Antaño propiciaban las dictaduras y ahora imponen las democracias
Isidro
Santana León
La razón obtenida mediante la supremacía y
el poder militar es una constante desde el principio de la existencia de la
especie humana, y ni las leyes ni los sistemas políticos han cambiado esa
iniquidad, sino que la han racionalizado y adornado en nombre de la modernidad
y la “prosperidad”. Habría que recordar, más que por una cuestión de justicia,
por honor, que en Argelia, no hace tanto tiempo, el integrismo islámico ganó
las elecciones al parlamento, limpia y democráticamente, negándole el gobierno
de la república las fuerzas opositoras que ostentaban el poder en el país. Se
puede estar en desacuerdo con el integrismo islámico y sus leyes retrógradas y
esclavizantes, sobre todo con las mujeres –yo lo estoy–,
pero no es menos cierto que la democracia es una farsa útil para salvaguardar
los intereses de una minoría, igual que en los sistemas dictatoriales; de
hecho, en España y, por imperativo colonial, en Canarias, la dictadura
democrática se aplica de forma tiránica mediante decretos ley.
No entro en valoraciones sobre la forma de proceder del gobierno argelino en el
asunto del secuestro de la planta de gas de In Amenas –esta cuestión es propia
de su soberanía porque sucede dentro de sus fronteras–,
pero sí observo el maquiavelismo del gobierno francés y de otros europeos,
tratando de quitarle hierro a la consecuencia del abordaje de la misión, puesto
que les vale como excusa para entrar en un territorio extranjero como Malí, sin
autorización de UA (Unión Africana) ni de las Naciones Unidas (mienten los
ministros españoles al decir que esta invasión goza de legalidad
internacional), sin otra motivación que instalarse en una zona
harto satisfactoria para el control de todos los estados que la rodean y, en
consecuencia, rapiñarles las abundantes e importantes materias primas que
poseen. Nunca les importó la amenaza integrista islámica a Occidente, si ésta
no se daba dentro de sus fronteras, y menos les enternece que se instale en
naciones y pueblos que –no lo digo yo, lo dice la historia–,
estos colonialistas, ahora ejerciendo el paternalismo más hipócrita, han
considerado como sub-raza. Combatir el terrorismo es
un pretexto –que ya nadie se traga– para ocupar
militarmente los estados soberanos y saquearles las riquezas, además del
desastre de vidas inocentes que han dejado por el camino, en nombre de la
“libertad y la democracia”. La primera fase de este gran asalto al continente
africano la emprende el colonialismo europeo en Libia, derrocando a Gaddafi,
“incomprensiblemente” hombre que mantenía a raya al terrorismo islamista en la
frontera con Malí, Chad y Sudán. No obstante, todo indica que sabían que con la
muerte del líder libio se crearía un caldo de cultivo en la zona, optimo para
la supervivencia del integrismo, inestabilidad que le da opciones al
colonialismo europeo para intervenir bajo pretexto. Como agravio comparativo,
hay que ver el apoyo que Occidente le brinda al terrorismo que trata de
derrocar al gobierno de Siria –estado soberano reconocido por la ONU–, oxigenándolo, inclusive queriendo participar
directamente en el golpe de estado, aunque reprimiéndose en sus deseos,
frenados por la disuasión de Rusia, China e Irán. La argucia que el
colonialismo europeo ha inventado para volver a ocupar África –por su puesto
con el respaldo de los yanquis– es la “Comunidad
Económica de África Occidental”: estructura económica que no tiene potestad ni
legitimidad en materia de seguridad, y menos internacional. Es de entender que
ya todo vale en la interpretación de la ley, según quién la tenga que acatar o
quién aplicar. Vasta que los poderosos se reúnan en torno a un club, tan o más
terrorista que a quienes acusan de ello, destinado a arrogarse un derecho
ficticio para llevar a cabo sus misiones invasoras, y podemos comprobar cómo
las Naciones Unidas, representante y protectora de los derechos de la humanidad,
en vez de velar por ella, se inhibe ante el dinero asesino del colonialismo, el
imperialismo y el capitalismo, todos, parte del mismo engendro criminal.
Azawad dicen que, ahora, es el problema del mundo, en
vez de reconocer que es la solución para el pueblo tuareg.
La nación tuareg, como si fueran los “gitanos” del
desierto, han itinerado con su cultura sobre los
camellos, miles de años antes de que existieran las fronteras que hoy conocemos
en África, impuestas por el colonialismo europeo. Es la única etnia nómada bereber que, contrariamente al mito inventado por el
colonialismo francés para despreciarlos, se ha relacionado con todos sus
pueblos hermanos amazigh, desde Océano Atlántico
hasta Nubia y desde la codillera del Atlas hasta el actual Chad; nación que,
después de que las leyes de los nuevos estados africanos condicionaran y
limitaran sus movimientos por donde lo hicieron sus antepasados, y a la que han
forzado a difuminarse como grupo humano, se ha visto en la disyuntiva de
recibir apoyo de donde primero les cayera, para, legítimamente, lograr su
estado e integrarse en la comunidad mundial, consiguiéndolo en el integrismo
islámico, paradójicamente contrario a sus costumbres y a la libertad que gozan
las mujeres de la etnia. ¿Es que las potencias colonialistas no se han apoyado
en sátrapas que han mantenido a sus pueblos bajo la represión y la carencia más
absoluta de derechos humanos y de justicia? Nos podíamos preguntar por qué
Francia no intermedió dialogo con el gobierno de Malí para que los tuareg lograran su estado en el norte: sencillamente porque
a los colonialistas no les importan los pueblos ni sus culturas, sino las
riquezas que están bajo sus pies.
Se extingue la rapiña yanqui en
Latinoamérica, se resiente la influencia europea en Asia y el Medio Oriente,
circunstancia que les empuja una vez más a saquear África, además porque
potencias como China, La India y Rusia ya tienen inversiones en el continente.
Las declaraciones de un ministro de España, ofreciéndose a participar logísticamente
en todo este contubernio saqueador, hacían referencia a Canarias como satélite
estratégico para las operaciones, sin atreverse a nombrarla. Hablaba, mejor,
mentía, diciendo que España goza de legalidad territorial, desde las doce
millas que tiene aquí en la colonia y, por ende, de cobertura internacional,
simplonería que le endosará al pueblo español o a los canarios ignorantes de
nuestra situación colonial, sin atreverse a hablar de aguas jurisdiccionales
por si, acaso, Marruecos lo mande a callar públicamente. Es seguro que usaran
nuestro archipiélago saltándose la legalidad internacional, el derecho marítimo
y del espacio aéreo: porque Canarias no es un estado independiente y se
aprovechan del limbo jurídico, y porque Marruecos le permitirá la operación al
ser un buen aliado de Francia y de EEUU.
Todo esto se entiende que se hace por la fuerza y transgrediendo la legalidad
internacional, pero el desconocimiento e indolencia del pueblo canario una vez
más contribuyen a quedarnos al margen de las grandes y trascendentales
decisiones que se toman con nuestra sometida nación, por su puesto que contando
con la complicidad y anuencia que el gobierno colonial de Canarias le rinde a
la metrópoli, con quien dice reñirse para que se reconozca nuestro derecho al
bocadillo. No sólo se acercan tiempos difíciles, se acercan tiempos peligrosos.
Somos objetivo terrorista por dos partes: por el integrismo islámico y por la
banda terrorista OTAN. A esta última ya se le dio negativa a usar nuestra
nación canaria como base militar, mediante plebiscito a los canarios, pero al
colonialismo español, igual que a todos los colonialismos, itero, no les
interesan los pueblos, su cultura ni sus deseos, sino la rapiña.
Una vez más se lo grito a mis hermanos
canarios: ¡LA ÚNICA SOLUCIÓN ES LA INDEPENDENCIA!
22/01/12
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