La economía del
bien común
Christian Felber
´Los valores éticos en la economía no se recompensan´. "Se mide el éxito de una empresa por el dinero, que debe
ser un medio, no un objetivo"
El objetivo de este
economista vienés es adaptar el capitalismo a los principios democráticos,
fomentando la aplicación de valores éticos a la actividad empresarial. El
llamado 'apóstol' de la Economía del Bien Común tiene cada día más seguidores
en el mundo.
ISABEL VICENTE -¿Qué es la Economía del Bien Común?
-Es un proyecto que pretende desarrollar una economía que
sirva a los intereses generales. La gente enumera en todos lados los mismos
valores: honestidad, confianza, responsabilidad, tolerancia, solidaridad...
Cuando estos valores se viven en la economía, no se recompensan, no conducen al
éxito y por eso no se viven. También se basan en los valores de las
constituciones de países, como la dignidad, la justicia y la democracia..., y
estos valores son ampliamente compartidos por los ciudadanos. Lo que hace falta
es que las empresas que funcionen con estos criterios sean premiadas por un
orden establecido.
-¿Y esto cómo se cuantifica?
-En la práctica económica hay unos valores. Hoy en día
utilizamos el PIB para medir el desarrollo, y el beneficio financiero para
medir el éxito de una empresa, y para ello utilizamos el dinero. Pero el dinero
es solo el medio y no su objetivo. El éxito de un proyecto siempre hay que
medirlo en función de los objetivos y no de los medios. Este es un error
metodológico del que no nos damos cuenta. Nosotros proponemos que midamos el
éxito, según la consecución de los objetivos conforme con las constituciones
teniendo en cuenta la satisfacción de las necesidades, la calidad de vida y
bien común. Es tener en cuenta el producto del bien común en vez del PIB y el
balance del bien común en vez del balance financiero.
-Al margen de la satisfacción por trabajar con estos
valores, usted propone que las empresas tengan ventajas para así poder resultar
competitivas.
-Sí. Nosotros proponemos que, cuanto más ecológica,
democrática y solidaria sea una empresa, más ventajas legales o fiscales tenga
en su actividad. Son criterios puntuables de forma que, unos buenos resultados
en el balance del bien común, se traduzcan, por ejemplo, en una reducción del
IVA, incluso hasta cero, mientras que, cuanto menos se ajuste una empresa a
estos valores, pague más. Igualmente, una reducción de los aranceles hasta
llegar al comercio libre para estas empresas mientras que las que no respeten
los valores fundamentales tengan unos aranceles más altos, de forma que sus
productos sean más caros. También deben disponer de unas condiciones
crediticias favorables con bajo interés. Se trata de premiar y potenciar esta forma
de trabajar y es algo que debemos conseguir de los gobiernos.
-¿Se ha empezado ya a aplicar estas ventajas en algún
lugar?
-Aún es pronto. Hace falta una transición hacia el modelo
final, pero hay algunas empresas que ya empiezan a tener buenos resultados con
estos balances. En Austria, en algunas comunidades autónomas, ya están
recibiendo incluso ventajas materiales. El proceso, además, no es sólo el
trabajo con las empresas, sino también una vertiente democrática en el bien
común. Todos reivindican que se reescriba el orden económico y esto puede durar
años, pero, cuando cuaje, tendremos el marco legal que pondrá en ventaja a
estas empresas.
-Los consumidores también podemos elegir a las empresas
que tengan un mayor índice de bien común.
-Claro. Los consumidores estarán informados. Cuando esto
sea legal, aparecerá en los productos el sello con el balance de bien común de
la empresa completo con cinco colores en función de su implicación y a primera
vista el consumidor podrá conocer los valores de una empresa determinada y
tenerlo en cuenta. Cuando se aplique, esto será por vez primera una economía de
mercado eficaz con la información de los productos. Puede que el año próximo ya
tengamos ese semaforito de cinco colores.
-¿Hay ya alguna empresa que cumpla con estos valores?
-Ninguna los cumple todos, es casi imposible y tiene que
haber un proceso de transformación que yo creo que se verá en diez o quince
años, pero ya hay ejemplos interesantes. Por ejemplo Seken,
una cooperativa de agricultura biodinámica en Egipto, o una tienda de moda
ecológica de Viena que se llama La Diosa de la Fortuna. En Alicante está la
empresa Microviña, cerca de Muro, que fabrica vino
ecológico y que responde a muchos de los valores que defendemos. Hay unas 300
empresas de seis o siete países.
-¿Está teniendo buena acogida su teoría?
-Muy buena. En febrero del año pasado la presentamos en
España y ya tenemos 30 grupos de apoyo, lo que llamamos campos de energía que
están difundiendo estos criterios en las empresas, universidades y diferentes
entidades. Y esto ha sucedido solo en el espacio de un año.