El discurso de la riqueza

 

Elsa López

 

Porque no se trata de ideologías, se trata de mercado. Y si sobran mil profesores y mil sindicalistas pues se suprimen, que nadie va a levantar la voz por ellos que el miedo es grande y libre y todos están asustados con eso de las deudas. El discurso del dinero es el que prima y los candidatos a gobernarnos ya no hablan de moral ni de ideales y, por no hablar, ya no hablan ni de justicia ni de igualdad (de fraternidad ni les cuento). Ahora, mires a donde mires, solo se escuchan palabras como déficit, mercados, finanzas, bonos, la bolsa que si sube que si baja…

Es la gran derrota de la humanidad. ¿A quién le importan los discursos sobre la libertad o la locura de algunos de nuestros clásicos del pensamiento libre? ¿A quién la "Dialéctica de la Naturaleza" de Engels a estas alturas? Da risa pensar que alguien pueda escribir o disertar sobre semejantes temas como lo hiciera Stuart Mill al escribir sobre la libertad o Erasmo de Rótterdam al elogiar la locura. Hoy día ni para una cita da el tema de la dignidad humana. El discurso sobre la riqueza es el que imprime carácter a quien lo pronuncia. Los que no la generan, no existen. La riqueza da poder al que la tiene y desde ese poder manipula, corrige, levanta o aniquila a su antojo. Los países ricos deciden, los pobres perecen. No hay caridad que los sostenga. A los mercados no les interesa el hambre ni la miseria. Miran hacia otra parte y ya está. La muerte de millones de seres humanos por falta de agua o de alimentos a los mercados les resulta indiferente.

En la bolsa esa indiferencia ni se hace visible ni cotiza. Las muertes de miles de niños camino de los campamentos de refugiados, abandonados por las madres ante la imposibilidad de su salvación, son solo fenómenos aislados, como pequeñas cagaditas de moscas esparcidas en un mapa que han colocado delante de sus ojos. ¿Rentan esas muertes? ¿No? Pues no interesan. ¿Debemos intervenir para reorganizar los cadáveres y establecer con ellos alianzas que nos renten lo suficiente como para saber que esos seres humanos existen? Pues hagámoslo. Da igual que sean blancos o negros. Si en ese gran atlas el mercado los marca como mercancías de las que se pueden obtener beneficios, bienvenidos sean. Si no tienen valor de cambio, que se los coman las hienas. Ese es el discurso que se lleva y no hay otro.

 

Publicado en La Opinión, 20-09-2011