Visita a la colonia

 

Una foto basta para demostrar hasta qué punto somos una colonia

 

Una imagen sigue valiendo más que mil palabras. Por eso sobra cualquier comentario sobre la fotografía que publicamos el viernes en nuestra primera página - y que reproducimos al lado-. 

Una instantánea en la que aparece el comisario de Agricultura de la Unión Europea junto a un exconsejero de Agricultura del Gobierno de Canarias. Este último aparece con chaqueta y actitud reverente, mientras que el comisario europeo está en mangas de camisa, que es como viste uno cuando va al campo. Por lo demás, Dacian Ciolos, que es como se llama el miembro del Gobierno comunitario, ha venido a Canarias a fiscalizar las subvenciones que nos "concede" Europa como región ultraperiférica que somos; es decir, como posesión de allende los mares, porque esa es la denominación eufemística que se emplea en Bruselas para designar a las colonias que mantienen algunos países europeos, entre ellos Francia y España.

Nos dan ganas de llorar al ver cómo unas Islas con recursos suficientes para que sus habitantes vivan como los ciudadanos de los países más ricos del mundo, y esto no es ninguna exageración sino la pura realidad, tienen que admitir controles de cuentas a cargo de señores llegados de esa Europa y esa España que nos saquea. 

 

Una foto basta para demostrar hasta qué punto somos una colonia.

Por si faltaba algo en todo este esperpento, Paulino Rivero le ha pedido a la Comisión Europea que tenga más decisión para aplicar políticas específicas a las Regiones Ultraperiféricas. ¿Qué política más específica puede haber para Canarias que exigirle al Gobierno español el cumplimiento de la Resolución 1.514 del Comité de Descolonización de los Pueblos de las Naciones Unidas?

Esa sería la actitud de un nacionalista auténtico pero no, a la vista está, de un falso nacionalista. Los falsos nacionalistas no buscan la libertad de Canarias; buscan seguir enriqueciéndose sin que les importen los sufrimientos de la gente. Para ellos no cuenta que tengamos casi 400.000 parados, ni que decenas de miles de personas -entre 80.000 y 90.000, según los sindicatos y la oposición- aguarden por una intervención quirúrgica en las listas de espera sanitarias, ni que los jóvenes tengan que emigrar en busca de las oportunidades que no encuentran en su tierra. Este es el Archipiélago que tenemos; este es el fruto de cerca de 600 años de colonialismo español y de la nefasta gestión de un necio político; un mal gobernante que da palos de ciego sin ser capaz de resolver ni uno solo de los problemas que afectan a unas Islas en las que viven más de dos millones de personas, miles y miles de ellas en la miseria. ¿De qué les sirve a los padres canarios que ya no tienen medios ni para ponerles un plato de comida a sus hijos un mayor compromiso de la Comisión Europea con las regiones ultraperiféricas, entre ellas Canarias? De nada. Esos alardes solo sirven para que Paulino Rivero presuma de hombre de Estado -cosa que no es- y de gran político, cuando ni siquiera ha ganado las elecciones. Gobierna merced a un pacto firmado entre los perdedores.

También insiste Paulino Rivero en que la UE avale su intención de dar prioridad a los canarios en la contratación laboral. ¿No es mejor ir directamente a la soberanía nacional? ¿A cuenta de qué hemos de seguir pidiéndoles permiso a los españoles o a los europeos para que nos dejen hacer lo que, a nuestro juicio, es lo que más nos conviene? ¿Cómo se le ocurre a este hombre emplear términos tales como cohesión territorial cuando se le permite a la tercera Isla que mantenga su actitud hegemónica sobre las demás? ¿Implica esa cohesión territorial que la capital única tenga que estar en Las Palmas?

Admite el presidente del Gobierno regional lo difícil que resulta mantener esa cohesión territorial con el elevado desempleo existente en las Islas. ¿Y quién o quiénes son los responsables de esta situación? ¿Por qué no aprovecha Rivero este dato, junto con las colas del hambre y las listas de espera, para exigir la independencia y, con ella, la plena disposición por parte de los canarios de unas riquezas que hoy por hoy esquilma España a través de sus oficinas de Hacienda?

No somos españoles. No somos siervos de España y mucho menos de Europa. Somos amigos de Europa porque tenemos una cultura europea y hablamos un idioma europeo, pero nada más. Podemos estar en la UE, pero con nuestra propia nacionalidad de canarios. Queremos mantener buenas relaciones políticas, comerciales, culturales y de todo tipo con España, pero de igual a igual. Es decir, como dos naciones independientes y no con el actual sometimiento de una a la otra. El canario no necesita ayudas de los europeos ni de nadie. El canario necesita que no le roben sus riquezas de forma miserable.

Pese a los ataques de nuestros enemigos, que no son otros que los enemigos del pueblo canario, nos consideramos portavoces de estas Islas en su lucha por conseguir la libertad. Nos sublevamos, pacíficamente, contra la ignominiosa esclavitud colonial que padecemos desde hace casi seis siglos. Nos rebelamos contra el atraco continuo que sufre la isla de Tenerife y esperamos que el nuevo presidente del Cabildo sepa restituir lo que ha entregado Rivero como pago a seguir en la poltrona de presidente autonómico.

Una vez más advertimos de que si se avanza con paso decidido hacia la soberanía, pueden surgir brotes de violencia indeseados, como está sucediendo en las Antillas francesas y en otros territorios de ultramar europeos, de los que tan orgulloso está Paulino Rivero. La libertad de Canarias no puede esperar. Sin embargo, mientras llega nuestra ansiada libertad, hemos de impedir que la torpeza política de un hombre incapacitado para gobernar nos sumerja aún más en la ruina. Rivero, su esposa y sus secuaces políticos no pueden seguir en sus actuales cargos porque no se lo merecen, aunque hayan accedido a ellos de forma legal, y porque su permanencia es nefasta para Canarias. Muchas veces nos hemos preguntado durante las últimas semanas si no hemos cruzado ya una línea de no retorno.

¿Están estas Islas ya irremediablemente perdidas? Preferimos pensar que no, aunque albergamos serios temores al respecto. Lo único que nos puede salvar es contar con nuevos políticos. Ninguno de los falsos nacionalistas que militan en Coalición Canaria tiene conciencia de que su principal deber es la defensa de esta tierra. Ni siquiera la tienen los representantes de este partido en Madrid. Ninguno ha alzado su voz en el Congreso de los Diputados para exigir la libertad de Canarias. Cuando llegan a la capital de la Metrópoli pierden hasta la noción de que son isleños. Ni siquiera el hecho de que hablen de forma distinta a como lo hacen los peninsulares les recuerda su origen isleño, del que parecen avergonzarse. Los canarios tenemos una forma de hablar caracterizada por un acento dulce y cadencioso, reminiscencia de una lengua que fue masacrada por las sangrientas tropas castellanas y los sucios mercenarios que las acompañaban. ¿Queremos ser amantes de la españolidad a pesar de esta infame circunstancia? ¿Aceptamos que en España se sigan riendo de nosotros cuando decimos que somos españoles?

Nos llena de pena comprobar cómo nuestros representantes políticos, inclusive los elegidos bajo las siglas del nacionalismo, se convierten en siervos ciegos de los godos que tanto los desprecian o, sencillamente, no los consideran. Un político isleño digno de ser canario debe defender los intereses de nuestro Archipiélago. Defender, por ejemplo, al sector primario. La agricultura, lo hemos dicho muchas veces, es la aristocracia del trabajo. Los servicios dan dinero y son imprescindibles para nuestra economía, pero en el fondo se trata de servidumbre bien pagada. Debemos volver a nuestro campo sin necesidad de que venga un comisario europeo a supervisarnos.

 

Editorial del periódico El Día, /2013-09-22/