve que en pie se morían de la dicha enfermedad que era de
moquillo” (Crónica
“..Dixeron
que aquel día no vieron cosa alguna en los altos de
“...Por
este tiempo, por el año de mil y cuatrocientos noventa y cuatro, ahora fuese
por permisión divina que en castigo a la matanza (Acentejo), que en los años atrás los
naturales a los españoles habían hecho, ahora fuese que en los aires por el
corrompimiento de los cuerpos muertos en las batallas y encuentros pasados, se
hubiesen corrompido e inficionado,
vino una tan grande pestilencia..” (Fray Alonso de Espinosa).
“..Súpose
de unos espías que trajeron, como había mucha enfermedad de que morían,
achaque llamado de los españoles modorra, que duraba tres días...”estaban
todos enfermos, en pie, cayéndose muertos de su estado; todo era ver difuntos a
la orilla del agua, otros en
paredones y cuevas...” (T.Marín
de Cubas).
Los historiadores aluden a la curiosa discriminación que la enfermedad
hace respecto a la población conquistadora y la isleña de los bandos sureños
“de paces” a las cuales no afectó:
“si
muchos muertos de la pestilencia que había en la isla por permisión
divina...”de que este contagio no tocase a ningún católico ni a los vasallos
del reino de Güímar, en donde está la santísima imagen de
“No
se halló jamás ningún soldado/ de los de España del contagio herido /aunque
andaban entre ellos de ordinario” ( A. de Viana, canto XI).
No se explica científicamente el hecho de que el aire “infectado” no
afectara tanto a europeos como a canarios, aparte de la “intervención
divina”. La parcialidad y el desconocimiento sobre el tema demostrados por
J.de Viera y Clavijo, queda reflejada en la siguiente cita: “sospecho
si existió una epidemia hasta entonces desconocida para los indígenas,¿no
puede ser el tifus exantemático que traerían los españoles, por su parte ya
inmunizados”.
Por su parte, el Dr.J.Bethencourt Alfonso (III, 1997:110), licenciado en
Medicina, afirmaba a principios del siglo XX en relación a este tema:”En
las condiciones de vida de los guanches las epidemias de modorra (fiebre
tifoidea para J.Bethencourt) necesariamente
tenían poco poder difusivo, siendo su radio de acción muy
limitado..”..”las familias moraban aisladas unas de otras separándolas 3 o
Los
citados cronistas la sitúan entre 1494 y 1495 y si tenemos en cuenta que no
pudo deberse a los cadáveres de la batalla de Acentejo ya que fueron quemados
por orden de Bencomo (ibidem: 110), la epidemia tuvo que haberse producido a partir de
noviembre de
A nuestro juicio es verosímil por tanto considerar una posible guerra
bacteriológica por vertido de agentes patógenos llevado a cabo en las aguas de
las antiguas atarjeas o acequias (cuya existencia se documenta en Taoro y otros
menceyatos), y de las que los guanches se proveían para su consumo en los
poblados o núcleos habitados), así como en las lagunas, charcos, fuentes o
nacientes de los territorios de los bandos de guerra (Tegueste, Tacoronte,
Anaga, Punta del Hidalgo, Taoro). Sin embargo, es posible que la epidemia se
concentrara más en las poblaciones de Tegueste y Anaga, algo menos en Tacoronte
y con mucha menos probabilidad en Taoro, territorio lejano de
Las expediciones militares castellanas por las referidas zonas próximas
a Aguere estaban marcadas por la urgencia política y económica de acelerar y
finalizar cuanto antes la conquista de la última isla canaria. Se documenta,
por ejemplo, que los expedicionarios se aproximaron al barranco de
Esta
teoría cobra crédito suficiente si se analizan los síntomas y circunstancias
que caracterizaron el contagio. Si profundizamos en las causas de la epidemia y
de acuerdo con los datos citados por los cronistas, constatamos que dentro de la
patología digestiva destaca el bacilo de “Shiga” (“Shigella dysenteriae”) que provoca la disentería bacilar, una de
las afecciones infecciosas más graves del tracto recto-intestinal (Dr.Stanley
Robbins, 1974: 391:392). La sintomatología, las causas y los efectos asociados
a este padecimiento que describe dicho autor norteamericano, en los casos más
graves, son los siguientes:
.- postración y
muerte por la fiebre y la deshidratación ( “estaban
todos enfermos, en pie, cayéndose muertos de su estado..”); ( “Así es de
presumir que la referida epidemia de que murieron tantos guanches, consistía en
fiebres malignas..”) ( J.de Viera I, 1991:240).
.-
ulceraciones de la mucosa del colon (hipersecreción
de moco) (“.. dio una enfermedad en los
guanches repentina y tan aguda y breve que en pie se morían de la dicha
enfermedad que era de moquillo” ).
.- los bacilos
disentéricos sólo habitan en el intestino del hombre y los animales y quizás
sea el hombre el reservorio o hábitat natural de dichos bacilos. Hay que
recordar que en el escenario de la batalla de San Roque,
.- el aparato gastro-intestinal es la única vía de entrada y se transmiten por la leche, los alimentos y el agua ; en los climas templados aparece esporádicamente y se contrae por agentes activos en el agua de fuentes, charcos, etcétera..
.- se desencadena en cualquier momento por portadores insospechados que transmiten los gérmenes a huéspedes susceptibles e indefensos inmunológicamente (“..dio una enfermedad repentina y tan aguda..”) y afecta mayormente en forma de epidemia a lugares con una relativamente alta densidad de población (en la época anterior a la conquista, en la zona norte de Tenerife, superior al 19%, frente al 7% del sur; C.Rodriguez, 1998), con atmósferas insanas en las que pueden existir microorganismos virulentos ayudados por el clima isleño.
.- la infección es fulminante y alcanza una mortalidad de hasta el 50 %, siendo el período de incubación muy breve (de sólo un día) (“..morían en tres días” ).
.- las infecciones
comienzan con los siguientes síntomas: a) aparición de calambres; b) distensión,
aflojamiento, dormidera, relajación (“...achaque
llamado de los españoles modorra, que duraba tres días..”) ; c) diarrea
(ocultada por los cronistas) (“..los
nuestros no nos dicen ni aún cuales eran los síntomas de la “modorra”)
(Viera y Clavijo I, 240); d) náuseas, vómitos y cefalalgia (postración),
dolores abdominales con evacuaciones diarreicas, inicialmente materia fecal
acuosa y después sólo líquido mucoso escaso teñido de sangre y pus (“..
tan aguda y breve que en pie se morían de la dicha enfermedad que era de
moquillo”), con 50 o más evacuaciones diarias; total deshidratación y
postración y desequilibrio de líquido y electrólitos en el organismo; en
algunos casos irritación meníngea y toxemia general.
Conclusiones
Hasta aquí uno de los capítulos más violentos y menos conocidos de la conquista de la isla de Tenerife, ocurrido entre finales de 1494 y 1495. Una enfermedad que sospechosamente no atacó a los conquistadores, ni a los isleños de los bandos de paces del sur, ni afectó a otras islas -como Tamarant, cuya conquista efectiva fue más dilatada en el tiempo y durante la cual hubo prolongados contactos entre canarios y españoles- en las que también se documentan enfrentamientos armados con presencia de numerosos cadáveres en los campos de batalla.
No se trató por tanto de viriasis “importadas” por los europeos. Sólo
y exclusivamente incidió en los territorios de los menceyatos confederados (los
bandos de guerra) participantes en la victoria guanche de Acentejo, en defensa
de la libertad y la independencia de la isla. No habrían discurrido los
acontecimientos históricos de la misma forma en caso de no haberse producido la
epidemia, una suerte de guerra bacteriológica aunque, eso sí,
“providencial” y “celestialmente” organizada en beneficio de
Es preciso reiterar que para el recién inaugurado imperio español urgía
acabar la conquista definitiva de Tenerife cuanto antes y por el método que
fuera Un retraso en el proceso y una
prolongación de los esfuerzos militares, y por tanto de los costes económicos
y humanos, quizás hubiera hecho desistir del intento a
(*)
(Vpte. del Centro de Estudios Imazighen de Canarias).
Bibliografia
consultada:
- Bethencourt Alfonso, Juan. “Historia del Pueblo Guanche”,
T-I y III, Ed. Lemus, La Laguna, 1991-1997.
-
Bosch Millares, Carles. “La
modorra anticipó la conquista de Canarias”, Dominical de La
Provincia, 10-04-1983)
-
Cioranescu, Alejandro. “Historia
de Santa Cruz de Tenerife”, Ed. Caja General Ahorros,
- Cola Benitez, Luis. “Barrancos de Añazo”, Ed. Goya, S/C de Tenerife, 1995.
- Dallet,
Jean Marie. “Dictionnaire Kabyle-Français” (Parler des At Mangellat, Algerie)
-
Foucauld, Charles E. de, “Dictionnaire
Touareg-Français”, 4 Vol. I a IV, Paris, 1951
-
Robbins, Stanley L. Dr., “Patología
estructural y funcional”, Boston University School
-
Sedeño, Antonio. “Historia
de la conquista de la isla de
- Taïfi, Miloud.“Dictionnaire Tamazight-Français” (Parlers du Maroc Central), Paris,1991
-
Viera y Clavijo, José de, “Historia
de Canarias” I, Viceconsejería Cultura y Deportes, Gobierno de
Canarias, 1991.
* Artículos de Pablo Deluca publicados en El Guanche y en El Canario