«.» Ramón Moreno Castilla *
Otra vez he tenido la oportunidad de visitar el milenario Reino de Marruecos; país que, pese al tiempo transcurrido, conserva intactas sus costumbres milenarias y su enriquecedor acerbo cultural constituyendo todo un referente del mundo árabo-musulmán y un ejemplo a seguir en toda África.
Y fue, precisamente, las celebración anual de uno de esos eventos ancestrales lo que propició mi viaje al vecino país con motivo del “Moussem Annuel Religieux de la Zauia d' Assa”. Un acontecimiento que exalta los aspectos antropológicos, religiosos y folclóricos de una de las regiones más vastas del Sahara marroquí: la Región de Assa, en el Marruecos profundo del Suroeste; de tribus y pueblos nómadas del desierto, cuyos paisajes lunares escapan a la vista del visitante, circundado de sinuosos caminos que recorren la geografía del territorio aparentemente inhóspito, pero donde conviven en paz y armonía sus moradores.
Así, invitado por las Autoridades de la Región partimos el pasado 19 de noviembre desde el aeropuerto de Gran Canaria en el ATR de Bínter que cubre el trayecto con Agadir, importante enclave turístico y pesquero, en cuyo aeropuerto de Al Massira nos esperaba un enviado institucional para trasladarnos por carretera hacia Assa. Pero antes degustamos en un frecuentado restaurante de la ciudad de los deliciosos pescados y mariscos de la zona en un copioso almuerzo gentileza de la Organización.
De Agadir a Assa son cuatro horas de espectacular viaje por carretera, que hicimos en un confortable 4X4, y donde los tres invitados de Canarias pudimos contemplar de nuevo las inigualables bellezas paisajísticas de esa parte del Sahara donde proliferan remotas zonas rurales con caseríos diseminados por la inmensidad del territorio, así como bulliciosas ciudades, que en algunos casos son importante nudos de comunicaciones con el resto del país, con gran actividad comercial que contribuyen al desarrollo de la zona, y que hacen de Marruecos un país pujante y de futuro.
Una vez llegados a Assa fuimos alojados en un castillo cuasi medieval, restaurado con fines turísticos y de allí asistimos a la cena oficial ofrecida por el Wally de la región, máxima autoridad de la región, a quién entregue un ejemplar dedicado de mi última publicación, “Mohamed VI, Paladín del Panafricanismo. El regreso de Marruecos a la Unión Africana”; libro que ya había presentado oficialmente en el Ayuntamiento de Assa en el mes de mayo pasado en el transcurso de unas importantes jornadas de ámbito internacional sobre Desarrollo Sostenible y Planes Turísticos para la Región, que contó con la asistencia de las autoridades de la zona, diversos cargos públicos y numeroso público, donde asimismo dediqué ejemplares del libro del Rey a las diversas autoridades que presidieron el acto.
Todas estas actuaciones en la región de Assa, se inscriben en el marco de los diversos planes de desarrollo para las zonas deprimidas que ha implementado el Monarca marroquí para todo el Reino; y que pretenden poner en valor las potencialidades, en este caso de la provincia de Assa, donde existen enormes posibilidades para el desarrollo de la energía solar (térmica y fotovoltaica) y turístico, que propició la celebración en paralelo de la “Conferencia de las oportunidades para el Desarrollo Sostenible”, en la que estuvieron presentes representantes de varios países europeos, entre ellos especialistas italianos, con los que compartimos interesantes debates en el transcurso de las comidas (almuerzos y cenas), que constituyeron verdaderos encuentros gastronómicos de la rica y variada cocina marroquí, donde degustamos con deleite una amplia muestra de su gastronomía y repostería, así como los exquisitos productos de su huerta, donde destacan sus verduras, legumbres y frutas de todas clases, plátanos incluidos.
En el plano lúdico-festivo pudimos asistir a las demostraciones de los intrépidos jinetes del desierto, disparando sus arcaicas escopetas al galope, con un estruendo ensordecedor, una y otra vez; y carreras de camellos montados por imberbes y bien adiestrados jinetes, en una permanente exaltación de esas costumbres milenarias que caracterizan al Reino de Marruecos, seguidas por una multitud de todas las edades, en la que abundaban familias enteras con sus hijos y un público venidos de todos los rincones de la Región, en una enriquecedora simbiosis pueblo-tradiciones, sin parangón en el mundo árabo-musulmán, puestas de manifiesto en los cuatro días de fiestas populares.
No menos importante y multitudinaria fue la gran Feria de Artesanía, celebrada en el entorno de numerosas jaimas perfectamente ordenadas en un inmenso cuadrilátero, en cuyo interior se exponían los más diversos objetos y mercancías, así como productos naturales y manufacturados del país (donde sobresalían, entre otros, los exquisitos dátiles), con unos precios muy competitivos y asequibles. Era como un gran “zoco” al aire libre, donde el sol abrasador del mediodía no era obstáculo para el contante trasiego de personas adquiriendo los diversos productos a la venta transportados de todo el país para la ocasión.
Pero lo que me llamó poderosamente la atención en esta nueva visita al Marruecos de mis amores, fue la gran cantidad de chicos de tempranas edades, de ambos sexos, que transitaban sin parar por las instalaciones de la Feria con gran algarabía, en una explosión de vitalidad, compañerismo y amistad, consustanciales con la juventud de cualquier lugar. Y donde la presencia de extranjeros despertaba su sana curiosidad por saber su procedencia y fotografiarse con ellos. En mi caso, tuve la oportunidad de comprobar el gran cariño de los niños hacia las personas mayores, acercándose sin temor para que los besara, dedicándome una entrañable sonrisa difícil de olvidar. Es el prometedor relevo generacional de Marruecos; que, precisamente por ello, requiere del desvelo y atenciones de las diversas Autoridades del País respecto a la escolarización, la sanidad y las oportunidades de trabajo y su inserción en la sociedad para que no tengan la necesidad de emigrar como tantos otros, lo que en muchos casos constituye una auténtica tragedia familiar, difícil de asumir.
En definitiva, un viaje enriquecedor, como todos los que he realizado a Marruecos desde hace décadas; donde pude constatar una vez más, las indudables posibilidades de un país cercano y amigo con el que tópicos aparte, y por ineludible imperativo geográfico, debemos mantener unas fluídas relaciones de amistad y cooperación, implementando políticas de complementariedad en todos los ámbitos de actuación que sean beneficiosos para los habitantes de ambas orillas. Ello requiere una mayor comunicación tanto marítima como aérea que posibiliten un mayor acercamiento entre nuestros respectivos pueblos.-
Otros artículos de Ramón Moreno Castilla publicados en El Guanche y en El Canario