Solo nos queda ceder al derecho de pernada

 

Fernando Gracia *

¡Puta miseria! -perdón por el exabrupto, pero la opinión en un periódico está en horario de adultos-. Querido lector, después de leer esta opinión le ruego que medite unos segundos este razonamiento: ¿No estaremos en Canarias pasando y aceptando nuestra vergonzosa sumisión? ¿Llevamos tanto tiempo esclavizado que nos colocamos los grilletes en los tobillos como si fueran calcetines? ¿Es justo que entreguemos a la metrópoli el 100% de nuestro trabajo y esfuerzo para recibir en compensación miserias como si estuviéramos en las colas de Cáritas, que es donde realmente estamos? ¿Ha pensado, ciudadano canario, cuánto le va a costar a su bolsillo pagar el supuesto desfalco cometido por el matrimonio Urdangarín en la casa de los Borbones, aún estando a 2.000 kilómetros? ¿Queremos seguir ligados al dominio de un país que se está derrumbando por completo como consecuencia de la corrupción en el noventa por ciento de su clase política? ¿Podemos permitir que esa misma, contagiosa, corrupción haya llegado a nuestras propias costas como la marea negra del "Prestigie" y algunos de nuestros políticos estén embadurnados de negro hasta el culo? ¿Estamos tocando fondo y solo nos va a quedar ceder al derecho de pernada de nuestras mujeres? ¡Libertad!

A lo largo de muchos años de carrera profesional, he contado con dieciocho directores de prensa diaria, pero los tres mejores, con diferencia, fueron Emilio Romero, en "Pueblo", con su columna de opinión "El gallo", desde la cual, y como un kamikace, cruzaba espada hasta con los ministros franquistas. "Fernando, la última gota de tinta hay que emplearla para escribir lo que defiendes" me dijo una noche de copas. Pedro J Ramírez, muchas mañanas, tardes y noches, entrando en su despacho -Pedro J. casi vivía en el periódico-, y viendo cómo nos "adiestraba" a los redactores como perros de presa cuando había una exclusiva de investigación por medio. Hoy pongo la mano, e incluso la cabeza, en el fuego para asegurar que su "caso Bárcenas" y las supuestas implicaciones con cargos del PP serán demostradas en los tribunales, porque Pedro J. periodísticamente nunca se equivocó. Y José Rodríguez Ramírez, editor y director de este periódico, que mantiene encendida la antorcha olímpica que en su momento le entregó el maestro de periodistas D. Leoncio Rodríguez en la carrera más larga de la historia: desde la esclavitud poder llegar al estadio olímpico de la independencia y libertad de las siete islas, levantando a todo el pueblo de las gradas para cantar juntos el himno de Canarias.

Estos tres directores, en sus luchas por la razón, han tenido que pasar por momentos muy tensos, pero eran, son, periodistas de los pies a la cabeza y por tanto defensores del pueblo contra la iniquidad de los que indebidamente sujetan un bastón de oro arrebatado a un confiado o inocente pueblo. D. José Rodríguez Ramírez, tiene en estas fechas, próximas a togas y paredes de oscuras maderas, su lógica preocupación por demostrar su absoluta inocencia, ya que lleva su vida entera defendiendo un valiente y bello estandarte, el de ¡la libertad¡ No obstante, continúa con el mismo pensamiento de Artur Mas, quien en una reciente entrevista ha dicho: "En la política hay que sacar todo el pus y hacer limpieza, y después esterilizar y procurar aprender lecciones del pasado para poder llegar a ser un país ejemplar".

Días atrás, este periódico publicaba bajo el título de "Corrompidos por la vagancia y la decadencia de España" un espléndido editorial de los que ponen los pelos como escarpias. Entre otras muchas cosas decía: "No descansaremos hasta conseguir la libertad de Canarias. Ese es un objetivo que nos hemos propuesto ya que los nacionalistas de CC, a quienes les corresponde esta tarea en primer lugar, siguen de brazos cruzados. En las circunstancias actuales, cuando España se diluye azotada por el vendaval de la crisis económica, la corrupción y los deseos de muchas naciones de la Península, hasta ahora sojuzgadas por una política castellana de expansión y sometimiento iniciada en la Edad Media, de recuperar el estatus que les corresponde; una categoría que no es otra -no puede ser otra-que la de naciones soberanas con su Estado".

¿Seremos en el mundo ese extraño espécimen de esclavos en pleno siglo XXI? O nos defendemos con uñas y dientes o tendremos que preparar a nuestras mujeres para ceder al derecho de pernada, que es lo último que nos queda. ¡Libertad!

fggracia@hotmail.com

Publicado en el periódico El Día, 03-02-2013