GRAN  ANGULAR

 

 

EL COSTE DE INFORMAR

 

Ramón Moreno Castilla

 

Después de un breve paréntesis, ajusto de nuevo mi “gran angular” para seguir “retratando” todo lo que pasa en Canarias, cuya realidad dista mucho de la idílica versión oficialista que enmascara, distorsiona, manipula y tergiversa la verdadera dimensión de lo que ocurre en nuestra tierra; sumida en una profunda crisis económica y en un decrépito caos social, se diga lo que se diga, y que de no producirse una urgente y regeneradora catarsis, significará el exterminio total del pueblo canario, y su desaparición como tal, ¡¡que es lo que  en definitiva interesa!!

 

En ese contexto de hecatombe total, uno de los episodios más tenebrosos que padece Canarias actualmente, es la despiadada persecución y atropellos que está sufriendo el propietario de este grupo de comunicación, Don José Rodríguez Ramírez. Y todo, porque su periódico, EL DÍA, indudable buque insignia del grupo, se ha erigido en el referente informativo de nuestro Archipiélago y en paladín de la defensa a ultranza de los derechos y libertades de los canarios. En el verdadero y auténtico “cuarto poder”, que los ciudadanos demandaban imperiosamente, para denunciar y servir de contrapeso eficaz a los poderes establecidos por el Estado español; que, en el caso flagrante de Canarias, en tanto que decimonónica colonia, detentan un poder omnímodo, y que aparte de estar perversamente entremezclados, actúan en clara connivencia.

 

Un “cuarto poder” que ya en 1974, y a través de las páginas del prestigioso rotativo norteamericano, The Washington Post, hizo dimitir al todopoderoso presidente republicano Richard Nixon, gracias a la labor investigadora -desde 1972- de los afamados periodistas Bob Woodward y Cari Bernstein (Premios Pulitzer 1973), quienes, siguiendo las indicaciones del confidente “garganta profunda”: “folow the Money”, destaparon toda la trama que dio lugar al célebre “Watergate”. Un glorioso hito en la historia del periodismo mundial, que con el tiempo ha puesto en evidencia a ese “cuarto poder”, que a nivel planetario ha dejado indefensa a la ciudadanía, que asiste impotente a la vulneración sistemática de sus derechos y libertades.

 

Porque la prensa y los medios de comunicación en general habían sido durante largos decenios, en el marco democrático, un importante recurso de los ciudadanos contra el abuso de poderes. Y es que, los tres poderes tradicionales, cuya división propugnara Montesquieu -Legislativo, Ejecutivo y Judicial- pueden fallar, confundirse e, inclusive, cometer errores. Mucho más frecuente, sin duda, en los Estados con regímenes autoritarios y dictatoriales, donde el poder político es el principal responsable de todas las violaciones a los derechos humanos y de todas las censuras contra las libertades. Pero en los países supuestamente democráticos también se cometen graves e irreparables abusos, aunque las leyes sean votadas democráticamente, los gobiernos surjan del sufragio universal y la justicia -en teoría- sea independiente del Ejecutivo.

 

En ese escenario de precarias libertades, es donde los periodistas y los distintos medios de comunicación consideraban a menudo un deber ético y moral, irrenunciables, denunciar dichas violaciones a los derechos. Era, como se decía con acierto, “la voz de los sin voz”. Los diligentes defensores de oficio de derechos y libertades en un mundo cada vez más convulso. Pero ocurre, sin embargo, que a medida que se ha ido acelerando la mundialización liberal, ese “cuarto poder” se ha vaciado de sentido, perdiendo poco a poco su función esencial de contrapoder. En este marco geoeconómico las grandes empresas mediáticas han ido conformando grandes grupos para reunir en su seno a todos los medios de comunicación (prensa, radio y televisión) y además, a todas las actividades de los denominados sectores de la cultura de masas, de la comunicación y la información.

 

En Canarias, todos esos medios de comunicación se han puesto al servicio del poder y son utilizados como armas de combate en la confrontación, cada vez más enconada, entre el fundamentalista “nacionalismo español”, colonialista por antonomasia -al cual defienden a capa y espada- y el cada vez más emergente soberanismo canario, que propugna pacíficamente la constitución de Canarias en un Estado Archipelágico, libre y soberano, miembro de pleno derecho de la comunidad internacional.

 

Pese a todo, y en esa vorágine mediática, existe un medio de comunicación que en sus editoriales, comentarios y artículos de opinión, denuncia abiertamente el status colonial de nuestro Archipiélago y exige la inaplazable independencia de esta tierra. Ese es el verdadero motivo de la persecución y estigmatización de EL DÍA, de su  Editor-Director y colaboradores afines. ¡¡Y es que, informar y opinar con rigor, veracidad, objetividad e independencia, tiene un alto coste!! Sobre todo, si se cuestiona o se pone en tela de juicio la tan manida y artificiosa “españolidad de Canarias”, que no se sostiene, pese a las operaciones de “ingeniería constitucional”, de las “cruzadas políticas”, y del abyecto colaboracionismo de los canarios de servicio.

 

A todo esto hay que añadir un problema que tiene una repercusión mundial, y al que pienso no es ajena esta casa. Se trata de la disyuntiva a la que se enfrentan los medios en general, que pone a la comunicación en la tesitura de elegir entre la libertad y el mercado. Un demoledor estudio del Observatorio Internacional de Medios de Comunicación (Media Watch Global), realizado en numerosos países, revela que la confianza de la mayoría de los ciudadanos en los medios de comunicación se ha perdido, y que el escepticismo se ha generalizado de forma preocupante. Una desconfianza que viene dada por los “estragos informativos” de la prensa en general y de la propia televisión, y por la lamentable censura de los acontecimientos que suceden en el mundo, para mostrar solo la parte que interesa a los poderes fácticos, en una execrable manipulación de la realidad, que en Canarias adquiere especial relevancia.

 

Tal desconfianza es absolutamente insana en democracia. En primer lugar, pone en cuestión la función cívica de la información, que consiste básicamente en orientar a la opinión pública (¡que jamás debe convertirse en “opinión publicada”!), lo que en definitiva influye en el sufragio universal. Y por otra parte, esta desconfianza aleja a los ciudadanos de la prensa escrita, agravando la crisis del sector. Crisis que, en mayor o menor medida, afecta financieramente a todos los periódicos del mundo.

 

Paradójicamente, y en estos tiempos de las autopistas de la información, el sector que experimenta la más fuerte expansión económica es el de la comunicación, que atrae inevitablemente hacia si inversiones masivas de los mastodontes de la industria y de la banca. Ello ha propiciado un nuevo orden económico-comunicacional que se ha ido instalando poco a poco, dejando cada vez menos espacio a una prensa libre, verdaderamente independiente; y en el que la información es considerada como una simple mercancía, cuyo valor oscila en función de la oferta y la demanda.

 

Resulta, pues, enormemente gratificante que cuando la capitulación intelectual se propaga, mientras que vientos de turbulencia social azotan a nuestra sociedad canaria, y esa España decadente nos arrastra al abismo, se mantengan loables y benefactoras iniciativas con el firme propósito de disponer de una prensa libre y estable, al abrigo de presiones políticas, de intimidaciones económicas y del chantaje institucional. ¡¡Es el caso paradigmático y ejemplarizante de EL DÍA!!

 

rmorenocastilla@hotmail.com

 

Canarias, domingo 26 de junio de 2011

 

Publicado en el periódico El Día, domingo 26-06-2011

 

Artículos anteriores