La crisis económica o crisis de modelo

 

Wladimiro Rodríguez Brito *

 

[Aquí tendremos que mirar para los recursos locales con otros ojos y dejar los rallies y el tuneo de coches para el museo del ayer, como sueño de la estupidez y del engaño del consumo y el embrutecimiento de una sociedad embarcada en un espejismo insolidario, con una cultura insostenible socialmente y sin futuro.]

 

Oímos con frecuencia las preguntas: ¿cuándo cambiará la situación?, ¿cuánto durará la crisis? Parte de las autoridades de la Europa comunitaria hablan de una crisis estructural. Esto significa para la Europa del sur que hemos de vivir con la crisis, es decir, con una situación social con altos índices de pobreza, en la que el trabajo es inalcanzable para un alto porcentaje de la población.

 

Bajo este modelo sin alternativas posibles, ni tan siquiera con la traumática emigración, cosa tan habitual en Canarias en sus quinientos años de historia, la cuestión que se plantea no es menos difícil: ¿emigrar a dónde?

 

Incluso con una coyuntura internacional favorable que ha favorecido la actividad turística en las Islas, con más de doce millones de visitantes por año, aún no hemos tocado fondo, con más de un treinta por ciento de paro y subiendo.

 

¿Qué hacer? Tenemos serias limitaciones para generar más puestos de trabajo con el actual sistema, basado en el consumo de unos diez litros de petróleo por habitante y día, modelo que nos ha permitido las anteriores cotas de bienestar, con algunos indicios de derroche en los años alegres. Lo que ocurre en la actualidad es que el reparto de los recursos en el planeta está cambiando. Hasta el momento, más del ochenta por ciento del petróleo y otras materias primas estaba en manos del veinte por ciento de la población (EE.UU., Japón, UE, Australia, Canadá y unas élites reducidas en China, India, Brasil, Rusia, Sudáfrica…).

 

Si tomamos como referencia un recurso tan básico para el funcionamiento de dicho modelo como es el petróleo, nos encontramos que dichas élites estaban consumiendo entre cinco y quince litros por habitante y día, mientras que el resto de la humanidad se quedaba con menos de dos litros por habitante. Esto incluye los recursos indirectos que nos aporta el petróleo, como, por ejemplo, energía eléctrica, fertilizantes, transporte, distribución y conservación de alimentos, sanidad, etcétera.

 

Este modelo generó también la expansión urbana, no sólo en los países industriales, sino en el llamado tercer mundo. Más del cincuenta por ciento de la población del planeta es urbana, con la consiguiente terciarización de la población. Se trata, por tanto, de un modelo urbano con escala planetaria, en el que los elementos de la revolución urbana-industrial, hija del petróleo y del carbón se implantan desde casos como Ciudad de Méjico y Yakarta.

 

El siglo XXI tiene que ofrecer alternativas a este anacrónico modelo basado en el derroche del petróleo. Hay que distribuir los recursos de otro modo, menos focalizado en la Europa occidental, EE.UU. y Japón, con nuevos socios que incorporan cada año cincuenta millones de nueva clase media y que demandan al menos cinco litros de gasolina por habitante y día.

 

Si el techo en la producción mundial de petróleo esta en 85 millones de barriles diarios, los actuales incrementos de demanda se resuelven restándole consumo a los que demandaban más petróleo hasta ahora. Los países del sur de Europa (los famosos PIGS) son especialmente dependientes de las subidas de precio del petróleo. Nos toca hacer más agujeros en el cinto.

 

En Canarias nos toca mirar para el entorno con otros ojos, con una cultura más sostenible, con una menor huella ecológica, haciendo un mejor uso del petróleo. En la situación actual consumimos unos seis litros por habitante y día, con unos costes de diez millones de dólares al día. También hemos de leer con otra cultura la educación, el modelo productivo basado en el derroche de energía y, por supuesto, el medio ambiente. Es posible una sociedad más solidaria, con menos petróleo y más sabiduría.

 

La crisis no es sólo de la Europa del sur y de los muchos que han estado en crisis desde siempre en el tercer mundo. Ahora el reparto es más equilibrado, incluso en EE.UU. se plantea que los once millones de inmigrantes indocumentados sin ningún tipo de derechos empiecen a ser reconocidos como que al menos existen.

Aquí tendremos que mirar para los recursos locales con otros ojos y dejar los rallies y el tuneo de coches para el museo del ayer, como sueño de la estupidez y del engaño del consumo y el embrutecimiento de una sociedad embarcada en un espejismo insolidario, con una cultura insostenible socialmente y sin futuro.

 

 

* DOCTOR EN GEOGRAFÍA

 

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