La
debacle anunciada, la oportunidad perdida
Cándido
Quintana
Muchos son los artículos que he escrito
en los últimos tiempos, mayormente relacionados con la corrupción y con las
elecciones, siempre tratando de aportar mis granitos de arena para, entre
muchos, conseguir que ambas cosas fueran vistas por los ciudadanos como
totalmente incompatibles a la hora de la verdad, a la hora de introducir en las
urnas sus votos. Y si bien es verdad que aquí se han conseguido avances
sustanciales, como por ejemplo en el Ayuntamiento de Santa Cruz, no han sido
suficientes para generar ese profundo cambio que muchas miles de personas
venimos reclamando.
De esos múltiples artículos, muchos de
ellos se centraron en el PSC-PSOE y
todo su increíble y deleznable proceder para disolver su ejecutiva insular de
Tenerife y la local de Santa Cruz, con un más que claro propósito de dejar en
fuera de juego a sus más honestos luchadores, que finalmente se vieron en la
obligación de abandonar el partido como única salida a sus deseos de seguir en
política. Y muy bien que lo hicieron, pues de esta forma han salvado su imagen
de la debacle electoral canaria del
PSOE, propiciada por el secretario regional José Miguel Pérez y su tropa, que bastante
menos tiene que ver con el negativo efecto nacional de la crisis que ha aupado
la ola del Partido Popular.
Yo ya lo vaticiné una y otra vez en el
momento del golpe de poder socialista, y así se lo hice saber a su máximo
responsable canario, quien ahora, de forma muy poco entendible en democracia,
en vez de haber dimitido al día siguiente con todo su equipo o de ser cesado fulminantemente,
al contrario, se viene moviendo por escenarios de posibles recompensas, aún la
horrible labor desarrollada, a la espera de dádivas de CC en el gobierno,
cabildos y ayuntamientos. Analizando todo esto, da la sensación que la debacle
canaria del PSC-PSOE se corresponde con una premeditada actuación perfectamente
orquestada, desde el mismo principio en que avasallaron a las personas que
tuvieron que irse, para así debilitarse y perder representaciones en favor del
dominio de Coalición Canaria, facilitándoles ahora su continuidad en el poder.
¿Pueden dos escasos votos en Madrid para aprobar los presupuestos generales del
Estado y alargar la agonía socialista, cundir tanto en Canarias? Respóndanse
ustedes mismos, pero seriamos injustos si no valoráramos la enorme estrategia
desarrollada por Paulino Rivero.
Configurar las listas electorales con
personas de poco peso, mansas o atadas por relaciones empresariales o profesionales
muy difíciles de esquivar, entre las que se ven perfectamente encajadas, por
ejemplo, José Miguel o Julio Pérez, es dar por perdidas anticipadamente las
elecciones y abrir horizontes a todo tipo de cábalas y sospechas, como ha
venido sucediendo, que finalmente se han confirmado con el estrepitoso fracaso conseguido.
Y que vuelva a ser Coalición Canaria quien parta el bacalao tampoco es ajeno a
ello, es evidente que con Juan Fernando López Aguilar hoy no estaríamos
hablando de lo mismo, sino de todo lo contrario. Decía yo en mi último
artículo, Ni imputados ni sinvergüenzas, que necesitábamos un cambio
profundo, que pasaba no sólo por echar a los malos gobernantes, sino también
por no dar entrada a esos políticos mansos o atados por relaciones diversas a
los que me he referido, y la irrupción de ASSP
y de XTF allana el camino, aunque no
haya sido suficiente.
Ese cambio profundo ha comenzado, si
bien no con la fuerza necesaria tan deseada por muchos, pero lo tuvimos a huevo
y debemos reflexionar sobre ello sin más dilaciones. Reclamaba yo, en un
artículo que escribí a mediados del mes de marzo que titulé Por
encima de críticas, ¡la unión!, la urgencia de ese cambio político,
realizando un llamamiento a esos otros partidos minoritarios, esos que con la
honestidad como bandera están convencidos de que otro Mundo es posible, para
conformar una unidad de acción. Para
ello, incidía especialmente en que en estas elecciones debía primar el echar a
la calle a los malos gobernantes de siempre, que estábamos a tiempo y que nos
iba el futuro en ello, que aparcásemos nuestras pequeñas diferencias. Estuvimos
a punto de lograrlo, si esa unión se hubiera hecho efectiva, hoy estaríamos
hablando de muchas decenas de representantes en todas las instituciones, con
alto poder de decisión. Hemos perdido una gran oportunidad, reflexionemos sobre
todo lo que nos acerca y con humildad demos, ¡de una vez!, ese paso hacia la UNIDAD de fuerzas progresistas que todos estamos esperando.
© Cándido Quintana