La emigración canaria

 

 

Francisco R. González Alonso

 

La actuación microcefálica de los políticos canarios que han regido el destino de nuestros pueblos insulares nos ha conducido siempre por imperativas órdenes del poder central español a buscar en la emigración las soluciones de nuestros problemas sociales.

Soy un emigrante que ha tenido la oportunidad de autorrealizarse, pero tal logro no me autoriza ni me da la razón para aconsejar a los que viven bajo condiciones infrahumanas de extrema pobreza en mis queridas Islas Canarias que tomen la decisión de emigrar para solucionar su calamitosa situación.

Desde que fuimos conquistados por los castellanos hemos estado emigrando. Al comienzo, una vez sometidos a la esclavitud, nuestros aborígenes guanches fueron obligados a dejar sus terruños insulares, pues de lo contrario eran vendidos como esclavos en España y en la Europa medieval. El exacerbado espíritu de dominación colonial de las huestes españolas a ciertas y determinadas regiones de la España invertebrada, que lo ha sido siempre y lo será, pues no olvidemos que España es una unión de reinos de la península Ibérica, y ha impuesto su poder por la fuerza desde la unión de los principales Reinos de Aragón y Castilla.

Por supuesto, lograda la unión de reinos surge el Estado español, y nuestras Islas Canarias, que no formaban parte territorial de la península Ibérica, por estar a miles de kilómetros de su metrópoli, fueron invadidas y conquistadas por la fuerza y a su población insular no solo le arrebataron sus propiedades, sino que fue enviada por la fuerza a formar parte de las expediciones de conquista de las nuevas tierras descubiertas del continente americano.

Desde entonces, el sistema colonialista impuesto a nuestros aborígenes ha continuado hasta nuestros días, por supuesto, con otras modalidades de colonialismo y en connivencia con nuestras autoridades autonómicas, cínicamente llamadas nacionalistas, que es lo peor.

En los momentos actuales de progreso y libertad que se vislumbran para la humanidad, no hay derecho a que aún permanezcamos maniatados. Es muy vergonzoso que el pueblo canario permanezca indolente ante la adversidad de su colonialismo y no reaccione ante el vasallaje de que es víctima, como si estuviera vendado para no ver más allá de sus narices.

Qué tristeza más grande sentimos los que hemos conocido la libertad política al ver cómo mis pueblos insulares permanecen dormidos bajo el canto de sirenas que periodo tras periodo han mantenido nuestros mal llamados gobiernos autónomos democráticos y? nacionalistas, ofreciendo villas y castillos fantasmagóricos que solo sus gobernantes pregonan para seguir ilusionando y engañando a nuestra gente humilde, que carece de todo, alimentando un futuro incierto mientras disfrutan del contubernio político establecido con el poder central español para impedir el despertar de nuestro pueblo canario.

Señor presidente Paulino Rivero Baute, no tengo nada personal contra usted; sí siento una gran decepción por su forma de gobernar, pero, sobre todo, lo que usted recomienda para resolver los problemas laborales de tantos parados en las Islas Canarias que no pueden llevar el sustento a su familia: que emigren a otras latitudes. ¡Cómo se nota que usted desconoce lo que significa emigrar! Viajar como usted lo ha hecho, sobre todo a Venezuela (treinta y cuatro veces), no es emigrar, es otra cosa que el devenir histórico nos lo dirá.

Continúo, señor presidente Paulino Rivero Baute, representante máximo de la tolda política de Coalición Canaria: sabemos que usted fue un excelente alcalde de su pueblo, El Sauzal, aunque su gestión como tal se debió a la gran ayuda económica que su partido apoyó durante muchas legislaturas, ayuda que la mayoría de los municipios de Canarias no recibieron. Por lo dicho, ¿hasta qué punto vamos a soportar su ínfima falta de canariedad? Si usted no sabe defender nuestra identidad como pueblo, no siga confabulado con intereses políticos extrainsulares; usted pasaría a la historia de los beneméritos hombres de nuestra patria canaria luchando por el bienestar de todos los canarios. No siga defraudándonos; es preferible que renuncie a su alta investidura. No siga manifestando que la solución al bajo índice de puestos de trabajo es que nuestra gente emigre. Los que deben emigrar son los que están directa o indirectamente incrustados políticamente en la administración pública canaria, puestos por recomendación del poder central español en connivencia con las autoridades autonómicas que usted preside.

Que emigren los que nos tienen mal con su intromisión en los asuntos políticos administrativos que solo los canarios deben resolver. Si usted cumpliera con dicho sentir, no habría tantos parados que no pueden llevar el sustento a su familia.

Por último, Sr. presidente Paulino Rivero Baute, repita el eco de nuestros sentimientos de emigrantes, condensados en una de las tantas coplas de nuestro folclore canario, que dice así:

Al Cristo del emigrante / suplicamos con fervor / que desde la tierra guanche / más nadie emigre, Señor.

 

franciscoteide@cantv.net

 

Publicado en el periódico El Día, 27-09-2011

 

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