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René Behoteguy Chávez
La colonización económica
Cuando
los conquistadores castellanos llegaron a los Andes, se sorprendieron al
encontrar una sociedad que, producto de un manejo adecuado de la producción
agropecuaria en sus diferentes pisos ecológicos, tenía niveles de nutrición y
salud increíbles para la época y que, aún en la actualidad, no han sido
recuperados. Porque el efecto en la economía y la vida de los pueblos andinos
de la conquista y el régimen colonial fue bestial; las política del virrey
Toledo, fundamentalmente la mita que
obligó a miles de seres humanos a desplazarse y encontrar la muerte en las minas de plata, abandonado la producción
agrícola, sumadas a las reducciones que
encerraron a las comunidades andinas en un solo piso ecológico y quebraron su
manejo complementario de diferentes ecosistemas, dieron por resultado una crisis
alimentaria que aún hoy, 482 años después, tiene secuelas de malnutrición y
dependencia.
Si analizamos estas
medidas tomadas por los conquistadores en los Andes podemos entender
perfectamente que: las bases sobre las que se levanta cualquier modelo económico
colonial son las de convertir economías diversas y centradas en su población,
en esquemas monoproductores, por tanto dependientes y donde prima la tasa de
ganancia de los colonizadores sobre las necesidades vitales de la población.
Canarias,
economía colonial
El debate sobre si Canarias es o no una colonia, no debería
centrarse, pienso yo, en subjetividades y sentimentalismos de apegos o no al
Estado español sino en la realidad objetiva y,
dentro de ella, el modelo económico imperante en el archipiélago es un
elemento fundamental que deberíamos analizar.
A partir de la
conquista castellana se impone en Canarias un modelo económico claramente
colonial, bajo esquemas muy similares a los andinos, es decir, imponer ciclos
de monoproducción con altas tasas de ganancia para los capitales colonizadores
y beneficio residual para la población con la subsiguiente dependencia económica
crónica que afecta a las Islas. Es
así que se suceden los ciclos de la caña
de azúcar, el vino, la
cochinilla, el plátano y el tomate y,
finalmente el que prevalece en la actualidad que es el del tándem turismo-pelotazo inmobiliario en
evidente crisis con las consecuencias de empobrecimiento, desempleo y emigración
forzosa que no se diferencian mucho a las que provocaron la salida masiva de
canarios y canarias, por ejemplo a Cuba y Venezuela con las crisis
sucesivas de los anteriores ciclos. En ese sentido, es bueno resaltar que, a lo
largo de la historia, si bien han cambiado los rubros de producción, la
estructura colonial de dependencia y monoproducción se ha mantenido
inalterable.
Si analizamos que el sector
terciario fundamentalmente
relacionado con el turismo y lo que queda del decadente sector de la construcción
representa el 74% de la economía canaria contra apenas un 8%
relacionado con la industria, queda
clara la enorme dependencia de la economía y la precariedad que va generando el
deterioro de este sector.
En Canarias y esto
puede corroborarse en absolutamente todos los ciclos históricos de mono
producción, el centro de poder económico y por tanto el
excedente de la producción, nunca han estado en las Islas sino en capitales
externos que, por tanto han marcado las características del modelo productivo,
sean estos los conquistadores españoles y mercaderes genoveses dueños de los
primeros ingenios azucareros, las empresas inglesas dueñas del tomate o los
tour operadores que controlan el mercado del turismo. Esto da por resultado una
economía siempre en función a intereses externos y con nula sensibilidad hacia
las necesidades de la población canaria.
En este sentido, la
dependencia económica se hace mayor en tanto, este modelo monoproductor, impide
la diversificación económica
lo cual genera que, de lo que se consume en cuanto a productos agropecuarios en
Canarias, apenas el 5% sea producido en un archipiélago que tiene, en
contraste, enormes potencialidades en dicho sector.
Esta situación de
enorme dependencia económica, ha sido alentada por las élites económicas y
políticas de las Islas que, desde sus espacios de poder han hecho todo lo
posible para que esta situación lejos de transformarse, se convierta en una
realidad inamovible.
El rol histórico de los administradores coloniales
El Pacto
de Calatayud en que Thenesor
Semidan último guanarteme de Agaldar,
capitula ante la corona de Castilla y deja a su pueblo en manos de la voracidad
de los conquistadores a cambio de preservar ciertos privilegios de clase, marca
la tónica constante de servilismo y espíritu colonizado con que de las élite
canaria, ha afrontado la realidad colonial desde entonces hasta nuestros días.
En síntesis, se ha
mantenido un pacto colonial por
el cual, una pequeña élite canaria administra las Islas históricamente, dicha
élite no ha variado desde los infames años en que impusieron el impuesto de
sangre que obligaba a las familias canarias a migrar hacia América a razón de
cinco familias por tonelada de mercancía exportada, ni con la dictadura
franquista y la sangrienta represión contra la clase obrera canaria que
representó, ni con la supuesta transición democrática del estado español en
que simplemente, manteniendo el predominio económico, en lo político
los oligarcas canarios se distribuyeron entre los diferentes partidos que
cogobiernan desde entonces el Archipiélago ininterrumpidamente. A cambio
entregan Canarias y el excedente económico que produce al saqueo conjunto del
Estado español y los capitales multinacionales. El sistema está tan bien
engranado que inclusive se ha creado una fuerza política supuestamente
nacionalista que es
parte del gobierno del archipiélago desde hace ya 20 años y que ha cumplido la
doble función de garantizar una profundización de la dependencia económica y
política y, por otra parte, canalizar, apaciguar y finalmente neutralizar las
reivindicaciones nacionales de la población.
Esta élite por su
origen y práctica colonial, mantiene enraizadas prácticas feudales, lógicas
económicas y sociales cercanas al caciquismo, a la ganancia fácil con
poca inversión productiva y sobreexplotación de la mano de obra y
nula iniciativa emprendedora al provenir su condición de privilegio del
mantenimiento de la situación colonial y de sus servicios al capital foráneo
antes que a unos posibles méritos empresariales. Para ello se ha dotado en los
últimos tiempos de instrumentos como el REF (Régimen Económico Fiscal) que,
entre otras cosas subvenciona a los importadores de productos no canarios,
supuestamente para favorecer el sector turístico pero en realidad, dañando a
los productores agropecuarios locales o la RIC (Reserva
de Inversiones Canaria) que
permite evadir el pago del 90% del impuesto a las utilidades supuestamente para
invertir en Canarias, pero que ha servido para fomentar el pelotazo inmobiliario
y agrandar la brecha entre esta élite enriquecida y la mayoría del pueblo
canario. El 33% de paro en las islas, demuestran que ambos instrumentos no han
generado empleo sino que, simplemente han sido concesiones del poder a las élites
corruptas y colonizadas a cambio de permitir el saqueo.
En este sentido
cualquier propuesta descolonizadora en canarias, debe partir por asumir que, la élite
económica y política, independientemente de los colores políticos que diga
defender, jamás romperá con el pacto colonial que es en resumidas cuentas su
razón de privilegio y existencia.
Es, desde esta
perspectiva que, y esto distingue la realidad social canaria de otros procesos
descolonizadores como América Latina en el siglo XIX o África en el Siglo XX,
el único sujeto histórico interesado en la ruptura del régimen colonial, por
su condición de desventaja histórica, de agravio comparativo con relación a
los demás territorios dominados por el estado español (mayor paro, menores
salarios y pensiones, cesta de la compra más cara, etc.) y el empobrecimiento
constante, es la clase trabajadora, y siendo que solamente la clase trabajadora puede romper con
la estructura económica de dominación colonial, es lógico y justo
que esta se plantea entrelazada, unida e insoslayable de la emancipación social
y ruptura de la dominación de clase, de ahí que cualquier propuesta
descolonizadora en Canarias que se atenga a la realidad económica y política
concreta, pasa por ser al mismo tiempo una propuesta abiertamente
anticapitalista.
Asimismo y dada la
entidad colonial de la economía, la izquierda anticapitalista debería tomar en
cuenta que la construcción de un modelo alternativo al capital en Canarias,
pasa necesariamente por romper con dicha estructura económica colonial.
La izquierda canaria debería asumir un programa mínimo de
Descolonización Económica y transición al socialismo cuyo eje central sea la
diversificación económica con base en una fuerte actividad agrícola tendente
a la soberanía alimentaria.
Para ello deberá
liberarse tierras para fomentar cooperativas. Asimismo debería
garantizarse a estos proyectos cooperativos recursos suficientes para lo cual se
hace imprescindible nacionalizar la banca para la creación de una Banca
Canaria Pública y Social. Asimismo es imprescindible romper
con el monopolio de los recursos hídricos, expropiando a los aguatenientes y
garantizando acceso libre y gratuito al agua para la actividad agropecuaria.
Finalmente, el sector público
debería acometer el esfuerzo de generar empresas de agroindustria públicas que
generen empleo y den valor agregado a la producción agropecuaria. Además,
para garantizar mercados sería una función de los entes públicos, obligar
a los hoteles afincados en estas tierras a ofrecer y consumir preferentemente
productos producidos en Canarias. Para
el funcionamiento de estas industrias, debería invertirse en la generación
de energías renovables alternativas, para lo cual Canarias es sin duda
un territorio privilegiado.
Solamente una revolución económica de este calibre, capaz
de cambiar la matriz productiva y redistribuir la riqueza, será capaz de
permitir encarar un futuro viable de justicia y libertad para un pueblo como el
canario que carga ya sobre sus espaldas demasiados siglos de saqueo y exilio en
su propia tierra.