En relación a la Cueva de las  Mil  Momias

 

    

Francisco P. De Luca López (*)

 

    Introducción  

 

     

Momia de Tenerife expuesta en el museo de Madrid

   

    

Recientemente ha salido a la luz una interesante publicación bajo el título “La Cueva de las Mil Momias”, de Editorial Herques (2010), cuyos autores son el catedrático de Arqueología de la ULL, Antonio Tejera, David Galloway, escritor y guionista, Daniel García, Licenciado en Historia, y Juan Francisco Delgado, Licenciado en Geografía e Historia, este último titular de la citada Editorial e impulsor de la idea. Consta de una primera parte histórico-arqueológica con abundante documentación gráfica, acompañada de numerosos datos basados en fuentes documentales históricas, así como otros datos inéditos procedentes de la tradición oral, referida a la aún no hallada, aunque nombrada con frecuencia en los archivos históricos, Cueva de las Mil Momias. Se completa con aportaciones lingüísticas sobre la toponimia guanche y un detallado estudio sobre momificación de  las Islas Canarias.

 

La segunda parte del libro está dedicada a una novela de ficción basada en elementos histórico-científicos en la cual, en un lenguaje sencillo y claro y haciendo referencia al mismo tema de la Cueva, se construye un entramado literario isleño de indudable atractivo.

 

Nuestra modesta contribución en el presente artículo consiste en analizar y contrastar diversos datos toponímicos que se exponen en la referida publicación, profundizar en el análisis lingüístico aportando nuevas interpretaciones, así como ampliar la información sobre el tema, con un ánimo totalmente constructivo, en aras de un mayor conocimiento sobre un tema de indudable interés para los lectores y de una mayor difusión cultural sobre nuestro Patrimonio Arqueológico. Como bien dicen los autores al referirse a la citada Cueva, podría ser el mayor hallazgo arqueológico funerario de Canarias. Si alguna vez ve la luz (aún en la actualidad se guarda el secreto más absoluto por respeto a los antepasados) sugerimos el inmediato establecimiento de un museo de sitio debidamente conservado y protegido por las autoridades competentes en la materia, al igual que ocurre en otros países con sus respectivos legados culturales. Al mismo tiempo, instamos al Gobierno español a la devolución  de la momia guanche extraída de la isla en 1764 y remitida al monarca Carlos III, aunque parece ser que se descubrió y expolió en 1763, según Viera (tomo 1), (Op. cit., p. 12), a su vez repetidamente reclamada por el Cabildo de Tenerife y ubicada actualmente en el museo Nacional de Antropología de Madrid, procedente de la Cueva sepulcral del barranco de Erques, Tenerife.

 

Como veremos más adelante, los datos cronológicos apuntan a que la Cueva, ya descubierta, fué explorada más detenidamente en fechas posteriores (1770) según la información que aporta el historiador J. de Viera y Clavijo, su principal fuente referencial, sin perjuicio de las informaciones de autores más modernos como J.Alvarez Rixo que la cita en documentos de mediados del siglo XIX al hablar de una gran cueva de guanches situada en el pueblo de El Escobonal, jurisdicción de Güimar (Op.cit, p.34). De esta referencia concreta ampliaremos detalles al tratar de su posible ubicación geográfica.

 

Merced a un acuerdo del Senado de agosto de 2006, se aprobó su regreso y devolución al pueblo canario, su legítimo dueño. Es muy posible que otras momias procedentes de la Cueva fueran saqueadas y sacadas fuera de la isla a otros lugares de Europa, en auténticas operaciones comerciales especulativas.

 

    Atrás quedaron por tanto las funestas esquilmaciones de restos momificados, llevados a cabo en Canarias en los pasados siglos tras el cruento proceso de conquista y colonización, por expoliadores y traficantes del legado guanche, con la infame pasividad de las autoridades de la isla del segundo tercio y finales del siglo XVIII, reinando en España Carlos III. El autor inglés  Sir Edmund Scory (1577-1626), refiere en aquella época: “todavía quedan cadáveres de estos que han estado sepultados durante mil años”, (Op. cit., p.,21), lo cual indica la veneración y  protección de los restos de los antepasados por parte del pueblo guanche, el pasado y el actual.

 

Descripción y análisis etimológico del Barranco de Erques y de otras voces isleñas.

 

    Tratándose de un elemento geográfico fundamental en el entorno en el que se sitúa la Cueva de las Mil Momias, estudiaremos con detenimiento el topónimo “Erques”, conocido barranco situado aproximadamente en la línea divisoria de los actuales municipios de Güímar y Fasnia. Tuvo una importancia transcendental, sobre todo en los tiempos anteriores a la conquista europea de la isla de Tenerife, en lo que se refiere a la actividad ganadera, la más importante fuente de recursos de los guanches. La debilidad y el rudimentarismo de la actividad agrícola (por el contrario, esta última tuvo más importancia en la isla de Tamarant) fue determinante a fin de que la subsistencia se diversificara en otras opciones como la pesca o la recolección silvestre y, de forma determinante, en la ganadería, por otra parte ostensible signo de riqueza de las clases más pudientes-los nobles- que detentaban la propiedad de los ganados. La propia denominación del menceyato más poderoso de la isla, Taoro, la podemos asociar etimológicamente con la voz tachelhit del sur de Marruecos: “taurut”= “gran rebaño de ovejas” (F.P. DeLuca, 2004:89), de E. Laoust, 1936). Se marcaba así el territorio de influencia del ganado del Quebehi Imoha Bencomo, mencey que ejerció un claro poderío socio-económico, y por tanto militar, sobre el resto de los menceyatos de la isla. La voz amazigh tiene su equivalente en la isla de Tamarant en el topónimo “Taoro” (Chil, en B.Alfonso I, 1991: 394) citada como “playa” y en los significativos topónimos recogidos de la tradición oral: Barranco de Tauro, Lomo Tauro Alto, Montaña del Tauro, playa del Tauro y las formas diminutivas castellanizadas (seguramente en alusión al menor tamaño de los rebaños) Barranco Taurito y Lomo del Taurito, todos ellos en Mogán. La expresa denominación de una playa con el nombre de Tauro podría estar asociada a las “apañadas”de los rebaños que terminaban reunidos en la costa, también frecuentes en la isla de Fuerteventura. La posesión de ovejas-y de cabras- era pues en las islas un claro signo de control socio-político por parte de la nobleza, en este caso relacionado con una extensa área de pastoreo de ovejas y cabras de la zona de Mogán.

 

    Retomando la voz Erques se documenta específicamente en las islas de Tenerife y La Gomera, y no tenemos constancia de su presencia en el resto del territorio nacional canario, al menos bajo esta forma léxica. En la isla de Tenerife la tradición oral atestigua la existencia del topónimo a través de las variantes grafiadas Erques, Erque o Herque (Viera, S.Berthelot, 1842) y asociado a dos barrancos: uno, Erques, como citamos ut supra, en el límite entre Güimar y Fasnia y el segundo, Erque, barranco situado en Guía de Isora, que nace en Boca Tauce y desemboca en la playa del mismo nombre, siguiendo aproximadamente el límite con el término municipal de Adeje. La Vera de Erque es una variante del mismo vocablo, caserío de Guía de Isora en donde se produjeron los primeros asentamientos poblacionales debido a la proximidad de puntos de agua o nacientes. Antes de la conquista española  fue importante zona de pastoreo guanche, actividad que fue decreciendo posteriormente a favor del cultivo de cereales.

 

    En relación a La Gomera volvemos a encontrar la misma voz en el barranco y caserio de Erques o Erque (Aguilar y Chil), en el municipio de Vallehermoso. Desciende desde la meseta central de la isla hasta la costa y su cabecera se localiza al pie de la de Fortaleza de Chipude, en forma de profunda caldera con un corte casi vertical de 400 m . Otra variante, el caserío de Erquito (diminutivo castellano de Erque), junto al anterior, fue antaño una importante zona de pastoreo cuyo régimen de explotación de pastos llevaban aparejados los desplazamientos verticales. La ganadería constituía en esta isla la actividad productiva fundamental, muy por encima de la protoagricultura practicada por los isleños.

 

En el caso de Tenerife, el barranco de Erques está situado en la zona limítrofe entre Fasnia y Güimar. Es un barranco largo, profundo y encajado, que discurre entre materiales basálticos. La vegetación de su cauce la constituyen principalmente tabaibas (Euphorbia sp) y balos (Ploclama pendula), además de plantas rupículas en sus paredes, entre otras.

 

En su tramo más alto, en la corona forestal, existen abundantes pinares canarios. Esta circunstancia favorece la hipótesis de la ubicación de la Cueva necrológica en dicho entorno (como veremos más adelante), debido a la utilización de la pinocha en el proceso de mirlado de los cadáveres. En 1885 fue encontrado en una cueva de dicho barranco un idolillo de barro envuelto en una piel que, según B.Alfonso (I, 1991:293), llevaban a modo de colgante en el pecho los adivinos o “santones”, denominados “guañameñe, guanameñe (F.Osorio, 2003:463, de P.A.del Castillo) o guanamene (Op cit., de S. Berthelot). Esta voz la  podemos restablecer desde el primario tuareg del Ahaggar como “wa n y amenn “= “este de decir”, “el que dice” o “el dicente”, derivado del verbo “enn” (N) = “decir” (Ch. Foucauld III, 1951), en el sentido genérico de “adivinar, predecir o decir (el porvenir)”. B. Alfonso (Op cit: 294) nos refiere que al citado idolillo la tradición oral de la isla lo denominaba “guatimac”, cuya traducción la asociamos al primario kabilio “wa timmad” (MD) =” este de la persona misma, de la que se trata” (J.M.Dallet, 1982), en alusión a un personaje individualizado y único. Expresa por tanto un objeto portado por alguien importante, un objeto personal e intransferible y no portado por otra persona que no fuera él mismo. Lo lleva “en persona, él mismo, en una muy posible relación con la figura del santón o adivino, muy venerado en la sociedad guanche. La evolución fonética posterior a la forma castellanizada “guatimac” se explica por la equivalencia del fonema final “d” del primario amazigh: “d>t>ch”, por realización paladial y posteriormente por vicio ortográfico de la voz resultante “guatimach>guatimac”, análogamente  a lo que ocurre con la voz  Ataman y Acaman, esto último señalado por M.A. Fariña en B. Alfonso (I, 1991:289).

 

    La presencia pues del guanameñe en el barrranco de Erques, en tierras de nobles (como veremos más adelante), podría explicarse por la influencia e importancia social y por su más que probable pertenencia al linaje real, posiblemente del menceyato de Taoro, dado el carácter de “territorio autónomo” vinculado a aquel menceyato de la zona güimarera de Chimaje, y en cuyos altos y a orillas del barranco de Erques se podría ubicar la gran cueva funeraria. Era esta zona sureña muy transitada por los pastores y rica en plantas forrajeras, óptima para la ganadería menor por ser zona de alta montaña y abundantes cuevas (L.Diego Cuscoy, 1976), por lo que  no es de extrañar la propiedad de la misma por parte de la nobleza isleña.

 

    Nuestra hipótesis sobre el origen amazigh del término Erques se asocia al primario verbal tuareg del Ahaggar “erkes”= “pisotear” (personas, animales (RKS) (F.P. DeLuca, 2004: 178), atestiguado en Ch.Foucauld IV, (1951), es decir:“lo pisado, lo pisoteado”, en referencia a suelo, lugar, hierbas, etcétera, y por extensión “lo transitado, o “pateado”, en el dialecto actual canario. La justificación de esta voz genérica canaria se basa en la existencia de lugares de paso obligado o habitual de los pastores y sus ganados, en ruta de trashumancia vertical desde la costa a la cumbre (Las Cañadas del Teide, era zona comunal de pastos utilizada por los distintos menceyatos). La gran cantidad de ganado que existía en la isla de Tenerife en época anterior a la conquista explicaría el trasiego de hombres y ganados, que concentrarían su paso hacia las cumbres por determinados lugares que ofrecieran mejores condiciones que otros para el  tránsito de los animales. L.Diego Cuscoy (1968) consideraba el margen derecho del barranco de Erques como uno de los pasos abiertos o senderos trashumantes entre la cumbre y la costa. Se movían los pastores por el Camino del Arrastradero, que según este autor bordea dos puntos arqueológicos: La Hoya del Tagoror (muy próxima a la montaña Beñamo) y El Bailadero, situado a más altitud. Por nuestra parte, la traducción de Beñamo: wi-n-y-amu” = “el (lugar) de o los (lugares) de participar, asociarse, formar parte, implicarse, juntarse, reunirse” (M.Taifi, 1991, Marruecos Central) deja muy claro el significado del topónimo y su vinculación a la Hoya del Tagoror o asamblea (tagrurt = “recinto circular de piedra seca para el ganado” (Ahaggar), en este caso, por extensión semántica del término, equivalente a “lugar de asamblea o reunión”, por su estructura circular.

 

    En el caso de La  Gomera la propia toponimia nos ofrece un dato interesante que pudiera avalar nuestra hipótesis. Cercana a Erque y Erquito se encuentran La Dehesa, El Paso y el sugerente topónimo La Manteca, cercano a la Lomada de Arguayoda. Por su similitud fonética y semántica podríamos asimilar La Manteca al compuesto amazigh: ma n tekka “el (lugar) que es de pasar o “el (lugar) del paso”, (F.P. DeLuca, 2004: 179), en donde la partícula “ma” es el demostrativo “el que, lo que” y “tekka” es una variante verbal de la forma infinitiva “ekk” (K) =”venir, provenir, pasar, pasar por”, de raíz kabilia, ambos vigentes en los dialectos del Marruecos Central (M.Taifi, 1991). Esta voz se documenta asímismo en la isla de Tenerife: Camino de Las Mantecas (La Cuesta); Camino de La Manteca (Cruz Santa-La Perdoma); La Manteca (Fasnia, Arico el Viejo, Barranco Tamadaya) y en la isla de La Palma: Hoya de la Manteca (Fuencaliente, 1.608 m . de altitud), todas ellos vinculadas al paso de  los ganados en épocas anteriores a la conquista.

  

Descripción y etimología del entorno geográfico de la Cueva de las Mil Momias.

 

     Aún se desconoce la ubicación exacta de dicha Cueva, aunque los autores de la obra ofrecen una serie de datos procedentes de la tradición oral y de las fuentes escritas de los diversos cronistas e historiadores que arrojan algo de luz sobre el particular. Nuestra aportación en este caso consiste en el análisis lingüístico de algunos topónimos, aparte de ampliar información inédita sobre el espacio topográfico próximo a la necrópolis, en aras de facilitar en lo posible la localización de aquella.

 

    Es en el barranco de Erques donde se cree, por parte de los diversos autores, se pueda ubicar la Cueva funeraria en cuestión (explorada en 1770, “Noticias”, Viera, Ed.1858) a partir de la información que aporta J. de Viera y Clavijo en 1776 sobre los embalsamientos y entierros de los guanches: “Al tiempo que se escriben estas noticias se acaba de descubrir un panteón excelente, cuyo apreciable monumento derrama mucha luz sobre esta parte de nuestra historia antigua. La cueva, aunque de una entrada sumamente díficil, es en lo interior alta, capaz y acompañada de algunos nichos abiertos en la peña. Está en un cerro muy escarpado del Barranco de Herques, entre Arico y Güimar, en el país de Abona y tan lleno de momias, que no se contaron menos de mil... A la verdad, yo no había admirado tanto hasta entonces  aquel artificio con que estos isleños inmortalizaban sus cuerpos...las mortajas o forros en que estaban arrollados desde pies a cabeza son unos pellejos de cabra cosidos con primor. Algunos cuerpos tienen hasta cinco o seis, puestos unos encima de otros. Hállanse los varones con los brazos extendidos sobre ambos muslos y las hembras con las manos juntas hacia el vientre. Aún la misma colocación que tienen los xaxos en este cementerio es objeto digno de atención, porque están en camas y filas, sobre unos como andamios o catrecillos de madera todavía incorrupta, cuyo espectáculo no tiene nada de honroso...”; “..y trasladándolos a las cuevas más inaccesibles, destinadas para cementerio común (citaremos este dato cuando acometamos el análisis lingüístico), los arrimaban verticalmente a las paredes o los colocaban  con muncha orden y simetría sobre ciertos andamios..”; Entre los objetos curiosos que hay en la Real Biblioteca de Madrid está el precioso cadáver de uno de los guanches que se sacaron de la caverna sepulcral de  Herque, en Tenerife. Algunos han ido tambien a adornar los gabinetes de los reinos del Norte” (en A.Tejera et al., 2010: 25-26). Por su parte, estos autores indican que la momia se envió desde las dependencias de la Real Biblioteca al Gabinete de Historia Natural por orden de Carlos III, el 3 de octubre de 1776 (Op. cit. p.14). 

 

    Esta cueva descrita por Viera y situada en Erques podría no tener relación (por el número de cuerpos hallados) con otra cueva que el mismo autor sitúa en el distrito de Güimar (cerca de Güimar) (“Historia de Canarias”,Viera, Ed. 1982, Vol 1) y en cuya cita se alude a la visita a una gruta del viajero británico Thomas Nichols en 1526 y que contenía entre 300 y 400 momias. Parece ser que en tiempos de los primeros guanches existían más de 20 cuevas en Tenerife albergando los cuerpos de príncipes y gentes distinguidas. El secreto para acceder a ellas sólo era conocido por los más ancianos que incluso aseguraban no conocer su ubicación. Según E.A. Hooton (1925) no se han encontrado más que cuatro o cinco, (“Los primitivos habitantes de las Islas Canarias”, Ed. 2005). Este autor norteamericano hace mención igualmente del hallazgo de la cueva de Erques con “más de 1000 momias”, citando a Viera.

 

    De la momia de la cueva de Erques, parece ser que de un varón, el autor y médico chasnero J.Bethencourt Alfonso hace una detallada descripción de la misma en 1908, en relación a su exposición al público en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid: “Tendido; manos por bajo de la parte externa de los muslos. Dedos gordos de los pies unidos por una correa. Parece momificado por desecación. Color de la piel amarillento. La cabeza como tumbada sobre el hombro derecho. Brazos tendidos y unidos al cuerpo siguiendo las formas de éste. Tobillos unidos (el derecho más arriba que el izquierdo); rodillas unidas, pero la izquierda más arriba que la derecha; pene al parecer muy grande”(Tomo II, 1994: 606).

 

    La alusión que vincula al barranco de Erques con el Barranco de los Muertos se aprecia claramente en la cita de Anchieta y Alarcón (en A. Tejera et al., 2010:41) al tratar de las tierras de Marcos de los Olivos que por la parte de Agache lindaban “con el barranco de los muertos, por la vereda”.

 

    La práctica totalidad de las cuevas sepulcrales se localizan en los márgenes izquierdos de los barrancos, salvo excepciones, según los resultados de las prospecciones arqueológicas de la isla.

 

    El dato de Anchieta (por la parte de Agache) lo consideramos fundamental, al menos para localizar la Cueva en el margen izquierdo del barranco de Erques. Al margen de esta información pensamos en una posible ubicación en los altos de la zona más occidental del menceyato de Güimar (Chimaje, y no Agache) por la mejor conservación de los cuerpos mirlados en ambiente seco y de alta montaña y no en el menceyato de Abona (en aquella época aún no existía Fasnia como municipio independiente). Estamos de acuerdo, pues, con los citados autores cuando afirman que la ubicación de la Cueva no se corresponde con la denominada Cueva de Las Calzadas, situada en el margen derecho del barranco de Erques, en el municipio de Fasnia cerca del antiguo Camino Real y a poca altitud sobre el nivel del mar. Por tanto, aquella se desecharía por motivos diversos como la existencia de humedad en el ambiente o por la propia configuración de la superficie de la cueva (Op. cit. p.29). Así, creemos que la elección de la cueva funeraria colectiva no se llevaría a cabo en tierras de la zona más oriental del menceyato de Abona, a pesar de que ésta igualmente estaba bajo el control de los nobles del menceyato de Taoro, como justificaremos etimológicamente más adelante. A modo de hipótesis y con todas las reservas, nuestra propuesta concreta de la posible ubicación de la Cueva de las Mil Momias apuntaría a la zona de Guaco, actualmente denominada galería de Guaco, por la existencia de aguas subterráneas. B. Alfonso (I, 1991) recoge la voz Guaco como barranco y charco en Fasnia y B.Pérez Pérez (1995) como “localidad en Güimar”.

 

    Allí, efectivamente, existe un cerro entre los 1.500 y 1.600 m . de altitud y la elección del lugar se pudo haber llevado a cabo en base a una serie de condiciones orográficas adecuadas, aislamiento, sequedad del entorno, incidencia solar y de algunos elementos socio-rituales que luego indicaremos. Desde el punto de vista estrictamente geográfico Guaco se encuentra situado aproximadamente en las coordenadas 28º 17´ latitud norte y y 16º 28´longitud este, a unos 750 m . al este del paraje denominado La Campana y a un kilómetro al oeste de El Bailadero, es decir, entre La Campana y El Bailadero, lugar que suponemos que los autores conocen. El análisis lingüístico de la voz toponímica Guaco es fundamental para aclarar la cuestión. En los dialectos bereberes o imazighen del Marruecos Central encontramos la partícula invariable “ku” (K) = “cada uno, todo, todos, todas” (M.Taifi, 1991), por lo que proponemos el primario compuesto “wa-ku” = “este (lugar) de todos”> guaco, por realización fonética labiovelar “wa>gua”, al castellanizarse el término. Bajo nuestra perspectiva parecen claras la similitud fonética y la solución semántica de dicha voz, que aluden significativamente al carácter colectivo de algo, sea un lugar de reunión ritual, de pastores o de ganado, etcétera, pero también, no habría que descartarlo, a una necrópolis colectiva que albergaría de forma permanente a lo largo del tiempo los cuerpos tanto de pastores de la zona como de personajes de la nobleza y menceyes, coexistiendo cuerpos no momificados, de momificación imperfecta y los totalmente momificados.

El cementerio común que cita Viera. No obstante, entre los guanches se distinguían los panteones o necrópolis de los nobles y los de los siervos, aquellos tratados con técnicas de mirlado y adoptando para la alta nobleza y los soberanos el ahumado y la desecación (J. Bethencourt Alfonso II, 1994: 297-300), como vimos ut supra en la descripción de la momia de Erques. No podemos afirmar taxativamente si se trataba exclusivamente de un panteón de la nobleza, aunque algunos apuntan al “Panteón de los Menceyes” y su entorno familiar (A. Tejera et al., 2010: 49). Sin embargo, nos resistimos a creer que pertenecieran a la nobleza del menceyato de Güimar, por las razones que indicaremos más adelante.

 

    La existencia en el entorno del topónimo La Campana nos podría sugerir, siempre como hipótesis a considerar, la posibilidad de comunicación funeraria (entre otros usos) a modo de resonante “campana”, utilizada por los guanches a partir de la percusión de fragmentos o lajas de rocas fonolíticas desgajadas de algún bloque permanente de este material ígneo presente en la zona. Asímismo, es significativa la existencia en la zona próxima a Guaco de la Fuente Copa, extraño topónimo transmitido por la tradición oral que da nombre a una antigua fuente o naciente que antaño servía de lavadero y de la que se aprovisionaban de agua las gentes de El Escobonal. El análisis lingüístico del término nos conduce al paralelo kabilio “akufi (pl: ikufan)“ (KF) = “tinaja” (J.M.Dallet, 1982). La forma plural  ikufan deriva en ikufa >ikupa >copa, por elipsis vocálica de la “i”, apócope de la “n” final y por la conocida equivalencia fonética “f>p”. El naciente o fuente formaba, por el abundante agua que manaba, una especie de gran pileta o poceta de forma ovalada, a modo de “bañera” o “tinaja” natural en la roca, de la que se aprovechaba el líquido elemento que allí se encharcaba. Es muy probable que se utilizara por los guanches para el lavado de cadáveres en el proceso de momificación o mirlado. Para Tenerife, F. A. de Espinosa nos dice: “ ..tomando el cuerpo del difunto, después de lavado, echábanle por la boca ciertas confecciones..” (Ed.1980: 44)”.

 

    Por su parte, J.Bethencourt  Alfonso nos detalla: “lo tendían en el suelo sobre un lecho de ramas, briznas y yerbas secas aromáticas, para después de lavarlo extraerle las entrañas respetando el sistema piloso...” ..Nuevamente lo lavaban por dentro y por fuera para colocarlo seguidamente encima de un chajasco...”(T. II, 1994 :296).

 

    Para los chajascos se utilizaba el escobón y la retama, abundantes en el entorno del lugar y, por otra parte, como dato que confirma el lugar como punto hidrológico de cierta importancia, J. Alvarez Rixo nos describe una gran cueva de guanches en El Escobonal a partir de una noticia en la  prensa isleña del año 1876: “..descubrió con admiración una caverna de cosa de cien metros de largo y diez de ancho, y en su medio una fuente de buena agua potable...”(en A. Tejera et al., 2010:34).

 

    Respecto a la toponimia del lugar se verifica por nuestra parte el carácter de línea o trazo divisorio del barranco de Erques entre los menceyatos de Güimar y Abona. Nos referimos a la zona de Aguerche, en el margen izquierdo del citado barranco, por el lado de El Escobonal-Chimaje, a unos 650 m . de altitud. En el lado de Fasnia se constata el Paso de la Raya (Op. Cit, p.86). La traducción deriva del primario amazigh de los Ait Haddidou del Marruecos central “a kert” = “el que traza, marca o raya” > akerch < aguerch(e); fonema “k (palatal sordo) >”g” (palatal sonoro) y por la conocida realización fonética canaria “t>ch”.

 

 Consideraciones finales

   

La penetración o control territorial y el robo de ganado por parte de la nobleza del menceyato de Taoro sobre el de Güimar (causa de la sempiterna y profunda enemistad entre los dos) se materializó a nuestro juicio en la zona occidental de Güimar (Chimaja o Chimaje, El Escobonal) y en la zona oriental de Abona (Imobad, Imobar). La traducción de ambas voces apuntan respectivamente al singular y plural del primario tuareg del Ahaggar “amâhagh (pl: imûhagh) = “noble y libre”. De ahí provienen “ti amâhagh = “las o la (tierra) del noble”> Chimaja > Chimaje e “Imûhagh” = “los nobles” > Imoha (denominación del linaje del mencey Bencomo) > Imoba(r). Por vicio ortográfico, la especie de cedilla de la “h” del castellano antiguo se convirtió en “b” en las grafías de los primeros documentos del siglo XVI de repartimientos de tierras.

 

    Quedaría patente pues el poderío de los nobles de Taoro que muy bien pudieron apropiarse de las citadas zonas de Güimar y Abona, ejerciendo una especie de “cuña” territorial o protectorado que influyó en los pastores y en parte de la nobleza de dichos menceyatos. Dispusieron del control y propiedad de los ganados y esto explicaría el establecimieno de una zona “sagrada” que incluiría, entre otros espacios rituales, la Cueva de las Mil Momias como necrópolis colectiva de la nobleza, no lejos del Llano de Maja (amâhagh= noble) y lejana de la influencia del núcleo principal del menceyato de Güimar, al otro lado de la Ladera, en donde residía el mencey y que probablemente dispondría de su propia necrópolis ya citada más arriba. Precisamente la enemistad entre Güimar y Taoro facilitó y aceleró el proceso de conquista de la isla de Tenerife, y de la que eran conscientes los españoles que a finales del siglo XV culminaron la anexión a la Corona.

 

    Finalmente, constatamos por nuestra parte una curiosa coincidencia entre la posible ubicación geográfica de la Cueva de las Mil Momias con el vértice más occidental de la Constelación de Can Major que ocupa la estrella Sirius, señor de los ritos funerarios en el mundo de los antiguos egipcios y que según la acertada teoría del autor Daniel García (Op. cit, p.95) coincide con el trazado de cazoletas y canalillos del Almogaren reseñado en su obra. Un dato a tener en cuenta, si alineamos Guaco con  el Pico de Cho Marcial y con el Lomo Santo y este a su vez con  la zona de Cruz del Roque y La Piedra de la Inés (“Iness” =”estar acostado”, en dialecto tuareg del Ahaggar, Ch. Foucauld III, 1951) en Fasnia. En relación a la Piedra de la Inés podria estar relacionado con una especie de “guardián sagrado” que “protegía” o pernoctaba a la intemperie en piedras planas adecuadas cerca de las tumbas de los nobles y de los cuales, según la tradición guanche, sus espíritus vagarían de noche, en consonancia con la teoría del magio o xaxo (ánima) arrimado de la que hablan los cronistas. Por otra parte, la costumbre de dormir en un santuario para obtener un sueño voluntario en repuesta a una invocación o demanda concreta es recogida ya por Herodoto entre los antiguos Nasamones libios del norte de Africa, costumbre denominada “incubación”. Asímismo, entre los tuaregs, las mujeres practican un rito similar en la proximidad de antiguas sepulturas colectivas: “ ellas se visten ricamente y se acuestan cerca de la tumba y el “zabbar” (ogro) se les aparece y les da la respuesta que ellas han solicitado” (M. Virolle-Souibès, Encycl. Berbère XV, 2005). No mencionamos otros lugares por discreción y que, en efecto, constituirían una parte de la zona “sagrada” de los nobles, sincretizada por la influencia cristiana posterior, que abarcaría Chimaja e Imobad y en la que sería muy interesante profundizar en futuras investigaciones.

 

    Se deduce, por tanto, que los enterramientos se podrían relacionar, aparte de las características orográficas del terreno, con las rutas pastoriles de paso obligado, máxime teniendo en cuenta que la posesión de ganado era el mayor símbolo de riqueza en la sociedad guanche y, por tanto, bajo control de la nobleza. ¿Serían pues los pastores al servicio de los nobles los encargados de los enterramientos bajo la dirección religiosa de los guañamenes ? Todos los indicios apuntan a que serían los nobles los dueños de los rebaños que circulaban por el barranco de Erques. La cercana presencia de El Bailadero o Baladero nos indica además un ritual invocatorio de la lluvia a través del ganado que marca, una vez más, la importancia de la zona objeto de nuestro estudio.

      

(*) Vpte. del Centro de Estudios Imazighen de Canarias (CEIC)  

Publicado en 'La Prensa', revista semanal del periódico El Día, (págs. 1, 2 y 3) sábado, 05-02-2011

 

   Bibliografía:

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