La democracia no peligra: la democracia no existe

 

Isidro Santana León    

 

¿Es que todavía hay quien cree eso de que “el menos malo de todos los sistemas es la democracia?” ¿Se entiende por democracia que cada cuatro años te den permiso para elegir a los tiranos que te van a gobernar o más bien a someter? ¿Y qué hay de la justicia, de la igualdad, del respeto a los derechos humanos, el derecho a la autodeterminación de los pueblos, el derecho a decidir en cuantos asuntos importantes les afecten? Nunca, a excepción de los interesados.

 

Nos hemos creído seriamente eso de la democracia aunque, de una u otra manera, hayamos participado de sus formas y estructura, unas veces voluntariamente y otras por coerción, porque hay que sobrevivir, hasta que te intentan quitar la dignidad y entonces revientas.

 

Régimen éste, a mi juicio, bastante imperfecto, pues nos lo metieron bajo el terror –con Borbonato incluido– aquellos que, manu-militari, tiraron al suelo el otro sistema legítimo en España, los mismos que, también con las armas, sumando la oposición hoy descontenta, someten a Canarias bajo yugo colonial hace más de cinco siglos. Yo, por justicia, por ética, por humanidad, por fraternidad, por solidaridad, por principios –no porque lo promulgue un menú llamado constitución donde los que prueban los platos son los que manejan el dinero de los productores– me sumo a las reivindicaciones del pueblo español y aplaudo los éxitos de las movilizaciones, esperando correspondencia moral del mismo, en cuanto al derecho de Canarias a la independencia y la soberanía: como se hizo en la Revolución de los Claveles donde Portugal le dio la independencia a Angola, Mozambique y Cabo Verde. Desde Canarias, pueblo que por grave accidente colonial estamos pasando por el mismo entuerto que el pueblo español –sabemos que peor– no pido, como lo hacen los sindicatos del sistema –que parecen resucitar como Lázaro, después de una gran enfermedad de descrédito– un referéndum para cambiar el gobierno, pues, la verdadera consulta que hay que hacerle a los dos pueblos en general es si quieren seguir en esa Europa artificial de los mercaderes o seguir resignándose y flaquear hasta la total esclavitud.

 

En el caso de la nación Canaria –insisto– el traspaso incondicional de la soberanía, para convertirnos en un nuevo estado en el mundo, ya que en las islas no entró la dominación colonialista de España mediante consulta o plebiscito sino por la supremacía militar, la violencia y el deshonor. Sigue pendiente este asunto, que es un incumplimiento flagrante de la legalidad internacional y, le guste o no a quien sea, el mismo ha de solucionarse dentro de la presente coyuntura mundial porque no hay otra salida para nuestro pueblo. Seguir con el putrefacto sistema actual es ir inexorablemente a la tercera y definitiva guerra mundial –ojalá me equivoque– que han empezado los mismos de siempre, imponiendo abusadoramente el poder y la usura de una minoría dominante sobre la mayoría productora.

 

No, la democracia no existe y por eso ni peligra ni sirve. Pedir un plebiscito para cambiar un gobierno que ha hecho lo contrario de lo que ha dicho y poner otro, que hará más de lo mismo, porque la política no la marca la soberanía popular sino los mercados y las instituciones financieras europeas y mundiales, es hacer un desgaste caminando en el mismo círculo cerrado. El círculo hay que romperlo porque todo lo que hay dentro esta viciado –desde el juez más imparcial hasta el sindicato más contestatario están condicionados– y aunque buena voluntad e intentos de dignificación existan por parte de algunas mujeres y hombres, es imposible llevar a cabo ningún proyecto noble: eso es echar perfume sobre los excrementos en vez de erradicarlos. Todos los pueblos han de estructurar un sistema de equilibrio, gobernando y distribuyendo la riqueza de una forma rigurosa e igualitaria, que nada tiene que ver con esa democracia que ahora también se le impone al resto de los países, llamados del tercer mundo, a través del poder de las armas, la violación de su soberanía y la invasión de sus territorios.

 

Todo está preparado silenciosamente por los humanos más ricos y tenebrosos, quienes, mientras el resto de los terrícolas duermen, descansando del trabajo productivo, articulan sutiles proyectos de esclavización física y mental, que pasan por hacerlos depender del agua y el alimento, hasta la limitación del crecimiento poblacional que diezmarán mediante enfermedades creadas en laboratorios, de las que también sacan plusvalía vendiendo los antídotos o medicamentos a quienes los puedan costear. A Canarias, como estado independiente –y creo que a una nueva España no le vendría mal–, nos satisface saber y es una gran referencia, que existan políticas humanas como las que están llevando a cabo los jefes de estado –elegidos por sufragio universal– la señora Cristina de Kirchner y el señor Hugo Chávez, más propia de países verdaderamente desarrollados (para los que entienden el desarrollo únicamente a través de la usura y la rapiña financiera) que la de los cínicos y ladrones encorbatados de esa Europa y Norteamérica imperialista y necrófila, y lo mejor de todo es saber que éstas se descomponen porque no tienen razón de existir.

 

Canarias debe urgentemente apostar por su soberanía nacional y orientar su política hacia esas formas de relaciones basadas en la cooperación, el intercambio, la solidaridad, la prioridad, la prevención y la prudencia, evitando la libre injerencia de los mecanismos financieros que no tengan un estricto control del estado, ya que la finalidad de éstos es gravar abusadores impuestos a los pueblos para hacerlos depender, arrebatar su soberanía y esclavizar.

 

Otro mundo es posible y otra Canarias también. Entre más rápido mejor.

 

 

20/07/12

 

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