Crisis de la economía liberal (la importancia del sector público)
Carlos
Romero *
Soy de los que piensan que la actual crisis económica,
y todas las crisis que la humanidad ha vivido, "la fiebre de los
tulipanes" del siglo XVII, "el crac de 1929, la crisis de Japón en
los años 90, etc., es culpa de la gran mayoría de todos y cada uno de nosotros,
es decir, de la falta de sensatez y prudencia de las personas a la hora de
consumir, invertir y, en definitiva, gestionar sus limitados recursos.
No obstante, y tal y
como leí en un libro hace poco, decir que es culpa de todos no es decir que es
responsabilidad de nadie ya que, aun cuando la causa sea la egoísta y nada
solidaria condición humana de maximizar su propia riqueza y bienestar, lo
cierto es que una crisis tan profunda como la que estamos viviendo podría
haberse evitado. Por tanto, es más responsabilidad de unos que de otros, es más
responsabilidad de las personas que tenían la posibilidad y el poder de
intentar evitarla, regulando y controlando nuestro sistema. La citada
intervención hubiera evitado que los mercados, actuando de manera
independiente, nos arrastraran a la terrible situación de crac financiero y
económico que estamos viviendo. Queda claro por tanto que -y con ello estoy
haciendo una importante autocrítica ya que soy un orgulloso militante del PSOE
desde hace años- en mi opinión los gobiernos tienen la mayor de las
responsabilidades por no haberse atrevido, unos, o no haber querido, otros,
controlar y regular nuestro sistema financiero y económico de la manera que
deberían haberlo hecho.
Así es. Lo que está en
crisis es la economía liberal que defienden muchos y que impera en el gobierno
de nuestra Unión Europea. La que está en crisis es la idea de que los mercados
y la economía por sí solos son capaces de regularse, y que los agentes
económicos, buscando su bien personal, son capaces, sin ningún tipo de
regulación ni intervención, de conseguir el bien común. Y digo que está en
crisis porque con lo que ha sucedido se ha demostrado que el sistema necesita
intervención y regulación para que funcione correctamente y, por supuesto, para
que sea más justo y solidario, es decir, el sistema necesita de un sector
público fuerte que controle sus excesos y redistribuya la riqueza resultante.
Pero, ¿cuáles son las
causas de la crisis y cómo podrían los gobiernos haberla evitado? Y, lo más
importante, ¿cómo salimos de ésta?
La respuesta a la
primera cuestión debemos buscarla en el excesivo endeudamiento privado, y no
público, que nos ha permitido consumir por encima de nuestras posibilidades, es
decir, que nos ha posibilitado gastar el dinero que aún no habíamos ingresado.
Y digo que esta es la causa porque aun cuando el endeudamiento no es del todo
malo, podríamos decir incluso que algo de endeudamiento puede actuar de
acelerador de la economía; este hay que regularlo y controlarlo para que no
llegue a los límites insostenibles, anteriores al crac financiero, que
permitieron aumentar la masa monetaria muy por encima de la economía real, lo
cual permitió inyectar cada vez más dinero en las burbuja cuya explosión
provocó la crisis. Me refiero, por supuesto, a la burbuja financiera vinculada
a un sector tan importante para la economía como el inmobiliario, que creció
sin parar, alimentada por ese excesivo, y lo que es más importante,
descontrolado endeudamiento.
Así es, si las burbujas
se nutren básicamente de dinero prestado, tarde o temprano alguna entidad
financiera empieza a tener problemas de impago, y entonces entra en juego la
refinanciación, es decir, los bancos dan créditos a sus clientes con problemas
para pagar otros créditos y ampliar los plazos de devolución, todo con la
intención de ganar tiempo con la esperanza de que la situación remonte,
solucionando así sus problemas a corto plazo pero llevando a la economía real,
cuando el sistema financiero limita las renovaciones de crédito, al colapso. La
falta de confianza y las expectativas negativas que a partir de ese momento
imperan entre los agentes económicos ayudan día tras día a que la situación
empeore. Además, y en nuestro país, todo va de la mano de la consecuente contracción
de los sectores asociados a la burbuja, claves para España, el mercado
inmobiliario y la construcción, que implica la peor de las consecuencias de
nuestra crisis, el aumento del desempleo. Y comienza el círculo vicioso: más
paro supone menos ingresos de las familias, lo que implica el descenso del
consumo que repercutirá sobre las empresas, que despedirán más, y así
sucesivamente. Podemos concluir, por tanto, que el excesivo endeudamiento
convierte el pan de hoy en hambre para mañana, es decir, que los excesos sin
control anteriores han provocado los problemas actuales.
La segunda pregunta
tiene una sencilla respuesta: controlando y regulando, tal y como debe hacer un
sector público fuerte, y como ejemplo, lo siguiente:
* Los bancos, tanto de
inversión como comerciales. A los primeros, no permitiéndoles vender todo los
productos financieros que se les ocurra, por muy rentables que sean, ni
permitiendo las astronómicas remuneraciones de las que disfrutaban sus
dirigentes por colocar dichos productos "estrella". A los segundos,
la banca comercial, no permitiéndoles participar jamás de las arriesgadas
rentabilidades que las burbujas ofrecen ya que son entidades clave en nuestro
sistema financiero al administrar el dinero y el ahorro de todos, devolviendo
así a estos bancos a sus más elementales y sagrados criterios de prudencia.
* El Banco Central
Europeo (BCE), y con la intención de controlar más eficazmente los tipos de
interés y por tanto la política monetaria, debería no solo prestar atención al
nivel general de precios de los países sino también a la variación de la
valoración de los activos, por ejemplo los inmuebles, que no se tiene en cuenta
a la hora del cálculo del IPC, ya que un aumento excesivo de tal valoración
puede indicar que existe demasiado dinero en la economía con respecto a la
economía real. Así, se podría establecer un diferencial máximo entre el ritmo
de aumento de la masa monetaria y el del PIB, con lo que, pasado ese umbral, y
aunque los niveles de precios no hayan subido demasiado, el BCE debería
propiciar cambios restrictivos en la política monetaria de la eurozona
aprobando pequeños aumentos en el precio del dinero.
* Las agencias de rating, regulando y controlando que no cobren en función de
cuantos productos valoran, sino en función de las valoraciones de riesgo que
llevan a cabo, o simplemente, creando una agencia pública de rating que valore de manera obligada cada activo, todo de
una manera objetiva y bajo unos parámetros claros y de confianza para todos.
¿La consecuencia de
todo este control?: más prudencia en las inversiones y un paulatino parón de la burbuja financiera. Así, nuestros dirigentes
devolverían al sistema a la realidad, poniendo freno a ese crecimiento,
desbocado e inconexo con la actividad económica real, que provoca el crac, la
crisis financiera y económica y la consecuente crisis de confianza y
expectativas.
Y, lo más importante:
¿cómo salimos de ésta?
En mi opinión, con un
sector público fuerte y con recursos, y haciendo lo contrario a lo que se
propone desde la ideología liberal de nuestros dirigentes europeos. Hay que
partir de la idea básica de que la confianza y las expectativas de negocio para
el dinero y las iniciativas privadas está por los suelos, por tanto, los
agentes económicos con posibilidades de inversión no se van a atrever a
inyectar y arriesgar sus recursos en una economía con este estado de depresión
y repleta de malas noticias. ¿Quién debe hacerlo entonces? Porque lo que está
claro es que la economía solo levantará cabeza sí se invierte, si se gasta, en
definitiva, si alguien le inyecta dinero, ya que ese empujón hará que los
números cambien, que la confianza aumente, que las expectativas mejoren y que
el dinero y las empresas vean todo diferente y arriesguen sus recursos,
provocando entonces el círculo vicioso contrario al de la crisis, más gasto e
inversión pública y privada, más empleo, más consumo, etc., está claro que no
al ritmo insostenible anterior a la crisis, pero al menos sí acorde a nuestras
posibilidades y a nuestra economía real.
La respuesta a la
importantísima pregunta de quién tiene que hacerse responsable de iniciar ese
proceso creo que está clara de nuevo: el sector público: la Unión Europea, los
Estados, las comunidades autónomas, las entidades locales, etc. Y ustedes se preguntarán,
pero ¿cómo?, ¿con qué recursos? Pues muy sencillo, o por lo menos yo lo veo así
de sencillo: los recursos se obtendrían como consecuencia de las siguientes dos
medidas:
* No imponiendo desde
la eurozona límites al endeudamiento público tan restrictivos como los
actuales, y que nunca se intentaron imponer al si excesivo endeudamiento
privado, ya que esas radicales restricciones suponen no solo la imposibilidad
total del sector público de aplicar políticas de crecimiento e intentar con
ello el cambio de tendencia antes explicado, sino que la imposibilidad de los
Estados de cumplir tales objetivos de déficit hacen que las deudas actuales y
futuras se encarezcan en los mercados, por la desconfianza y las malas
expectativas, y aumentes los gastos financieros en los cada vez más pobres
presupuestos públicos. Y entonces, ¿cómo se podría conseguir que los dirigentes
europeos cambien su política? Pues lamento decir que la única manera es que la
ideología liberal, con mayoría y que jamás cambiará su política en el sentido
que estamos planteando aquí, deje de tener el poder, y que la ideología
socialdemócrata europea sea la que decida el futuro de la eurozona y, por
supuesto, se atrevan a llevarla a cabo. Las próximas elecciones europeas son en
2015.
* Búsqueda de recursos
por parte de las administraciones públicas, tanto a través de una efectiva
inspección fiscal para que todos paguemos lo que tenemos que pagar, como a
través de aumento de la tributación directa, y preferiblemente no de la
indirecta, de todos los que tienen la suerte de tener renta y beneficios,
haciendo especial hincapié en la progresividad de los impuestos y en las
grandes rentas. Es decir, no atacar el problema presupuestario de las entidades
públicas por la parte del gasto y sí hacerlo, hasta lo necesario para cuadrar
las cuentas, por la parte del ingreso y la imposición, medida que se iría
reduciendo a medida que la recuperación económica se fuera haciendo efectiva y
la recaudación pública fuera aumentando. Lamento también decir que este tipo de
política jamás la llevaría a cabo nuestro actual gobierno y la única
posibilidad de que se hiciera efectiva en España es que un nuevo gobierno
socialdemócrata llegara al poder y que, por supuesto, se atreviera a hacerlo, y
para las próximas elecciones generales también distan 3 años.
Por tanto, y para
concluir, creo que ha quedado claro que el sistema en el que vivimos siempre
necesita de la intermediación de lo público, no solo para que sea más justo y
solidario, que también, sino, además, para que funcione correctamente y, en la
actualidad, para poder salir de la situación de crisis en la que vivimos. Ha
quedado clara la necesidad del sector público en nuestro sistema financiero y
económico.
Buenas noches y buena
suerte.
* Concejal de Hacienda de Güímar
Publicado en el periódico El Día, 9-10-2012