Utilizar la coyuntura

 

Isidro Santana León

 

Para conseguir un sillón en el Consejo de Seguridad de la ONU, aprovecha el presidente del Reino de España, Mariano Rajoy, la fijación que hizo esta organización internacional, usando nuestra nación como base para realizar el programa de alimentos destinado a África, por su puesto, soslayando el primer ministro español la dominación colonialista que sobre Canarias ejerce España hace más de quinientos años. El colonialismo no prescribe y, muy al contrario, se ha marcado un calendario dentro de las Naciones Unidas poniendo como fecha el año 2010 (segundo decenio internacional para la erradicación del colonialismo en el mundo) para que las potencias dominadoras se vayan retirando de los territorios ocupados.

 

No sólo pasa por alto el presidente Rajoy el asunto colonial de Canarias, sino que, para más desfachatez, suelta en el órgano supranacional la descolonización de Gibraltar, aludiendo al Reino Unido para que se retire del sur de la “Península Ibérica”. Los delincuentes no deben hacer las leyes, pero en los casos supremos esto parece lo lógico. Esta es una gran paradoja de las Naciones Unidas y de otras asambleas legislativas más locales pero, como las leyes, aunque así lo manifiesten en su esencia, no se establecen para proteger los derechos generales de los hombres y de los pueblos, ya que son una horda de naciones imperialistas y colonialistas las que las ejecutan y las aplican según toquen a sus intereses o no, contradicción que produce la inestabilidad y la conflictividad mundial. 

 

Organización de las Naciones Unidas (ONU), organización internacional de naciones basada en la igualdad soberana de sus miembros. Según su Carta fundacional (en vigor desde el 24 de octubre de 1945), la ONU fue establecida para “mantener la paz y seguridad internacionales”, “desarrollar relaciones de amistad entre las naciones”, “alcanzar una cooperación internacional fundada sobre las relaciones de amistad entre las naciones”, “alcanzar una cooperación internacional en la solución de problemas económicos, sociales, culturales o humanitarios” y “fomentar el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales”. 

 

Al finalizar la segunda guerra mundial, tuvo que consensuarse esta carta porque los abusos sobre los pueblos y las naciones más débiles llevaron al mundo a la conflictividad cruenta que, muchos directamente y otros a través de la historia, conocemos. Parece que todo es cíclico y que los acuerdos y tratados internacionales –basados en reglamento– se van vulnerando en la medida en que los pueblos se van olvidando de lo que ocurrió ayer, y porque no hay una vigilancia directa de la sociedad ni una implicación o participación de las misma en los gobiernos que, cada cuatro años, se apoderan de la soberanía y de la voluntad de los electores para instalar dictaduras parlamentarias que califican de legítimas. Todo este paripé con nombre de democracia, funcional sólo en el sufragio universal, y que niega derechos fundamentales como son las consultas populares, plebiscitos o referéndum –instrumentos útiles para decidir los asuntos que atañen al futuro de la mayoría–, ha dado paso a que los poderes económicos secuestren y controlen todos los espacios, incluyendo la confianza que, parte de los pueblos, han depositado en sus representantes políticos, así como la independencia de las naciones y de sus pueblos, porque siempre estuvieron, están y estarán ahí para eso: para esclavizar a los humanos en pro del beneficio de la minoría parásita, egoísta y abusadora.

 

Hay que cambiar el orden mundial y a los canarios nos toca empezar por nuestra casa: primero alcanzando la soberanía nacional y, en consecuencia, estableciendo un régimen de igualdad y justicia social para, desde esa capacidad de verdadero autogobierno, poder contribuir a un mundo humanitario. Abeja por abeja hacen el panal, cada cual que elabore su celdilla y, en esa función se podrá lograr una colmena sin reinos ni dioses para todos los habitantes de la tierra. No es imposible, son las luchas sociales –aunque parezcan baladíes– los trabajos abnegados de muchas mujeres y hombres, los proyectos cooperativistas etc., incluso la perseverancia de individualidades que coadyuvan a la reflexión de los oprimidos e incitan a la acción, los que han propiciado los cambios y las libertades de los pueblos y de sus naciones. No obstante, sabemos de otra pléyade que, bien remunerada, labora para los poderes fácticos y en nombre de la democracia, expandiendo la desinformación, la confusión, el miedo, la desmoralización y la inmovilización en el pueblo, porque siempre han estado ahí haciendo sutilmente la labor que les corresponden y, como una fuerza de represión más, pero sicológica, saltando al frente en los momentos decisivos: esta columna, conformada en su mayoría por periodistas e “informadores” afines al régimen, es más lesiva que los cuerpos de represión policiales. No hay opresor que se sustente sin oprimidos: el opresor y la opresión tiene su origen en la falta de responsabilidad y compromiso político y social de los individuos y de los pueblos. No nos han puesto las cadenas, nos la hemos dejado poner. No son más grandes que nosotros, el pueblo, como dice el escritor, Víctor Ramírez, está arrodillado. Con tanta abundancia y anhelo de futilidades, nos hemos hecho unos egoístas que, aún teniendo la muerte en la puerta del vecino, contemplamos cómo lo matan, creyendo que a por ti no viene. La muerte mata a todos, lógicamente antes a los más débiles y después, cuando elimina los primeros obstáculos, va a por ti: su misión es aniquilar y, análogo al agua que corre, primero se abre paso entre los materiales más sensibles pero termina erosionando hasta la roca más dura. 

 

Lo mismo que Rajoy quiere aprovechar la coyuntura de La ONU para justificar su colonialismo sobre Canarias, para usarla como base militar y para quitarle brillo al gran incendio que tiene en España, nosotros, habitantes de la colonia, canarios de nacionalidad, debemos, no menos, aprovechar esa coyuntura para evidenciar, no sólo ante las Naciones Unidas sino ante el resto de los pueblos del mundo, incluidos los de la mal llamada España, para explicar nuestra situación colonial y nuestro derecho a la independencia y la soberanía nacional. Ellos, los opresores, no tienen la fuerza: la fuerza la tienes tú; pero te han hecho ver que eres débil, que eres incapaz y te lo has creído sin comprobarlo…, es hora de que te comprometas para saber con cuanto potencial cuentas, igual te sorprendes. No murmures más quejándote por los bares, las tiendas… ve al frente.

 

27/09/12

 

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