La intervención de la OTAN,
caracterizada al inicio como de humanitaria para proteger civiles bajo la
resolución del Consejo de Seguridad 1973, desembocó en un bombardeo indiscriminado
sobre suelo libio, produciendo muertes y heridos civiles. Según informa la
Sección Española de Amnistía Internacional, al menos tres cuartas partes de las
bajas civiles en Libia se pueden atribuir a los bombardeos efectuados por la
OTAN.
Se hablado de diversas cifras de víctimas fatales, lo cierto
es que esta información es difusa. No ha existido en esta guerra un grupo
similar al eficiente Irak Body Count.
Como no ha habido tropas de la OTAN en
suelo libio, excepto algunos operadores militares, las redes de ONG atentas a
las víctimas civiles, no han proliferado como fue en el caso de Irak, donde
hubo hasta 250.000 efectivos. Como que el ímpetu para el “Body Count” cuenta cuando hay contingente occidental o de las
potencias comprometido. Otra faceta dramática de este conflicto que refleja la
diferenciación en jerarquizar objetivos.
Es así que no se sabe quiénes son más
asesinos, si los que promovieron la intervención y derrocaron el gobierno, o el
líder libio acusado de dictador.
Cuando lo que importa son los objetivos,
impidiendo y desvirtuando cualquier posibilidad de evaluar procesos, el tema
entra en una zona difícil de analizar y claramente el episodio se transforma en
una contienda entre asesinos por naturaleza.
La OTAN como vestigio de la guerra fría
es la única fuerza bélica multinacional con preparación para intervenir con
rapidez en conflictos considerados por la Alianza Transatlántica como de
amenaza estratégica. Es así que está en condiciones de avasallar los campos de
batalla porque no existe un contendor que se le enfrente y que fiscalice.
La OTAN convirtió a los rebeldes en una
extensión operacional para derrocar a Gadafi, mientras la ONU y su Consejo de
Seguridad hacían oídos sordos hacia algunos reclamos
Por su poderío inmenso, puede disponer
como juez y parte en un escenario de guerra unilateral. La arremetida contra la
resistencia de Gadafi y sus partidarios se llevó a cabo en medio de un
espectáculo de información mañosamente exhibida para señalar que había efectivamente
una guerra. Las informaciones de medios más independientes (Asia Times. Pepe
Escobar. 22 de Octubre) así lo confirman.
Las agencias que velan por el derecho
internacional, han hecho observaciones tibias y poco eficaces para detener la
espiral de aberraciones en esta suerte de invasión “por encargo” de la OTAN,
disfrazada con vítores de liberación. De esta forma también establece nuevas
pautas de procedimientos en guerras que no han sido tipificadas y menos
minuciosamente evaluadas por un derecho internacional cada vez más frágil y
amenazado por el unilateralismo de algunas potencias.
El
Plan Maestro
En el esquema de la seguridad global
planteada desde el eurocentrismo y centrismo
norteamericano, la OTAN es el organismo clave en todo caso. Transformada en el
equivalente a un “Pentágono” transnacional para defender el orden democrático
occidental, le es asignado un rol militar fundamental en la formación de un
gran medio oriente donde una parte esencial corresponde al derrocamiento del
gobierno de Gadafi.
El 19 de marzo de
Un punto central del acuerdo consistió
en adaptar la OTAN al nuevo escenario de conflictos creados a partir de las dos
guerras, en Afganistán e Irak. El otro punto era la seguridad de Israel y concomitante
a ello, una nueva iniciativa para impulsar una reforma política y económica en
la zona comprendida como el Gran Medio Oriente. Este concepto puede constituir
una extensión amplia con los países del norte de África que forman parte de la
zona crítica del Mar Mediterráneo, Libia incluida.
Este plan se gesta antes del ataque a
las Torres Gemelas de Nueva York en 2001, y se lanza definitivamente en 2002.
Contemplaba democratizar los regímenes políticos autoritarios. En el primer
Informe de Desarrollo Humano para el Mundo Árabe preparado por la ONU en 2002
se recomienda la democratización de los países árabes con su lectura eje del
cambio de régimen.
La idea de democratizar “a la
occidental” el mapa político del Medio Oriente y el Norte de África, proviene
de los imperativos del sistema financiero mundial. El objetivo es transferir
los valores del estado liberal a los países árabes e incorporar a una gran zona
de recursos, principalmente los energéticos (60% de las reservas petroleras del
mundo) y humanos, que entregarían vigor con nuevos capitales a la economía
global.
Bajo estas premisas del diseño gestado
hace una década, la OTAN convirtió a los rebeldes libios en una extensión
operacional para derrocar a Gadafi.
Sucedió en Libia, podrá suceder en Irán
y Siria y por qué no en Corea del Norte o Myanmar, Cuba, Bolivia, Ecuador,
Venezuela, o cualquier que no concuerde con un punto central: acoplarse
integralmente al diseño de control de la Alianza Transatlántica.
Todos estos territorios mencionados son
amenazas estratégicas para esta Alianza sui generis. Se origina y fortalece en
Guerra Fría, se supone que ésta termina y sigue con mayor vigor que nunca.
Es más que petróleo lo de Libia. La idea
es posicionarse en el resto del África partiendo por el Sudán, también una
presa difícil para esta Alianza.
Hay que hacer notar finalmente, que en
lo de Libia es la primera vez que se produce una estrategia de apoyar enclaves
rebeldes en una nación con las fuerzas de la OTAN bajo una resolución del Consejo
de Seguridad de la ONU. Todo para derrocar un gobierno.
La figura es inédita al menos se
considere la descomposición de la Ex Yugoslavia. Es notable como este nuevo
elemento o condición en el orden internacional no es materia de amplio debate
en los medios. Como que se hubiera impuesto una nueva doctrina internacional
bajo el emparo de supuestas misiones humanitarias.
2011 será recordado por la creación de
una doctrina patrocinada por la ONU para derribar regímenes en base al viejo
plan de reformar el gran medio oriente. Con la anuencia de dos miembros del
Consejo de Seguridad con derecho a veto como China y Rusia que en vez de
oponerse se abstuvieron, se ha asestado un nuevo golpe al multilateralismo.