“Derecho
a decidir” es de izquierdas
Vicenç Navarro
*
En respuesta a Javier Cercas
Antes de
responder a Javier Cercas, tengo que admitir un hecho. Cuando leí su libro más
conocido Soldados de Salamina, no me gustó, pues, entre otras
cosas, tenía una actitud hacia los que perdieron lo que se llama en España la
Guerra Civil que, sin ser consciente de ello, era condescendiente hacia los que
habían perdido aquella guerra. Javier Cercas, hijo de los vencedores de aquel
conflicto, indicaba que cuando el héroe de su novela, un miliciano republicano,
tenía delante del punto de mira de su fusil a un fascista (que resultó ser Sánchez
Mazas, el dirigente de la Falange) decidió no apretar el gatillo y dejarlo
vivo. De esta imaginaria situación el autor quería concluir que la
reconciliación entre lo que se llama los dos bandos de aquella guerra se había
iniciado. Me alegró leer más tarde que el hijo real del soldado republicano le
escribió a Cercas indicando que su padre nunca habría actuado de esta manera,
resultado de su coherencia en la lucha republicana contra el fascismo. (Ver mi
artículo “El olvido histórico: causas y consecuencias”, Público. 21.06.13)
Pero Cercas
continúa sin entender a las izquierdas republicanas. En su reciente artículo en El País, “Democracia y
derecho a decidir”, 13.09.13, en el que muestra su rechazo al “derecho a
decidir” por considerarlo antidemocrático, Cercas escribe que “la izquierda
en Catalunya (es de suponer que Cercas quiere decir las izquierdas) está
atrapada en la telaraña ideológica que le ha tejido CiU –de ahí que acepte
el derecho a decidir-, cavando su propia tumba y minando la democracia”. En
esta frase, Cercas resume lo que es la sabiduría convencional en los fórums
mediáticos y políticos del pensamiento dominante reproducido predominantemente
por los medios centrados en Madrid. Según este pensamiento dominante, el
movimiento a favor del derecho a decidir ha sido generado y está
instrumentalizado por CiU. Y ha adquirido tal fuerza que ha arrastrado a las
izquierdas catalanas, que han tenido que sumarse (puede que a regañadientes) a
este movimiento, responsable de lo que Cercas llama “unanimismo” (término
prestado de Pierre Vilar), es decir, un clima intelectual y mediático que
excluye al que piense lo contrario.
También, y
reproduciendo otro elemento de dicha sabiduría convencional, Cercas subraya que
no existe el derecho a decidir sobre lo que uno quiere. Uno no tiene, por
ejemplo, el derecho a decidir si paga o no impuestos. Tiene que pagarlos. Así
lo manda la ley. Y la ley –señala Cercas- es la Constitución, que no permite
a Catalunya el derecho a decidir. Este argumento es el que constantemente se
utiliza para indicar que la expresión de este derecho no es democrático, pues
no es constitucional.
Cercas -como
también lo hace la sabiduría convencional- confunde varios hechos. Una cosa es
la ley y otra es la democracia. Una persona tiene el derecho a no pagar
impuestos si así lo quiere. Lo que ocurre es que pagará un coste –una sanción-
por haber violado la ley. La desobediencia civil puede ser un acto democrático
como lo demuestra la historia. Sin desobediencia civil, los negros en EEUU estarían
todavía sentados en la parte trasera de los autobuses. Fue precisamente el
movimiento pro derechos civiles en EEUU liderado por Martin Luther King el que
causó un enorme mejoramiento de la democracia estadounidense a base de
desobedecer las leyes antidemocráticas. Hoy existe un día nacional en EEUU
honrando a Martin Luther King. Y el Presidente de aquel país es un negro.
Otra confusión
de la sabiduría convencional, reproducida por Javier Cercas, es resultado
de ignorar el contexto político que determinó la Constitución. Esta es la
herramienta utilizada constantemente por los nacionalistas españolistas para
monopolizar el significado, tanto de lo que es democracia como de lo que
entienden por España. La Constitución se hizo en un contexto escasamente
democrático, con un enorme desequilibrio de fuerzas entre los herederos del régimen
dictatorial anterior, que controlaban los aparatos del Estado y la mayoría de
medios de información, y las izquierdas, que lideraron las fuerzas democráticas
y que acababan de salir de la clandestinidad. No era un pacto entre iguales. Era
un proceso vigilado y supervisado por el Ejército (heredero del Ejército
golpista) y por la Monarquía (nombrada por al Dictador). Y las cláusulas de la
Constitución sobre la indivisibilidad de la nación (negando que hubieran
varias naciones y además que pudieran estar juntas voluntariamente), así como
asignando la responsabilidad del Ejército en garantizar dicha indivisibilidad,
fue impuesta por tales fuerzas profundamente antidemocráticas. Es obvio que la
visión que traduce la Constitución es la visión del nacionalismo españolista
(ver mi artículo “El nacionalismo españolista”, Sistema.
07.10.12), que niega que el Estado español sea un Estado plurinacional, negando
la existencia de otras naciones y, en consecuencia, forzándolas a todas ellas
en un mismo molde, sin poder expresar su voluntad de pertenecer o no a ese
Estado.
El resultado
de aquel dominio de las fuerzas conservadoras en el proceso de Transición de la
dictadura a la democracia fue una democracia enormemente limitada en la que el
Estado del Bienestar es de los más retrasados de la Unión Europea de los
Quince (ver mi libro Bienestar Insuficiente. Democracia incompleta:
sobre lo que no se habla en nuestro país) y en la que nunca se reconoció
la plurinacionalidad del Estado español, cosa reconocida (en la intimidad
y nunca en público) por algunos protagonistas de aquel proceso. Y hoy estamos
viendo las consecuencias de aquel dominio conservador. España continúa estando
a la cola de la Europa Social (UE-15) en gasto público social, el Estado español
continúa sin reconocer la plurinacionalidad de España, y el nacionalismo españolista
está siendo cuestionado en las distintas naciones que constituyen España, con
especial contundencia en Catalunya.
La negación
de otra España
Pero Cercas
también ignora que hay otra visión de España que históricamente las
izquierdas republicanas hicieron suya (incluyendo las izquierdas españolas,
tanto la socialista como la comunista), y que era la España constituida por las
distintas naciones y pueblos de España que pudieran convivir en un mismo
Estado. Esta visión de España no fue permitida por el Ejército y de ahí la
Constitución, que continúa siendo la herramienta de veto a tal posibilidad y
que constantemente es utilizada por los nacionalistas españolistas (incluyendo
los de izquierdas), monopolizando la definición de España, considerando anti
España a aquellos que tienen una visión distinta. El PSOE renunció a aquella
otra visión en el momento de la Transición, resultado de las presiones
militares, hecho también reconocido en la intimidad por algunos de sus
protagonistas.
En Catalunya,
todas las izquierdas, tanto históricamente como ahora, demandaron otra visión
de España que aceptara la especificidad de Catalunya como nación con su propia
capacidad de decisión. Fue precisamente el PSUC el que lideró la lucha por la
autodeterminación de Catalunya. Y fue Pasqual Maragall, como Presidente de
Catalunya, el que inició el proceso de redefinir la relación de Catalunya con
el Estado español, proceso que fue interrumpido por el Tribunal Constitucional
al señalar que la Constitución no lo permitía.
No es, pues,
de extrañar que aquellos que tenían otra visión de España y no se les deja
desarrollar su España, terminen deseando salirse de ella. Pero para salirse de
ella, es necesario comprobar qué es lo que la población en Catalunya desea. Y
de ahí la necesidad del referéndum, como máxima expresión democrática.
Cercas dice que debería hacerse primero en la vía representativa, a través de
los representantes. El problema con esta vía, que no se ha descartado, es que
la gente vota a un partido por muchas razones, mientras que en un referéndum se
vota por la pregunta o preguntas directamente relacionadas con el tema. El
problema no es referéndum o no, sino la pregunta que, en el caso de que sea la
vía legal, tendrá que pactarse con el gobierno central, que es la expresión máxima
de aquel nacionalismo españolista, el único nacionalismo en España que no se
define como nacionalismo.
El gobierno
catalán de CiU no dirige la movilización popular, movilización causada
precisamente por la resistencia a haber permitido una redefinición de España,
expresada en el Estatuto iniciado por Maragall y, tras ser cepillado por las
Cortes, refrendado por el pueblo de Catalunya. Hoy la alternativa al
independentismo en Catalunya sería el desarrollo de una Segunda Transición en
España hacia una democracia más justa, más social y plurinacional. Pero el
drama para aquellos que en Catalunya desean una alternativa al independentismo
es que no hay voces en los dos partidos mayoritarios (ni en el PP, máximo
exponente de la visión españolista, ni en el PSOE, donde las sensibilidades
españolistas, que se adaptaron oportunísticamente a las estructuras de aquel
Estado, abandonaron cualquier intento de establecer otra España que no
sea una ligera moderación de la actual). Solo Izquierda Unida ha tenido la
coherencia y valentía de abrir la puerta a esta posibilidad. Las movilizaciones
populares a lo largo del territorio español mostrando un hartazgo hacia este
Estado español injusto, corrupto, heredero del Estado anterior, son, en
realidad, unos grandes aliadas de esta redefinición de España, exigiendo un
cambio profundo de España, en que el poder de decidir a través de referéndums
permita la expansión del significado de democracia a todos los niveles del
Estado. Oponerse a ello continuará radicalizando unas generaciones jóvenes que
ni votaron la Constitución ni tampoco se encuentran cómodas en ella. En este
punto, hay amplio acuerdo a los dos lados del Ebro.
Publicado en www.publico.es
el 5 de octubre de 2013
Vicenç
Navarro ha
sido Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona.
Actualmente es Catedrático
de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Pompeu Fabra (Barcelona,
España).
Es
también profesor de Políticas Públicas en
The Johns Hopkins University (Baltimore, EEUU) donde ha impartido docencia
durante 35 años. Dirige
el Programa en Políticas Públicas y Sociales patrocinado
conjuntamente por la Universidad Pompeu Fabra y The Johns Hopkins University.
Dirige también el Observatorio
Social de España.
Es uno de los investigadores españoles más citados en la literatura científica
internacional en ciencias sociales
http://www.clubcultura.com/clubliteratura/cercas/cercas01.htm
http://www.edu.xunta.es/centros/iesvaladares/system/files/Soldados+de+Salamina-Texto.pdf
http://www.publico.es/457592/el-olvido-historico-beneficia-a-las-fuerzas-conservadoras